jueves, 31 de agosto de 2023

POEMAS DE SAÚL GÓMEZ MANTILLA

 



De los sonidos

 

 

 

La música como un ladrido

 

miedo ante un pasillo

 

que a cada paso crece.

 

La música como una pérdida

 

un cuerpo que se descompone

 

huida entre miradas que condenan.

 

 

De la música 

 

 

Nota que destroza toda armoní­a

 

que perturba la mañana

 

antes del bullicio y la mentira.

 

Templo profanado

 

creyentes que ofrendan su cuerpo

 

ante el silencio de su dios.

Tomado de:

https://www.otroparamo.com/web/articulo.php?ed=47&ar=148

 

 

POST-CASABLANCA

 

"En esas malas calles debe haber un hombre

que no sea malo, que no este manchado

ni tenga miedo."

RAYMOND CHANDLER

 

Ni tu mismo sabias

que la amabas tanto

y te quedaste solo

para oler en cada mujer

su aroma,

para ver sus lágrimas

cuando te ahogas en alcohol

cada diciembre.

 

Ahora sólo te queda una canción

y el remordimiento

de haber hecho lo correcto.

 

 

Son los aviones los que te enferman

sabes que de ellos bajará un día,

ya anciana, no tan bella

y con un premio Oscar en las manos.

 

 

PEQUEÑA AUTOBIOGRAFÍA

 

 

Te lo advierto

en mi vida no hay héroes

ni corceles

ni siquiera un malvado personaje

vestido de negro.

 

Todo es monótono

en el trabajo

         con la familia

hasta las vacaciones son estándar

mis amantes se acomodan

a los cánones establecidos

y la rebeldía contra las instituciones

la práctico los viernes por la noche.

 

Como ves

la única aventura en mi vida

se lleva a cabo antes de dormir

cuando descargo mi ira

                                   mi amor

y todo ese mugre diario

sobre el limpio cuerpo

de una hoja en blanco

                      al perpetrar un poema.

Tomado de:

https://www.eldigoras.com/eom03/2003/aire24shg01.htm

 

 

 Del bello dolor

Que misterio el de la palabra

 

el dolor encadenado resulta bello.

 

Ocultas las lágrimas

 

queda en la palabra

 

la carga del recuerdo

 

—pesado lastre de todos los días—.

 

Del libro: EL AMOR Y LA PALABRA

 

 

 

Días de mayo

 a Ana Rossetti

 

Yo también te creí muerto corazón mío

 

te creí olvidado

 

extinto

 

no te esperaba tan cerca

 

que llegaras en un rostro que lee atentamente

 

la programación de un concierto.

 

Te esperaba entre maderos

 

bañado de rocas

 

y no frágil

 

cambiando de color al paso de las horas.

 

Te imaginaba colgado entre nubes

 

mirando ciudades sin ingresar en ellas

 

no como canto que despierta

 

como recuerdo que llega

 

para robarse la alegría.

 

Del libro: ROSTRO QUE NO SENCUENTRA

Tomado de:

https://seshatediciones.wordpress.com/2016/09/29/3-poemas-de-saul-gomez-mantilla/

 

 

II

 

 

 

Cada una de las letras que forman este poema surge de un encuentro con el pasado, con lo que se desea olvidar. Por ello, las acciones que no tienen cabida en la palabra, se encuentran bajo estas líneas.

 

El poema es un canto al dolor, por ese pasado que fue bloqueado, que se ha perdido a lo largo de los años y parece no volver.

 

En cada silencio de este poema, un niño huye y sueña, no desea descansar, solo correr hasta allí, donde, tal vez por la distancia, olvide quién es.

 

 

IV

 

 

 

Una mujer espera mientras desnuda una mandarina, al sabor de cada mordida rememora su infancia. Recuerdos que llegan sin orden alguno, en desbandada, uno tras otro, suscitados por un aroma.

 

Niños que corren por el campo, sin afanes ni automóviles, movidos por el viento, detrás de un cometa o en busca de una rana. Para ellos el tiempo era el juego de una tarde, la llamada para la cena.

 

El olor de la fruta trae consigo pasajes olvidados de una vida que se esfuma. En esa banca, en la desolada tarde de un asilo, ella se estremece al recordarse feliz; en qué momento, cómo, la vida se convirtió en ese monótono paso de los soles.

 

Niños cuya felicidad era correr libres, sin más límites que su propio cansancio y el llamado de sus padres, espantosa voz que marcaba la rutina. Esa voz que era como un trueno, como el que ahora llama para anunciar la noche.

 

 

VIII

 

 

 

Para hacer realidad mi obra, para acercarme al objeto de mi escritura, debo sumergirme en el alcohol, pasar los días en la taberna y las noches volcado sobre el papel.

 

La embriaguez permite dar vía libre a macabros sucesos, fuera de toda moral y arrepentimiento, es el vino quien libera al poeta que vive en mí.

 

Ya no importan amigos y familia cuando se acerca el final de una novela, serán estos personajes los habitantes de mi hogar, compañeros entre trago y trago, de este divagar entre las letras.

 

Con una mano escribo y con la otra bebo, una mano sostiene mi vida y la otra me la quita, entre el delirio y el sueño, amanece, encuentro junto a mí a estos extraños seres que me piden dar cuenta de su existencia.

 

 

XIII

 

 

 

Una hoja, río abajo, puede ser una señal para el hombre que prepara la soga, que prueba el nudo antes de suspenderse sobre el mundo.

 

Tras la ventana, un globo que cae en medio de la noche, puede ser para el niño que no puede conciliar el sueño, todo el espanto que escapa de su imaginación.

 

Un bello sonido en medio del tumulto, la música de unas palabras, un acento, puede ser la esperanza que aguarda el joven en espera de su amada.

 

Una leve lluvia, en una tarde despoblada, puede hacer que los ojos desesperados anuden el llanto, y viertan en los labios un salado amanecer.

 

Divino regalo para soportar la vida.

 

 

XVI

 

 

 

Todos los escritores tienen un nombre, Seymour, aquel personaje solitario y analítico viene a ser, tarde o temprano, la imagen que devela la escritura.

 

Sea en un diario, una novela o un poema, el ejercicio sobre el lenguaje tiene un nombre propio que se desconoce, que surge de forma imprevista, cuando al leer se manifiesta el ser que escribe.

 

Seymour lo sabía, por ello su silencio, su negativa a publicar, a darse a otros ojos que juzgasen como mezquino, marginal, desencajado, a quien se atreve a poner en palabras el alma oscura de los hombres.

 

Cada escritor tiene un espejo, cada creador se ve reflejado en otro, sabe que le ha sido confiado, según una labor, trazar un camino para alguien que tomará aquella luz y la verterá sobre el papel.

 

 

XVII

 

 

 

El desastre de unos ojos que tiemblan

mientras el humo apaga una sonrisa.

 

Un tren tomado a última hora,

para tarde llegar, al reflejo del propio rostro.

 

 

 

XXXIV

 

 

 

La forma del poema devela al ser que lo escribe, más que su contenido, más que sus palabras, es la imagen visual lo que queda en nosotros. Esos caminos plagados de silencios, aquellos saltos y olvidos, llenan al lector, cubren sus necesidades, sin que éste las perciba.

 

Un largo silencio entre palabra y palabra es un salto al fondo del poema, un largo aliento para retomar la lectura, sumergirse en las imágenes, ahogarse en aquellas páginas que como un espejo van develando un rostro.

 

Al terminar el libro, entre tanto vacío, algo ha sido robado, un verso, tal vez una palabra, ha sido tomada por la mirada.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Festival/29/SaulGomezMantilla/

 

 

Ángel del abandono

 

 

Cae para ser cómplice

oculta dolor en su mirada.

 

 

Cae para no nombrar sus delirios

      y hacer posible

   todas las profecías.

 

 

 

Ángeles cotidianos

 

En los semáforos

           en medio de los juegos

estos ángeles entregan su vuelo

como único recuerdo

           del paraíso abandonado.

 

 

Del descenso

Llora el ángel caído

 

El incendio

de

sus

alas.

Tomado de:

https://revistas.uis.edu.co/index.php/revistacyp/article/view/7589/7821

 

 

Cotidiano

Sin pensarlo mucho se arrancó la piel del rostro, bebió su sangre y contempló con agrado el resultado frente al espejo.

    Quería que la gente al verlo sintiera su dolor, exhibía sus dientes, les mostraba a sus amigos la piel de su cara y éstos con cierto morbo la contemplaban.

    Todo había concluido, sin la poesía no tenía vida, a sus años lo único que aprendió fue a leer y no dejó de hacerlo hasta hoy.

    Sus gritos inundaban la casa, él tomó la decisión de volverse loco, nada le importaba, deshojaba sus libros, insultaba a sus amigos y su alimento era consumido por la angustia.

    Su cuerpo famélico y sin rostro no resistió el puñal que le atravesó las vísceras, la sangre cobijó al cadáver y espera sepultarlo para salir a la calle al acecho de un nuevo suicidio.

Del libro: Ideas de Viaje

 

 

El secreto que mi silencio guarda

a Carlos Andrés Sánchez Villa

 

asesinado el 4 de mayo de 2020.

 

Cada mañana tu recuerdo llega y ayuda en las labores diarias, tender la cama, barrer, hacer las compras. Caminas y nadie te ve, pero estas allí, hablando del clima, de algún proyecto y una cita al caer la tarde.

    Al regresar a casa, en la noche, hay arrugas en la cama, la basura sin sacar, algún olvido en las compras, y lo sé, fuiste tú, es tu forma de abrazarnos, de decirnos que sigues aquí.

    Que no importan las balas, el dolor que nos atravesó aquella mañana, la oscuridad que nos tomó cuando tu cuerpo fue sepultado. Aun lloramos tu ausencia, tu asesinato, por eso llegas y el olvido es tu presencia, recuerdos sencillos que hablan de ti.

    Estos recuerdos, estas acciones tuyas, no las podrán matar, porque al regar las plantas, en un sorbo de cerveza, en el calor y el naranja de la tarde, apareces, te instalas, y en silencio contemplas nuestro rostro.

    Todas las mañanas el perro ladra y te despide; y el regresar a casa y ver cualquier objeto en el piso, algo de desorden, es saber de ti. Entonces reacomodo las cosas, lo sé, de algún modo te comunicas, nos hablas.

    Así lo quiero creer, lo necesito creer, eres tú, tu presencia, el secreto que mi silencio guarda.

Tomado de:

https://neotraba.com/una-ventana-inmensa-saul-gomez-mantilla/

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