viernes, 24 de febrero de 2017

POEMAS DE OMAR KHAYYAM

Resultado de imagen para OMAR KHAYYAM


«Rubaiyat»:   

I. La caravana en el desierto

1
¡Despertad! Que ya el sol desde el remoto Oriente
dispersó las estrellas de su sesión nocturna,
y al escalar de nuevo el cielo iridiscente
la regia torre ciñe con su lazada ardiente.

2
Antes que el brillo fatuo del alba se extinguiera,
oigo una voz que dentro de la taberna grita:
-«Si el altar todo en luces para la fiesta espera,
¿por qué el tardo devoto duerme en la sombra afuera?»

3
Canta el gallo, y el grupo que a la intemperie queda,
-«¡Ea, abridnos, pues! -grita- nos resta un breve instante
de aguardar nuestro turno, pues al girar la rueda,
¡Quién hará que a este sitio volver otra vez pueda?»

4
Y ahora el nuevo año, removiendo ansias muertas,
al alma pensativa llama a la soledad,
donde Moisés asoma sus blancas manos yertas,
y Jesús resucita las llanuras desiertas.

5
Iram llevó sus rosas a donde nadie sabe,
con la septanulada ánfora de Jamshid;
¡Oh! pero aún destila del vino el rubí suave
y la fuente en el huerto canta su salmo grave.

6
Ya, de David los labios selló la última arcilla,
mas el Bulbul en sacro y mimético Pehlví,
-«Vino!» a la rosa ofrece en rauda seguidilla
para teñir de púrpura su marchita mejilla.


7
Ven a llenar mi copa, y en primaveral anhelo,
echa de ti ese manto de contrición y dudas;
El ave-tiempo apenas tiene luz para el vuelo,
y -¡mira! ya sus alas está tendiendo al cielo.

8
Ya en Babilonia impía, ya en Naishapur, mi cuna,
ya la copa os ofrezca dulce o amargo vino,
el de la vida filtra con tarde importuna, 
y las hojas sin savia van cayendo una a una.

9
El alba de mañana nos traerá primorosas
nuevas rosas, mas ¿dónde se fueron las de ayer?
Pero el Estío llega desbordante de rosas,
y Kaikobad, Jamshid, volverán a sus fosas.

10
¡Y deja que se vayan! Libre el mundo se vea
de Kaikobad el Grande o Kaikosrú el potente;
y de Rustúm los gritos llamando -«¡a la pelea!»
y Hatím-Taí -«¡a la orgía!»- allá se vayan, ¡Ea!

11
Ven tú conmigo al margen de este oasis florido
que pone nuevo verde al valle pedregoso:
Aquí «esclavo» y «sultán» duermen igual olvido,
y -«paz a Mahmoud»- clama amor compadecido.

12
Aquí con un mendrugo, entre el gayo ramaje,
una ánfora de vino, un manojo de versos,
y tú conmigo, sola, cantando entre el boscaje,
es para mí un paraíso el yermo más salvaje.

II. Lo fugitivo y lo eterno
13
¡Cuántos la gloria buscan en este mundo vano!
¡Cuántos van tras los goces futuros del Profeta!
¡Oh! tu oro, poco o mucho, asegura en tu mano...
Ni te seduzca el eco de ese tambor lejano.

14
Si locura no fuese, cual la araña en su nido
cuidarías la tela de tu vida presente:
¿Y a qué, si nadie sabe si el aliento absorbido
puede volver al aire de donde fue bebido?

15
¡Mira esa rosa, cómo su aire de reina asume!
Ella sonríe y dice: -«Yo en esta tierra impero;
de mi bolsa de seda el nudo se consume,
y vierte en los jardines la gracia del perfume».

16
La terrena esperanza do el alma se encadena
o se torna en cenizas o en el logro se colma:
Por sólo una o dos horas su loco andar serena,
y a volar, cual del yermo la diluida arena.

17
Ni el que su oro guardara con sórdido decoro,
ni los que 10 arrojaron al viento cual la lluvia,
ninguno fue enterrado como ceniza de oro
para incitar las ansias de exhumar su tesoro.

18
Y piensa, amigo, que esta tienda desvencijada
a cuyas puertas túrnanse las noches y los días,
fué de un sultán tras otro con su pompa habitada
por breves horas y... de prisa abandonada.

19
Los leones y lagartos han hecho su guarida
donde Jamshid brillara y hondamente bebiera
y de Bahrán forzudo la cabeza temida
pisa el asno salvaje, ¡mas no vuelve a la vida!

20
En palacios que al cielo alzaron sus pilares
y reyes a sus puertas curvaron las cabezas,
yo oí la triste tórtola, sola entre sus sillares,
-«Cuú, cuú. -gimiendo sus íntimos pesares.

21
¡Oh, dulce amada! llena la copa que hoy liberta
de dolores pasados y nuevas inquietudes:
¡Mañana! ¿Y qué? Mañana, si mi vida despierta,
siete mil años idos llamarán a mi puerta.

22
Porque aquellos que amamos con más santos amores,
en quienes ya el tiempo apuró su vendimia,
también su copa alzaron y ciñeron sus flores
y a reposar se fueron hacia mundos mejores.

23
Y nosotros que el fausto de este estío gozamos
en la cámara misma que abandonaron ellos,
a su capa de tierra a nuestra vez bajamos
a formar otra capa... ¿y a quién se la dejamos?

24
Pienso a veces que nunca la rosa abrió más roja
que sobre el suelo ungido por la sangre de un César
y el jacinto glorioso que del sol se sonroja,
de una cabeza antigua caído al surco se antoja.

25
Y esta preciosa hierba cuyo verde apacible
guarnece la ribera que nos hospeda grata,
pisa en ella muy suave, pues saber no es posible
de qué labios amantes ella brota invisible.

26
¡Oh, sí! apresuremos nuestro humano trajín,
antes que suene la hora de bajar hacia el polvo:
¡Polvo al polvo y debajo yacer del polvo ruin,
sin vino, sin canciones, sin cantar y... sin fin!

* * *
III. Ayer, hoy, mañana

27
A aquellos que en el hoy aguardan su ventura,
y a los que en el mañana fijaron su esperanza,
un muezín les grita desde la Torre Oscura:
-«¡Locos! ni aquí, ni allí, vuestra paga es segura!»

28
En sueños, otra voz, que me repite, advierto:
-«La flor abrirá al beso de la nueva mañana»;
mas un rumor que pasa, me dice, ya despierto:
-«La flor que ayer abrió, dio su aroma y ha muerto».

29
Y los santos, y sabios, y rígidos ascetas
que de ambos universos el estudio agotaron,
son arrojados fuera como locos profetas,
sus bocas y palabras del mismo polvo prietas.

30
¡Oh! cuando yo fui joven ávido he frecuentado
los santos y doctores, y oí cosas sublimes
sobre esto y sobre aquello: mas siempre me ha pasado
volverme por la puerta por donde había entrado.

31
Yo he sembrado semilla de aquel saber arcano,
y la ayudó a crecer la labor de mi mano:
y ésta fue mi cosecha: -«yo vine como el agua,
y me voy de este mundo como va el viento vano».

32
Llegado a este Universo el porqué ignorando
y el de dónde, como agua que, quiera o no quiera, corre,
salgo de él como el viento que el desierto cruzando,
sin saber hacia donde, quiera o no sigue andando.

33
¿Y qué, y así me traen desde un donde cualquiera
y desde aquí hacia allá, sin pulsar mi albedrío?
¡Si el cielo, al menos, darnos siempre el vino quisiera,
que ahogue este recuerdo que la mente lacera!


IV. El gran secreto
34
Por la séptima puerta, sidéreo peregrino,
volé y fui a sentarme de Saturno en el trono:
Muchos cerrados nudos desaté en mi camino,
mas no el nudo maestro del humano destino.

35
Y allí estaba la puerta cuya llave no vi;
y allí se alzaba el velo que lo ocultaba todo:
Un vago murmurar cerca de Ti y de Mí
se escuchó... y después nada, ni de Mí ni de Ti.

36
Nada pudo la Tierra decir, ni el taciturno
mar que en flúida púrpura su ausente Dios implora;
ni el cielo que mil signos pregonan, y a su turno
velan, la luz del día y el luminar nocturno.

37
Luego al Tú en Mí que oculto tras el velo infinito
incesante labora, en mi extravío invoco:
-«¿Con qué lumbre orientarme en mi vagar fortuito?»
-«Con una mente ciega!»-se contesta a mi grito.

38
Después el labio frío de este vaso terreno
besé, en pos del Secreto del Pozo de la Vida,
y a mi ardiente contacto, -«¡Bebe, dijo, sin freno
en vida, antes que duermas en el eterno seno!-

39
Y pienso que aquel vaso que tímido me hablara,
también vivió su vida y bebió con deleite;
y su labio impasible que en mi sed yo besara,
¡cuántos besos sintiera y ¡ay! cuántos otorgara!

40
Y recuerdo que un día mi paso se detuvo
por ver un alfarero que batía su barro:
Y el barro en frase tímida su frenesí contuvo:
-«¡Suave, hermano, mi forma también tu forma tuvo!»

41
¿Y no es ésta la misma milenaria balada
que desde el primer hombre historia abajo rueda,
sobre aquella bolilla de tierra fecundada
que dentro el limo humano dejó Dios encerrada?

42
Y ni una de esas gotas que de la copa echamos
a la sedienta hierba, se escurrió bajo tierra,
a mitigar la angustia de un alma que olvidamos
y muy hondo y muy lejos en el tiempo dejamos.

43
Como los tulipanes, en su sed inexhausta
de celeste vendimia, sus cálices elevan,
tú podrás desde arriba conjurar tu hada infausta,
inclinándote a tierra como una copa exhausta.

44
Mientras del breve viaje el fin no se resuelva,
puedes la amada forma ceñir entre tus brazos,
antes que la alma tierra a recobrarte vuelva,
y en la última caricia en polvo te disuelva.

45
Si la copa en que libas, si el labio que oprimiste
acaban donde todo comienza y se concluye,
piensa que ahora eres el mismo que ayer fuiste,
y más allá no harías nada más que aquí hiciste.

46
Cuando el Ángel, copero de aquel brebaje oscuro,
te halle sentado al margen del río confidente,
y te ofrezca su néctar, no huyas del conjuro:
Toma y bebe hasta el fondo con ánimo seguro.

47
Ni temas que al ajuste de tu vida irredenta
pueda romperse el molde, ni extinguirse tu tipo:
el Saki eterno ha echado, en innúmera cuenta,
de esas mismas burbujas en la copa sedienta.

48
Cuando hayamos cruzado tú y yo el negro velo,
¡Oh! el mundo impasible continuará su ronda;
nuestra venida y vuelta le darán tal recelo
como al mar si le arrojas un guijarro del suelo.

49
¡Un instante de aliento en la ruta desierta
gustar solo una gota del agua de la vida!
Las estrellas se apagan; la caravana alerta
parte ya hacia la Nada: ¡ya es la hora, despierta!

50
¿Y necio gastarías en pos del Gran Secreto
esta brizna de vida? Un cabello, nos dicen,
de lo cierto y lo falso forma el espacio neto:
Y el hilo de la vida ¿de dónde está sujeto?

51
¡Que un cabello lo falso de lo cierto separa!
¡Oh, sí! Aunque un tilde fuese la seña guiadora,
acaso hasta el oculto Tesoro te llevara,
y acaso contemplases al Señor ante su Ara.

52
Su presencia difusa por las arterias rueda
del mundo como azogue, para ahorrarte su busca:
desde Máhi hasta Máh, toda forma remeda:
Todo muda o perece, mas Él inmune queda.

53
Un momento fantástico y luego al negro abismo
volver con igual prisa, do el drama se despliega,
en que para solaz del eterno humorismo,
Él lo inventa, es artífice y actor a un tiempo mismo.

54
Si en vano bajo el suelo con avidez sondeas
y hacia arriba, a esa Puerta sin término sellada,
-Hoy, mientras seas tú y un sentido poseas,-
¿Qué harás mañana cuando ni tú ni nada seas?

* * *
V. La magia de la viña
55
¡Oh!, no más te atormente lo humano o lo divino,
y que el mañana solo desate su madeja:
¡Hunde tus dedos muelles en el ébano fino
de las trenzas de alguna flexible Hada del vino!

56
Y tu hora no malgastes, ni en la conquista ociosa
de este o aquel engaño te empeñes ni disputes:
Alégrate más bien con la uva generosa,
que ir en pos de una fruta, o ausente, o venenosa.

57
Y bien sabéis, amigos, con cual altivo porte
de mi nuevo himeneo celebré el festival,
La Razón repudiando de mi lecho y mi corte,
y a la Hija de la Viña tomando por consorte.

58
Si al «es» como al «no es», en cierta ley y norma,
y el «abajo y «arriba» con lógica defino,
de todo lo que he visto en la sensible forma,
lo más hondo es el vino que en su alma se transforma.

59
Mas mis computaciones -se dice- punto a punto,
han ajustado el año a la humana medida;
y si es así, arranca, de un golpe y todo junto,
EL «mañana» aun innato y el «ayer» ya difunto.

60
Y poco ha en la Taberna, por la puerta fluía,
filtrándose en la sombra, una silueta de Ángel:
una pintada cuba en su espalda traía;
La gusté, y de la uva el sabor trascendía.

61
La uva, sí, que puede con lógica absoluta
las setenta y dos sectas rivales confundir
Con su Alquimia, que al plomo de nuestra vida bruta
en un tris de maniobra en oro lo transmuta.

62
Y el potente Mahmoud que aliento de Allah aspira,
la tenebrosa turba, la temerosa horda
de espantos y tristezas, que nuestra alma transpira,

63
Y si esta esencia fuese de Dios un atributo,
¿Quién blasfemar osara de la vid como un lazo ?
Y si es un crimen ¿quién nos mandó su tributo?
Antes, pues, como gracia gustemos de su fruto.

64
Debo abjurar del Bálsamo de vida, sí, ya es hora;
Antes que nuevas tasas pague mi fe sincera,
O, yendo en pos de alguna bebida redentora,
mi vaso caiga al polvo que todo lo devora.

65
Si la secta de abstemios del amor y del vino
sola es llamada al goce del Edén del Profeta,
¡Ay! temo que el Paraíso, con su encanto divino,
Vaya a quedar desierto, sin fieles ni destino!

66
¡Amagos del infierno! ¡Promesas del Paraíso!
sólo es cierta una cosa -que nuestra vida vuela!
Sólo es cierta una cosa, -lo demás falso viso-:
«La flor que un día abriera, por siempre se deshizo»

VI. El vuelo del alma
67
Y caso extraño ¿no? De las vidas aquéllas
que primero pasaron tras la cortina oscura,
ninguna aquí retorna a mostrarnos sus huellas,
para abrir nuevas rutas por entre las estrellas.

68
Y las revelaciones del sabio y del devoto,
que profetas ungidos en llamas difundieron,
¿qué son sino consejos de un ensueño remoto,
dichos y al punto vueltos a su dormir ignoto?

69
Porque si el alma puede dejar su polvo turbio,
y cabalgar desnuda por los aires del cielo
¿No es, acaso, vergüenza, no es un fatal disturbio
habitar por más tiempo en este vil suburbio?

70
Y éste es sólo una tienda donde un sultán reposa
mientras va de camino al reino de la muerte:
Sale el sultán, y al punto, un hosco peón de fosa
la alza, y para otro huésped la adereza lujosa.

71
Y yo envié mi alma tras lo Invisible eterno,
del más allá una carta buscando descifrar;
tras una larga angustia de mi conflicto interno,
vuelve y me lee: -«Mira: yo soy Cielo e Infierno».

72
Cielo es sólo visión del Deseo cumplido
y el Infierno la sombra de un alma de ansia presa,
lanzada a esta tiniebla donde, apenas surgido,
el hombre ha de quedar en polvo convertido.

73
Y al fin no somos más que una movible fila
de fantásticas formas que vienen y que van
en torno a esta Linterna del Sol, que alumbra, oscila,
y el Maestro abre y cierra cual mágica pupila.

74
Nosotros, piezas mudas del juego que Él despliega
sobre el tablero abierto de noches y de días,
aquí y allá las mueve, las une, las despega,
y una a una en la Caja, al final, las relega.

75
La bola nada inquiere de sí, ni no, ni modo,
y el jugador doquiera de un lado al otro corre:
pero él, que los echara en el campo de lodo,
todo de ellos lo sabe, ¡oh, todo, todo, todo!

76
Su índice el fallo escribe: si tu piedad impetra,
si tu ingenio excogita, si tu fe intercede
por borrar una línea, tu voz nunca penetra;
ni tus lágrimas juntas lavarán una letra.

VII. Predestinación
77
Que el Doctor y el Filósofo sigan en su faena
de hablar de lo que quieran y de lo no pensado:
Todo no es más que un tramo de infinita cadena
que nadie mueve, corta, ni hace girar , ni enfrena.

78
Y esa crátera inversa del cielo que te escuda,
bajo la cual rampantes vivimos y morirnos,
no le tiendas tu mano en súplica de ayuda,
pues, ¡como tú y yo gira tan impotente y muda!

79
Del primitivo barro se hizo el hombre primero,
y se echó la semilla de la última cosecha;
y la primera aurora dejó escrito el letrero
que leerá la última de aquel Juicio postrero.

80
El ayer ya dispuso del hoy la suerte triste,
y el silencio y el triunfo y el dolor del mañana:
¡Bebe! pues que no sabes cuándo y porqué viniste
e ignoras porqué y dónde predestinado fuiste.

81
Cuando el corcel flamígero de estrellas fué domado
y fijos los destinos de Parwin y Mushtari,
mi sino así fue escrito dentro del desmedrado
grumo de polvo y alma para mí prefijado.

82
Brotó la vid, y mi alma de su esencia fué ungida
y aunque ría el Derviche, de mi metal plebeyo
puedo forjar la llave para darle subida,
cuando aúlle a la puerta su alma despavorida.

83
Y esto más sé: ya sea que la luz verdadera
en amor me deleite o en ansia me consuma.
Un solo rayo suyo que en mi copa encendiera
es mejor que en el templo perderla toda entera.

84
Por cierto que más vale desde la innocua Nada
hacer vivir un algo de conciencia o sentido,
que soportar el yugo de la dicha vedada,
con penas infinitas si la ley es violada.

85
¡Cómo! ¡Ser resarcido por la inmane criatura,
en oro vivo, de eso en vil mezcla prestado;
por deuda no debida ser juzgada perjura,
sin poder contestar! -¡Oh, mercancía impura!

86
No será por temer su mirada severa:
no confundir os juro su gracia y su injusticia;
y al cobarde que tales confesiones hiciera,
de la Taberna echáranle por la ventana afuera.

87
¡Oh, Tú! que de mil lazos y pozos sin medida
de mi paso errabundo sembraste el derrotero,
¿No harás que un mal prefijo mi marcha enrede e impida,
e impute luego a crimen mi segura caída?

88
¡Oh, Tú! que al hombre hiciste de la arcilla más vil,
y en el Edén, oculto, lo pusiste al reptil,
de toda humana falta que su vida mancilla,
dale el perdón y el suyo recibe Tú... ¡es gentil!

VIII. El coloquio de las ánforas
89
Oye más: una noche, entre el rumor postrero
del Ramazán, y antes que la luna se alzara,
quedéme solo dentro de un taller de alfarero,
por su pueblo de arcilla rodeado y prisionero.

90
Y esta vez, entre todos, la voz desvanecida
circula cual si fuese el chirrido medroso
de cenizas de alguna lengua ha tiempo extinguida,
que mi oído excitado devolviese a la vida.

91
Entonces uno dijo: -«No fué vano el intento
de amasar mi substancia con la más vil materia:
El que, sutil, me diera la forma que hoy ostento,
podrá tornarme en tierra informe en un momento».

92
Y otro replica: -«¿Y qué? ¿Acaso no podría
un niño que en la copa escanció con deleite,
romperla, y el que la hizo de amor y fantasía,
no la quebrara, acaso, de cólera algún día ?»

93
Nadie dió la respuesta; pero tras breve pausa,
otro vaso de menos arrogante figura,
-«Me burlan -dice- por mi menguada apostura;
¿la mano del artista tembló, pues, por mi causa?»

94
Con la muerte y la vida el mismo qué inquiero;
el porqué siempre listo, pero no el por tanto;
y así otro vaso anónimo interroga certero:
-«¿Quién aquí es la vasija y quién el alfarero?»

95
Dijo uno: -«Todos hablan de un Señor inmutable,
y su rostro le tiznan con humo del Infierno,
y también de un juicio último de rigor implacable...
mas es buen camarada y todo irá admirable».

96
-«Bien -otro habló-; si así es, probémoslo conmigo:
mi arcilla, por olvido del Maestro, se ha secado;
mas llenadme de nuevo del viejo vino amigo
¡y veréis con qué gracia mi frescor os prodigo!»

97
Y mientras que los vasos van así departiendo,
otro espiaba hacia afuera la luna en el creciente:
y habló: -«¡Hermano, hermano! -el Shawwal presintiendo,-
¡ya el nudo de la bolsa se abre, ya está crujiendo!»

IX. El ocaso del astro
98
Ah! reanimad con la uva mi marchitada vida;
ungidme en sus aromas si es ya mi último sueño;
y envuelto de hojas frescas en túnica florida
dejadme entre las frondas de una huerta escondida;

99
Para que, reviviendo por la vernal tibieza,
pueda enviar mis adioses a los viejos amigos,
en la rama que al muro se inclina y se adereza
para verter sus flores por sobre su cabeza;

100
Para que mis cenizas, como el vástago altivo
de la viña, el espacio en espiral escalen,
y así, el buen creyente, si pasa pensativo,
no quedará enredado por absorto o esquivo.

101
¡Ah! y en verdad los ídolos que yo amé con pasión
mucho daño me hicieron a los ojos del mundo:
En frágil copa ahogaron mi gloria y mi ambición
y mi fama vendieron por una ruin canción.

102
Es cierto, sí, es cierto: Yo prometí enmendarme;
lo juré, ¿mas estaba en mi juicio al jurarlo?
La Primavera vino sus rosas a ofrendarme...
y de mi contrición la túnica a rasgarme.

103
Y aunque el vino el sainete del infiel me jugara,
y aunque me despojase de mi traje de honor,
yo admiro siempre cómo el viñador comprara
tal merca por venderla la mitad menos cara.

104
¡Ah, y esta Primavera marchitará sus rosas!
Se cerrará este escrito de juvenil perfume;
y el Bulbul que en sus frondas ritmó piedras preciosas,
¿dónde tendió -quién sabe- sus alas misteriosas?

105
¡Si al menos de la Fuente del Desierto surgiese
una vaga vislumbre que el rumbo revelase!
El caminante exánime al frescor reviviese
cual la hierba del campo que el rocío reverdece.

106
¡Ah! si fuese posible rehacer el Universo,
cerrar a nuestro antojo el Libro del Destino;
el Autor en un folio más sonrosado y terso
grabara nuestros nombres, ¡o borrara su verso!

107
¡Oh Amor, si pudiéramos con ayuda del Hado
tachar de un rasgo solo todo este embrión de cosas!
Vuelto de nuevo a polvo, lo habríamos forjado
más cercano a la forma que hubiésemos soñado.

108
¡Cuánto mejor no fuera del catálogo arcano
borrar del Universo toda alma infortunada,
que engrosar gota a gota del infortunio humano
los ríos que se llevan al Infinito Océano!

109
Mas la luna del cielo, al subir en Creciente,
nos mira, oh dulce amada, tras el trémulo llano:
¡Cuántas veces, más tarde, me buscará impaciente,
entre estas mismas hojas, y vana, vanamente!

110
Y cuando el pie de nácar Tú deslices un día
por las tumbas dispersas sobre esta hierba mustia,
y en tu vagar abstracto llegues hasta la mía,
¡vuelca tu copa y, quede para siempre vacía!

                                                                        Así sea.


¿Por qué vendes tu vino, mercader?
¿Qué pueden darte a cambio de tu vino?
¿Dinero? … ¿Y qué puede darte el dinero?
¿Poder? … ¿Pues no eres el dueño del mundo
cuando tienes en tus manos una copa?
¿Riqueza? … ¿Hay alguien más rico que tú,
que en tu copa tienes oro, rubíes, perlas y sueños?
¿Amor? … ¿No sientes arder la sangre en tus venas
cuando la copa besa tus labios;
no son los besos del vino tan dulces
como los más ardorosos de la hurí?
Pues si todo lo tienes en el vino,
dime mercader: ¿por qué lo vendes?
Poeta, porque haciendo llegar a todos mi vino,
doy poder, riquezas, sueños, amor…;
porque cuando estrechas en tus brazos a la amada,
me recuerdas;
porque cuando quieres desear felicidad al amigo,
levantas tu copa;
porque Dios cuando bendijo el agua la trasformó en vino,
y porque cuando bendijo el vino se trasformó en sangre…
Si te ofrezco mi vino, poeta…
¡No me llames mercader!



I


Todos saben que jamás murmuré una oración.
Todos saben también que jamás traté de disimular mis defectos.
Ignoro si existen una Justicia y una Misericordia.
Si las hay, estoy en paz, porque siempre fui sincero. 


II


¿Qué vale más? ¿examinar nuestra conciencia sentados en una taberna
o posternarnos en una mezquita con el alma ausente?
No me preocupa saber si tenemos un Dios
ni el destino que nos reserva. 


III


Sé compasivo con los bebedores. No olvides que tú tienes otros defectos.
Si quieres alcanzar la paz y la serenidad,
piensa en los desheredados de la vida y en los pobres que viven en el infortunio.
Entonces te sentirás feliz. 


IV


Procede en forma tal que tu prójimo no se sienta humillado con tu sabiduría.
Domínate, domínate. Jamás te abandones a la ira.
Si quieres conquistar la paz definitiva,
sonríe al Destino que se ensaña contigo y nunca te ensañes con nadie. 


V


Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, esfuérzate por ser feliz hoy.
Toma un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna
y bebe pensando en que mañana
quizá la luna te busque inútilmente. 
pensadores

VI


De cuando en cuando los hombres leen el Corán, el libro por excelencia,
¿Pero quién es el que a diario se deleita con su lectura?
En el borde de todos los cálices colmados de vino,
triunfa cincelada una secreta verdad que debemos saborear. 


VII


Nuestro tesoro es el vino y nuestro palacio la taberna.
La sed y la embriaguez son nuestras fieles compañeras.
Ignoramos el miedo porque sabemos que nuestras almas, nuestros corazones, nuestros cálices
y nuestras vestes manchadas, nada tienen que temer del polvo, del agua ni del fuego. 


VIII


Confórmate en este mundo con pocos amigos.
No busques propiciar la simpatía que alguien te inspiró
Antes de estrechar la mano de un hombre,
piensa si ella no ha de golpearte un día. 


IX


Antaño, este jarrón era un pobre enamorado
que sufría ante la indiferencia de una mujer.
El asa del borde era el brazo
que ceñía el cuello de su bienamada. 


X


¡Cuan pobre el corazón que no sabe amar,
que no puede embriagarse de amor! Si no amas,
¿Cómo te explicas la luz enceguecedora del sol
y la más leve claridad que trae la luna? 
XI


Toda mi juventud retoña hoy.¡Sírveme vino!
No importa cuál...¡No soy exigente!
En verdad, al mejor lo encontraré
tan amargo como la vida. 


XII


Sabes que no tienes poder sobre tu destino.
¿Por qué esa incertidumbre del mañana ha de causarte miedo?
Si eres sabio, goza del momento presente.
¿El porvenir? ¿qué te puede traer el porvenir? 


XIII


He aquí la estación inefable, la estación de la esperanza,
la estación en que las almas sedientas de otras almas buscan una quietud perfumada.
Cada flor, ¿es acaso la blanca mano de Moisés?
Cada brisa, ¿es acaso el tibio aliento de Jesús? 


XIV


No anda seguro por el Sendero el hombre que no ha recogido el fruto de la verdad.
Si pudo cosecharlo del árbol de la Ciencia,
sabe que los días pasados y los días por venir
en nada se distinguen del alucinante primer día de la Creación. 


XV


Más allá de los límites de la Tierra, más allá del límite Infinito,
buscaba yo el Cielo y el Infierno.
Pero una voz severa me advirtió:
"El Cielo y el Infierno están en ti." 


XVI


Nada me aflige ya ¡Levántate para ofrecerme vino!
Tu boca esta noche, es la más bella rosa del mundo... ¡Escancia vino!
¡Que sea carmín como tus mejillas y haga leves movimientos
como ligeros son tus bucles! 


XVII


La brisa de la primavera refresca el cuerpo de las rosas.
Y en la sombra azulada del jardín, acaricia también el cuerpo de mi amada.
A pesar de la plenitud que gozamos, olvido nuestro pasado.
¡Tan seductora es la caricia del Presente! 


XVIII


¿Insistiré aún en colmar de piedras el Océano?
Solo desprecio siento por los libertinos y los devotos. Khayyám:
¿Quién puede afirmarte que irás al Cielo o al Infierno? Ante todo: ¿Qué entenderemos por tales palabras?
¿Conoces a alguien que haya visitado estas regiones misteriosas? 


XIX


¡Aunque bebedor, ignoro quien te modeló, ánfora inmensa!
Solo sé que eres capaz de contener tres medidas de vino y que un día
la Muerte te romperá. Entonces me preguntaré largo tiempo por qué fuiste creada,
por qué fuiste feliz y porqué no eres más que polvo. 


XX


Fugaces son nuestros días y huyen
como el agua de los ríos y los vientos del desierto.
Empero, dos días me dejan indiferentes:
El que ayer murió y el que mañana no ha nacido. 



XXI


¿Cuándo nací?¿Cuándo moriré?
Nadie recuerda el día de su nacimiento ni es capaz de prever el de su muerte.
¡Ven dócil bienamada!
Quiero olvidar en la embriaguez el dolor de nuestra ignorancia. 


XXII


Khayyám, cosiendo las tiendas de la sabiduría,
cayó en la hoguera del Dolor y fue convertido en cenizas.
El ángel Azraël separó las cuerdas de su tienda.
La Muerte le ofrendó su gloria por una canción. 


XXIII


¿Por qué te angustia, Khayyám, el excesivo pecar?
Inútil es tu tristeza.
¿Qué hay después de la Muerte?
La Nada o la Misericordia. 


XXIV


En los monasterios , las sinagogas y las mezquitas
hallan refugio los débiles temerosos del Infierno.
Pero el hombre que ha experimentado el poder de Dios,
no cultiva en su corazón las malas semillas del miedo y de la súplica. 


XXV


Suelo ir a sentarme en primavera, a la riba de un campo florecido.
Cuando una esbelta doncella me ofrece su cáliz de vino,
no pienso para nada en mi salud.
En verdad, valdría menos que un perro si tuviese tan grosera preocupación. 


XXVI


El mundo inabarcable: Un grano de polvo en el espacio.
Toda la ciencia del hombre: Las palabras.
Los pueblos, las bestias y las flores de siete climas son sombras.
La Nada es el fruto de tu constante meditación. 


XXVII


Demos por supuesto que hayas resuelto el enigma de la Creación. Pero, ¿conoces tu destino?
Demos por supuesto que hayas despojado de todas sus vestes a la Verdad Pero,
¿conoces tu destino? Demos por supuesto que hayas sido feliz durante cien años
y que cien otros te esperen todavía. Pero, ¿conoces tu destino? 




XXVIII


Convéncete bien de esto: Un día tu alma dejará el cuerpo
y serás arrastrado tras un velo fluctuante entre el mundo y lo incognoscible.
Mientras esperas ¡sé feliz!.
No sabes cuál es tu origen e ignoras cuál es tu destino. 


XXIX


Los mayores sabios y filósofos
caminaron en las tinieblas de la ignorancia.
Con todo fueron la lumbre de su época.
Pero , ¿que hicieron? Pronunciar algunas 
frases y luego dormitar. 


XXX


Me dijo el corazón: " Quiero conocer, quiero aprender.
¡Instrúyeme tú Khayyám, que tanto has estudiado!"
Al pronunciar la primera letra del alfabeto, me replicó el corazón:
"Ahora ya sé, Uno es la primera cifra del número que nunca tiene fin. 


XXXI


Nadie puede comprender lo inefable.
Nadie es capaz de ver lo que se oculta detrás de lo aparente.
Todas nuestras moradas son provisionales, salvo la última:
La morada de la tierra. ¡Bebe vino! ¡Basta de inútiles palabras! 


XXXII


La vida no es más que un juego monótono
en el que con certeza encontrarás dos premios:
El dolor y la muerte. ¡Feliz el niño que murió al poco de nacer!
¡Más feliz aún aquel que no tocó el mundo! 


XXXIII


En la feria que atraviesas, no procures encontrar algún amigo.
Tampoco busques sólido refugio.
Con ánimo valiente, acepta el dolor sin la esperanza de un remedio inexistente.
Sonríe ante la desgracia y no le pidas a nadie que te sonría: perderás el tiempo. 

XXXIV


Gira la rueda de la fortuna sin reparar en los pronósticos de los sabios.
Renuncia a la vanidad de contar los astros y medita mejor sobre ésta certeza:
Has de morir, no volverás a soñar y los gusanos del sepulcro
o los perros vagabundos devorarán lo que quede de tu cuerpo. 


XXXV


Cuando tuve sueño, la Sabiduría me dijo:
Las rosas de la Felicidad no perfuman el sueño de nadie.
En vez de abandonarte a este hermano de la Muerte, ¡Bebe vino!
¡Tienes la eternidad para dormir! 


XXXVI


El Creador del mundo y las estrellas se excedió cuando determinó,
que el dolor habría de existir entre los hombres.
Labios como rubíes, guedejas embalsamadas:
¿Qué número alcanzasteis en la tierra? 


XXXVII


Imposible observar el cielo. ¡Llevo en los ojos un cendal de lágrimas!
Gráciles chispas son las hogueras del Infierno
frente a las llamas que me consumen.
El Paraíso para mí, no es más que un instante de paz. 


XXXVIII


Sueño sobre la tierra, sueño bajo la tierra,
cuerpos que yacen.
Por doquiera es la nada. Desierto de la nada.
Seres que llegan. Seres que se extinguen. 


XXIX


Viejo mundo cruzado al galope
por el caballo blanco del día y el caballo negro de la Noche:
¡Eres el lúgubre palacio donde cien Djemchids soñaron con la gloria
y cien Bahrâms con el amor soñaron, para despertar todos con dolor y en llanto! 


XL


El viento sur secó la rosa a la que el ruiseñor cantaba sus alabanzas
¿Debemos llorar por su muerte o por nuestra supervivencia?
cuando la Muerte seque nuestras faces,
otras rosas lucirán sus gracias. 


XLI


Renuncia a la recompensa que merecías. Sé feliz.
No te lamentes por nada. No anheles nada.
Lo que te ha de suceder,
escrito está en el Libro que hojea al azar el viento de la Eternidad. 


XLII


Cuando oigo que divagan acerca de los gozos reservados a los elegidos,
me limito a exclamar:" Yo sólo confío en el vino.
¡Moneda constante y nada de promesas!
El ruido del tambor, sólo a la distancia se hace agradable..." 


XLIII


¡Bebe vino! Lograrás la vida eterna.
El vino es el único capaz de restituirte la juventud.
¡Divina estación de las rosas, del vino y de los buenos amigos!
¡Goza del instante fugitivo de tu vida! 


XLIV


¡Bebe vino!
Largo será el tiempo que habrás de dormir
bajo tierra sin compañía de mujer y sin amigo.
Oye este secreto: Los tulipanes secos ya no resucitan. 


XLV


En voz baja dijo la arcilla
al alfarero que la amasaba:
"No olvides que alguna vez fui como tú.
¡No me maltrates!" 

XLVI


Alfarero si eres prudente,
¡cuídate de no estropear la arcilla con que fue amasado Adán!
Adivino sobre tu torno la mano de Féridun y el corazón de Khosrou
¿Qué pretendes hacer? 


XLVII


El tulipán extrae su púrpura
de la sangre de un emperador muerto.
Y la violeta nace del lunar
que adornaba las facciones de un adolescente. 


XLVIII


Hace infinidad de siglos que se suceden crepúsculos y auroras.
Hace infinidad de siglos que los astros trazan su ronda.
Amasa la tierra con cuidado, acaso el terrón que vas a aplastar
fue antaño el ojo lánguido de un adolescente. 

XLIX


Acaso brotan de los labios yertos de una mujer
las raíces del narciso tembloroso al borde del arroyo.
¡Roza con leve pie el césped que hunden tus pasos!
Quizá nació de las cenizas de hermosos rostros donde triunfó el brillo de rojos tulipanes. 


L


Ví ayer a un alfarero trabajando.
Modelaba los flancos y las asas de un cántaro.
El barro amasado eran
cráneos de sultanes y manos de mendigos. 



LI


El bien y el mal luchan por obtener la primacía en este mundo.
El cielo no es responsable de la gloria o la desgracia que el destino nos depara
Ni le agradezcas ni le acuses.
Está lejos tanto de tus goces como de tus penas. 


LII


Si sembraste en tu corazón la semilla del Amor,
no fue inútil tu vida.
Tampoco si intentaste escuchar la voz de Dios.
Y menos aún, si con sonrisa ligera ofrendaste al placer tu cáliz. 


LIII


¡Actúa con prudencia, viajero!
Peligroso es el camino que transitas y afilada la daga del Destino.
No te hartes con las almendras dulces.
Contienen veneno. 


LIV


Un jardín, una cimbreante doncella, un cántaro de vino,
mi deseo y mi amargura:
He aquí mi Paraíso y mi Infierno.
Pero ¿ quién ha recorrido el Cielo o el Infierno? 


LV


Tú cuyas mejillas eclipsan a la eglantina de los campos;
tú cuyo rostro finge un ídolo chino:
¿Sabes acaso que tu mirar aterciopelado trocó
al rey de Babilonia en alfil que huye de la reina? 


LVI


La vida continúa ¿Qué queda de Balk y de Bagdad?
El menor toque es fatal a la rosa demasiado vivaz.
Bebe vino y contempla la luna; trata si puedes,
de evocar las muertas civilizaciones que alumbró en su apogeo. 


LVII


Escucha lo que la sabiduría te repite día tras día:
La vida es breve.
En nada eres semejante a las plantas
que retoñan luego de podadas.
 


LVIII


Los retóricos y los sabios silenciosos murieron sin poder entender
sobre la cuestiones del ser y el no ser. ¿Qué nos importa ser ignorantes?
Sigamos saboreando el zumo del racimo
y dejemos a estos grandes personajes consolarse con las pasas. 

LIX


Mi nacimiento no trajo ningún bien al mundo.
Mi muerte no disminuirá ni su esplendor ni su grandeza.
Nadie pudo jamás explicarme para qué he venido,
ni por qué he venido ni por qué me iré. 

LX


Caeremos en el camino del Amor y el Destino nos aplastará.
¡Oh doncella, oh mi cáliz encantado,
levántate y dame tus labios
antes de que llegue el fin y me convierta en polvo! 


LXI


De la Felicidad sólo conocemos la palabra.
Nuestro compañero más viejo es el vino nuevo.
Acaricia con los ojos y con los dedos el único bien que no falla:
el ánfora viva de sangre de la vid. 


LXII


El palacio de Bahrâm es ahora refugio de gacelas.
Merodean leones por los jardines donde antaño cantaban los músicos.
Bahrâm, que cazaba asnos salvajes,
duerme ahora en un otero donde pastan asnos domésticos. 


LXIII


No luches por la felicidad.
La vida es breve como un suspiro.
Cenizas de Djemchid y de Kaî Bobad
ruedan en la tolvanera roja que contemplas. 

LXIV


Siéntate y bebe: gozarás de la felicidad que Mamhud no conoció. Escucha
los armónicos laúdes de los amantes: son los verdaderos salmos de David.
No te abismes en el pasado ni te angusties por el futuro.
Que tu pensamiento no vaya más allá de lo presente. He aquí el secreto de la paz. 
* * *

LXV


Los mediocres y los orgullosos establecen diferencias
entre el cuerpo y el alma.
Yo sólo puedo afirmar esto:
El vino destruye nuestro miedo y nos da la quietud perfecta. 
* * *

LXVI


¡Qué misterio el de esos astros que ruedan en el espacio! Khayyám:
aférrate con fuerza a la cuerda de la Sabiduría.
¡Cuidado con el vértigo que, a tu alrededor,
derriba a tus compañeros! 

LXVII


No tengo miedo a la muerte.
Prefiero este hecho ineluctable al que me impusieron el día que nací.
¿Qué es la vida?
Un bien que yo no elegí y que devolveré con indiferencia. 

LXVIII


La vida huye cual rápida caravana.
Detén tu corcel y procura ser feliz ,
joven doncella: ¿Por qué estás triste ?
escancia un poco de vino. Lucen ya los primeros signos de la noche. 


LXIX


Escucho decir que los amantes del vino serán condenados.
No existen verdades comprobadas, pero hay mentiras evidentes.
Si quienes aman el vino y el amor van al Infierno,
vacío tiene que estar el Paraíso. 

LXX


Soy viejo ya y la pasión que me inspiraste, me lleva a la muerte.
No ceso de colmar de vino mi gran cáliz.
Mi pasión por ti anuló el discernimiento de mi razón.
Y el tiempo marchita sin piedad la fresca rosa que lucía... 

LXXI


Puedes torturarme imagen de una nueva felicidad Podéis modular vuestros arrullos,
voces del amor .Contemplo a mi querida
y sólo escucho su voz acariciante, me dice:
"Dios te perdonará".Pero yo no acepto éste perdón y tampoco lo imploraré. 


LXXII


Un poco de pan, un poco de agua fresca
La sombra de un árbol y tus ojos.
Ningún sultán más feliz que yo.
Ningún mendigo más triste que yo. 


LXXIII


¿Por qué tanta delicadeza, tanta ternura al comienzo de nuestro amor?
¿Por qué tantos cariños, tantas delicias después?
y por que hoy tu único placer es desgarrar mi corazón
¿Por qué? 


LXXIV


Cuando tu alma y mi alma
abandonen nuestros cuerpos,
se colocará un ladrillo bajo nuestra testa.
Un alarife, luego, amasará tus cenizas con las mías. 

LXXV


Vino. Único consuelo para mi corazón que sufre.
Vino perfumado con almizcle, vino de color de rosa
Escancia vino para apagar las llamas de mi tristeza.
Vino y tu laúd de cuerdas de seda, ¡Qh mi adorada! 

LXXVI


Se habla de un Creador , que creó a los seres para destruirlos
¿Por qué los feos? ¿Por qué los hermosos?
¿Quién es el responsable de estas diferencias?
No sé nada, no comprendo nada... 

LXXVII


Todos los seres tratan de recorrer el camino del conocimiento:
Aún lo buscan unos; otros afirman que ya lo encontraron.
Sin embargo, aún no se ha levantado la voz que un día clamará:
"No hay camino; no hay sendero". 


LXXVIII


Ofrece a los límites de la aurora el vino de tu cáliz.
Rojo tulipán de primavera.
Ofrece a la sonrisa de un mancebo el vino de tu cáliz, rojo como tus labios.
Bebe y no recuerdes que el puño del dolor te golpeará bien pronto. 


LXXIX


¡Vino! ¡Vino en torrentes!! ¡Que explote en mis venas!
¡Que bulla en mis sienes!
Cálices...Silencio...Nada es verdad...
Cálices... ¡Pronto!...Envejecí mucho... 

LXXX


Tal aroma de vino emanará de mi tumba
que los transeúntes se embriagarán.
Tal serenidad rodeará mi fosa,
que los amantes no se podrán alejar. 


LXXXI


En el vértigo de la vida sólo son felices
los que presumen de sabios y los que no tratan de educarse.
Me incliné sobre todos los secretos del Cosmos
y retorné a la soledad envidiando a los ciegos que hallé por el camino. 



LXXXII


Me dicen: "Deja de beber Khayyam"
Yo respondo: "Cuando bebo;
escucho a las rosas y jazmines
También escucho lo que no me puede decir mi bienamada" 


LXXXIII


¿ En qué meditas amigo?¿En tus antepasados?
Polvo son en el polvo.¿En sus valores? Deja que me sonría.
Toma éste cántaro y bebamos escuchando
sin temor el gran silencio del Cosmos. 

LXXXIV


El alba colma de rosas la bóveda del cielo. En el aire cristalino se apaga el canto del ultimo ruiseñor.
El perfume del vino es más leve.
¡ Y pensar que en éste instante hay alucinados que sueñan con gloria y honores!
¡Cuan suaves son tus cabellos amada mía! 


LXXXV


Amigo mío ;no forjes proyectos para el futuro.
¿Estás seguro de poder concluir la frase que empezaste?
Mañana quizás estemos tan distantes de esta caravana
como lejos están los que partieron hace siete mil años. 


LXXXVI


¡ Oh reciario de corazones ; toma un cántaro y un cáliz!
Sentémonos a la orilla de este arroyo.
Esbelto adolescente de luminoso rostro.
Te miro y adivino el cántaro y el cáliz que serás un día. 


LXXXVII


Hace tiempo que mi juventud yace entre las cosas muertas.
Primavera de mi vida; te pierdes hoy donde se pierden las pasada primaveras.
¡Oh juventud; partiste inadvertida!
Partiste como día a día se debilita el dulzor de primavera. 


LXXXVIII


Embriágate hermano mío , con todos los perfumes, músicas y colores.
Da tus caricias a todas las mujeres.
Recuerda que la vida es breve y que pronto
volverás a hundirte en la tierra como el agua del Zemzem y Selsebil. 


LXXXIX


Buscar la paz en este mundo es una locura.
Creer en el reposo eterno, también.
Después de muerto, breve será tu sueño:
renacerás en el césped que todos pisotean o en la flor que el sol marchita. 


XC


Me pregunto sobre lo que en verdad es mío.
Me pregunto que es lo que quedará de mí después de muerto.
Breve es la vida como un incendio; llamas que el romero olvida.
Cenizas que esparce el viento. Tal la existencia de la Humanidad. 


XCI


Certezas y dudas, error y verdad
palabras vacías como burbujas.
Irisada u opaca,
ésta burbuja es la imagen de la vida. 


XCII


Al poderío de Kaî-Kaous, a la gloria de Kaî-Kobad a las riquezas del Korasán,
prefiero un ánfora de vino.
Aprecio al mancebo que gime de dolor.
Desprecio al hipócrita que murmura una oración. 


XCIII


Escucha este profundo secreto:
Cuando la primera aurora iluminó el mundo,
Adán era ya una criatura doliente
que anhelaba la noche y pedía la muerte. 


XCIV


Brilla la luna del Ramadán.
Mañana el sol inundará de luz una ciudad silente.
Dormirán los vinos en los cántaros
y las jóvenes doncellas en la sombra de los bosques. 


XCV


A nadie le pedí la vida.
Me esfuerzo por aceptar sin júbilo y sin rabia, lo que la vida ofrece.
Partiré sin preguntar al prójimo
sobre mi extraña permanencia en este mundo. 


XCVI


No te olvides de recoger todos los frutos de la vida.
Corre a todos los festines
y elige los cálices más grandes.
Dios no lleva cuenta de nuestros vicios y virtudes. 



XCVII


Noche. Silencio. Follaje detenido como mi pensamiento. De una rosa, Imagen de tu fugaz esplendor,
cae un pétalo.¿Dónde estás ahora, tú, que me brindaste el cáliz por el cual suspiro?
Tal vez ninguna rosa se deshoja cerca de quien auxilias con tu cántaro.
Pero sé que ya no tienes la amarga felicidad con la que supe embriagarte. 


XCVIII


¡Si supieras cuán poco me interesan los cuatro elementos de la naturaleza y las cinco facultades de los hombres!
Ciertos filósofos griegos -dices- podían plantear cien problemas a su gente.
Total es mi indiferencia en ese sentido. ¡Escancia vino, pulsa el laúd,
y que sus notas me evoquen las de la brisa que huye rauda como nuestra vida. 


XCIX


Cuando me borre la sombra de la muerte y se endurezca el manojo de mis días
he de llamaros amigos míos, para ser conducido al sepulcro.
En polvo convertido, moldearéis un ánfora que colmaréis de vino.
Acaso entonces me veréis resucitar. 

C


No ansío saber donde podré adquirir el manto de la Astucia y la Mentira.
Ando siempre en busca de buen vino. Blanco es mi cabello.
Tengo setenta años. Me aferro hoy a la ocasión de ser feliz.
Mañana tal vez me falten las fuerzas. 


CI


¿Donde están nuestros amigos?
¿Los derribó y pisoteó la Muerte? ¿Dónde están?
Oigo aún sus báquicas cantigas.
¿Están muertos o están ebrios de haber vivido? 


CII


Cuando muera habrán muerto las rosas, los cipreses, los sabios bermejos y el vino perfumado.
No habrá más albas ni crepúsculos, ni penas ni alegrías.
El mundo habrá dejado de existir.
El mundo es real; sólo en función del pensamiento. 

CIII


Esta es la única certeza:
Peones somos de la misteriosa partida de ajedrez que juega Dios.
Nos mueve, nos detiene, nos eleva y nos arroja
después uno a uno al abismo de la Nada. 


CIV


La bóveda celeste simula un cáliz invertido
bajo el cual se agitan en vano los discretos.
Sea el amor por tu bienamada, como el del ánfora por el cáliz.
Mira; labio con labio, ambos se ofrendan su sangre. 


CV


Los sabios nada te enseñaron pero las caricias de las suaves pestañas de una mujer
te descubrirán la felicidad. No olvides que tus días están contados
y que presa serás en breve ; de la tierra.
Compra vino y apartado busca en él, aférrate a lo que no tienes. 


CVI


El calor del vino te liberará
de las nieves del pasado y de las brumas del porvenir;
al inundarte de luz,
romperá tus obscuras cadenas de galeote. 

CVII


Antaño, cuando frecuentaba las mezquitas,
no rezaba oración alguna mas,
volvía rico de esperanzas.
Hogareño, cuando me siento en ellas, busco la sombra más propicia del sueño. 


CVIII


En la tierra abigarrada alguien camina que no es infiel ni musulmán, ni rico ni pobre.
No invoca a Dios ni hace caso de las leyes.
No cree en la verdad ni afirma nunca nada.
En la tierra abigarrada ¿Quién es este hombre triste y valeroso? 


CIX


Antes que sepas acariciar un rostro de suavidad de rosa
¡Cuantas espinas deberás arrancar de tu propia carne!
Mira ese peine, era un pedazo de madera, cuando lo cortaron inmenso fue su dolor.
Pero hoy acicala los perfumados cabellos de un adolescente. 

CX


Cuando la brisa del amanecer entreabre las rosas
y les susurra que ya las violetas desplegaron sus vestes,
solo es digno de vivir aquel que contempla el sueño de una doncella toma su cáliz,
lo apura y finalmente lo arroja. 


CXI


¿Temes lo que pueda ocurrirte mañana? Ten confianza.
De otro modo; el infortunio no dejará de justificar tus aprensiones.
No te adhieras a nada. No interrogues los libros ni a tu prójimo.
Nuestro destino es incierto. Indescifrable. 



CXII


¡Señor, Señor; respóndenos! nos distes ojos
y permitiste que la belleza de tus criaturas nos deslumbrase.
Nos diste el don de ser felices. ¿Y pretendes que renunciemos al goce de los bienes terrenales?
Tan imposible es esto, como dar la vuelta a un cáliz sin derramar el vino que contiene. 


CXIII


En una taberna pedí a un anciano discreto
noticias de los que se fueron:
"No volverán. Es todo lo que sé.
¡Bebe vino!" -me respondió. 

CXIV


¡Mira! ¡Escucha! Vacila una rosa al soplo de la brisa. Le entona el ruiseñor ardiente epitalamio.
Se ha dormido una nube. Bebamos vino.
Olvidemos que luego esta brisa deshojará a la rosa, se llevará el canto del ruiseñor
y a la nube que nos regala preciosa sombra. 


No hay comentarios.:

Publicar un comentario