sábado, 8 de febrero de 2025

POEMAS DE STEFAN HERTMANS


Purgatorio

 

Era un viejo grabado, un panorama,

En el que en rima se contaba

Cómo los poetas en aves se transforman

Al morir.

 

Cerca del agua, en la fresca brisa,

Picotean letras en la hierba.

Seiscientas almas todas en fila.

 

Shakespeare parecía un albatros,

Quevedo una urraca,

Basho aleteaba como un colibrí.

 

Y todas parecían liberadas

De aquello que en su breve tiempo

De forma tan terrible atormentó.

 

Por el telescopio de Orfeo alcancé a verlos.

 

El infierno de paz parecía

Protegerlos de los gritos

Que desde la otra orilla

Ningún oído ya alcanzaba

 

Las bibliotecas del Hades llenas,

Hasta que de pronto un muchacho

Al pasar una hoja

Escuchó sus vanos murmullos,

Como en el primer día.

 

 

Égloga

 

Imagínate: ser un árbol.

Una insignificante nada de verde al viento,

mancha en un camino con márgenes precisos.

 

Una ninfa sale del agua

Del arroyo, algo entrada en años,

Ray Ban, bronceado espléndido.

 

Yo me abanico un poco más,

Soy todo un campeón

Del ver y el olvidar.

 

Mis raíces, que sueñan con gusanos,

Las avispas que me sobrevuelan fugaces,

El tiempo pasa volando.

 

Aunque me cueste años,

Quiebro la piedra más dura.

Oigo voces distinguidas,

Su lamento blando y vano.

 

En fin, ser un árbol.

Estoy en pie, observo y presumo.

Y guardo sombra.

Un vino agrio.

 

Traducciones de Fernando García de la Banda.

 

*

 

       De Fuegos artificiales, dijo ella

      Para Sigrid

 

 

 

Foz, 11 de enero de 2000

 

Por el frío que llega de los dedos

El cuerpo inicia su esplendor –

Una oscuridad clarea,

Aún vacilante,

Mas vuelve a suceder cuando paseo:

 

Un ser que se hace dueño

De aquellos que me habitan.

 

Así reina el golpe de una ola en la marea

Cambiante, mientras dormimos,

Charca de negra sangre,

 

Mientras afuera velan las gaviotas,

Ciegas y blancas, un joven camina

Por las rocas, la orilla

Nunca se hiela.

 

 

Gencianas en septiembre

 

Cuando escribía, hermético,

Poemas cerrados con llave tierna,

Reducido al formato

De mi mano yaciente,

 

 

 

La que calla

Junto a la que aplicada escribe,

Leía de D.H. Lawrence

‘Bavarian Gentians’,

 

O su encuentro con la serpiente.

Así sostenía con una mano

La otra, que, palpando

Los márgenes de la primera,

Me abría y me colmaba

 

Con todo cuanto yo

En ardiente secreto

Alimentaba al silencio.

 

La oscuridad en escaleras

Y el ramillete para Perséfone –

 

No todo el mundo piensa en las gencianas

Cuando las luces el reloj apaga.

 

 

Le petit parisien *

Al modo japonés dibuja un sol de guerra

Su cuerpecillo que corre

En hormigón fugaz –

 

 

 

Por donde él pasa corriendo,

Mi vida, que acaba de comenzar,

Ha echado a flotar sobre el suelo

 

Y la baguette,

Casi tan grande como él,

Le señala el camino hacia mí.

 

Lleva el pantalón con los botones grandes

Que conozco, la camiseta que huele a ser niño,

Y así, nacido tras incontables muertes

Tan recientes,

Alcanza corriendo mi aliento.

 

Él llega a casa,

Llama a mi puerta,

Se sienta dónde estoy sentado

Y escribe que el pan

No es cosa de hoy.

 

Ahora lo alimento

Con migas de una imagen,

Para que de mi mano coma.

 

          * Según una foto de Willy Ronis, 1952.

 

 

Interior

 

 

Cerezas y árboles por un quicio;

Tener las manos ociosas;

Pensar en Arnolfini y su mujer.

 

 

 

El espíritu podía alimentar el espacio

Con las sobras del encuentro.

Truena en los intestinos de Dios;

Fino como la piel tu dulce arnés.

 

Ahora que te sientas ante mí,

Amor nefasto, hazme sentir

Qué es un verano precoz,

 

La vaga brisa en la hierba,

Temblor de alas heridas al batir

En una bisagra roja.

 

Ven aquí, muchacha que dibuja

Amantes con la mirada.

Préstame tu muñeca;

Préstame tus ojos;

Préstame ese desenfado.

 

Pues antes de que la tinta

Se seque ya no estará aquí

La vida.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/68_69/hertmans.html

 

 

LA COSECHA

 

Él había presenciado la siega,

 

y el sonido que hace la caída

 

antes de que los tallos de maíz se quiebren.

 

 

Hileras que había visto, e hileras,

 

aún más hileras que cayeron detrás

 

del canto de la guadaña,

 

 

el siseo de las glotonas

 

bocas de metal.

 

 

Alambre de púa rodea el laberinto,

 

la piel brilla en el cercado,

 

y para dormir hay paja.

 

 

Eso que yace en el suelo

 

podría haber traído frutos,

 

pero la cosecha fracasó

 

 

en su propio barro,

 

en su propia carne,

 

y nadie ve el cereal.

 

 

EL VADO

 

Una curva en el camino de tierra

 

que el río acompaña.

 

 

 

No hay arena, pero hay semillas

 

que, cosidas por las heridas,

 

nunca germinaron,

 

se pudrieron antes de la cosecha.

 

 

 

Los nombres son de hierro, son de piedra.

 

Una tierra que empuja su camino

 

dentro de sus propias profundidades y es reflejada

 

en un vacío cielo.

 

 

 

Los pozos están llenos,

 

las voces incontables.

 

 

 

El pasto está creciendo, grueso y opulento

 

como el pasto en todas partes, brilla y frota

 

a pesar de todo lo que sabe.

 

Ya el cuclillo ha arrojado su ojo

 

sobre un nido vacío.

 

 

 

El ganado pasta lánguidamente aquí

 

en el mórbido crecimiento de la paz.

 

 

LA BALSA

 

De repente en el río hay una balsa.

 

Entra despacio a la vista pasando la curva

 

basculando hacia los vivientes.

 

 

No hay nadie que no

 

la haya visto, el silencio es inmenso

 

y oscuro, las orillas están sedientas

 

 

 

de sangre, la balsa deriva y gira,

 

y no pasa después de todo.

 

 

 

Algo está ahí que alguna vez

 

tuvo una forma y ya no se mueve.

 

Silenciosamente, se desliza fuera del mundo.

 

 

 

Deriva y se queda. Carga a los muchos

 

que vendrán luego sumisos.

 

sin forma.

Tomado de:

https://inutilesmisterios.blogspot.com/2021/02/poemas-de-stefan-hertmans.html

No hay comentarios.:

Publicar un comentario