domingo, 9 de febrero de 2025

POEMAS DE CARLOS SALEM SOLA


Rema

 

Hay bestias en el lecho del mar

que se alimentan de los miedos ajenos.

 

Hay abismos sin fondo en cada charco.

 

Hay vientos que soplan al mismo tiempo

y en opuestas direcciones,

para que no podamos ir a ningún lado.

 

Hay puertos de mentira.

Y muelles más afilados

que cualquier arrecife.

 

Y, a pesar de todo, hay horizonte de sobra.

 

Aunque te borren

las orillas de los mapas

y te corten las manos,

 

sigue remando.

 

 

Envidia de alas

 

Esta envidia de alas viene de alguna parte

pero lleva a ningún lado.

Recuerdo que confundíamos

saber con hacer algo

y ver volar con haber volado.

Mirábamos al costado con recelo del semejante,

porque nos conocemos.

Mirábamos las pantallas como espejos mejorados.

Mirábamos para arriba hasta que el cuello dolía.

Entonces, nos lo cortaron.

 

Nunca miramos para adentro.

Nunca miramos para abajo.

Inventamos los globos para pincharlos

y los aviones

para que volar costase muy caro.

 

Volveremos a intentarlo. En vano.

 

Donde empieza el hombre,

acaba siempre el pájaro.

 

 

Un poema

 

Sueño un poema diminuto,

que te sirva de casa y de paraguas,

de cama para acostarte con quien quieras,

de trampolín para saltar o no,

un poema a prueba de promesas y de trampas.

 

Ojalá un poema tan cadena de papel

que tus lluvias lo deshagan

y tus vapores lo escriban de nuevo,

con otras palabras que me nombren antes de borrarse.

 

Por favor, un poema invisible,

para que nadie más que tú lo lea

y nadie más que yo lo olvide.

 

Un poema como un cuadro

de Picasso, como un coliseo hecho con cerillas,

como un banquete de garbanzos en agosto,

como una ducha de lujo en un barreño.

 

Un poema sin patillas.

Un poema trapecio,

para saltar sin la derrota anticipada de una red.

Un poema helado de fresa de la infancia,

postal de tu terraza para colgarlo

en cualquier pared del mundo inventando ventanas.

 

Un poema circular

que te bese la nuca por sorpresa,

o haga muecas detrás de ti a los espejos.

Un poema sin barrotes, ni puertas, ni cerradura;

es decir, un poema que sea

lo contrario de una jaula.

Un poema con el mapa exacto del tesoro,

al que le falte solo ese trocito.

Un poema cuerda para que lo saltes,

un poema que te sepa a cerveza y a mí

(y que te cueste 100 borracheras establecer la diferencia).

 

Un poema espiritual escrito con cada parte de tu cuerpo.

Un poema con paredes y sin techo.

Un poema sin planos y con alas,

 

un poemalo que te recuerde momentos buenos,

un poetriste que te haga sonreír,

un poetardo que te estalle blandamente

entre las manos y cause menos daño que nostalgia.

 

Un poema. Poca cosa.

 

No necesitas más

para desatar primaveras

en todos los desiertos.

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-una-cicatriz-con-cremallera-de-carlos-salem/

 

 

No solo por el pan

 

Se crece desde adentro aunque el afuera aprieta.

 

Semillas porfiadas. Diminutas galaxias bajo tierra

 

que quieren salpicar el cielo. Eso somos.

 

Somos sombras chinescas proyectadas

 

sobre la soledad de los vecinos.

 

Hay que salir a la vida, aunque la vida sea

 

un coche fúnebre que intenta atropellarte.

 

Por ahí fuera andan el amor, los dolores,

 

la lluvia que tan mal imitamos en la ducha,

 

la tristeza necesaria para sazonar nuestros arroces,

 

y el deseo,

 

como banda sonora que no pasa de moda.

 

Hay que salir,

 

pero no solo para que el pan nos compre.

 

Intemperie es una bellísima palabra

 

que te puede matar de frío o de ausencia.

 

Por eso nos quedamos.

 

A salvo de nosotros mismos, intactos y aburridos.

 

La eternidad es el reloj de la cocina

 

que hace 1000 años se quedó sin pilas.

 

Aquí son siempre las 2:45.

 

El tiempo es una taza con el fondo roto.

 

Nada puede dañarnos.

 

El riesgo son los otros.

 

Lo difícil es discernir

 

dónde acaba el refugio

 

y empieza el calabozo.

 

 

El loco

 

Yo tenía casi o apenas 18

 

Y me enamoré de 1 chica mayor que dijo que tenía 22

 

pero luego supe que eran 26 y tampoco me importó.

 

 Vivía sola y estudiaba Bellas Artes

 

y desnudos en su cama le leía mis poemas

 

 y ella me miraba como si fuera un cuadro

 

y repetía que jamás podría amar

 

a un hombre que no fuera un artista.

 

Me gasté los ahorros en esos libros carísimos:

 

 Picasso, Renoir, Matisse, Dalí,

 

El Bosco, Caravaggio, Frida Khalo, Magritte…

 

quería aprender cada obra de memoria

 

pero siempre me interesaban más sus biografías.

 

Y ella me dejó por tipo casado de 32

 

que era dueño de un pequeño gran supermercado

 

y no tenía la menor pinta de artista.

 

Y yo quemé todos esos libros y fascículos

 

salvo la lámina con El Loco de Picasso

 

pintada en 1905 en una servilleta de un café de París

 

que desde entonces cuelga en cada casa en que he vivido.

 

Y hace mucho

 

que olvidé el nombre de ella

 

y El loco

 

cuando bebo un poco de más

 

y le pregunto

 

me dice que tampoco la recuerda.

 

 

Melancólicos nomeolvides olvidados

 

 

 

La poesía es una trampa para panteras y leones,

 

(o para colibríes con alas de gaviota),

 

adicción para pulpos con solo dos tentáculos

 

o jodidos dromedarios jorobados por dentro,

 

árboles con hojas numeradas,

 

siemprevivas que mueren cada noche,

 

girasoles licántropos que siguen a la luna,

 

melancólicos nomeolvides olvidados,

 

especies en extinción que no se extinguen,

 

minas de carbón que aprieta el mundo,

 

trocitos de barro, rellenos o no

 

de rombos de diamante.

 

La poesía es el sol diminuto

 

que la noche tapa y crees que para siempre,

 

pero solo es para un rato que se llama eternidad

 

Y entre rato y rato

 

ocurren el verso, la muerte,

 

el amor y los poemas.

 

La poesía es una trampa para cazar nubes,

 

que deja pasar volando, por redondas y honradas,

 

a las que llevan de contrabando

 

las cuatro o cinco palabras mágicas

 

que persuaden al mundo

 

para que no deje de girar:

 

 

Mecha

 

 Nunca sé

 

qué es lo que enciende la mecha del poema

 

ni si va estallarme en las manos

 

o iluminarme de repente

 

una esquina sin farolas del pasado.

 

Tampoco sé

 

si lo que se enciende

 

es un cohete de vuelo corto

 

un sol de bolsillo

 

un encendedor agónico

 

(y yo sin cigarrillos)

 

o una bomba llena de caramelos y metralla.

 

En realidad

 

es evidente

 

que no sé casi nada.

 

Sólo que cuando el poema quema

 

algo en mí se enciende

 

y ya

 

nunca

 

se apaga.

Tomado de:

https://conexionnortesur.com/2024/07/07/poesia-argentina-carlos-salem-sola/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario