sábado, 28 de enero de 2023

POEMAS DE JOSÉ MARTÍ EN SU NATALICIO

 


Poética

La verdad quiere cetro. El verso mío

Puede, cual paje amable, ir por lujosas

Salas, de aroma vario y luces ricas,

Temblando enamorado en el cortejo

De una ilustre princesa o gratas nieves

Repartiendo a las damas. De espadines

Sabe mi verso, y de jubón violeta

Y toca rubia, y calza acuchillada.

Sabe de vinos tibios y de amores

Mi verso montaraz; pero el silencio

Del verdadero amor, y la espesura

De la selva prolífica prefiere:

¡Cuál gusta del canario, cuál del águila!

 

 

A los espacios

A los espacios entregarme quiero

Donde se vive en paz, y con un manto

De luz, en gozo embriagador henchido,

Sobre las nubes blancas se pasea?

Y donde Dante y las estrellas viven.

Yo sé, yo sé, porque lo tengo visto

En ciertas horas puras, cómo rompe

Su cáliz una flor,? y no es diverso

Del modo, no, con que lo quiebra el alma.

Escuchad, y os diré: ?viene de pronto

Como una aurora inesperada, y como

A la primera luz de primavera

De flor se cubren las amables lilas...

Triste de mí: contároslo quería

Y en espera del verso, las grandiosas

Imágenes en fila ante mis ojos

Como águilas alegres vi sentadas.

Pero las voces de los hombres echan

De junto a mí las nobles aves de oro:

Ya se van, ya se van: ved cómo rueda

La sangre de mi herida.

Si me pedís un símbolo del mundo

En estos tiempos, vedlo: un ala rota.

Se labra mucho el oro, el alma apenas!?

Ved cómo sufro: vive el alma mía

Cual cierva en una cueva acorralada:?

¡Oh, no está bien:

me vengaré, llorando!

 

 

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,

contar este cuento en flor:

la niña de Guatemala,

la que se murió de amor.

 

Eran de lirios los ramos;

y las orlas de reseda

y de jazmín; la enterramos

en una caja de seda...

 

Ella dio al desmemoriado

una almohadilla de olor;

él volvió, volvió casado;

ella se murió de amor.

 

Iban cargándola en andas

obispos y embajadores;

detrás iba el pueblo en tandas,

todo cargado de flores...

 

Ella, por volverlo a ver,

salió a verlo al mirador;

él volvió con su mujer,

ella se murió de amor.

 

Como de bronce candente,

al beso de despedida,

era su frente -¡la frente

que más he amado en mi vida!...

 

Se entró de tarde en el río,

la sacó muerta el doctor;

dicen que murió de frío,

yo sé que murió de amor.

 

Allí, en la bóveda helada,

la pusieron en dos bancos:

besé su mano afilada,

besé sus zapatos blancos.

 

Callado, al oscurecer,

me llamó el enterrador;

nunca más he vuelto a ver

a la que murió de amor.

 

 

No me quites las canas

No me quites las canas

Que son mi nobleza:

Cada cana es la huella de un rayo

Que pasó, sin doblar mi cabeza.

 

Dame un beso en las canas, mi niña:

¡Que son mi nobleza!

 

Domingo triste

Las campanas, el sol, el cielo claro

me llenan de tristeza, y en los ojos

llevo un dolor que el verso compasivo mira,

un rebelde dolor que el verso rompe

¡y es, oh mar, la gaviota pasajera

que rumbo a Cuba va sobre tus olas!

 

Vino a verme un amigo, y a mí mismo

me preguntó por mí; ya en mí no queda

más que un reflejo mío, como guarda

la sal del mar la concha de la orilla.

Cáscara soy de mí, que en tierra ajena

gira, a la voluntad del viento huraño,

vacía, sin fruta, desgarrada, rota.

Miro a los hombres como montes; miro

como paisajes de otro mundo, el bravo

codear, el mugir, el teatro ardiente

de la vida en mi torno: ni un gusano

es ya más infeliz: ¡suyo es el aire,

y el lodo en que muere es suyo!

Siento la coz de los caballos, siento

las ruedas de los carros; mis pedazos

palpo: ya no soy vivo: ¡ni lo era

cuando el barco fatal levó las anclas

que me arrancaron de la tierra mía!

 

 

Tiene el alma del poeta

Tiene el alma del poeta

Extrañeza singular:

Si en su paso encuentra al hombre

El poeta da en llorar.

Con la voz de un niño tiembla,

Es de amor, y al amor va

Un amor que no se estrecha

En un límite carnal.

La corteza corrompida

El fruto corromperá.

Del amor de hembra no fío

Si su hoguera han de alumbrar

El quemante sol de estío

O el sol pálido autumnal:

¡Primavera primavera,

Madre de felicidad!

 

 

Cuba nos une...

Cuba nos une en extranjero suelo,

Auras de Cuba nuestro amor desea:

Cuba es tu corazón, Cuba es mi cielo,

Cuba en tu libro mi palabra sea.

 

 

Sueño despierto

Yo sueño con los ojos

Abiertos, y de día

Y noche siempre sueño.

Y sobre las espumas

Del ancho mar revuelto,

Y por entre las crespas

Arenas del desierto

Y del león pujante,

Monarca de mi pecho,

Montado alegremente

Sobre el sumiso cuello,?

Un niño que me llama

Flotando siempre veo!

 

 

Mi despensero

Yo no lo quiero:

Ni rey de bolsa

Ni posaderos

Tienen del vino

Que yo deseo;

Ni es de cristales

De cristaleros

La dulce copa

En que lo bebo.

 

Mas está ausente

Mi despensero,

Y de otro vino

Yo nunca bebo.

Tomado de:

https://www.poemas-del-alma.com/jose-marti.htm

 

 

Cultivo una rosa blanca

Cultivo una rosa blanca

en junio como enero

para el amigo sincero

qué me da su mano franca.

 

Y para el cruel que me arranca

el corazón con que vivo,

cardo ni ortiga cultivo;

cultivo la rosa blanca.

 

 

Qué importa que tu puñal

¿Qué importa que tu puñal

Se me clave en el riñón?

¡Tengo mis versos, que son

Más fuertes que tu puñal!

 

¿Qué importa que este dolor

Seque el mar y nuble el cielo?

El verso, dulce consuelo,

Nace al lado del dolor.

 

 

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,

Contar este cuento en flor:

La niña de Guatemala,

La que se murió de amor.

 

Eran de lirios los ramos,

Y las orlas de reseda

Y de jazmín: la enterramos

En una caja de seda.

 

Ella dio al desmemoriado

Una almohadilla de olor:

El volvió, volvió casado:

Ella se murió de amor.

 

Iban cargándola en andas

Obispos y embajadores:

Detrás iba el pueblo en tandas,

Todo cargado de flores.

 

Ella, por volverlo a ver,

Salió a verlo al mirador:

Él volvió con su mujer:

Ella se murió de amor.

 

Como de bronce candente

Al beso de despedida

Era su frente la frente

Que más he amado en mi vida.

 

Se entró de tarde en el río,

La sacó muerta el doctor:

Dicen que murió de frío:

Yo sé que murió de amor.

 

Allí, en la bóveda helada,

La pusieron en dos bancos:

Besé su mano afilada,

Besé sus zapatos blancos.

 

Callado, al oscurecer,

Me llamó el enterrador:

Nunca más he vuelto a ver

A la que murió de amor.

 

Poeta

Como nacen las palmas en la arena

Y la rosa en la orilla al mar salobre,

Así de mi dolor mis versos surgen

Convulsos, encendidos, perfumados.

Tal en los mares sobre el agua verde,

La vela hendida, el mástil trunco, abierto

A las ávidas olas el costado,

Después de la batalla fragorosa

Con los vientos, el buque sigue andando.

 

¡Horror, horror! ¡En tierra y mar no había

Más que crujidos, furia, niebla y lágrimas!

Los montes, desgajados sobre el llano

Rodaban; las llanuras, mares turbios,

En desbordados ríos convertidas,

Vaciaban en los mares; un gran pueblo

Del mar cabido hubiera en cada arruga;

Estaban en el cielo las estrellas

Apagadas; los vientos en jirones

Revueltos en la sombra, huían, se abrían,

Al chocar entre sí, y se despeñaban;

En los montes del aire resonaban

Rodando con estrépito; ¡en las nubes

Los astros locos se arrojaban llamas!

 

Río luego el Sol; en tierra y mar lucía

Una tranquila claridad de boda.

¡Fecunda y purifica la tormenta!

Del aire azul colgaban ya, prendidos

Cual gigantescos tules, los rasgados

Mantos de los crespudos vientos, rotos

En el fragor sublime. ¡Siempre quedan

Por un buen tiempo luego de la cura

Los bordes de la herida sonrosados!

Y el barco, como un niño, con las olas

Jugaba, se mecía, traveseaba.

 

A EMMA

No sientas que te falte

el don de hablar que te arrebata el cielo,

no necesita tu belleza esmalte

ni tu alma pura más extenso vuelo.

 

No mires, niña mía,

en tu mutismo fuente de dolores,

ni llores las palabras que te digan

ni las palabras que te faltan llores.

 

Si brillan en tu faz tan dulces ojos

que el alma enamorada se va en ellos,

no los nublen jamás tristes enojos,

que todas las mujeres de mis labios,

no son una mirada de tus ojos…

Tomado de:

https://www.yaconic.com/7-poemas-jose-marti/

 

 

XVIII - El alfiler de Eva loca...

 

El alfiler de Eva loca

Es hecho del oro oscuro

Que le sacó un hombre puro

Del corazón de una roca. 

 

Un pájaro tentador

Le trajo en el pico ayer

Un relumbrante alfiler

De pasta y de similar. 

 

Eva se prendió al oscuro

Talle el diamante embustero:

Y echó en el alfiletero

El alfiler de oro puro.

 

 

XIX - Por tus ojos encendidos...

 

Por tus ojos encendidos

Y lo mal puesto de un broche.

Pensé que estuviste anoche

Jugando a juegos prohibidos. 

 

Te odié por vil y alevosa:

Te odié con odio de muerte:

Náusea me daba de verte

Tan villana y tan hermosa. 

 

Y por la esquela que vi

Sin saber cómo ni cuándo.

Sé que estuviste llorando

Toda la noche por mí.

 

 

XX - Mi amor del aire se azora...

 

Mi amor del aire se azora;

Eva es rubia, falsa es Eva:

Viene una nube, y se lleva

Mi amor que gime y que llora. 

 

Se lleva mi amor que llora

Esa nube que se va:

Eva me ha sido traidora:

¡Eva me consolará!

 

 

XXI - Ayer la vi en el salón...

 

Ayer la vi en el salón

De los pintores, y ayer

Detrás de aquella mujer

Se me saltó el corazón. 

 

Sentada en el suelo rudo

Está en el lienzo: dormido

Al pie, el esposo rendido:

Al seno el niño desnudo. 

 

Sobre unas briznas de paja

Se ven mendrugos mondados:

Le cuelga el manto a los lados,

Lo mismo que una mortaja.  

 

No nace en el torvo suelo

Ni una viola, ni una espiga:

¡Muy lejos, la casa amiga,

Muy triste y oscuro el cielo!... 

 

¡Ésa es la hermosa mujer

Que me robó el corazón

En el soberbio salón

De los pintores de ayer!

 

 

XXII - Estoy en el baile extraño...

 

Estoy en el baile extraño

De polaina y casaquín

Que dan, del año hacia el fin,

Los cazadores del año. 

 

Una duquesa violeta

Va con un frac colorado:

Marca un vizconde pintado

El tiempo en la pandereta. 

 

Y pasan las chupas rojas,

Pasan los tules de fuego,

Como delante de un ciego

Pasan volando las hojas.

 

 

XXIV - Sé de un pintor atrevido...

 

Sé de un pintor atrevido

Que sale a pintar contento

Sobre la tela del viento

Y la espuma del olvido. 

 

Yo sé de un pintor gigante,

El de divinos colores,

Puesto a pintarle las flores

A una corbeta mercante. 

 

Yo sé de un pobre pintor

Que mira el agua al pintar,

-El agua ronca del mar, -

Con un entrañable amor.

 

 

XXXV - Qué importa que tu puñal...

 

¿Qué importa que tu puñal

Se me clave en el riñón?

¡Tengo mis versos, que son

Más fuertes que tu puñal! 

 

¿Qué importa que este dolor

Seque el mar, y nuble el cielo?

El verso, dulce consuelo,

Nace alado del dolor.

 

 

XXXVII - Aquí está el pecho, mujer...

 

Aquí está el pecho, mujer,

Que ya sé que lo herirás;

¡Mas grande debiera ser,

Para que lo hirieses más! 

 

Porque noto, alma torcida,

Que en mi pecho milagroso,

Mientras más honda la herida,

Es mi canto más hermoso.

Tomado de:

http://amediavoz.com/marti.htm

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