jueves, 6 de febrero de 2025

POEMAS DE MARÍA ZAMBRANO


Antes de la ocultación

 

     Comencé a cantar entre dientes por obedecer en la oscuridad absoluta que no había hasta entonces conocido, la vieja canción del agua todavía no nacida, confundida con el gemido de la que nace; el gemido de la madre que da a luz una y otra vez para acabar de nacer ella misma, entremezclado con el vagido de lo que nace, la vida parturiente. Me sentí acunada por este lloro que era también canto tan de lejos y en mí, porque nunca nada era mío del todo. ¿No tendría yo dueño tampoco?

     La música no tiene dueño, pues los que van a ella no la poseen nunca. Han sido por ella primero poseídos, después iniciados. Yo no sabía que una persona pudiera ser así, al modo de la música, que posee porque penetra mientras se desprende de su fuente, también en una herida. Se abre la música sólo en algunos lugares inesperadamente, cuando errante el alma sola, se siente desfallecer sin dueño. En esta soledad nadie aparece, nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última; el amado sin nombre siquiera. Alguien me había enamorado allá en la noche, en una noche sola, en una única noche hasta el alba. Nunca más apareció. Ya nadie más pudo encontrarme.

 

Zambrano, M.: Diotima de Mantinea en Hacia un saber sobre el alma, Madrid,

Ed. Alianza, 1989, p. 196

 

 

Claros del bosque

 

     No me respondes, hermana. He venido ahora a buscarte. Ahora, no tardarás ya mucho en salir de aquí. Porque aquí no puedes quedarte. Esto no es tu casa, es sólo la tumba donde te han arropado viva. Y viva no puedes seguir aquí; vendrás ya libre, mírame, mírame, a esta vida en la que yo estoy. Y ahora sí, en una tierra nunca vista por nadie, fundaremos la ciudad de los hermanos, la ciudad nueva, donde no habrá ni hijos ni padres. Y los hermanos vendrán a reunirse con nosotros. Nos olvidaremos allí de esta tierra donde siempre hay alguien que manda desde antes, sin saber. Allí acabaremos de nacer, nos dejarán nacer del todo. Yo siempre supe de esa tierra. No la soñé, estuve en ella, moraba en ella contigo, cuando se creía ése que yo estaba pensando.

     En ella no hay sacrificio, y el amor, hermano, no está cercado por la muerte.

     Allí el amor no hay que hacerlo, porque se vive en él. No hay más que amor.

     Nadie nace allí, es verdad, como aquí de este modo. Allí van los ya nacidos, los salvados del nacimiento y de la muerte. Y ni siquiera hay un Sol; la claridad es perenne. Y las plantas están despiertas, no en su sueño como están aquí; se siente lo que sienten. Y uno piensa, sin darse cuenta, sin ir de una cosa a otra, de un pensamiento a otro. Todo pasa dentro de un corazón sin tinieblas. Hay claridad porque ninguna luz deslumbra ni acuchilla, como aquí, como ahí fuera.

 

Zambrano, M.: "Los hermanos" en La tumba de Antígona, Madrid,

Ed. Mondadori, 1989, pp 79-80

 

 

El templo y sus caminos

 

     Una tiniebla que prometen y a veces amenazan abrirse. Y es difícil creer que quien recorre tal camino no se vea acometido por el tempor y un temblor casi paralizantes. Es la luz de un viaje más bien extrahumano, que el hombre emprendía asomándose al lado dé allá, a ese lado al cual se supuso, cada vez con mayor ligereza, que sólo se asoman los místicos. Es la luz que se vislumbra y la luz que acecha, la luz que hiere. La luz que acecha en la inmensidad de un horizonte donde perderse parece inevitable, y que hiere con un rayo que despierta más allá de lo sostenible, llamando a la completa vigilia, ésa donde la mente se incendiaría toda.

 

Zambrano, M.: "La respuesta de la Filosofía", en Los bienaventurados, Madrid,

Ed. Siruela, 1990, pp. 80-81

 

 

Geografía de la aurora

 

     Y las piedras preciosas, esas grutas de esmeraldas que nacen en sueños y al soñante acogen tan de verdad que éste conserva en la vigilia las huellas del tacto, a veces hecho memoria tanto o más que un lugar simplemente natural; y el color que sin nombre sostiene la retina por años, por duraciones sin fin, ese color visto tan sólo en sueños y ese felicísimo estar en la gruta, y aun el poder volver a ella encontrándola en tierras lejanas bañadas por otra luz. ¿Cómo suceden, cómo están ahí asequibles aunque no enteramente, y sin sombra alguna de terror, cosa tan extraña a toda gruta desconocida, por insignificante que sea? Este no tener, y no esperar, este estar sin esfuerzo alguno, esta patria perdida o esperada, donde se ha entrado sin saber cómo ni por qué, sin esperanza ni temor. Y ese vivir sin anhelar, ni apetecer, sin añorar sin soñar, duerme al fin en su gruta sin soñar señor alguno, que le haya herido y sin soñarse él a sí mismo, olvidado de toda herida.

     El ciervo reposa sin herida, apoyada su cabeza sobre una piedra, flor azul.

 

Zambrano, M.: "Geografía de la Aurora", en De la Aurora, Madrid,

Ed. Turner, 1986, p.106

 

 

La llama

 

     Asistida por mi alma antigua, por mi alma primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma. Y de ella venían las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá, donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella, él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.

 

Zambrano, M.:  Diotima de Mantinea, en Hacia un saber sobre el alma, Madrid,

Ed. Alianza, 1989, p. 197

 

 

La mirada

 

     Sólo cuando la mirada se abre al par de lo visible se hace una aurora. Y se detiene entonces, aunque no perdure y sólo sea fugitivamente, sin apenas duración, pues que crea así el instante. El instante que es al par indeleblemente uno y duradero. La unidad, pues, entre el instante fugitivo e inasible y lo que perdura. El instante que alcanza no ser fugitivo yéndose.

Inasible. El instante que ya no está bajo la amenaza de ser cosa ni concepto. Guardado, escondido en su oscuridad, en la oscuridad propia, puede llegar a ser concepción, el instante de concebir, no siempre inadvertido.

     Y así, la mirada, recogida en su oscuridad paradójicamente, saltando sobre una aporía, se abre y abre a su vez, "a la imagen y semejanza", una especie de, circulación. La mirada recorre, abre el círculo de la aurora que sólo se dio en un punto, que se muestra como un foco, el hogar, sin duda, del horizonte. Lo que constituye su gloria inalterable.

 

Zambrano, M.: "La mirada", en De la Aurora, Madrid,

Ed. Turner, 1986 p. 35

 

 

La pensadora del aura

 

     Nacer sin pasado, sin nada previo a que referirse, y poder entonces verlo todo, sentirlo, como deben sentir la aurora las hojas que reciben el rocío; abrir los ojos a la luz sonriendo; bendecir la mañana, el alma, la vida recibida, la vida ¡qué hermosura! No siendo nada o apenas nada por qué no sonreír al universo, al día que avanza, aceptar el tiempo como un regalo espléndido, un regalo de un Dios que nos sabe, que nuestro secreto, nuestra inanidad y no le importa, que no nos guarda rencor por no ser...

     ...Y como estoy libre de ese ser, que creía tener, viviré simplemente, soltaré esa imagen que tenía de mí misma, puesto que a nada corresponde y todas, cualquier obligación, de las que vienen de ser yo, o del querer serlo.

 

Zambrano, M.: "Adsum", En Delirio y Destino, Madrid,

Ed. Mondadori, 1989, pp. 21-22

 

 

Lo celeste

 

"En par de los levantes de la Aurora"

 

     Por amplias que sean sus alas, la luz auroral que sigue al alba es como un boquete, un lugar que tiende a absorber y ofrecer al par la inminencia de que algo inconcebible aparezca. ¿Un ser? Un animal quizás, un ser viviente, se dibuja casi, está al dibujarse. Un ser viviente de aliento y de pasión, un fuego oscuro por indiscernible que luego resulta ser simplemente blanco. Un blanco inextenso, un ser sin extensión. ¿Pensamiento? Mira tan sólo. Es una mirada, ya que la mirada de todo aquello que se manifiesta visiblemente es lo único que no tiene extensión y, aun más, la borra.

     Llega la mirada anulando la distancia, quien la recibe queda traspasado, raptado o fijado; fijado, si es la mirada de la luz. Y cuando la luz nos fija es que nos mira, y, al mirarnos, ¿se sabría decir lo que sucede? Y, por no saberlo decir, se borra: no crea memoria.

     Y así, de esta mirada de la luz, nace, podría nacer, ha nacido una y otra vez un pensamiento sin memoria. Un pensamiento liberado del esfuerzo de la pasión de tener que engendrar memoria y, en su virtud, liberado también de toda representación y de todo representar.

 

Zambrano, M.: "Lo celeste", en De la Aurora, Madrid,

Ed. Mondadori, 1989, p.43

 

1. Los textos que aparecen a continuación han sido tomados de "El agua ensimismada",

edición de María Victoria Atencia, publicados por la Universidad de Málaga en 2001

 

 

¡Cuánta hermosura...!

 

Nota de María Victoria Atencia:

En el verano de hace ahora diez años, tras la publicación de algún libro mío,

recibí de María un pliego doblado en cuatro y con un breve escrito que casi se perdía

en la relativa inmensidad del papel.

Venían en él, impresos, su nombre y su dirección postal. Y más abajo, mecanografiado

y centrado en su página, el título, "A María Victoria Atencia", y el texto en el que suplo

algún signo ortográfico. Prescindo del nombre de la autora que en el pie figuraba como firma.

Pero bajo a ese pie la indicación sobre el lugar y fecha en que se escribió. Traigo ese

texto aquí, después de largas dudas por razones de discreción personal, al considerar

que no se trata de una bella dedicatoria con ocasión del envío de un libro suyo,

como solía hacer, sino de unas líneas tan innecesarias como espontáneamente escritas

ex abundantia cordis. Por ese mismo criterio de discreción reduzco a simple dedicatoria

el encabezamiento del poema y doy a éste un título con parte de su primer verso.

 

A María Victoria Atencia

 

¡Cuánta hermosura en tierra nuestra!

Y que se hace de todos por obra de tu palabra

y de la música.

                              Dios os bendiga.

 

Madrid, 20 de junio de 1989

Tomado de:

http://amediavoz.com/zambrano.htm

 

 

***

 

Arde esta ira irreal

y sin embargo

hay que soportarla

 

cruje el escenario al incendiarse

tu belleza cuando cae

y sin embargo

hay que soportarla

 

arde el silencio

su fractura

 

y las ramas

y los huesos

de los pájaros

 

sólo la fe calmará este fuego

esta ira

 

sin rama

sin hueso

sin pájaro

 

***

 

No

no son pájaros

son alas de ceniza

con la lengua de acero de las locomotoras

 

no

no son pájaros

son cenizas de un ave mitológica

barco ebrio o loba parturienta

abriéndose

por encima de las cúpulas

 

no son pájaros los estambres

de las flores funerarias

la cabeza enterrada

 

avestruz de los agostos

 

transeúnte que tala

 

los sueños

 

son alas de ceniza

frágiles cuerpos dormidos

en el santuario de la voz

no

no es un pájaro        este miedo

anidando                  en la boca

 

***

 

Las bendiciones curan

 

bien dicha la palabra Amor

desgarra el cielo que te cubre

tus bronquios danzan

al compás

de una música amantísima

y abres tu boca de Mirla

sobre los glaciares

 

–mudas en polvo las esquelas

talladas para ti–

 

pero no es la hora

–aunque limpiaron los nichos–

no es la hora

 

bien dicha la palabra Amor

funde los metales

y los convierte en luz

 

porque no bastará con la poesía

un ave nos ha traído

tu corazón

 

las manos pueden sentir el peso del aire

aferrándose a los muros

el deshielo de la voluntad inmóvil

todavía

sobre la herrumbre

sobre el frío          de este páramo

 

porque hemos sembrado Amor y compartimos

las palabras benditas

las bendiciones curan

 

una diminuta llama

alumbra ahora

un planeta donde nunca

amó nadie

 

***

 

Esta ira

 

Que aprendáis a llorar el día breve

que enfermen vuestras hijas

y no sepáis

el nombre exacto para el miedo

 

en la garganta se ahogue ese pitido

y arda la madera seca de la muerte

 

sólo un día

de atravesadas horas

y luces que se enciendan

rojísimas las luces

y sean bestias

 

escupiendo

sobre los mausoleos

 

sólo un día

tiriten de frío azuladas las mandíbulas

y nadie pronuncie

 

el verbo que calme

 

sus articulaciones

 

y todo sea balbuceo

de sabio que atesora

sus cuerpos con asepsia

cuando caigan las crías

en lo ignoto

y en esas horas              aprendáis

el idioma absurdo de la muerte

 

sólo un día

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-esta-ira-de-maria-garcia-zambrano/

 

 

CAFÉ GRECO                                           

(situación de A[raceli] lux perpetua)

 

Pensar y no preocuparse.

Actuar sin decidir.

Seguir y no perseguir.

Reposar sin detenerse.

 

Ofrecer sin calcular.

No aferrarse a la esperanza.

No detenerse en la espera.

Escuchar sin casi hablar.

 

Respirar en el silencio.

Dejarse quieto flotar.

Perderse yendo hacia el centro.

Hundirse sin respirar.

 

Cruzar sin mirar fronteras.

Dejar límites atrás.

Recogerse. Abandonarse.

Sólo dejarse guiar.

Ser criatura tan sólo,

no haber de sacrificar.

Más allá del sacrificio*,

cumplida la voluntad,

sin designio ni proyecto,

sin sombra, espejo ni imagen.

Alga de vida no más.

Hijo. Criatura. Amante.

Alga de amor. Ya no más.

Lejos de toda ribera.

Por en el corazón del agua; ya.

 

 

LA MAR. EL MAR. LOS MARES

La mar. El mar. Los mares

en el arte. Irreprimible. Y

el mar. Los mares,

la representación del propio ser. El

mar vela al ser, mientras que la

tierra firme a la realidad.

El [sic]. Las islas

viven por su cuenta y se juntan en

cadenas, como seres submarinos

siempre.

Pero el hombre necesita encontrar

su mar; aunque poco y en ocasiones

nada le haya visto y menos aún respirado.

Y el mar hay [que] respirarlo.

La brisa. Los seres nostálgicos del Mar

y también el ser depositarios

de un futuro remoto

pasado, la igualdad de las perlas.

La cualidad; su caída al experimento.

 

 

DELIRIO DEL INCRÉDULO

Bajo la flor, la rama;

sobre la flor, la estrella;

bajo la estrella, el viento.

¿Y más allá?

Más allá, ¿no recuerdas?, sólo la nada.

La nada, óyelo bien, mi alma:

duérmete, aduérmete en la nada.

[Si pudiera, pero hundirme…]

Ceniza de aquel fuego, oquedad,

agua espesa y amarga:

el llanto hecho sudor;

la sangre que, en su huida, se lleva la palabra.

Y la carga vacía de un corazón sin marcha.

¿De verdad es que no hay nada? Hay la nada.

Y que no lo recuerdes. [Era tu gloria.]

Más allá del recuerdo, en el olvido, escucha

en el soplo de tu aliento.

Mira en tu pupila misma dentro,

en ese fuego que te abrasa, luz y agua.

Mas no puedo.

Ojos y oídos son ventanas.

Perdido entre mí mismo, no puedo buscar nada;

no llego hasta la nada.

Tomado de:

https://poesiamaspoesia.com/241-poesia-mas-poesia-maria-zambrano/

 

 

SOBRE EL AGUA OSCURA

 

Sobre el agua oscura

en una piragua,

el caimán debajo.

Sobre el agua turbia

en una piragua,

el caimán al lado.

Sobre el agua clara

en una piragua

la estrella en lo alto.

La estrella en lo alto,

la estrella en lo bajo,

en el agua clara

llamando, llamando.

 

 

EL PUNTO

 

La Rosa

La Cruz que al mismo

tiempo se hace rosa

o

hace la Rosa.

 

 

SI ESTA…

 

Si esta paloma se quema,

no es sólo en la zarza ardiente

sino bebiendo en una fuente

que corre entre la alhucema.

Fuente viva y con amor

que va hacia la noche oscura,

pero nace de la pura

claridad de un ancho frescor

de Misericordia que es llave

del mejor humano

y tierra y sol de su mies.

Y esta paloma en su vuelo

lleva un aire castellano

por lo universal del cielo.

Tomado de:

https://www.elcopoylarueca.com/maria-zambrano-poemas/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario