martes, 31 de enero de 2023

POEMAS DE MAY SWENSON

 



Vista al Norte

 

 

 

A medida que envejeces, sientes más frío.

 

Ves a través de las cosas.

 

Miro a través de los árboles,

 

 

 

sus quebradas hojas caídas,

 

miro el agua azul

 

helarse en el viento.

 

 

 

Día tras día se abre la escena,

 

se hace más clara, jirones de espacio

 

surgen donde tupidas ramas

 

 

 

solían cubrir el paisaje.

 

Pronto se vaciará, desnudo,

 

enteramente libre:

 

 

 

miraré a través

 

de entretejidas olas

 

el blanco horizonte, el lugar

 

 

 

donde empieza el Norte.

 

¡Majestuoso!, pensaré,

 

mientras mis ojos se hielan.

 

 

La verdad se impone

 

Como no soy honesta en persona

 

busco ser honesta en la poesía.

 

Si hablo contigo, mirándote a los ojos,

 

miento porque no tolero

 

evidenciar la verdad.

 

Decir toda la verdad

 

sería como quedar desnuda.

 

Perdería mis más preciados bienes:

 

distancia, silencio, intimidad.

 

Quedaría expuesta. Y me poseerías.

 

Equivaldría a una total rendición

 

(a ti, mirándote a los ojos).

 

Me mirarías detenidamente.

 

Me tendrías en tus manos.

 

Todos tus ojos se me echarían encima.

 

De ahí en adelante me vestirían

 

tus punzantes, lascivas, deseosas abejas.

 

Que seas uno o dos o muchos

 

da igual. Siento como si, en realidad,

 

un par de ojos fuera el enjambre entero.

 

Así que miento (mirando tus ojos)

 

dejando sin voz la esencia de las cosas

 

o bien mostrándome como una copia

 

y no lo que soy.

 

 

 

Uno debe ser honesto en algún lugar.

 

Quiero serlo en la poesía.

 

Con la palabra escrita.

 

Donde pueda decir y tachar

 

y volver a decir y decir con rodeos

 

y decir por encima de y decir entre líneas

 

y decir en símbolos, en enigmas,

 

en doble sentido, bajo las máscaras

 

de cada rasgo, en la piel

 

de toda criatura.

 

Y en mi propia piel, desnuda.

 

De hecho, me siento feliz de anhelar

 

desnudarme en la poesía,

 

imponer la verdad

 

en el poema,

 

que, al escribirlo, si es real,

 

no copia, me diga

 

y después a ti (todo o nada, mirándonos)

 

mi entero yo,

 

la verdad.

 

 

Domingo en el campo


 

 

Ni un despertar de viento aquí. El credo

 

que el grillo entrega al bosque todo el día.

 

La bendición incesante del sol. Cuánto oro

 

en mi cabeza si me expongo a la luz.

 

Escalan mis pestañas los ángeles, son tan blancas

 

sus alas que retienen cualquier color. El cielo,

 

hondo y revelador en su azul, rasga

 

mi conciencia como un clavo. Siento alegría

 

por la araña gris que, torpe, amenaza

 

trepar mi zapato; por la mosca

 

medrosa de vientre verde y ojos naranja,

 

que camina entre los vellos de mi brazo para

 

frotarse la panza. Alta hierba, sedosa como barba

 

de un monje, la brizna, tupida de amarillo.

 

El yo corpóreo excede la forma del pesebre.

 

Estoy hipnotizada por la trompeta del sol

 

que infiltra aleluyas en mis venas.

 

 

 

Hasta que, detrás del retablo, se oye

 

una carcajada. Un ateo inesperado lanza

 

una palabra espantosa. ¡Eso despierta la insurrección!

 

Un viento nace en el bosque, arrebata a los pinos

 

sus casacas solemnes. Un oscuro, impúdico

 

cuervo volteriano ha arruinado

 

el sacramento: así que puedo marcharme.

 

 

Mintiendo y mirando

 

 

 

El modo

 

en que crece el vello

 

en mi piel,

 

lo veo

 

brillar.

 

Peinadas

 

como por el viento,

 

mis axilas

 

son nidos de piojos;

 

mi piel herbosa

 

es más oscura en los pliegues

 

de los codos y las ingles,

 

en los nudos de las rodillas;

 

si distiendo las piernas

 

cada rodilla es un rostro

 

de pómulos pronunciados, guerreros.

 

Mis muslos se hunden y juegan

 

bajo el brillo de la luz;

 

por detrás permanecen

 

quietos, aunque giren

 

y se arqueen; color pantera,

 

en tonos camello

 

y durazno, suaves

 

pero resistentes como gamuza;

 

inclinándose

 

curiosos

 

desde los poros atentos,

 

sus vellos

 

son rubios. Ay,

 

por nada cambiaría

 

mi cuerpo. Ni

 

por la barca blanca de una paloma,

 

ni por el negro abrigo del oso,

 

ni por nada.

 

 

-Harold Bloom

La escuela de Wallace Stevens

Un perfil de la poesía estadounidense contemporánea

Edición, traducción y notas de Jeannette Clariond

Vaso roto ediciones

España-México, 2011

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/may-swenson-2/

 

 

 

El resto de mi vida    

 

 

 

Soy la que

estará conmigo

el resto de mi vida.

 

Soy la que

disfrutará de mí misma,

cuidará de mí misma,

será adorable, para amarme

a mí misma el resto

de mi vida.

 

Brazos, sed fuertes para sostenerme.

Ojos, estad conmigo.

¿Estarás tú conmigo

el resto de mi vida?

 

Yo soy,

la única,

la que no quiere dejarme

durante el resto de mi vida.

Tomado de:

https://epo2daepoca.blogspot.com/2022/04/may-swenson.html

 

 

Un deseo

 

De una hora construí una cabaña

     y me senté como un hindú

        inmune en el viento del tiempo

 

De un cabello hice una senda

    y caminé y ambos

        roca y desierto se volvieron

 

mi espacio y mi camino

   Con el dolor por piel

      no sentí heridas

 

Un agradable poder maduró

    como una nuez y se abrió dentro de mí

        Allí donde antes hubo ira

 

se distendió el mundo entero

     hacia el mediodía tranquilo

       Mi rostro en la roca mi nombre

 

en el árbol más silvestre

    Mi carne el brezal

       de un clima pacífico

 

May Swenson - versión de Rosa Lentini y Susan Schreibman

Tomado de:

https://batalladepapel.blogspot.com/2014/02/may-swenson-poemas.html#.Y9kNa3bMKUk

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