Lo imperceptible
Aunque no lo sepamos.
Con gestos para nada.
Aunque dormidos,
o en la lentitud del amor,
antes del sueño. Decimos
lo oíste, escuchá.
Las manos se detienen, las palabras.
Vemos la sombra de una taza,
su asa sobre la pared.
Es el borde. No vemos.
O algo más
que la mesa, las lágrimas,
la montaña o la esperanza.
Más que el espacio.
El que viene es precedente,
una especie de sombra ausente,
lo contrario de una imagen.
O, en el cielo, a mediodía,
como una luz inversa.
Nadie puede saberlo.
Crees que se escapa
pero algo se acerca.
Al final de la calle ves
lo que no podés decir.
Es como si un rostro
se inclinara sobre la ciudad,
o como si una mano sostuviera
las cosas sin tocarlas.
Te dices que se va
pero ahí está, y te mira.
Canto IV
Tú has cerrado los ojos te has detenido para estar
un instante en la imagen, con el amarillo de las
peras,
el silencio, justo lo que hace falta para decir,
es la vida, no te muevas, si no como el gato
ella ha desaparecido, dejándote ese poco de aire
solo
que uno llama el pasado, entonces sí, ni un gesto,
ni una palabra, tú no eres sino la espera y la
venida,
la hormiga, la montaña, el espacio entre los dos,
el gesto que sientes que te atraviesa, que se
apodera de ti,
no eres más tú ni tus ojos, ni tus manos, tu
cuerpo se torna
tan transparente que el día se refleja en él y se
enciende
con un fulgor que es tuyo pero que no te
pertenece,
no te preguntas más a dónde vas, quién eres,
porque eres lo que no es y lo que es,
no tú, no yo, no nosotros, la luz sobre el muro,
encima las moscas y, en tu voz, todas las voces,
las escuchas cuando mueves los labios, ríes
pero eso no es tu risa, sabes que viene de lejos,
como en tus ojos todas las imágenes, las frases
en tu boca, lo desconocido no tiene nombre ni
rostro,
ese solo impulso, ese empuje, quizás ese llamado
al cual debes responder ya que no lo puedes evitar
y que cada día, por cierto, hay que recomenzar,
buscar a tientas en la misma penumbra, abrir la
puerta
con el mismo viento en el umbral que esperaba
como un perro o, simplemente, la misma calle, el
mismo
árbol con o sin hojas, el mismo silencio donde
no escuchas sino el ruido endeble de tus pasos,
ese hálito leve que no sabes si es tuyo o
del otro jamás encontrado, jamás, a pesar que él
esté ahí, estás seguro, en alguna parte, cerca
como en las hojas del roble el cuajarón negro
entrevisto un instante sobre el azul, cuervo sin
duda
o cotorra, no está muy lejos, podrías escucharla,
sí, se hacen necesarias las comparaciones, ciertas
cosas
son incomprensibles, el día perdido, vuelto a
encontrar,
esta espera, incluso si sabes que no hay nada
que esperar, esta espera que el grito de repente
llega a rasgar, vuelto el cuervo, o el hálito
siempre ese poco de aire entre las palabras, lo
oyes,
puesto que se trata de oír, de oír no ver
mejor ser buen oyente que hacerse el vidente
incluso si con las palabras las visiones aparecen
entonces, sí, la mezquita en vez de la fábrica
las calesas en la ruta del cielo, el salón en el
fondo
del lago, pero nada en los ojos, todo en las
palabras,
por eso tú escuchas las imágenes, no cesas
de escuchar en tu boca su venida, de ver
nacer las frases, cubrir los ojos, y lo real
lo real es un tapiz, un teatro vivo
donde todo es inaccesible, la insignificante
piedra
sobre el muro, la insignificante hormiga, el humo
insignificante,
sería necesario escuchar el enorme silencio
de su venida, ese silencio por debajo del
silencio,
eso es lo que llamas voz, eso es, quizás,
la espera, el movimiento de las cosas que
comienzan,
el aflorar de formas cuando aún no son
fulgor donde el mundo entero brilla, se entreabre,
y es la luz y la noche, este aire invisible,
su torbellino de átomos, el álamo, el banco
sobre el cual vendrá a sentarse un cuerpo, todos
los rostros
en un solo rostro, cada objeto en la inminencia
de su presencia, todo en la palabra muda
que de tan rápida sólo puedes reconocer,
que tú no has podido entender y, cuando te callas,
ya es demasiado tarde, las imágenes cubren el día,
tú no sabes si no decir supermercado, avenida,
cochera o espino blanco, bosque, gasolinera
no importa, los nombres te inundan, tú no sientes
en tu mirada sino el hormigueo de las voces,
con, en derredor, los rugidos, los rebuznos,
los balidos, los bufidos, el croar, asimismo
gritos, frases estereotipadas, palabras falseadas
paz, justicia, libertad, canta el corifeo,
precio, márgenes, plusvalía, comisiones, responde
el coro,
amedrentadas las vírgenes defienden su virtud,
dignidad, serenidad, para mí yo tengo mi
conciencia
lo ridículo no mata, decía el otro, si no las
calles
estarían desiertas, como en esos días de la
canícula
pero te das cuenta, el tiempo ya no es lo que era,
ahora cada quien sigue con su cantinela,
seguridad, solidaridad para los cadáveres
hacinados en el sol bajo las moscas, se llora, se
grita,
se elevan voces, se dispersan, y mientras tanto
belicistas y locos de Dios, el pobre no sabe
a qué santo encomendarse, media luna, cruz, croar
las bocas escupen dientes y odio, las torres se
derrumban
los derricks en llamaradas, los hospicios, los
hospitales
cada quien con su diablo, satanjano remonta
la pendiente, no se entiende nada, no se comprende
nada,
uno se pregunta cómo el mundo puede girar,
pero gira, gira hasta darnos vértigo, reímos
qué más podemos hacer, sobre el cristal techos y
cielo
nubes inmóviles, como si no hubiese pasado nada
Tomado de:
https://www.isliada.org/poetas/jacques-ancet/
"Ladra un perro..."
Ladra un perro. Viene tormenta.
Solos en la estancia buscando
huellas de un tránsito, un signo
de que aquí hubo un hombre.
Solo hay un pétalo caído,
sobre un ojo cerrado, algo
de oscuridad. Un ruido ínfimo.
Como saliva entre palabras,
nada más. Decimos que es él.
Tomado de:
https://franciscocenamor.blogspot.com/2018/05/poema-del-dia-ladra-un-perro-de-jacques.html
"La quemadura. Canto 7"
Cada día una sílaba tras otra
palabras que sirven para saber
que escribes y acudir a la llamada
al eco llegado no sé de dónde
como cabo de hilo apenas visible
del que tiras y se mueve resiste
y que hay que atraer suavemente pero
no romperlo y no comprendes por qué
aquí donde menos te lo esperabas
por qué así hoy y por qué a este ritmo
que no controlas bien ya que te arrastra
o te atraviesa hacia lo que ignoras
como un camino que sin seguir trazas
porque no existe y que haces con pasos
palabras e imágenes que son tuyas
con el paisaje que viene a tu encuentro
no sabes nada y sabes que te espera
algo que es como una mañana llena
de luz un silencio o un rostro que se
inclina es el sol no puedes verlo
o esta blancura vas hacia su encuentro
tu cuerpo es tan ligero que es el mundo
está la montaña como una mano
el aire es como un monte de frescura
cada palabra es una quemadura
dices eres aire eres colina eres
la vida contra la muerte me quemas
no escribo para mañana ni para
el futuro sino para el ahora
para que el sí atraviese el no y éste
sea la fuerza del sí y resistir
a las voces que en mi voz hablan y oigo
poniendo sus palabras en mi boca
babeo bullen bobadas nonadas
escribo para escupir y arrancarme
la lengua y que haya otra vez quemadura
de lo que ignoro de lo que sin tregua
comienza alguien al abrirse el siglo
dijo que en la palabra no hay étimo
sino un puro milagro y era un sabio
este hombre-verbo maestro en espejos
de mil reflejos donde brilló el mundo
un instante y quién añadió que escribir
es la vida al tomar de sí conciencia
hormigas nebulosas electrones
piedras pirámide silla olvidada
una tarde en una calle desierta
el gesto desdoblado de una mano
trazando en el papel su propia imagen
juntos en el mismo fulgor tu cuerpo
mi cuerpo ni tú ni yo tú me quemas
para que obre la quemadura escribo
para saber que te veo y te toco
y que somos el mismo devenir
Tomado de:
https://franciscocenamor.blogspot.com/2018/03/poema-del-dia-la-quemadura-canto-7-de.html
BAJO LA MONTAÑA
¿Cómo responder a
esta impaciencia? Los libros, los árbo-
les y su carga de
pájaros ya no bastan. Ni el humo del cielo
antes de la tormenta
o la montaña que, de pronto, hincha
un rostro de piedra.
iInmóvil, iél ipermanece en medio de
un xdesorden xde
xsignos, icentro iperdido. iCentelleando
como una gota que se
evapora.
lo que no ha visto no
podría conmoverlo. No más que lo
que ve. iPero ilo
ientrevisto lanza sobre él la llama de un
enigma. Alza los
ojos, mira a su alrededor el aire ausente,
mientras el sol toca
su nuca con intermitente calor
lejano pero presente,
el dolor. Quisiera olvidarlo por la luz
de la mañana que
comienza. Voces, una carretilla cargada
de tierra y el olor
de la hierba, esto tal vez le bastaría, o el
silencio de las dos
al sol, iuna icalle, ijuegos isencillos icon
manos de niños. Pero
en el fondo de cada gesto se hunde,
raíz interminable, el
dolor, y la noche cae incluso en pleno
día
de las voces a las voces. Con todo este vacío en
que él se
pierde cada vez. La lluvia ha vuelto a caer y el
ruido de las
botellas en el patio es la presencia de un olvido.
Se queda
escuchando, ifijando isignos ique iya ino
idescifra. x¿Qué
busca? i¿La transparencia de una imagen o la
sombra de
este cuerpo que recomienza bajo sus dedos?
él mira. El tiempo carece de color y el sol no
produce som-
bras. iA iveces, iel iviento iagita los follajes.
Quisiera com-
prender, ipero sin duda se lo impide lo mismo que
busca.
La imagen se difumina. Quedan un árbol, la huella
curva
de iun ivuelo, icasi inada: justo lo suficiente
para no com-
prender.
LAS COLINAS SON NEGRAS
Cada día, la dificultad de vivir en la claridad
del día. Pan-
tallas mates o brillantes. Silencio. La voz
vuelve, sacando
raíces y volcanes. También la angustia de lo
inmóvil. La
fijeza negra con perros. Quisiera saber, ipero ise
ihunde.
¿Cuándo podrá? El tiempo. Busca la luz
ya no ve ni los rostros ni los cuerpos. Sin
embargo, los rui-
dos persisten, incluso los olores, como el de las
patatas sal-
teadas en la cocina. iBuscando isus imanos, ino
iencuentra
sino iuna iespera ide iobjetos. Buscando sus ojos,
una clari-
dad iinmóvil, isu ilengua, algunas sílabas, menos
aún, una
burbuja: un silencio de boca
¿se aventurará a lo que no es? ¿Abrir las manos,
soltar los
signos? ¿Sentir al otro en su soplo? Pero en el
borde, la luz
lo retiene, su transparente misterio. i ¿Podría
iver isin iver,
comprender ilo ique tiembla, decir lo que se calla
sin callar
en él tantas palabras?
(desparramando las palabras, hurgando en esa carga
de
cultura, páginas, páginas, el olor viejo, polvo o
qué: bus-
cando el agujero de agua clara —una página más,
xpero
vacía, deslumbrante)
se ilevanta, isacude isu itorpor, abre la mano,
mira la forma
de sus dedos, el cielo y su luz. Silencioso, tal
vez va a hablar
de inuevo. iMuestra iun ipunto, imuy ilejos, un
breve cente-
lleo. La vida, dice al fin. Las colinas son
negras.
Ancet, Jaques. Bajo la montaña (Trad. Rafael-José
Díaz). Madrid; Batleby editores, 2004.
Tomado de:
https://hectorcastilla.wordpress.com/2017/05/02/bajo-la-montana-de-jacques-ancet/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario