domingo, 6 de agosto de 2023

POEMAS Y TEXTOS DE FRANCISCO TARIO


Péndulo

Entre el júbilo de la carne

y la tristeza sin causa

vivo las horas.

 

Días de ardiente sol

o insoportables tardes

de lluvia.

 

Y en ambos menesteres

me consumo

y muero un poco cada día.

 

Pero aún hay veces

que ambas cosas se confunden

se confabulan,

 

y no sé si me precipito en la nada

o estrecho

tu joven cuerpo desnudo.

 

Entre tu boca y mis lágrimas

no hay límite preciso;

ni un paso;

 

y nunca logro dilucidar

si pertenezco a lo oscuro

o al amor que tú me das.

 

Quisiera, en cambio,

poder mirarte tranquilo;

olvidar;

 

sentirme tierno

como las hojas

y en un perfecto equilibrio.

 

Pues has de saber

que aún no me voy de tu lado

y algo en mí me está ya preguntando

cuándo amanecerá de nuevo.

 

¡Oh, tedio de las horas!

¡Incurable soledad del alma!

Y tu vestido abierto.

 

 

 

Duda de última hora

Para Carmen, con mi admiración eterna

 

Bajo la luz ardiente del mediodía,

a tu lado,

sentado,

o del brazo caminando,

he sentido extraños deseos de besarte.

Tú me muestras, al volverte,

la carne húmeda de tus labios,

y mis palabras

—cristalizadas—

aguardan una tuya, una sola,

para saber bien qué me ofreces.

 

Vuelan los cendales de bruma

sobre las copas doradas de los árboles,

y la luna invisible,

con su notoria experiencia,

sigue uno a uno tus movimientos.

Yo espero, espero,

y te veo

recorriendo en silencio el camino

o caída

como una joven fruta madurada antes de tiempo

sobre la hierba.

 

Sueño, imagino, invento

en mi soledad nocturna,

y recibo

entre mis enfebrecidos dedos

tu desmayada figura.

Fácil te veo entonces,

dispuesta,

y tan blanca,

que al mirar en el espejo la luna

la encuentro negra y triste como un estanque

de negrura.

Y me pregunto

—siempre a solas—

si será el hueco de tu boca

el que provoca

esta sed inmensa;

o si será el juego de tus manos

el que va trenzando ese apretado encaje;

o si serán tus senos,

las dos únicas rosas de mi jardín secreto,

las culpables

de tamaño sortilegio.

 

Ayer vi revolotear tu vestido

movido por una mano ajena,

que era el viento,

y no ceso aún de preguntarme

si fue el viento o tu vestido

el que sopló en mi cuarto la noche entera.

 

Óyelo bien y no lo olvides:

a tu lado,

sentado,

o del brazo caminando,

he sentido a menudo el secreto impulso de besarte.

Y sólo la brevedad de ese instante,

lo fugaz de la ocasión pasajera,

me ha hecho detenerme.

Tan corto,

tan efímero,

me habría parecido el deleite,

que aún no acierto a poner en claro

si habría valido la pena

incendiar así a una azucena

y abandonarla después a su propia suerte.

Tomado de:

https://www.nexos.com.mx/?p=29248

 

 

Viajar contigo

 

Para ti, que me has hecho vivir en tan poco tiempo

las horas más felices de mi vida

Viajar contigo,

consumir,

hasta dejar exhausto,

el manantial que nos sustenta;

sentir latir

tu corazón junto al mío

y apresarlo entre mis dedos

cuantas veces quiera.

Beber,

uno por uno,

todos tus besos,

tu juventud entera,

la propia savia de tu hermosura,

y acercar al fuego de mis ensueños

la realidad de tu escultura.

 

Viajar contigo,

existir,

sin la obsesión

de tener que abandonarte;

no apartarme de ti

hasta que muera

o tú tal vez tengas que dejarme.

 

Viajar contigo,

vivir

interminables horas

sin fronteras;

y aspirarte así,

como te aspiro,

en estas horas de soledad

que me deparas.

 

Huir juntos,

liberarse;

no soñar más,

amarte siempre

y a lo largo de cualquier camino;

darte vida

y quitártela,

para volvértela a dar de nuevo;

darte todo cuanto es mío y ajeno,

mostrarte el mar y el río,

el árbol, la cascada,

los desatinos

y la flor que aún no conoces.

 

¿Por qué callar los misterios?

Hablarme tú,

únicamente tú

y a solas;

contarme

las revelaciones que esperas,

los laberintos que aguardas,

los ímpetus que desafías,

la belleza que sobrellevas.

Contarme, sí,

cuanto te prometes a solas

y te prometo yo

en mis desvaríos.

Decirme al oído que me amas,

que estás presa entre mis rejas

y que así quieres estarlo.

 

Viajar contigo,

rodar

sobre una incansable rueda

que se desliza

sobre campos sembrados de heliotropos.

 

Cierta noche

—te contaré—

yacías de espaldas a mí en el lecho

sobre las tormentosas aguas del golfo de Vizcaya;

y otra noche

—eso creía—

despertabas,

dorada y desnuda,

junto a tu balcón de Venecia.

 

Viajar, sí,

y contemplar a tu lado

—enlazados—

las olas negras y amarillas

o los peces voladores

de un océano infinito.

Altos ventisqueros de Suiza,

ceniza

de las tristes llanuras castellanas;

muelles, canales, andenes,

un alto,

y tras la cortinilla del tren,

a tu izquierda,

Copenhague.

París, Roma, Lucerna.

Blanca luna del hielo

sobre mil meridianos distintos.

El Rhin

y el balido de una oveja;

una copa de vino granate

derramada entre tus senos.

Fuentes, recodos, jardines, estatuas,

pecados,

y el túnel como un anuncio de la muerte;

después la luz, el día, tu risa,

y otra vez tus manos en mi mano.

 

Viajar contigo,

sobrevivir óptimamente;

darte tesoros,

flaquezas,

sorpresas,

asombros,

todo;

darte y pedirte todo

cuanto pueda darse y pedirse.

Deslumbrarte,

engalanarte,

descubrirte,

y deshojarte en mil pétalos distintos

bajo mil cascadas diferentes.

 

¡Oh, calendario de mis sueños!

¡Mano de Dios férrea,

que señala la ruta de nuestros destinos!

¡Mano de Dios benévola,

amiga,

trazando círculos y enigmas

que nos preservan de la oscura noche!

 

Viajar contigo,

ser pájaros,

nubes,

bestias, sombras, espejos,

huellas de lo que todavía no existe

o de nosotros mismos.

¡No más visitantes nocturnos!

¡No más incendiadas pesadillas!

Horas sin fin

—letargos—

contigo,

aunque duren lo que dura un soplo.

Ansia de ti

—ahora—

sin verte siquiera o palparte,

a ciegas.

 

Viajar contigo,

escapar;

vivir o morir daría lo mismo.

Horizonte sin caminos,

amor constante,

divina muerte.

 

México, 2 de diciembre de 1930

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/dos-poemas-a-carmen/

 

 

Mi amo; un poeta solitario

La historia nos presenta al amo como un poeta solitario, inseguro, indeciso, sin amigos; un hombre enfermo y mísero que ama la naturaleza, al cual le ha afectado enormemente su falta de compañía. Un día encontró a Teddy, decidió llevarlo a casa y compartió con él lo poco que tenía.

 

Mi amo es un poeta enfermo, joven, muy triste…Sé que aunque es muy desgraciado, ama la vida, las cosas bellas y claras, el agua, los árboles…Está tísico y morirá irremediablemente…Me tomó consigo, me condujo a su casa, encendió la estufa, se asomó a mis ojos intranquilamente; me dijo: ¿Quieres ser mi amigo?…Me cedió su leche, su pan duro, sus mantas viejas…

 

 

El perro que ya no es

El perro aúlla su dolor, lleva a su amigo al panteón y, tristemente, en su regreso es atropellado, el golpe ha sido tan fuerte que toda la gente se asoma para verlo, está muy mal herido y, poco a poco, pierde la vida.

 

Súbitamente, cuando más abstraído caminaba bajo las hojas que caían, pierdo la noción de las cosas y ruedo largo trecho sobre las piedras…Percibo demasiado remoto. -Iba por ahí y lo mató un carro.- ¿Qué ocurre?- Un perro-Contesta alguien. Y el policía, con su bota de tachuelas, me arroja de tres puntapiés a la cuneta. Como estoy tísico, muero de frío al amanecer…

Tomado de:

https://modernidades.com.mx/amor-incondicional-en-la-noche-del-perro-de-francisco-tario/

 

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