sábado, 26 de agosto de 2023

POEMAS DE MARTÍN POMALA (JESÚS ANTONIO CRUZ)

 



Nota del blog:

Iniciamos una serie de publicaciones durante estas semanas inspirado en la antología Poesía Emboscada compilación realizada y publicada por el poeta Saúl Gómez Mantilla y publicada por épica ediciones. Les invito a leer y esperar la nota sobre esta bella y necesaria compilación.

 

SAUDADES

Tras el pinar del parque se ha dormido un lucero …

y sobre las melenas de los pinos está

prodigando la luna con su beso primero

un tul que hacia la aurora se desvanecerá

 

Blandamente las copas se balancean... (Fortuna

de las cosas sencillas indemnes de su cruz).

Los bellos pinos aman abanican la luna

porque ella, suavemente, los corona de luz

 

Blandamente las copas se mueven.  Y la brisa

venida de las sierras, primitiva y jovial,

va cantando a las frondas con un poco de risa

un herrumbroso idilio del tiempo colonial.

 

Vaga de copa en copa por los árboles altos

el discreto murmullo con un lento vaivén;

dijérase la historia llena de sobresaltos

de unos novios morenos que se quisieran bien ...

 

Un piano, en el silencio de la noche, me narra

dolores de Waldtauffel.  En un dulce sufrir ...

Yo no sé lo que diera por besar la bizarra

mano que a ese instrumento tan bien hace gemir.

 

El piano y la luna y el silencio del parque

furtivamente entraron por mi abierto balcón,

ya mi reloj de arena han mandado que marque

la sacrosanta hora de una vieja emoción.

 

Emoción de sentirme tan apartado de ella,

emoción de otras cosas que no se han de saber ...

(Por el éter purísimo ha cruzado una estrella,

el viento trae amables perfumes de mujer ...)

 

Noble y santa tristeza que me donó la luna

para que mis recuerdos hayan de florecer;

melancolía dulce que me ha hecho verter una

lágrima imperceptible, sin pensar ni querer ...

 

Viene un ensueño blanco sobre la blanca fiesta

de la noche que viste seda novilunar

y ha pensado mi espíritu que una noche como ésta

-fresca, serena y clara-   nos hemos de besar.

 

Habrá en la clara noche aromas de violetas

y bajo de la lumbre tenue del velador,

sus sueños inconfesos en frases inconcretas

revelarán mis trémulos labios de soñador.

 

Tibio soplo de aire raramente aromado

urde para mis sienes un engaño sutil,

como un beso ilusorio que me hubiesen enviado

de muy lejos, juntitos sus dedos de marfil ...

 

Tras el pinar del parque se ha dormido un lucero ...

y mi ilusión confiada, que nunca morirá,

se aferra al día dulce de su beso primero,

beso que, todavía, ignoro si vendrá.

 

 

POBRES CARTAS DE AMOR

Pobres cartas de amor que até con lazos

de una cinta lilial y que una caja

guarda entre la traslúcida mortaja

de un pañuelo de seda hecho pedazos.

 

Cartas de un muerto amor.  De los abrazos

locos y firmes de la frágil maja

que vendió el corazón y que me ultraja

incompasiva y cruel, desde otros brazos.

 

Qué me queda, decid?  Solo vosotras,

pobres cartas de amor, que estáis con otras

en las que mi alma a su traición querella.

 

Vosotras, que a mis hondos desconsuelos

cual mariposas de distantes cielos

portáis la esencia y el recuerdo de ella.

Tomado de:

https://revistas.upb.edu.co/index.php/revista-institucional/article/view/3829/3517

 

 

SANGRE

Vengo desde las ribas románticas de un río

en cuyas vegas úberas demora mi bohío

besado santamente por las aguas serenas

que pasan, taciturnas, como rumiando penas...

 

Mi bohío es el alma de la selva discreta 

y dialoga en silencio como un anacoreta,

con los árboles viejos… Un sueño es mi bohío

bordado con espumas de las olas del río.

 

El río, ese poeta que me enseñó en sus cantos

a velar con sonrisas esotéricos llantos;

ese padre bohemo cuyas ondas polífonas

fingen en su carrera aluviones de antífonas…

 

Para la dulce choza da el austro sus canciones

monorrítmicas, suaves… Entre las armazones

de los cámbulos recios y de los gualandayes,

flota un trémolo sordo de prolongados ayes

que se distiende luego por el feraz ribazo

prendiendo en cada espiga la prenda de un abrazo.

 

Allí el guadual erige la pompa de sus arcos

flexibles y triunfales sobre los verdes marcos

de los maizales húmedos y de las plataneras

de próvidos racimos y rotas cabelleras; 

allí, en el surco fértil revienta el rubio grano

que con heroico gesto depositó la mano

del labrador bendito, y ensánchanse las bayas

bajo de limo negro donde fueran las playas; 

allí el membrudo toro muge sonoramente

llevando ramas frescas sobre la hirsuta frente,

como trofeos de lucha para la fiel vacada

que pace, melancólica, al pie de la majada; 

y los bizarros potros, de enmarañadas crines que abate

el viento, enarcan el cuello, y los clarines

de sus gargantas suenan reclamando las púberes

potrancas que dormitan sobre los llanos úberes;

en explosión de luces bajo las horas cálidas

sobre la grava tibia florecen las crisálidas

verdes, azules, blancas, amarillas o rojas,

y con inciertos vuelos se van a las panojas

de las fecundas eras, y aprestigian sus galas

dejando en cada fruto el bronce de las alas;

en el azogue terso de las ondas hialinas

y mientras cruzan, rápidas, las ágiles canoas

entonan en los árboles las pardas chilacoas

el himno de los bosques, que sube hasta los cerros

mezclándose al metálico sonar de los cencerros… 

 

¡Bendita sea mi Arcadia! Loado mi bohío

que duerme un casto sueño cerca de su padre, el río!

¡Oh, viejo río lejano que me diste canciones

Y me enseñaste el ritmo secreto de tus dones!

Que antes de que yo caiga pueda otra vez gozarte

bebiendo de tus linfas musicantes y claras

Y soñando en tus márgenes cosas tristes y raras…

 

Fueron allí los años de la dulce fragancia,

Años en que mi vida fue de blanca ignorancia

que nunca ha de volver, que no he de recordar

porque me dan deseos de ponerme a llorar…

 

Fui cazador entonces; y al golpe de mis flechas

rodaron por el polvo muchas aves deshechas;

Sobre la arcilla húmeda de la selva bravía

se estampaban los rastros de la feroz jauría

que guiaba diestramente por escarpado monte

con gritos que rasgaban la paz del horizonte;

Y me embriagué con sangre de alígeros venados

que mi carcaj detuvo al pie de los sembrados;

acaricié las zarpas tajantes y felinas,

y me adorné con plumas de grandes alas finas;

entre las hendiduras de las musgosas lascas

y bajo las alfombras de secas hojarascas

hallé serpientes hórridas; el cuenco de mi mano

trajo a mis labios agua del manantial hermano; 

y ensordecí en las selvas al formidable grito

el torrente, que al irse tras roca de granito 

tremante, pavoroso, coronado de brumas,

 les bate a los abismos su confalón de espumas.

 

Fui pescador de caña, y las linfas del río

me vieron inclinado sobre el fondo sombrío

que colmaba de rosas el providente cielo

en noches de verano; y de mi fuerte anzuelo

prendieron muchos peces de lucientes escamas

que al fulgor de la luna se diluían en llamas.

 

Fui labrador. Al filo cortante de mi hacha

Se doblaron los robles que no rindió la racha

furibunda de Bóreas. Mi masculina mano

plantó sobre los surcos la cepa del banano

y encalleció blandiendo la azada reluciente

que destrozaba el huerto preñado de simiente.

 

Y fui pastor… Los prados enflorecidos, plenos

de sol y mariposas y perfumes serenos,

me dieron lechos suaves e improvisé cojines

de hojas para tenderme con mis bravos mastines.

 

A la sombra benéfica de frescos arrayanes

y de altos tamarindos despedacé los panes

que iban en mi bizaza, y los comí con quesos

Y mieles rubias, mientras que cariñosos besos

ponía en los hocicos de mis dos perros fieles

de grandes ojos dulces y de leonadas pieles.

 

Entoné sobre el césped sencillas pastorelas

al son de tamboriles y eglógicas vihuelas;

y al pasional conjuro de mi panida flauta

pasó por mis senderos una pastora incauta

de senos estallantes y de brazos muy duros

diciéndome palabras y pensamientos puros.

Y la besé en los ojos y en la enervante boca;

y la pobre zagala como inconsciente o loca

se me fue con la tarde llevando en las melenas

el sol, y entre los labios la sangre de mis venas. ………………………………………………………………  ………….

Bajo las alboradas cubiertas de opalinos

pabellones de seda que, dijéranse chinos,

Y bajo tardes diáfanas tintadas de Campeche,

me improvisé bigotes con espumas de leche

que extraje de las ubres redondas y repletas

estrujando hábilmente las sonrosadas tetas.

 

En estrelladas noches, cerca de los corrales,

me narraron extrañas historias orientales

los pastores hermanos (aún en mi memoria,

conservo intacta una dulce y fácil historia),

y me dieron el nombre de las constelaciones

que fulgen en los cielos cual preclaros blasones

del palacio intangible donde reside Dios

rigiendo el viejo cosmos con su paterna voz.

 

En el aprisco tuve una visión suntuosa,

una visión de alburas, una visión de rosa:

Érame yo trovero doliente y taciturno

de nutridas melenas; y atreví mí coturno

hacia puertas hostiles en busca de una amada

que floreció en mi ruta; y en una madrugada

radiante y luminosa, cuando había muchos lirios

en la tierra y en lo alto se quemaban mil cirios,

la dulce Bien Amada se mostró en las almenas

al pie de cuyos muros le narré yo mis penas

en ágiles crescendos que dio mi caramillo;

Y para que bajara mi novia del castillo

le tendí hacia las torres las trémulas escalas

de mis cantos; y llena de deslumbrantes galas

vino hasta mí la virgen… Con emoción suprema

glorifiqué el prestigio de una pálida gema

en las blancuras mórbidas de su dedo anular,

un dedo que era un pétalo de jazmín malabar!

 

Y muy juntos nos fuimos por la gloriosa vía

como dos muchachitos, haciéndonos la pía

ofrenda de mil besos divinos y nupciales; 

y a nuestros pasos iban los mágicos rosales

deshojando la noble castidad de sus flores

para mullir la senda triunfal de mis amores.

Los árboles frondosos en una amena charla

se doblaban sobre ella como para abrazarla;

Y las fuentes tejieron en su reír sonoro

una alegre sonata de cascabeles de oro.

 

Y reía mi novia, y yo también reía; 

y tan intensa era nuestra alegría

que olvidamos las penas, el dolor de vivir,

Y no hicimos más cosas que cantar y reír!

 

En el cielo no hubo más que el espacio Y Dios

y en la tierra nosotros, ¡solamente los dos!

Nuestras almas gemelas, enormes y paganas,

venidas de Bizancios incógnitas, lejanas!

 

Y clamaron los céfiros: “¡Bendecido sea el lazo

que ata dos seres buenos en un eterno abrazo!

Bendecido el tesoro de tus gracias, discreta 

Mujer! Y bendecidos tus cantos, oh poeta!

Y bendecidos ambos, princesa y trovador!

Loados sean tus triunfos, ¡Amor! ¡Amor! ¡Amor!”

 

Y seguí con mi amada por el blanco sendero

decorando sus sienes con flor de limonero.

Y prendí a su corpiño de pasamanerías

el pulcro ramillete de mis galanterías.

 

La conduje a la casa del Cordero Divino

a fin de que nos diese de su pan y su vino

y de que bendijera nuestra felicidad

para todos los tiempos, para la eternidad.

 

Y fue así. Las manos venturosas del preste 

emergieron expertas del áurea sobreveste

Y juntaron mi mano con la mano fraterna

de la dulce elegida… A la eficacia tierna

de las sacras liturgias y de las bendiciones,

Se fundieron en uno nuestros dos corazones.

 

Aquella novia eximia divinamente casta, 

gloriosamente pura, bajo la nave vasta

del templo del Señor, fingió una flor de nieve

caída desde el seno piadoso, blanco, breve

de la Virgen María. A las luces arcaicas

de los grandes flameros sus pupilas hebraicas

dilatáronse en una conventual mansedumbre; 

y nunca en otros ojos puede verse la lumbre

que copiaron los suyos de las luces bermejas

bajo los arcos suaves y finos de las cejas.

cobraron sus mejillas coloración unciosa

de su seno vibrátil, vi dos cisnes en celo

Que aleteaban por irse tras el azul del cielo.

 

Y regresamos locos por la gloriosa vía

como dos muchachitos, haciéndonos la pía

ofrenda de mil besos íntimos y nupciales;

y a nuestros pasos iban los mágicos rosales

deshojando la noble cantidad de sus flores

para mullir la senda triunfal de mis amores.

 

Los árboles frondosos en una amena charla

se doblaban sobre ella como para abrazarla;

y las fuentes tejieron con su reír sonoro

una alegre sonata de cascabeles de oro;

y mientras caminábamos a la mansión señora

que con ónix y mármol ubicó mi quimera,

la mañana galante, perfumada y radiosa

volcó sobre nosotros sus ánforas de rosa!

Sueño maravilloso como tallado en nieve!

Sueño tan blando como el aura fresca y leve

que se enreda en las copas de los sagrados pinos

Para llorar la fuga de tristes peregrinos…

 

¡Tiempos después la suerte me arrancó del bohío!

Dije adiós al rebaño, a las selvas, al río… 

Y puesta ya en mis labios la sombra del bigote

¡Me di a las aventuras y me sentí Quijote!

 

 

EL DOLOR DE LOS AÑOS

I

¡Año viejo! ¡Te marchas! Hay en tu última hora

el tremendo mutismo de un cadáver que está

para caer al fondo de la tierra, sincera

y ultima y santa madre… que nos abrigará!.

¡Dicen todas las cosas un sollozar profundo!

Hay en todos los seres la doliente ansiedad

que vemos en las casas donde algún moribundo

irremediablemente… ¡Va hacia la eternidad!

El reloj da las doce… Y la naturaleza

vasta, compleja, sabia, se sume de tristeza

porque eres un viajero que nunca ha de volver!

¡Es que en tu fuga loca algo hay que se nos muere!

¡Es que la Vida pasa! ¡Y la vida nos hiere

con sus perversidades de bestia y de mujer!

 

II

¡Doce meses aciagos! ¡Seáis, pues, bienvenidos

ya que, forzosamente, teníais que llegar!

¡Año joven! ¡Que acaso para los escogidos

espíritus te salgas de lo ruin, lo vulgar!

¿Qué nos dirá el Futuro? ¿Cómo será la vida?

El alma, entre su bosque de infinitas congojas, gime al seguir por esa ruta desconocida

y tiembla, como tiemblan bajo el viento, las hojas!

¡Nada nuevo has traído! Y bajo el sol eterno

tal como antaño fueran, seguirán el invierno, el verano, las flores, la mujer, el amor…

¡Oh, inmensa pesadumbre de la bruta existencia!

Tener que resignarnos a llevar con paciencia

unos mismos placeres… y hasta un mismo dolor!

 

 

CONFIDENCIAL

¡Tu gesto fue cobarde! Tu gesto fue la flecha

que un cazador despide para volcar su nido,

para rasgar un ala, para tomar deshecha 

la ilusión armoniosa de un pájaro que ha sido

corazón del ramaje… recuerdo bien la flecha

en que bajo tu saña corrí despavorido,

como si entre las sombras de una calleja estrecha

con puñal en la mano me asaltara un bandido.

 

¿Me has amado? ¡Quién sabe! Sólo sé que una tarde

crucificaste mi alma con un gesto cobarde

mientras que el sol miraba tu frente con destellos.

 

Y en cambio de tu crimen, va una flor del camino

 “que hoy sale de mi alforja con broche de oro fino”

para el fastuoso y rubio mantón de tus cabellos.

 

 

SOLO TÚ

¡Se me murió mi madre! No me queda

sobre este mundo ruin otra caricia

que la que a mi dolor traerle pueda

la albura de tu mano gentilicia.

Se va la juventud… mientras se inicia

la sombra en derredor de la arboleda

que protegió mis sueños, la gran rueda

del tiempo aplastará toda Primicia.

Sólo me quedas tú… Tú que en la tarde

y en la mañana al corazón cobarde

unges con tu sonrisa y tu mirada.

Sólo me quedas Tú… (Bajo la noche

pasa el Olvido en su siniestro coche

y óyese una sangrienta carcajada).

 

 

TÚ PALPITAS AQUÍ

Tú palpitas aquí… Sobre estos versos

histriónicos y tristes tú perduras

como la luz sobre las aguas puras

de los lagos sonámbulos y tersos.

 

Tú palpitas aquí… Llantos dispersos

velados por grotescas envolturas,

carcajadas irónicas, locuras,

salivas a la faz de los perversos.

 

Tú palpitas aquí como palpitas

en cada fibra de mi ser, Amada

de las manos hostiales y benditas.

 

Y me iré tras de ti, aunque no eres

la sombra femenil ya no encontrada

sino mujer, cual todas las mujeres.

Tomado de:

https://docplayer.es/36532025-M-a-r-t-i-n-p-o-m-a-l-a.html

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