sábado, 15 de febrero de 2025

POEMAS DE PIA TAFDRUP


LA CAÍDA DEL MURO

 

Deseo en enero de 1989 con tanta fuerza

 

como puede desear una persona

 

ser algún día testigo

 

de la caída del muro de Berlín.

 

Estoy 200 años después de la Revolución Francesa

 

en el frío de un lugar elevado,

 

observando el cemento, el alambre de espino, las verjas electrificadas,

 

filas de barracas grises y lúgubres.

 

Hay conejos salvajes saltando alrededor de la zona

 

entre el este y el oeste.

 

Ese mismo año se abriría la frontera,

 

yo lo veo en diferido el 9 de noviembre

 

desde West End Avenue en la tele estadounidense.

 

Los guardias levantan las barreras,

 

permiten sin trabas

 

que los coches y peatones circulen libremente

 

del este al oeste

 

mientras la gente en algún lugar entre sueños diurnos y nocturnos escala el muro.

 

La noche socialista se diluye

 

en la capitalista, el júbilo

 

no tiene fin,

 

la fiesta en las calles dura toda la noche.

 

Oigo dos días después en The Kitchen

 

que Heiner Müller y Heiner Goebbels

 

aparecen haciendo un bis

 

acerca de la caída del muro,

 

la sala está hirviendo, una alegría aguda

 

hace estallar el momento.

 

Cae el muro, el cemento, las verjas

 

y el miedo cotidiano.

 

Oigo saludos desde Alemania

 

en Nueva York,

 

los anuncia Heiner Müller,

 

que es conocido como artista,

 

no agente.

 

El ojo ígneo del sol,

 

algo atraviesa el tiempo flotando,

 

el cielo se hace grande sobre Berlín.

 


CUENTOS DE INVIERNO

 

En el tren se me acerca un hombre

 

y me pregunta

 

por el libro que leo,

 

Cuentos de invierno, de Karen Blixen.

 

Soy vista

 

por una mirada luminosa,

 

no busco escondite en el paisaje

 

que pasa ante el cristal del vagón,

 

porque esta mirada no

 

va a caminar a otros lugares.

 

El libro está entre él y yo,

 

no se puede usar como escudo

 

porque de repente

 

nos está uniendo.

 

Mejor pedida de mano no la he conocido,

 

deja su impronta en el alma.

 

Es él, el que pocos días después

 

bajo una corona de libros verde pálida

 

me besará

 

una noche de agosto

 

cuando el sol caiga en picado.

 

Temblamos, y todas las hojas del árbol

 

se ponen en movimiento.

 

El germen de los sueños

 

planea

 

en el viento tibio.

 

Es él, con quien después

 

me casaré,

 

un cuento de invierno con el sol en lo alto y un frío insondable.

 

 

FILO INTERIOR

 

Sueño que un hombre en el hueco de una puerta

 

me observa.

 

Lo reconozco enseguida,

 

me atrae.

 

¿O me busca él? La mirada penetra.

 

Voluntad de tigre, sed de tigre,

 

el deseo del pulso tras una verja en llamas.

 

En el sueño, las paredes se inclinan sobre mí,

 

el papel pintado de la habitación está gastado,

 

no hay una sola ventana.

 

Un brillo matutino blanco como el cloro

 

desde la ventana real

 

desintegra el silencio

 

con una náusea repentina.

 

Estoy despierta y anhelo

 

que justo esa mirada

 

me vuelva a encontrar, su relámpago de fuego

 

brote

 

fuera del sueño.

 

Un viento luminoso vuela

 

a través de un árbol otoñal aún verde.

 

 

NIÑOS VIEJOS

 

Una cosa es ser madre de tus hijos,

 

y otra

 

ser madre de tu madre

 

y aun así sentir culpa

 

por no tener tiempo

 

de estar ahí cuando lo necesita,

 

pero se contenta

 

con dar buenos consejos que ella no

 

acepta

 

porque solo quiere que le den permiso

 

para ser ella.

 

Un día ser niña

 

y ser consolada —

 

el otro arreglárselas sola y ahora

 

preferir apoyarse en el viento

 

a usar bastón,

 

preferir ser atropellada

 

a hacerse con un andador,

 

preferir quedarse en casa

 

a llevar una alarma,

 

preferir caerse un día

 

por la escalera

 

y morir.

 

Preferir morir

 

a ser salvada

 

y volver a ver a su familia

 

y por tanto estar lista para vivir unos años más.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/cinco-poemas-de-sol-de-salamandra-de-pia-tafdrup/

 

 

Voces, rastros

 

Sombra de sangre, cristal de la noche,

pulmones colmados

de un brillo de invierno.

 

Hago una pausa

donde el suelo ha arrojado unas piedras desnudas

a través de su costra de frío.

 

Los muertos

envían su luz a lo alto

de la primavera, color de hielo.

 

Arrojan sus matices

sobre la soledad del alma

como voces secretas.

 

El mundo fue creado por este motivo.

Ahí, en su desierto,

puede soñar con Otro…

 

En la fina capa de nieve, deslumbrantemente extensa,

sigo el rastro en forma de lágrima de un animal,

dentro, entre los troncos de los bosques, y fuera.

 

Me dirijo hacia un salvaje mar de luz

en el horizonte. Hay rastros

y voces en la nieve que llaman en coro.

 

Y tú, ahí, buscando desde tu lugar.

Yo vuelvo al encuentro, también he seguido

un rastro en forma de lágrima de un animal.

 

También he vagado solitaria

como la ruta trazada en el aire

por la batuta de un director.

 

 

Cuenta de gotas

 

Antes de fluir, la lluvia suena

como el eco lejano de una cascada.

Los animales del campo se agitan,

luego vienen las gotas.

Densas, como la crin de un caballo, caen

y traslucen el follaje.

Hojas finas tiemblan bajo los golpes de lluvia.

Polluelos se acurrucan empapados.

Atrapo algunas gotas del cielo lluvioso,

me multiplico después por el resto,

igual a la primera vez que aparece la palabra víctima,

cuando se pierde a un amigo u otro ser amado.

El miedo ahí: un segundo parpadeante

inclinado sobre una sombra perpetua;

debe brillar su luz como las palabras

en una oración, antes de que ella termine.

Para ser ejecutada

en su propia desaparición,

debo ser una con la tierra

que nutre al lenguaje.

 

 

Lacrima

 

No puedes emigrar

en el llanto

y no puedes

camuflar al tiempo

detrás de un velo incoloro.

Te abrazo,

te doy mi calor,

mientras escucho la lluvia

en tu ojo: cae

por sí misma.

Fueron, entonces, las lágrimas

las que abonaron el suelo,

pero son saladas

y nada crece

después de ellas.

Tomado de:

https://periodicodepoesia.unam.mx/texto/me-dirijo-hacia-un-salvaje-mar-de-luz/

 

 

Filo exterior

El lago con los gatitos ahogados,

   en él

patinamos, herimos

   al invierno espejado.

Filo interior y filo exterior

ejecutados por mi madre

con un niño en la barriga,

   patina hacia atrás

sacando el trasero hacia fuera

y los brazos en horizontal,

los patines deslizándose

   de lado a lado –

pero, sobre todo

el sonido de fresadora

del metal recién afilado

   contra el hielo,

un zumbido de chispas de nieve

saltan en la luz.

El lago con los gatitos ahogados,

   en él

patinamos

cuando el hielo es lo bastante grueso

                             para olvidar

las patas que se agitaban en el aire

las garras que se extendían,

los animales ciegos hundiéndose,

pataleando en el saco

    con la piedra pesada.

Las burbujas, como largos

   ríos

en el agua negra,

donde los anillos tenían su centro

   como blanco de tiro,

en el mapa de alcance

de los misiles de Cuba.

 

 

La mano de mi madre

Me baño en la quieta luz de una gota

y recuerdo cómo llegué a ser:

Un lapicero puesto en la mano,

la fresca mano de mi madre sobre la mía, cálida.

- Y así nos pusimos a escribir

entrando y saliendo de corales,

un alfabeto submarino de arcos y puntas,

de caracoles espirales, de estrellas marinas,

de blandientes tentáculos de pulpos,

de grutas y formaciones rocosas.

Letras que con sus cilios se abrían paso

vertiginosamente entre lo blanco.

Palabras como lenguados aleteando

y enterrándose en la arena o anémonas oscilantes con sus cientos de hilos

en un quieto y único movimiento.

Frases como cardúmenes

que se hicieron de aletas y ascendían

y también de alas que en compás se agitaban,

palpitando como mi sangre que a tientas

golpeaba estrellas contra el cielo nocturno del corazón;

fue cuando vi que su mano había soltado la mía,

que yo hacía mucho, escribiendo, me había desasido de ella.

 

 

El abrevadero de los sueños

Aquel que tenga oídos para oír

escuchará un mar de música,

una corriente submarina de palabras

que se desliza por la penumbra y desaparece volando

con un recuerdo de nubes,

de sombras, de meandros

y del viento sobre la hierba.

Las aletas transparentes y de fina seda del pez,

una anal, una dorsal y una caudal,

dos ventrales y dos pectorales,

siete alas para viajar a la velocidad de la sangre

a través de los mares del mundo,

noche tras noche,

entre cráneos de delfines, caracoles

y ostras fósiles, entre verdes algas

que durante el día relumbran como una eterna primavera.

Siete colores en un arco iris

para surcar el cielo

como el primer ciervo del año

brincando por los campos.

Siete colores en un arco iris,

trazados con geometría

sobre el firmamento del alma,

mucho antes de que el más antiguo vertebrado

poblara el agua, una era

antes de que los primeros subieran a la tierra

para después dar vida a anfibios,

reptiles, aves y por fin a aquella

que ahora está sentada en silencio, escuchando.

Aquel que tenga ojos para ver

tendrá que escuchar bien

cuando caiga la lluvia, cuando las gotas

resuenen como la luz en la música,

puras como la primera eyaculación del muchacho,

y sobre todo después,

cuando un arco iris acústico

entre formaciones rocosas y altas montañas

ardiendo tenuemente se eleve desde el polvo

desplomándose hacia arriba,

y es entonces que uno, en un palpitante destello azul,

con euforia amará su propia vida,

porque es de uno,

y uno sabe que se cerrará

como la puerta de este poema

que ahora termina dando un portazo.

 

Traducciones de Thomas Boberg y Renato Sandoval

 

 

***

 

Tiro los pájaros muertos

del estante de la cocina

y me lavo las manos

 

libre de húmedas preocupaciones

que dejan huellas en todas partes

en puertas y marcos

 

me caigo

y me lastimo rodilla y manos y nariz

contra el suelo en la casa vacía

 

reconozco el olor

cuando se agujerea un ángel

 

 

La primera letra

Deseo que a tu odio se lo lleve el viento

—o al mío

deseo calma

como la que envuelve

a la primera letra del alfabeto

Deseo ver las venenosas sombras borradas de tu cara

que vuelva a brillar el sol interior

Deseo un idioma secreto entre nosotros

que pueda detener la guerra que hemos mantenido

tu fe contra la mía

un idioma que pueda cerrar mi herida y devolverme el sueño

Soy para ti, amor mío

lo que tú eres para mí

Deseo un idioma

donde confluyan dos ríos

sin preguntarse de dónde

ni adónde

Calma como árboles que crecen

 

 

El lenguaje amoroso

El lenguaje amoroso que hablas

con rápidos cuchillos imprevisibles

vibrando en la luz

las palabras con las que me rodeas

y susurras adiós:

—no vamos a esperarnos toda una vida el uno al otro

desgarra el aire

a saltos

llena el cielo

con las chispas del herpes

crepitando en brillo

de rojo a verde

sobre mi rostro

emigra

con sólo un ala

para sobrevivir al insomnio

y a las despiertas visiones oníricas

esperando en vano

que vuelva a crecer una nueva ala

de su centro aniquilado.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/68_69/tafdrup.html

 

 

Blanco encabritado

 

Sangre roja, sangre blanca, sangre negra,

llenan el cerebro

                      hacen estallar el cráneo.

La tierra se agrieta, noche estrellada

sobre los campos cosechados de mi padre

donde siete caballos blancos nos llaman a que salgamos

con potentes relinchos.

-Esa gota en la memoria

es un océano lleno a rebosar.

Sangre roja, sangre blanca, sangre negra,

allí en el campo los caballos encabritados se detienen –

huidos

de un circo ambulante

                               o enviados, ¿de dónde?

Nosotros no tenemos caballos en la granja,

pero ¡han venido a nosotros!

Sin sillas ni jinetes…

Estoy despierta

hasta el tuétano de mi espinazo,

 estoy galopantemente despierta.

Los poros de la piel se abren

                                                desbocados,

la noche entra, fresca, clara.

Me ciegan

las panzas de blanco lunar de los caballos,

los oigo relinchar cuando nos ven

a mi padre y a mí.

Por un segundo descendente

los caballos levantan mi corazón

                                               más alto –

de lo que nunca antes he volado en el espacio.

Caballos preparados a entrar de un salto en la noche,

                                                             salir fuera de un salto.

No hay cartel que ponga

Prohibida la entrada a los caballos

este planeta es un territorio abierto de par en par.

Todo puede pasar.

- Un océano de fuego y sal

lo inunda todo.

Pesados golpes de cascos se alejan,

después

insuperable crepúsculo. Retumbante.

 

 

Escrito a mano

 

Soñé que mi padre tenía un ventanuco

en el techo,

                la única abertura

por la que podía mirar al exterior.

En la habitación los muebles estaban amontonados

como en un trastero.

El ventanuco estaba casi completamente tapado

con un gran pedazo de cartón

                                                  color gris de tormenta.

A pesar de ello mi padre estaba tratando

de abrirse camino

deslizándose entre armarios, cajones y un secreter

                                                               - estaba de puntillas

con el fin de mirar a través de la última rendija,

por la que aún entraba

                             un rayo de luz.

No se quejaba, pero yo busqué indignada

a las enfermeras por los pasillos

de linóleo de colores de emergencia

y un dolor dulzarrón enfermizo

                                             a fruta podrida.

Había también otro problema:

¡la escritura de mi padre!

Estaba a punto de desaparecer –

o ¿es que escribía

                        con tinta de nieve?

El hecho de que yo no pudiese descifrar los últimos restos

de sus escritos

me preocupaba tanto como

el panorama que le faltaba y del que no podía disfrutar.

Les pedí a las enfermeras

que le devolviesen a mi padre su escritura.

Ellas buscaron consejo en la biblioteca del olvido,

pero todos los libros estaban prestados.

Además, la llave

de la caja de las plumas y el papel

era demasiado corta,

                  la esperanza es cosa del pasado,

se lamentaron levantando la mirada hacia el cielo vacío.

 

de Los caballos de Tarkovski

 

 

Caravana

A mi hermana

Campos de hielo, bosques de nieve

helada ardiendo bajo la piel

No hay senderos que seguir

sólo llanuras que cruzamos solitarios

y distantes uno detrás del otro

Apenas si levantamos los pies

es la tierra la que nos transporta

Vivimos —

lo que significa:

Luchar contra la muerte

en todas sus formas

Todo lo que decimos será usado en nuestra contra

pero lo mismo pasa con lo que no decimos

Campos de hielo, bosques de nieve

un cielo que oscuro se adensa

como un muro de lamentos

Cielo de nieve, un cementerio judío

piedras blancas por kilómetros

en los pinares de las afueras de Kiev

Por cada copo que contemplo

sueño que lentamente estoy aquí:

alma en la sangre en la nieve en el mundo

Adentro

arder sin escrúpulos

y así, en lo blanco, desaparecer.

Tomado de:

https://sol-negro.blogspot.com/2012/10/poemas-de-pia-tafdrup.html

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