viernes, 18 de agosto de 2023

POEMAS DE SERAFINA NÚÑEZ

 


Madrigal de una antigua voz

 

                                                                      A Ramón Gainza, amigo

 

Cuando tu voz se pierda en las veloces

veleidades del aire,

y forme torbellinos de crepúsculos o de quemantes oros,

si todavía escucho,

si todavía al alma le impresionan los sonidos,

recordaré tus tiernas servidumbres,

tus estériles soledades

y el destino de las palabras pronunciadas.

Como si mirara un relicario

donde viviera escondido tu retrato.

 

Junio 1993

 

 

Meditación

 

En la cierta penumbra mi tiempo se diluye

las olas de la vida con su ir y venir

fingen tumultos de espuma;

criaturas opacas me destruyen

el espejo feliz de la esperanza.

Lo más triste encarcela los presagios del tiempo

que arde como un cirio al compás de la sangre.

 

 

Nocturno

 

En el pozo de la noche

la piel se vuelve de agua,

mientras que toda la vida

gira en esferas calladas.

 

En el sueño de la noche

el sueño toca sus arpas.

 

En el pozo de la noche

la piel se vuelve de agua:

nadie escucha, nadie entiende,

sólo la vida

como piedra muy lavada.

 

 

Poema

 

Te converso en el claustro de mi sangre,

tú respondes, eres el eco de mi propio ser,

el inaudito, el de las verdes costas infinitas,

el que no anota el tiempo de los otros.

Dibujas parabanes y leyendas,

te mueres por la paz de mis recintos

cuando la noche abre sus penumbras,

sus delicados reinos de fragancia

al destino tenaz de mis asombros.

Yo soy esa mujer que pasa incierta

entre nieblas, palomas y memorias.

 

 

Poema de vigilia

 

Escribo en la noche susurrante y ajena,

en esta calle mía agresiva y ruidosa

como plaza de Roma colmada de peregrinos espectaculares

y comerciantes pregoneros.

-El sueño es un ciervo que huye en lentos espirales-

Escribo en esta noche incitante y extraña;

a mi lado el color feliz de la quimera,

besa mis párpados,

araña las paredes,

penetra los poros,

se pierde en altos cielos...

 

Escribo en esta noche de inesperados laberintos:

en su penumbra,

como ascuas, espejos vigilándonos,

los rostros de los amados muertos,

los rostros de los vivos,

los innumerables rostros de la vida

y sus variados universos.

Escribo en esta noche lenta, envolvente como una profecía,

en la infinita vigilia de sus astros...

Mis palabras habitan la soledad.

 

 

Soneto

 

Estoy sobre tu sol y tu sonrisa.

Para mi dalia busco luz y canto

en la guitarra tierna de tu brisa

desatada en el pecho con quebranto.

 

Funda a mi cielo bajo tu divisa

de playa abierta y mariposa, en tanto,

fluye el rumor caliente que agoniza

en mi frente, sus alas en espanto.

 

Deja tu flor fluyente y veladora

en la ribera dulce que te implora

mi pez soñando por tu madrugada.

 

A mis palomas dale norte y flecha,

ata mis pulsos, grábame tu fecha,

y siémbrame en tu tierra desvelada.

 

 

Soneto diferente

 

Verano para qué, si ya las sienes

altiva sombra ciñe fatigada

y el alma su soñar entregó en bienes

por el gran pordiosero reclamada.

 

Verano para qué, si sólo vienes

con tu fragua de oros y alborada

al holocausto que en mi pecho tienes

de rosa y hombre, lumbres y algarada...

 

No quiero el manantial, sino huidiza

agua que corre ahondando sus caudales;

criatura de espejos y fanales,

 

su cielo en mi paloma se eterniza.

Crece en mis ojos, gasta mi ternura.

Mi vida su alimento le procura.

 

febrero 14 de 1986

 

 

Tú, el testimonio

 

Poesía;

vienes a soliviantar mis huesos,

a cavarme,

a darme este vestido desusado

de habitante

de los cuatro puntos cardinales.

 

Aérea giras

mirando siempre al norte de ti misma.

 

Tú, el testimonio.

La brisa que escribe en la hierba

el testamento de las flores;

el trébol que dibuja el cristal del universo;

el ciervo que moja de ternura los bosques.

La espuma y la ola, la ceniza y el rocío.

El hombre y sus dominios

levantando montañas de sal por las esquinas de la tierra

El hombre, que come impasible su manjar de inocentes.

El que besa, el que trabaja, el que sonríe,

el de la orquestal pesadumbre,

el del secreto preludio en su pan de sollozos,

y el que muere

de la muerte de todos cada día.

Toma mi mordedura, el signo, el eco,

no somos yo sino nosotros.

Te entregamos a ciegas

nuestro fondo azaroso.

 

 

Versos al tiempo

 

El tiempo es un esquivo dromedario

que busca sus oasis en las almas.

Es el dios inflexible y desvelado,

habla un idioma siempre diferente.

Su majestad nos viste de cenizas.

Devora posesiones, embelesos, presencias;

apaga el esplendor de los augurios,

y nos ofrece como frutos secos

a la muerte.

 

 

Vigilia

 

En la noche sin mástiles goteaba tu silencio.

De su carne y penumbra el hombre se olvidaba.

nada más que la queja de un cielo peregrino

apagando veleros en el pecho sonámbulo,

y hacia la ignota cifra el sueño marinero.

Calles de la noche, aire desierto, reino

donde muertos y vivos maduran sus granadas

navegando entre brújulas de esperanza y quejumbre.

En la espalda del tiempo sellada por mi frente

resbala el ángel diestro que el espejo me esconde...

Tomado de:

http://amediavoz.com/nunezSerafina.htm

 

 

Mar cautiva

Alta orilla de trino desnudado,

tierna a la espuma de mi mar cautiva

(río, pluma, canción), ¡mi rosa viva

ya abierta entre su viento libertado!

Pleamar a las barcas de mi empeño

con rumbo cierto a puerto vislumbrado,

brújula exacta a norte adivinado,

al nido, al astro, al ruiseñor, al sueño…

Primavera de manos amapola

presa en el fijo espejo de mi ola;

voz afilada en cósmicos delirios.

Luna encendida entre mi inmóvil agua

hecha al reflejo puro de mi fragua;

yo, ¡amanecida eterna entre tus lirios!

 

 

A un ruiseñor amaneciendo

Dulce señor del reino que enamora

inventando la estatua del desvelo

por el agua sin fin donde ya es vuelo

la partida granada de su aurora.

 

¿Para la alcoba de qué dios implora

el herido diamante de ese cielo

goteando en tu garganta?…¿Qué alto

tu canto muda en brasa, y fluye y dora,

 

 

alba perfecta en música inaudita,

y sostiene las ideas del rocío

y detiene la muerte a su albedrío?

 

Un ángel en tu voz alza su coro

y en las serenas márgenes habita,

en pura nieve derramado oro.

 

 

Versos al tiempo

El tiempo es un esquivo dromedario

que busca sus oasis en las almas.

Es el dios inflexible y desvelado,

habla un idioma siempre diferente.

Su majestad nos viste de cenizas.

Devora posesiones, embelesos, presencias;

apaga el esplendor de los augurios,

y nos ofrece como frutos secos

a la muerte.

 

 

Canción del tenaz alborozo

Si, bien lo sé,

el tiempo de mi llanto es tan antiguo:

pero los ojos resisten como gemas el fuego

consumiendo la vasta llanura de la tristeza.

Islas de la esperanza se niegan al ardiente conjuro

sin embargo, a veces

ellas parecen aletear en mi sangre.

Sube desde las venas el alborozo de sus seguras selvas,

me inunda el verde de la palabra por nacer,

el tacto de las terrestres cosas

rinde entonces sus frutos de cielo sosegado,

y la orilla del olvido se me entrega

como un rostro distante que retornara dulcemente

a la sorda música de mis miradas.

Torbellino, vorágine,

tumulto de otoños y promesas

devorando los límites del alma.

Puedo en ese instante murmurar: Dios me entiende.

El amor abre sus cien puertas cada mañana

a los huracanes y a los testigos videntes;

el hombre es una ventana

que cada alba encuentra en el alféizar

su sonrisa y su gemido.

Entonces, humildemente ruego;

islas de la esperanza, sed sordas al sollozo

yo soy ahora la de enfrente,

la que pasea por aquella esquina

de pañuelos alegres.

Desde lejos me miran las viejas tinieblas,

mis labios, mis manos, presagios, palabras,

mis temores, las voraces mentiras…

Me miran desde lejos,

se insinúan, me llaman, y yo vuelvo la espalda.

(La de enfrente se pliega en su cifra remota.)

Islas de la esperanza… Las veletas sostienen

las ciudades del mundo,

y claros hombres encienden sus hogueras

en las fronteras de la noche

recuperando el territorio virginal de la canción.

El aire es un tatuaje de luces en mi frente

y el acordado rumor del arroyo y la yerba fina

humedece recónditas gargantas.

Elabora secreta lámpara tu llama para siempre,

apegada a mi pecho siento crecer la vida.

 

 

Estancia de lo eterno

Amor de ti mi alma desdoblada

jadeando tu presencia a hez de hombres,

angustia de tu rostro la ganaba

en rara geometría y rudos cobres.

 

Polvo cansado por mi sien pasaba

-fechas, palomas, universos, nombres-

y el terrestre cuidado iluminaba

clima a tu reino en soledades pobres.

 

 

Amor de ti era sollozo ardiente

mordiendo el fruto de mi triste tarde.

Ahora te sello: ¡Oh huésped diferente!

 

Tu lluvia me desciende olor temprano,

tierno misterio entre mis venas arde

y es ya tu sombra el único verano.

 

 

Hombre y tiempo

El tiempo te vigila, te sorprende, te encarcela, te anula.

Ardemos en su llama como un frágil pabilo intrascendente;

altivo crees vencerlo. Él siempre posee el as de oro;

el reya de la corona nada facilita la derrota.

¡Ay, precarios pueblos de la nieve!

Son la única riqueza de lo eterno, hombre,

eres el fantasma de ti mismo en el instante

y apenas puedes descifrar el preámbulo

donde nacen las aguas de tu existencia.

Estás a tiempo -oyes decir a las comadres.

¿A tiempo para qué, señoras lívidas?

Ni siquiera tiempo para morir por ti dispuesto.

«Él» es el tañedor de los variados

y el de los mágicos y sublimes salmos,

el señor de paroxismos, sorpresas deslumbrantes

o funestas y de tu voluntad,

el poderoso señor de la memoria,

y tú, una gota cayendo, espléndida sonrisa acaso

del inocente sin realeza, que vendió sus juegos de existir

y se refugia en las caídas hojas de su ala

donde lo apresan las redes de lo inerte.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/serafina-nunez/

 

 

Estoy sobre tu sol...

 

Estoy sobre tu sol y tu sonrisa.

Para mi dalia busco luz y canto

en la guitarra tierna de tu brisa

desatada en el pecho con quebranto.

 

Funda a mi cielo bajo tu divisa

de playa abierta y mariposa, en tanto,

fluye el rumor caliente que agoniza

en mi frente, sus alas en espanto.

 

Deja tu flor fluyente y veladora

en la ribera dulce que te implora

mi pez soñando por tu madrugada.

 

A mis palomas dale norte y flecha,

ata mis pulsos, grábame tu fecha,

y siémbrame en tu tierra desvelada.

Tomado de:

http://poesiabreve-briefpoetry.com/serafinanunez.html

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