miércoles, 10 de enero de 2018

POEMAS DE BETTI ALVER

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(23 de noviembre de 1906, Jõgeva, Estonia - 19 de junio de 1989, Tartu, Estonia)

UN SASTRE LLAMADO PESAR

Ayer en la finísima lluvia
del camino,
la depresión vino
con sus tijeras abiertas.

Puso infelices camisas
alrededor de los cuellos
de los niños,
y cosió negras marcas
en las vidas
de los demás.

Alrededor de las caras enrojecidas
el sastre llamó al pesar
dejó una tela con seda negra
colgando
de ella,
y mezcló hilo de hilvanar blanco
en su pelo.

CIELO DE HIERRO


Hoy vi un lugar que nadie había visto
el Cielo de los condenados.
nadie- orgulloso o preocupado- anda
ileso por él.
Sigue andando interminablemente. Nadie
se escapa. Ninguna sequía
puede matar los coagulados pétalos
de sus flores.
Su horror
es que lo que hicimos o añoramos
hacer
es perfecto allí.
En sus mares de vidrio
ninguna tormenta
envejece,
ninguna pestilencia pudre sus viñedos.
Sólo la eterna, fija forma
está abierta
a nuestra mirada, por todas partes.
Mi alma de hierro solloza y encuentra el oro
del Cielo.
Ahora, sin orgullo ni preocupación,
quiere temblar de pasión
en la tierra
y sentir sus alas de debilidad.

FRAGMENTO

Los grandes eventos crecen en la sombra.
Lo que no crece en la sombra, carece de valor.
El poder del vencedor y las fresas de los lados del camino
comparten el mismo sabor a polvo.

Las ideas importantes te robarán la paz,
las confusas se enrulan con placer;
las más importantes nunca
encontrarán la forma en las palabras.


Corales en un río antiguo

La alta cresta de un brillante arcoiris
arqueado sobre el río ese día.
Nos paramos en el puente de hierro fundido;
por delante yace tu camino pavimentado de hierro.

Todos los tesoros del tiempo han perdido su lustre,
La verdad de Dios tiene un destello sordo y sin vida;
pero el río fluye más fuerte y más rápido
donde las cuentas de coral todavía brillan. 

No es un sueño

No es el sueño de un cerebro desordenado
o el caparazón blando de la víctima -
pero un gran hotel colosal
ese es mi esqueleto.

Escaleras, ascensores y puertas que conducen adentro,
pasillos, espejos y pasillos.
Soy un intruso en mi propia piel,
y todo completamente aterra.

Las luces se apagan, la noche revive.
Arrastrándose como gatos a sus alcaparras,
salen los invitados con papeles falsificados,
lenguas extranjeras y cuchillos afilados como navajas.


Como tiza en mi garganta, miedo
encoge cada grito de advertencia.
Si solo pudiera aprender antes de mañana
¿Dónde, oh dónde, vamos todos desde aquí? 

El gaitero

Cuando estaba sobrio, papá tocaba música en una banda.
Presionó una flauta en mi palma infantil.
Aprendí a leer la música en su stand
y mi alma se bañó en un maravilloso bálsamo calmante.
Pronto mi flauta podría llorar, reír o canturrear;
Me arrastraron a jugar en un salón
mientras que papá rechazó sus tragos de whisky y agua
y les dijo a sus amigos cuánto amaba a su hija.

Sus amigos de la sala de bar enterraron querido papá viejo
y todos sus libros de música comenzaron a desvanecerse.
Fui a la escuela, los profesores dijeron: lástima,
ella es simple y aburrida; Nunca hice el grado.
Cuando llegó la primavera, me fui de la ciudad.
Los niños de la calle me robaron, me hicieron sentir mal.
Amargamente lloré, sin documentos, sin efectivo;
Mi control de la vida había tenido un gran impacto.

Los dejo reír, soporté cada maldición y golpeo
Viví en folletos y nunca tuve un trabajo.
Pero cuando hice mi flauta canto dulce y bajo
en éxtasis, mi dolorido corazón latiría.
El sol se puso y en la luz del día se desvaneció
me echarían, pero luego me oyeron tocar.
Entonces, de vez en cuando, el aliento de Dios con un poder suave
barrió esta tierra y llevó cada nota a florecer. 

Tres sueños

Si existo, entonces soy una huella
de una pisada en la arena
o de un río
que nunca alcanza del todo
a alcanzar la mar
o el ansia
de algo que
no se encuentra en ninguna parte
en realidad soy un camino
pero no sé quién me lleva
ni dónde me conduce
ni tengo necesidad de ello
haz de mí un pájaro
modélame con tus manos
un pico bello y alas sólidas
luego, déjame arrancar vuelo
para que pueda
una vez al menos, por semana,
venir a posarme en tu hombro
la mirada fatigada
ningún camino me conduce sino a ti
en otro mundo posible
no somos más que una sola frase.

El poeta

en medio del infierno de la vida implora a su hado:
“¡Oh, concédeme nervios de acero!”
Con una taimada sonrisa de suficiencia el hado accede:
“¡Trato hecho! ¡Vete tranquilo!
De ahora en adelante tendrás nervios de acero.
Pero, afortunado de ti, tu don de poeta se ha esfumado.”


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