sábado, 27 de enero de 2018

POEMAS DE URI TZVI

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(22 de septiembre de 1896, Bilyi Kamin, Ucrania - 8 de mayo de 1981, Ramat Gan, Israel)

BAJO EL ARADO


Las nieves se han derretido nuevamente allá
y los asesinos se han transformado en labradores.
Han salido a cultivar el campo, ese campo
que es camposanto de mi gente.
Al paso del arado han quedado al descubierto
sobre el surco
los restos de uno de los míos.
El labrador continúa como si nada hubiera pasado,
ni se sobresalta.
Sonríe, lo ha reconocido...
ha visto las señales de su instrumento.


La primavera ha vuelto a resplandecer:
brotes, flores, el piar de las aves,
los rebaños, pastando junto al arroyo
de aguas claras y transparentes.

Ya no se pasean judíos con sus barbas y aladares,
no se los ve por las posadas con sus taledes
y los flecos fuera del pantalón,
ya no venden en sus baratillos ropa o comestibles,
ya no trabajan en sus talleres ni tampoco en los trenes,
ya no pasean por los mercados ni están en la sinagoga,
el arado del gentil está pasando sobre ellos.

El Señor con gran parsimonia visitó a los gentiles,
la primavera es primavera
y el verano después, ha de ser feraz.
Los árboles, a la vera del camino están frondosos,
como si estuvieran en un jardín.
La fruta nunca estuvo tan sabrosa como ahora
que no hay judíos.

Los judíos no tenían campanarios para invocar a Dios.
Benditos los gentiles, cuyos campanarios son altos.
Ahora, que es primavera,
su tañido se difunde por el llano,
solemne se diluye por el vasto paisaje
lleno de luz y de aromas,
con su ceremonial lo domina todo:
no hay lugar por el que no se escuche su eco
que como antaño pasaba
por sobre los tejados judíos...

Benditos sean los gentiles
que tienen campanarios altos
para glorificar a Dios
que vela por ellos todos...

Los judíos están bajo la reja del arado
o bajo el pasto de los prados
o enterrados en el bosque
o a la vera del camino,
en las riberas del arroyo
o en su seno.

DESCANSO


Profundamente cansado y antes de dormirme,
como un huérfano de hospicio
embutido en su delantal blanco,
sentado, escribo en el aire
como sobre una pizarra:
"No tiene importancia, no importa".

Que venga ya el gato negro a lamer
la leche que aún queda
en el jarro y lo vuelque,
yo cierro los ojos y me duermo profundamente:
"No tiene importancia, no importa".


COMO MUJER...


Como mujer que sabe de sus encantos
se burla Dios de mí: ¡huye si es tu deseo!
y no puedo huir.

Escapo de él lleno de furia
con la promesa a flor de labios,
como brasa ardiente:
¡no quiero volverlo a ver!

Sin embargo, regreso a él
y golpeo a su puerta
como novio prendado.

Como si me hubiera escrito
una carta de amor.



LA COLINA DE CADÁVERES EN LA NIEVE


Cuando sacaron a mi padre de la casa para conducirlo a la colina de
(cadáveres,
en los nevados campos extranjeros aulló el general alemán:
(¡A desvestirse!.
Y mi padre comprendió cuál era la sentencia.
Se quitó mi padre el abrigo y los pantalones como si se quitase
(la realidad del mundo,
se arrancó los zapatos como para el duelo de la tarde de Ab,
y se quedó en su ropa blanca, con las medias...
¿Qué había más desnudo que su desnudez
bajo la bóveda del cielo y en el campo nevado, aquel día, en el mundo?
Nunca se había encontrado tan desnudo bajo el cielo
y la negra y pequeña kipá de su cabeza,
a no ser por las noches al pie de la cama,
o en la casa de los baños, cuando se quitaba la ropa blanca,
las medias y el gorro, y no miraba los pudores de su carne hasta que
(las aguas
por una y otra parte la cubrían, como quien baja a adorar a lo profundo.
Pero cuando el general vio que mi padre estaba aún en ropa blanca,
con el gorrito en la cabeza, aquel malvado
le asestó un golpe entre las paletillas con su arma fría,
y mi padre tosió y cayó de cara, como delante de Dios,
se postró profundamente hasta lo más hondo de la vida y no se levantó:
emitió un quejido, como el fin de una última plegaria,
y nada existió después fuera de los cielos nublados y de la colina
(de cadáveres
y de ese general que resoplaba sobre la nieve
enrojecida con la sangre que salía de su boca.
Y al ver el general que no se levantaba, metió la puntera
de su bota negra por debajo del vientre del venerable padre
y le sacudió y lo puso boca arriba, y parecía que la tierra pagana
le pegaba en el rostro puntapiés.

Y al anochecer brotaron las estrellas y creció la colina de cadáveres en
(el campo,
y la nieve caía en la noche con una abundancia cruelmente blanda...
Así lo quería Dios. Se notaba que había Dios,
aunque era el Dios de los paganos. No hay Dios para Israel.
Sólo la nieve era testigo, la nieve que bajaba del cielo en abundancia...
Acertó a pasar por aquel sitio Rabi Uri de Strelisk, el Serafín, el abuelo,
sin que se oyera ruido alguno de pasos, ni respiración en el aire.
Abrió su boca y dijo susurrando:
ah, cuerpo que era arpa de las oraciones de Israel,
boca que derramaba consuelo al afligido,
¿cómo es que te cubre la nieve infinita de los campos paganos?
¿Dónde fueron a parar tus oraciones, nieto mío?
¿Dónde fueros las mías?
¿A qué región del mundo?
En la colina de cadáveres se agitó y se deslizó
el pequeño Samuel, a quien llamaban Samuelito. Rebulló
y se deslizó a los pies del abuelo Rabi Uri de Strelisk,
el Serafín...Gimoteó como un chiquillo y
no abrió sus ojos porque no podía. Palpó
con la palma de sus manos pequeñas los zapatos del abuelo,
y el abuelo se inclinó hacia él, y le besó en la frente y le dijo:
Bebé mío, criatura santa.
Contestó el hijo de mi hermano venerable, el chiquillo
de nombre Samuel, a quien llamaban por cariño Samuelito:
Abuelo, abuelo, ¿por qué no viniste antes con una muchedumbre
de serafines y de ángeles?
Abuelo, abuelo, ¿dónde está el Dios de los judíos?
Entonces el niño se calló,
y se quedó tendido a los pies del abuelo Rabi Uri,
que se había retrasado con sus lámparas
y no había traído un ejército de ángeles
como escudo a nuestra casa.
Y Rabi Uri de Strelisk, el Serafín,
estaba doblado, de rodillas, helándose en el campo extranjero.
Y la nieve caía. Caía. Caía...

Con Mi Dios el Smith


Como capítulos de profecía, mis días brillan con cada epifanía
Entre ellos, mi cuerpo es un trozo de metal en bruto para forjar.
Y parado encima de mí, mi herrero, Dios está atacando con fuerza:
cada herida que el tiempo corta en mí se abre ante él y
arranca y muestra en chispas hechas de momentos una luz de fuego atado.
Y este es mi destino y mi oración hasta el anochecer en el camino.
Y cuando vuelvo a arrojar mi bulto martillado sobre la cama,
mi boca es una herida que se abre y se abduce.
desnudo le hablo a mi Dios: "Tu arduo trabajo nunca disminuyó.
La noche ahora ha caído, así que ambos descansemos ".

Aquellos que viven a través de su Virtud dicen

Ellos fueron los mejores, cantando alegremente ... y su voz es silenciada.
Hijos de la raza de David que cayeron y su espada en la mano.
Eran simples y tan queridos como el muchacho David de la familia de los pastores.
Y, o Dios! te alaban desde el suelo,
El suelo en el que están cerrados no es la tierra de la muerte.
De este tipo de tierra, Tú has creado al Hombre de la antigüedad.
De este tipo es también el Monte del Templo, el suelo y la roca.
Aquellos que te elogian de este tipo de tierra: ¡son inmortales!
No hay verdad sino la de ellos y no hay gloria sino solo la de ellos.
Y nosotros de este universo, sin ellos, somos
Viviendo a través de su virtud. Su brillo nos dota de un regalo.
Aquellos que miran su tumba dejan de ser esclavos - -


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