domingo, 28 de junio de 2015

POEMAS de John Donne.

    Aire y ángeles

      Dos o tres veces te habré amado
      Antes de conocer tu rostro o tu nombre;
      Así en una voz, así en una llama informe
      A menudo nos afectan los ángeles, y los adoramos;
      Y aún así, cuando adonde estabas me acerqué,
      Vi una espléndida y gloriosa nada.
      Mas, puesto que mi alma, cuyo niño es el amor,
      Precisa miembros de carne y hueso
      O nada haría si ellos,
      Más sutil que el padre el amor no ha de ser,
      Sino también ha de encarnar un cuerpo;
      Por consiguiente, invoco quién y lo que eras,
      Y al amor insto, y en este mismo instante,
      A que se aloje en tu cuerpo, y consienta
      Que en tu labio, ojo y ceja se instale.
      (...)
      En tal caso, como un ángel, con rostro y alas
      De aire, no tan puro éste, pero que puramente lleva,
      De este modo pueda tu amor ser mi angélica esfera.
      Justamente igual desemejanza
      Como impera entre la pureza de los ángeles y la del aire,
      Como siempre existirá entre el amor
      Del hombre y de la mujer.

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    Al romper el día

      Es cierto, es ya de día, ¿y a nosotros
      Qué nos importa? ¿Piensas levantarte
      De nuestra cama? ¿Por qué, porque hay luz?
      ¿Nos acostamos porque anochecía?
      Amor, que aquí nos trajo a pesar de la noche,
      Debiera mantenernos juntos pese al día.
      La luz no tiene lengua, es toda ojo;
      Si hablar pudiera como puede espiar,
      Lo peor de que podría ser testigo
      Es de que, estando bien, querría quedarme
      Y de que tanto amé a mi corazón y honor
      Que no acepté alejarme de su dueño.
      ¿Te debe alejar tu trabajo de mí?
      Oh, ése es el más cruel mal del amor:
      El pobre, el falso, el flojo aceptan
      Amar con calma, no el hombre ocupado.
      Quien tiene trabajo y seduce a una dama perjura
      Igual que un hombre casado que corteja a otra.

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    Alquimia de amor

      Algunos que más hondo que yo en la mina del amor han excavado
      Dicen dónde se halla su céntrica felicidad.
      Yo he amado, y poseído, y relatado,
      Mas, aunque hasta la ancianidad amara, poseyera y refiriera,
      Ese misterio escondido no habría de encontrarlo.
      Todo, ¡ay!, es impostura.
      Y como ningún alquimista obtuvo aún el elixir,
      Mas su marmita repleta glorifica
      Si por casualidad
      Algo odorífero o medicinal le sobreviene,
      Así un deleite pleno y prolongado sueñan los enamorados,
      Para obtener una noche de estío, de apariencia invernal.
      Por esta vana sombra de burbuja ¿habremos de entregar
      Nuestro bienestar, esfuerzo, honor y vida?
      ¿En esto amor termina? ¿puede cualquiera
      Tan feliz ser como yo si soportar puede
      La burla breve de una representación de novio?
      Ese infeliz amante que asegura,
      No es la médula del cuerpo; es de la mente,
      Lo que él en ella angelical encuentra,
      Igual jurar podría que escucha en el rudo,
      Crudo, griterío de ese día, las esferas.
      No esperes hallar inteligencia en la mujer: a lo sumo,
      Dulzura e ingenio; momias, sólo, poseídas.

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    Amor negativo

      Nunca tanto me abatí como aquellos
      Que en un ojo, mejilla, labio, hacen presa;
      Rara vez hasta aquellos que más no se remontan
      Que para admirar virtud o mente:
      Pues sentido e inteligencia pueden
      Conocer aquello que su fuego aviva.
      Mi amor, aunque ignorante, es más audaz.
      Fracase yo cuando suspire,
      Si he de saber qué desearé.
      Si es simplemente lo perfecto
      Lo que expresarse no se puede
      Sino con negativos, así es mi amor.
      Al todo que todos aman digo no.
      Si quien descifrar puede
      Aquello que desconocemos, a nosotros, conocer puede,
      Enséñeme él esa nada. Este, por ahora,
      Mi alivio es y mi consuelo:
      Aún cuando no progreso, fallar no puedo.

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    Canción

      Ve y atrapa una estrella errante,
      Ve, ya fecundada, en busca de una raíz de mandrágora,
      Dime, dónde están los años que se fueron,
      O quién quebró las patas del diablo,
      O enséñame a escuchar las canciones de las sirenas,
      O evita que nos hiera la envidia,
      Y encuentra
      Qué viento
      Ayuda a que prospere una mente honrada.
      Si sabes tolerar las miradas extrañas,
      Ver las cosas invisibles,
      Cabalga diez mil días y sus noches,
      Hasta que la edad convierta en blanca nieve tus cabellos,
      Y, ya marchita, cuando vuelvas, me contarás
      Todas las extrañas maravillas que te sucedieron,
      Y jurarás
      Que en parte alguna
      Vive una mujer hermosa y fiel.
      Si encontraras alguna, házmelo saber,
      Dulce me sería ese peregrinar;
      Pero no, yo no iría,
      Aunque en la puerta contigua pudiéramos hallarla,
      Aunque hasta el instante de hallarla ella haya permanecido fiel
      Cuando estés escribiéndome tu carta,
      No obstante ella,
      Sería infiel, antes de que yo llegara, a dos, o tres.

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    Constancia de mujer

      Un día entero me has amado.
      Mañana, al marchar, ¿qué me dirás?
      ¿Adelantarás la fecha de algún voto recién hecho?
      ¿O dirás que ya
      No somos los mismos que antes éramos?
      ¿O que de promesas hechas por temor reverente
      Del amor y su ira, cualquiera puede abjurar?
      ¿O que, como por la muerte se disuelven matrimonios verdaderos,
      Así los contratos de amantes, a imagen de los primeros,
      Atan sólo hasta que el sueño, imagen de la muerte, los desata?
      ¿O es que para justificar tus propios fines
      Por haber procurado falsedad y mudanza, tú
      No conoces sino falsedad para llegar a la verdad?
      Lunática vana, contra estos subterfugios podría yo
      Argumentar, ganando, si lo hiciera.
      Pero me abstengo,
      Porque mañana puede que yo así también piense.
Muerte, no te enorgullezcas, aunque algunos te hayan llamado
poderosa y terrible, no lo eres;
porque aquellos a quienes crees poder derribar
no mueren, pobre Muerte; y tampoco puedes matarme a mí.
El reposo y el sueño, que podrían ser casi tu imagen,
brindan placer, y mayor placer debe provenir de ti,
y nuestros mejores hombres se van pronto contigo,
¡descanso de sus huesos y liberación de sus almas!
Eres esclava del destino, del azar, de los reyes y de los desesperados,
y moras con el veneno, la guerra y la enfermedad;
y la amapola o los hechizos pueden adormecernos tan bien
como tu golpe y mejor aún. ¿Por qué te muestras tan engreída, entonces?
Después de un breve sueño, despertaremos eternamente
y la Muerte ya no existirá. ¡Muerte, tú morirás!

Death be not proud, though some have called thee
Mighty and dreadful, for, thou art not so,
For, those, whom thou think'st, thou dost overthrow,
Die not, poore death, nor yet canst thou kill me.
From rest and sleepe, which but thy pictures bee,
Much pleasure, then from thee, much more must flow,
And soonest our best men with thee doe goe,
Rest of their bones, and souls deliverie.
Thou art slave to Fate, Chance, kings, and desperate men,
And dost with poyson, warre, and sicknesse dwell,
And poppie, or charmes can make us sleepe as well,
And better then thy stroake; why swell'st thou then;
One short sleepe past, wee wake eternally,
And Death shall be no more, death thou shalt die!


John Donne. "Sonetos sacros"


I

Me has hecho Tú, ¿y ha de pudrirse tu obra?
Repárame, pues ya mi fin se acerca;
quiero huir de la muerte, mas me encuentra,
y todos mis placeres son pasado.

No me atrevo a mover mis turbios ojos;
desesperanza atrás, muerte delante
terror producen, y mi débil carne,
gastada de pecar, va hacia el infierno.

Sólo Tú estás arriba y cuando miro,
con tu venia, hacia ti, me alzo de nuevo;
mas mi viejo enemigo tal me tienta
que no puedo aguantarme ni una hora.

Pueda yo por tu gracia impedir su arte,
y atrae, imán, mi corazón de hierro.



II

A ti me entrego, oh Dios, por muchas deudas.
Por ti fui hecho, y para ti, primero,
y cuando decaí, compró tu sangre
lo que antes de caer era ya tuyo.

Tu hijo soy, que haces brillar contigo;
tu siervo, cuyas penas has pagado,
imagen tuya y, aunque profanado,
un templo de tu Espíritu divino.

¿Por qué el demonio entonces me conquista?
¿Por qué roba y aun viola tu derecho?
Salvo que te alces por tu obra y luches,
perderé la esperanza cuando vea

que tú, que amas al hombre, no me eliges,
y Satán, que me odia, no me excluye.
 


III

Puedan llanto y suspiros ir de nuevo
a mis ojos y pecho, que he agotado;
pueda yo en este sacro descontento
llorar con fruto y no llorar en vano.

¡Qué aguaceros vertí en mi idolatría!
¡Cuánto rasgó mi corazón la angustia!
Sufrir fue mi pecado. Me arrepiento:
Porque sufrí, debo sufrir la pena.

El salteador nocturno y el borracho,
el lascivo rijoso, el vanidoso
recuerdan alegrías para alivio
de males venideros. En mí, pobre,

el dolor vehemente siempre ha sido
causa y efecto, crimen y castigo.
 


IV

Mi alma negra, te llama la dolencia,
que es campeón y heraldo de la muerte;
eres un peregrino que no osa
regresar adonde hizo felonía;

o un ladrón que, aun leída su condena
a muerte, se desea liberado,
pero, arrastrado hacia el cadalso, anhela
poder estar aún encarcelado.

Si te arrepientes, puedes hallar gracia;
mas ¿quién te la dará para que empieces?
Hazte tú misma negra en santo luto,
y roja de rubor, pues has pecado;

y lávate en la sangre del Ungido,
que puede blanquear las almas rojas.
 


V

Soy un pequeño mundo hecho con maña
de un alma de ángel y los elementos,
pero el negro pecado ha hecho la noche
en ambas partes, y han de morir ambas.

Tú, que has hallado más allá del cielo
más alto esferas nuevas, tierras nuevas,
vierte en mis ojos mares nuevos que hagan
que pueda ahogar mi mundo con mi llanto,

o lavarlo, si no ha de ser ahogado.
Pero ha de ser quemado; antes un fuego
de lujuria y envidia lo ha abrasado
y hecho más sucio; apáguense sus llamas,

y quémame, Señor, con celo ardiente
de ti y tu casa, que comiendo cura.
 


VI

Esta es la última escena de mi obra;
aquí es la última milla de mi viaje,
y mi carrera da su último paso,
mi pulgada final y el postrer punto;

separará la muerte en un instante
mi cuerpo y mi alma, y dormiré algún tiempo;
mas mi parte despierta verá el rostro
cuyo temor sacude ya mis huesos.

Entonces, cuando mi alma vuele al cielo,
y el cuerpo terrenal vuelva a la tierra,
mis pecados, que tienen su derecho,
al infierno caerán que los criara.

Declárame así justo, de mal limpio,
pues dejo así demonio, mundo y carne.
 


VII

En todos los rincones de la tierra,
soplad las trompas, ángeles, y alzaos
desde la muerte, muchedumbres de almas,
e id a vuestros cuerpos esparcidos;

todos los que ahogó el agua, quemó el fuego,
mató la guerra, el hambre, el despotismo,
la edad, la ley, vosotros cuyos ojos
verán a Dios y no moriréis nunca.

Mas que duerman, Señor, y dame un tiempo;
pues si abundan arriba mis pecados,
es tarde ya para pedir tu gracia
cuando estemos allí; aquí, en la tierra,

haz que yo me arrepienta; eso es tan bueno
como un perdón sellado con tu sangre.

 

VIII

Si son las almas fieles ensalzadas
igual que ángeles, puede ver mi padre,
e incluso añadir esto a su ventura,
que avanzo con valor hacia ell infierno.

Pero si nuestras mentes estas almas
las ven por circunstancias y por signos
que no son aparentes de inmediato,
¿cómo pueden probar mi verdad pura?

Ven lamentarse a idólatras amantes,
ven a magos blasfemos que conjuran
en nombre de Jesús, y a farisaicos
hipócritas rezar devotamente.

Vuelve a Dios, alma, entonces, que él conoce
tu dolor, pues lo puso él en mi pecho.
 

 
IX

Si minerales tóxicos, si ese árbol
cuyo fruto nos trajo muerte y gracia,
si las cabras lascivas, las serpientes
no pueden condenarse, ¿por qué el hombre?

¿Qué intención o razón, en mí nacida,
haría más atroz igual pecado?
Y, la misericordia siendo fácil
y grata a Dios, ¿por qué amenaza en Su ira?

Pero ¿quién soy, que osa reñir contigo?
¡Oh Dios! haz de tu sangre y de mi llanto
un Leteo celeste en el que ahogues
la memoria infeliz de mis pecados.

Que los recuerdes, llaman deuda algunos;
yo creeré piedad que los olvides.
 


X

Muerte, no te envanezcas, aunque algunos
te llamen poderosa, pues no lo eres;
los que creíste derribar no mueren,
pobre muerte, ni tú puedes matarme.

El reposo y el sueño, tus imágenes,
dan placer, luego más debes tú darlo;
y los mejores pronto van contigo,
descanso de sus huesos, dación de alma.

Sierva de reyes y desesperados,
vives de guerras, males y venenos;
hechizo y droga pueden bien dormirnos,
y mejor que tu golpe, ¿por qué te inflas?

Pasado un corto sueño, despertamos,
y no habrá muerte ya. Te mueres, muerte.

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