Antes de la ocultación
Comencé a cantar entre dientes por
obedecer en la oscuridad absoluta que no había hasta entonces conocido, la
vieja canción del agua todavía no nacida, confundida con el gemido de la que
nace; el gemido de la madre que da a luz una y otra vez para acabar de nacer
ella misma, entremezclado con el vagido de lo que nace, la vida parturiente. Me
sentí acunada por este lloro que era también canto tan de lejos y en mí, porque
nunca nada era mío del todo. ¿No tendría yo dueño tampoco?
La música no tiene dueño, pues los que van
a ella no la poseen nunca. Han sido por ella primero poseídos, después
iniciados. Yo no sabía que una persona pudiera ser así, al modo de la música,
que posee porque penetra mientras se desprende de su fuente, también en una
herida. Se abre la música sólo en algunos lugares inesperadamente, cuando
errante el alma sola, se siente desfallecer sin dueño. En esta soledad nadie
aparece, nadie aparecía cuando me asenté en mi soledad última; el amado sin
nombre siquiera. Alguien me había enamorado allá en la noche, en una noche
sola, en una única noche hasta el alba. Nunca más apareció. Ya nadie más pudo
encontrarme.
Zambrano, M.: Diotima de Mantinea en Hacia un saber
sobre el alma, Madrid,
Ed. Alianza, 1989, p. 196
Claros del bosque
No me respondes, hermana. He venido ahora
a buscarte. Ahora, no tardarás ya mucho en salir de aquí. Porque aquí no puedes
quedarte. Esto no es tu casa, es sólo la tumba donde te han arropado viva. Y
viva no puedes seguir aquí; vendrás ya libre, mírame, mírame, a esta vida en la
que yo estoy. Y ahora sí, en una tierra nunca vista por nadie, fundaremos la
ciudad de los hermanos, la ciudad nueva, donde no habrá ni hijos ni padres. Y
los hermanos vendrán a reunirse con nosotros. Nos olvidaremos allí de esta
tierra donde siempre hay alguien que manda desde antes, sin saber. Allí
acabaremos de nacer, nos dejarán nacer del todo. Yo siempre supe de esa tierra.
No la soñé, estuve en ella, moraba en ella contigo, cuando se creía ése que yo
estaba pensando.
En
ella no hay sacrificio, y el amor, hermano, no está cercado por la muerte.
Allí el amor no hay que hacerlo, porque se
vive en él. No hay más que amor.
Nadie nace allí, es verdad, como aquí de
este modo. Allí van los ya nacidos, los salvados del nacimiento y de la muerte.
Y ni siquiera hay un Sol; la claridad es perenne. Y las plantas están
despiertas, no en su sueño como están aquí; se siente lo que sienten. Y uno
piensa, sin darse cuenta, sin ir de una cosa a otra, de un pensamiento a otro.
Todo pasa dentro de un corazón sin tinieblas. Hay claridad porque ninguna luz
deslumbra ni acuchilla, como aquí, como ahí fuera.
Zambrano, M.: "Los
hermanos" en La tumba de Antígona, Madrid,
Ed. Mondadori, 1989, pp
79-80
El templo y sus caminos
Una tiniebla que prometen y a veces
amenazan abrirse. Y es difícil creer que quien recorre tal camino no se vea
acometido por el tempor y un temblor casi paralizantes. Es la luz de un viaje
más bien extrahumano, que el hombre emprendía asomándose al lado dé allá, a ese
lado al cual se supuso, cada vez con mayor ligereza, que sólo se asoman los
místicos. Es la luz que se vislumbra y la luz que acecha, la luz que hiere. La
luz que acecha en la inmensidad de un horizonte donde perderse parece
inevitable, y que hiere con un rayo que despierta más allá de lo sostenible,
llamando a la completa vigilia, ésa donde la mente se incendiaría toda.
Zambrano, M.: "La
respuesta de la Filosofía", en Los bienaventurados, Madrid,
Ed. Siruela, 1990, pp.
80-81
Geografía de la aurora
Y las piedras preciosas, esas grutas de
esmeraldas que nacen en sueños y al soñante acogen tan de verdad que éste
conserva en la vigilia las huellas del tacto, a veces hecho memoria tanto o más
que un lugar simplemente natural; y el color que sin nombre sostiene la retina
por años, por duraciones sin fin, ese color visto tan sólo en sueños y ese
felicísimo estar en la gruta, y aun el poder volver a ella encontrándola en
tierras lejanas bañadas por otra luz. ¿Cómo suceden, cómo están ahí asequibles
aunque no enteramente, y sin sombra alguna de terror, cosa tan extraña a toda
gruta desconocida, por insignificante que sea? Este no tener, y no esperar,
este estar sin esfuerzo alguno, esta patria perdida o esperada, donde se ha
entrado sin saber cómo ni por qué, sin esperanza ni temor. Y ese vivir sin
anhelar, ni apetecer, sin añorar sin soñar, duerme al fin en su gruta sin soñar
señor alguno, que le haya herido y sin soñarse él a sí mismo, olvidado de toda
herida.
El ciervo reposa sin herida, apoyada su
cabeza sobre una piedra, flor azul.
Zambrano, M.:
"Geografía de la Aurora", en De la Aurora, Madrid,
Ed. Turner, 1986, p.106
La llama
Asistida por mi alma antigua, por mi alma
primera al fin recobrada, y por tanto tiempo perdida. Ella, la perdidiza, al
fin volvió por mí. Y entonces comprendí que ella había sido la enamorada. Y yo
había pasado por la vida tan sólo de paso, lejana de mí misma. Y de ella venían
las palabras sin dueño que todos bebían sin dejarme apenas nada a cambio. Yo
era la voz de esa antigua alma. Y ella, a medida que consumaba su amor, allá,
donde yo no podía verla; me iba iniciando a través del dolor del abandono. Por
eso nadie podía amarme mientras yo iba sabiendo del amor. Y yo misma tampoco
amaba. Sólo una noche hasta el alba. Y allí quedé esperando. Me despertaba con
la aurora, si es que había dormido. Y creía que ya había llegado, yo, ella,
él... Salía el Sol y el día caía como una condena sobre mí. No, no todavía.
Zambrano, M.:
Diotima de Mantinea, en Hacia un saber sobre el alma, Madrid,
Ed. Alianza, 1989, p. 197
La mirada
Sólo cuando la mirada se abre al par de lo
visible se hace una aurora. Y se detiene entonces, aunque no perdure y sólo sea
fugitivamente, sin apenas duración, pues que crea así el instante. El instante
que es al par indeleblemente uno y duradero. La unidad, pues, entre el instante
fugitivo e inasible y lo que perdura. El instante que alcanza no ser fugitivo
yéndose.
Inasible. El instante que
ya no está bajo la amenaza de ser cosa ni concepto. Guardado, escondido en su
oscuridad, en la oscuridad propia, puede llegar a ser concepción, el instante
de concebir, no siempre inadvertido.
Y así, la mirada, recogida en su oscuridad
paradójicamente, saltando sobre una aporía, se abre y abre a su vez, "a la
imagen y semejanza", una especie de, circulación. La mirada recorre, abre
el círculo de la aurora que sólo se dio en un punto, que se muestra como un
foco, el hogar, sin duda, del horizonte. Lo que constituye su gloria
inalterable.
Zambrano, M.: "La mirada", en De la Aurora,
Madrid,
Ed. Turner, 1986 p. 35
La pensadora del aura
Nacer sin pasado, sin nada previo a que
referirse, y poder entonces verlo todo, sentirlo, como deben sentir la aurora
las hojas que reciben el rocío; abrir los ojos a la luz sonriendo; bendecir la
mañana, el alma, la vida recibida, la vida ¡qué hermosura! No siendo nada o
apenas nada por qué no sonreír al universo, al día que avanza, aceptar el
tiempo como un regalo espléndido, un regalo de un Dios que nos sabe, que
nuestro secreto, nuestra inanidad y no le importa, que no nos guarda rencor por
no ser...
...Y como estoy libre de ese ser, que
creía tener, viviré simplemente, soltaré esa imagen que tenía de mí misma,
puesto que a nada corresponde y todas, cualquier obligación, de las que vienen
de ser yo, o del querer serlo.
Zambrano, M.:
"Adsum", En Delirio y Destino, Madrid,
Ed. Mondadori, 1989, pp.
21-22
Lo celeste
"En par de los levantes de la Aurora"
Por amplias que sean sus alas, la luz
auroral que sigue al alba es como un boquete, un lugar que tiende a absorber y
ofrecer al par la inminencia de que algo inconcebible aparezca. ¿Un ser? Un
animal quizás, un ser viviente, se dibuja casi, está al dibujarse. Un ser
viviente de aliento y de pasión, un fuego oscuro por indiscernible que luego
resulta ser simplemente blanco. Un blanco inextenso, un ser sin extensión.
¿Pensamiento? Mira tan sólo. Es una mirada, ya que la mirada de todo aquello
que se manifiesta visiblemente es lo único que no tiene extensión y, aun más,
la borra.
Llega la mirada anulando la distancia,
quien la recibe queda traspasado, raptado o fijado; fijado, si es la mirada de
la luz. Y cuando la luz nos fija es que nos mira, y, al mirarnos, ¿se sabría
decir lo que sucede? Y, por no saberlo decir, se borra: no crea memoria.
Y así, de esta mirada de la luz, nace,
podría nacer, ha nacido una y otra vez un pensamiento sin memoria. Un
pensamiento liberado del esfuerzo de la pasión de tener que engendrar memoria
y, en su virtud, liberado también de toda representación y de todo representar.
Zambrano, M.: "Lo celeste", en De la Aurora,
Madrid,
Ed. Mondadori, 1989, p.43
1. Los textos que aparecen
a continuación han sido tomados de "El agua ensimismada",
edición de María Victoria
Atencia, publicados por la Universidad de Málaga en 2001
¡Cuánta hermosura...!
Nota de María Victoria Atencia:
En el verano de hace ahora diez años, tras la
publicación de algún libro mío,
recibí de María un pliego doblado en cuatro y con un
breve escrito que casi se perdía
en la relativa inmensidad del papel.
Venían en él, impresos, su nombre y su dirección
postal. Y más abajo, mecanografiado
y centrado en su página, el título, "A María
Victoria Atencia", y el texto en el que suplo
algún signo ortográfico. Prescindo del nombre de la
autora que en el pie figuraba como firma.
Pero bajo a ese pie la indicación sobre el lugar y
fecha en que se escribió. Traigo ese
texto aquí, después de largas dudas por razones de
discreción personal, al considerar
que no se trata de una bella dedicatoria con ocasión
del envío de un libro suyo,
como solía hacer, sino de unas líneas tan innecesarias
como espontáneamente escritas
ex abundantia cordis. Por ese mismo criterio de
discreción reduzco a simple dedicatoria
el encabezamiento del poema y doy a éste un título con
parte de su primer verso.
A María Victoria Atencia
¡Cuánta hermosura en tierra nuestra!
Y que se hace de todos por obra de tu palabra
y de la música.
Dios os bendiga.
Madrid, 20 de junio de 1989
Tomado de:
http://amediavoz.com/zambrano.htm
***
Arde esta ira irreal
y sin embargo
hay que soportarla
cruje el escenario al incendiarse
tu belleza cuando cae
y sin embargo
hay que soportarla
arde el silencio
su fractura
y las ramas
y los huesos
de los pájaros
sólo la fe calmará este fuego
esta ira
sin rama
sin hueso
sin pájaro
***
No
no son pájaros
son alas de ceniza
con la lengua de acero de las locomotoras
no
no son pájaros
son cenizas de un ave mitológica
barco ebrio o loba parturienta
abriéndose
por encima de las cúpulas
no son pájaros los estambres
de las flores funerarias
la cabeza enterrada
avestruz de los agostos
transeúnte que tala
los sueños
son alas de ceniza
frágiles cuerpos dormidos
en el santuario de la voz
no
no es un pájaro
este miedo
anidando en la boca
***
Las bendiciones curan
bien dicha la palabra Amor
desgarra el cielo que te cubre
tus bronquios danzan
al compás
de una música amantísima
y abres tu boca de Mirla
sobre los glaciares
–mudas en polvo las esquelas
talladas para ti–
pero no es la hora
–aunque limpiaron los nichos–
no es la hora
bien dicha la palabra Amor
funde los metales
y los convierte en luz
porque no bastará con la poesía
un ave nos ha traído
tu corazón
las manos pueden sentir el peso del aire
aferrándose a los muros
el deshielo de la voluntad inmóvil
todavía
sobre la herrumbre
sobre el frío
de este páramo
porque hemos sembrado Amor y compartimos
las palabras benditas
las bendiciones curan
una diminuta llama
alumbra ahora
un planeta donde nunca
amó nadie
***
Esta ira
Que aprendáis a llorar el día breve
que enfermen vuestras hijas
y no sepáis
el nombre exacto para el miedo
en la garganta se ahogue ese pitido
y arda la madera seca de la muerte
sólo un día
de atravesadas horas
y luces que se enciendan
rojísimas las luces
y sean bestias
escupiendo
sobre los mausoleos
sólo un día
tiriten de frío azuladas las mandíbulas
y nadie pronuncie
el verbo que calme
sus articulaciones
y todo sea balbuceo
de sabio que atesora
sus cuerpos con asepsia
cuando caigan las crías
en lo ignoto
y en esas horas aprendáis
el idioma absurdo de la muerte
sólo un día
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-esta-ira-de-maria-garcia-zambrano/
CAFÉ GRECO
(situación de A[raceli] lux perpetua)
Pensar y no preocuparse.
Actuar sin decidir.
Seguir y no perseguir.
Reposar sin detenerse.
Ofrecer sin calcular.
No aferrarse a la esperanza.
No detenerse en la espera.
Escuchar sin casi hablar.
Respirar en el silencio.
Dejarse quieto flotar.
Perderse yendo hacia el centro.
Hundirse sin respirar.
Cruzar sin mirar fronteras.
Dejar límites atrás.
Recogerse. Abandonarse.
Sólo dejarse guiar.
Ser criatura tan sólo,
no haber de sacrificar.
Más allá del sacrificio*,
cumplida la voluntad,
sin designio ni proyecto,
sin sombra, espejo ni imagen.
Alga de vida no más.
Hijo. Criatura. Amante.
Alga de amor. Ya no más.
Lejos de toda ribera.
Por en el corazón del agua; ya.
LA MAR. EL MAR. LOS MARES
La mar. El mar. Los mares
en el arte. Irreprimible. Y
el mar. Los mares,
la representación del propio ser. El
mar vela al ser, mientras que la
tierra firme a la realidad.
El [sic]. Las islas
viven por su cuenta y se juntan en
cadenas, como seres submarinos
siempre.
Pero el hombre necesita encontrar
su mar; aunque poco y en ocasiones
nada le haya visto y menos aún respirado.
Y el mar hay [que] respirarlo.
La brisa. Los seres nostálgicos del Mar
y también el ser depositarios
de un futuro remoto
pasado, la igualdad de las perlas.
La cualidad; su caída al experimento.
DELIRIO DEL INCRÉDULO
Bajo la flor, la rama;
sobre la flor, la estrella;
bajo la estrella, el viento.
¿Y más allá?
Más allá, ¿no recuerdas?, sólo la nada.
La nada, óyelo bien, mi alma:
duérmete, aduérmete en la nada.
[Si pudiera, pero hundirme…]
Ceniza de aquel fuego, oquedad,
agua espesa y amarga:
el llanto hecho sudor;
la sangre que, en su huida, se lleva la palabra.
Y la carga vacía de un corazón sin marcha.
¿De verdad es que no hay nada? Hay la nada.
Y que no lo recuerdes. [Era tu gloria.]
Más allá del recuerdo, en el olvido, escucha
en el soplo de tu aliento.
Mira en tu pupila misma dentro,
en ese fuego que te abrasa, luz y agua.
Mas no puedo.
Ojos y oídos son ventanas.
Perdido entre mí mismo, no puedo buscar nada;
no llego hasta la nada.
Tomado de:
https://poesiamaspoesia.com/241-poesia-mas-poesia-maria-zambrano/
SOBRE EL AGUA OSCURA
Sobre el agua oscura
en una piragua,
el caimán debajo.
Sobre el agua turbia
en una piragua,
el caimán al lado.
Sobre el agua clara
en una piragua
la estrella en lo alto.
La estrella en lo alto,
la estrella en lo bajo,
en el agua clara
llamando, llamando.
EL PUNTO
La
Rosa
La
Cruz que al mismo
tiempo
se hace rosa
o
hace
la Rosa.
SI ESTA…
Si
esta paloma se quema,
no
es sólo en la zarza ardiente
sino
bebiendo en una fuente
que
corre entre la alhucema.
Fuente
viva y con amor
que
va hacia la noche oscura,
pero
nace de la pura
claridad
de un ancho frescor
de
Misericordia que es llave
del
mejor humano
y
tierra y sol de su mies.
Y
esta paloma en su vuelo
lleva
un aire castellano
por
lo universal del cielo.
Tomado de:

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