martes, 22 de agosto de 2023

POEMAS DE MARIANO MELGAR



POEMA YARAVI

 

¡Ay, amor!, dulce veneno,

ay, tema de mi delirio,

solicitado martirio

y de todos males lleno.

 

¡Ay, amor! lleno de insultos,

centro de angustias mortales,

donde los bienes son males

y los placeres tumultos.

 

¡Ay, amor! ladrón casero

de la quietud más estable.

¡Ay, amor, falso y mudable!

¡Ay, que por causa muero!

 

¡Ay, amor! glorioso infierno

y de infernales injurias,

león de celosas furias,

disfrazado de cordero.

 

¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,

que conociendo quién eres,

abandonando placeres.

soy yo quien a ti te sigo?

 

 

FABULA LA BALLENA Y EL LOBO

 

Mirando con desprecio a cuantos peces

pueblan el ancho mar, una ballena

decía a boca llena:

"todo esto es pitijaya; en dos reveses

arrollaría estos bichos si quisiera

y me los tragaría en un instante.

 

Si el mentado elefante viviera,

me tragara también al elefante;

pues, bien visto si ensancho mi garguero

soy capaz de tragarme al mundo entero".

 

Tantas baladronadas

a todo pez tenían ya mohino,

hasta que un lobo callandito vino

por entre las oladas;

apenas anchovetas engullía,

y a todos avisó que la Señora

con toda su armazón nada valía.

 

Fabio, cuanta a tu amigo este pasaje;

dile que a nadie ultraje

exagerando su sin par talento;

no vaya a ser que un lobo halle sus tretas,

y nos haga saber en un momento

que no puede tragar sino anchovetas.

 

 

FABULA LAS ABEJAS

Días ha que leyendo un libro viejo

escrito por un hombre de consejo,

hallé un rasgo de historia

digno de encomendarse a la memoria.

 

El suceso, no hay duda, es muy extraño:

pero es preciso que se cuente este año.

 

Dicen que las abejas ab initio

no supieron portarse con juicio

y buen arreglo de hoy, ni lo pensaron;

pero aquellas catorce que lograron

en tiempo del diluvio entrar al arca,

curiosas observaron que el Patriarca

dispuso en ella todo cuanto había

con arte y simetría.

 

Aquí lobos voraces, allí ovejas:

más allá perros, gatos comadrejas,

elefantes, ratones y mosquitos...

en otra parte lindos pajaritos,

jilgueros, gallos, garzas, grullas, gansos;

en otra división trigo y garbanzos,

maíz, arroz, cebada...

¡qué cosa tan bien puesta y ordenada!

A todas agradó su providencia.

 

Juntándose por fin en conferencia,

dijo la más antigua: "Compañeras,

confieso la partida: muy groseras

en gobierno y costumbres hemos sido.

 

Nunca en comunidad hemos vivido:

nadie pensó sino en pasar el día.

 

tal vez no faltaría

quien desease el orden; pero en vano;

cobijada en la rama de un manzano.

O metida en las pajas de algún techo,

jamás hacía cosas de provecho,

ni era dable que a todas persuadiese.

 

Mas hoy, que este embarazo no se ofrece.

Y hemos de ser raíz de toda abeja,

yo como la más vieja

soy de sentir que luego que salgamos

una sola familia compongamos,

como que tienen fuerzas superiores,

miel y cera de flores exquisitas

cojan, en tanto que las viejecitas

ordenamos las cosas de gobierno.

 

Y para que este entable sea eterno

pondremos una maestra de novicias".

 

"¡Gran cosa! ¡Bueno!! ¡Albricias!".

Gritan todas; y el plan verificaron.

 

Mas vieron fenecer sus alegrías,

porque dijo de agravio en pocos días

la incauta juventud: "El remo todo

se nos carga, de modo

que ya nuestro vigor se debilita:

más de una hora de sueño se nos quita.

 

Como ellas tienen seca la cabeza,

nos despiertan temprano". "¡Qué simpleza

de muchacha!", dijo una mamantona

no hagas cuenta de ayer ni de mañana;

mañana mandará la que hoy se afana,

y mil males de ayer hoy no subsisten;

y por fin, males hay irremediables

que por un bien mayor son tolerables".

 

En reclamar no insisten:

a todas las convence con tal ciencia,

tanto acierto, energía y elocuencia,

que su error las menores conocieron

y sin más regañar se sometieron.

 

Ciudadanos: Dios sólo

puede mandar del uno al otro polo

sin defecto ninguno;

y así aquel importuno

que se lo quiera todo muy cumplido

en el nuevo gobierno establecido,

o algún descuido entre hombres no perdona,

relea el texto de la mamantona.

 


FABULA EL CANTERO Y EL ASNO

 

Nos dicen ciertas gentes

que es incapaz el indio;

yo voy a contestarles

con este cuentecito.

 

Baja una mañana

un cantero rollizo

repartiendo y lanzando

latigazos a gritos

sobre su infeliz tropa

de cargados borricos.

 

"¡Qué demonio de brutos!

¡Qué pachorra! ...me indigno!

Los caballos son otros,

tienen viveza y brío;

pero a estos no los mueve

ni el rigor más activo".

 

Así clamaba el hombre;

mas volviendo el hocico

el más martagón de ellos

en buena paz le dijo:

 

"¡tras cuernos palos! ¡Vaya!

nos tienes mal comidos

siempre bajo la carga,

¿y exiges así brío?

¿y con azote y palo

pretendes conducirnos?

 

¿y aún nos culpas de lerdos

estando en ti el motivo?

con comida y sin carga,

como se ve el rocino,

aprendiéramos luego

sus corbetas y brincos;

 

pero mientras subsista

nuestro infeliz destino,

¡bestia el que se alentara!

lluevan azotes: lindo;

sorna y cachaza y vamos,

para esto hemos nacido".

 

 

Un indio, si pudiera,

¿no dijera los mismo?

Tomado de:

https://diarioinca.com/poemas-de-mariano-melgar

 


Elegía I

 

¿Por qué a verte volví, Silvia querida?

¡Ay Triste! ¿Para qué? ¡Para trocarse

Mi dolor en más triste despedida!

 

Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;

Me presenta más dulce el bien que pierdo:

¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse!

 

¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo!

Te vi... ¡Que gloria! Pero, ¡dura pena!

Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.

 

Mi amor ansioso, mi fatal cadena,

A ti me trajo con influjo fuerte.

Dije: "Ya soy feliz, mi dicha es plena".

 

Pero, ¡ay! de ti me arranca cruda suerte;

Este mi gran dolor, este es mi duelo;

En verte busqué vida y hallo muerte.

 

Mejor hubiera sido que este cielo

No volviera a mirar y sólo el llanto

Fuese en mi ausencia todo mi consuelo.

 

Cerca del ancho mar, ya mi quebranto

En lágrimas deshizo el triste pecho;

Ya pené, ya gemí, ya lloré tanto...

 

¿Para qué, pues, por verme satisfecho

Vine a hacer más agudos mis dolores

Y a herir de nuevo el corazón deshecho?

 

De mi ciego deseo los ardores

Volcánicos crecieron, de manera

Que víctima soy ya de sus furores.

 

¡Encumbradas montañas! ¿Quién me diera

La dicha de que al lado de mi dueño,

Cual vosotras inmóvil, subsistiera?

 

¡Triste de mí! Torrentes, con mal ceño

Romped todos los pasos de la tierra,

¡Piadosas acabad mi ansioso empeño!

 

Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra;

Isla sin puerto vuelve las ciudades;

Y en una sola a mí con Silvia encierra.

 

¡Favor tinieblas, vientos, tempestades!

Pero vil globo, profanado suelo,

¿Es imposible que de mí te apiades?

 

¡Silvia! Silvia, tú, dime ¿a quién apelo?

No puede ser cruel quien todo cría:

Pongamos nuestras quejas en el cielo.

 

El sólo queda en tan horrible día.

Único asilo nuestro en tal tormento.

El sólo nos miró sin tiranía.

 

Si es necesario que fatal momento

Llegue... ¡Piadoso Cielo! en mi partida

Benigno mitigad mi sentimiento.

 

Lloro... No puedo más... Silvia querida,

Déjame que en torrentes de amargura

Saque del pecho mío el alma herida.

 

El negro luto de la noche oscura

Sea en mi llanto en solo compañero,

Ya que no resta más a mi ternura.

 

Tú, Cielo Santo, que mi amor sincero

Miras y mi dolor, dame esperanza

De que veré otra vez el bien que quiero.

 

En sola tu piedad tiene confianza

Mi perseguido amor... Silvia amorosa,

El Cielo nuestras dichas afianza.

 

Lloro, sí, pero mi alma así llorosa,

Unida a ti con plácida cadena,

En la dulce esperanza se reposa,

Y ya presiente el fin de nuestra pena.

 

 


 

¡OH DESGRACIADA EXISTENCIA...!

 

¡Oh desgraciada existencia,

Con amor lejos de amor!

¿Quien el bárbaro rigor

Podrá sufrir de una ausencia?

¿Para cuando la clemencia

Guardas, Dios tirano y ciego?

Si ves que no hallo sosiego,

Si ves que por mas quebranto

No logra mi eterno llanto

Apagar su dulce fuego?

 

Cuando ilumina el oriente

Febo con dorados rayos

Y de la noche desmayos

Se cuentan por occidente:

Cuando el velo transparente

De la esfera anuncia el día;

Cuando se ve la alegría

En zagales y pastores,

Renacen de mis amores

El tormento y pena miá.

 

¿Que luz habrá para mi

Cuando me faltan tus ojos?

¿Como no sentiré enojos,

Cuando estoy lejos de ti?

¿Como podre vivir, di,

En un eterno tormento,

Si eres tu mi pensamiento

Y compasión decidida:

Si eres vida de mi vida

Y el aliento de mi aliento?

 

¡Un terrible frenesí!

Que incomprensible lo infiero:

Pues si pienso en ti, yo muero;

Muero, si no pienso en ti.

Pendiente estaba de un si

Entre las sombras de un no.

Y cuando temía yo

Mortal o dulce sentencia,

Decreto el cielo la ausencia

Y a mis votos se negó.

 

Peor si el cielo en rigor

Libre nos dio el albedrío

¿Como quitara del mio

Ofrecerte un firma amor?

Que importa que el cruel horror

De la ausencia de mi suerte

Quiera privarme el quererte,

Si, siendo el amor, el alma

Vivirá sobre la muerte.

Tomado de:

https://www.buscapalabra.com/poetas.html?nombre=Mariano+Melgar

 

 

No nació la mujer para querida

No nació la mujer para querida,

por esquiva, por falsa y por mudable;

y porque es bella, débil, miserable,

no nació para ser aborrecida.

 

No nació para verse sometida,

porque tiene carácter indomable;

y pues prudencia en ella nunca es dable,

no nació para ser obedecida.

 

Porque es flaca no puede ser soltera,

porque es infiel no puede ser casada,

por mudable no es fácil que bien quiera,

 

Si no es, pues, para amar o ser amada,

sola o casada, súbdita o primera,

la mujer no ha nacido para nada.

 

Por no sé que capricho

Por no sé qué capricho

Filis juró olvidarme.

Pasados pocos días,

Hizo otra ves las paces.

Pero fue tan gustoso

Aquel feliz instante,

Que le digo mil veces:

«Filis, vuelve a olvidarme,

Con tal que a pocos días

Vuelvas a hacer las paces».

 

¡Ay, amor! Dulce veneno

¡Ay, amor!, dulce veneno,

ay, tema de mi delirio,

solicitado martirio

y de todos males lleno.

 

¡Ay, amor! lleno de insultos,

centro de angustias mortales,

donde los bienes son males

y los placeres tumultos.

 

¡Ay, amor! ladrón casero

de la quietud más estable.

¡Ay, amor, falso y mudable!

¡Ay, que por causa muero!

 

¡Ay, amor! glorioso infierno

y de infernales injurias,

león de celosas furias,

disfrazado de cordero.

 

¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,

que conociendo quién eres,

abandonando placeres.

Soy yo quien a ti te sigo?

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/mariano-melgar/

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