viernes, 19 de enero de 2018

POEMAS DE IÓSIF BRÓDSKIY

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(24 de mayo de 1940, San Petersburgo, Rusia - 28 de enero de 1996, Brooklyn, Nueva York, Estados Unidos)

EL AMOR

Dos veces me desvelaba por la noche,
me acercaba a la ventana, de las farolas luz
me denegaba un fragmento de la frase,
como si de puntos suspensivos se tratase,
no me venía la consolación.
Soñé contigo encinta, y tras
haber vivido tantos años en separación,
sentí la culpa, y mis manos, que
con alegría palpaban vientre tuyo,
en realidad, rebuscaban el interruptor
y pantalón. Cuando me acercaba a la ventana,
sabía que te dejaba sola allí,
en la oscuridad, en sueños, donde me esperabas
con paciencia y no me echabas la culpa
cuando volvía de la pausa
intencionada. Es que en la oscuridad:
se prolonga lo que en plena luz se rompe.
Allí estamos casados, esposados, somos
aquellos monstruos de dos espaldas, y niños
tan solo son una excusa de nuestra desnudez.
Alguna noche del futuro
vendrás cansada, enflaquecida,
veré al hijo o a la hija, que
todavía no tienen nombres, entonces,
no tocaré el interruptor, y no tendré derecho
a dejaros en aquel reinado de las sombras
silenciosas ante la fachada de los días
que caen en dependencia de la realidad
y de mi inaccesibilidad a ella.

LA PROCESIÓN

 Parte I

  Llegó el tiempo de decir las gracias
  por todo lo que es imposible regalar
  alguna vez a alguien de vosotros
  y sonreír como si fuese por primera vez
  en tu puerta, el amor, que no existe ya,
  pero es imposible sonreír una vez más.
    
  Adiós, adiós, susurro yo sobre la marcha,
  entro de nuevo entre las calles conocidas,
  se estremecen los cristales, en la lejanía
  aumenta el bullicio matutino tan habitual,
  se apagan los fuegos en los callejones,
  Adiós, amor, un día u otro, llámame.

  Echa una mirada hacia atrás, alguna vez:
  están erguidas en los ojos borneados las casas,
  al lado suya, no sé ni cuantos años ya,
  por la acera va la procesión.

Repetí mil veces que el destino es un juego


Dedicado a L.V.Lifshitz

 Repetí mil veces que el destino es un juego.
 Que para que queremos pescado, si hay el caviar.
 Que el estilo gótico vencerá como escuela,
 como la manera de estar colocado sin pincharse.
Estoy sentado al lado de la ventana. Veo allí un álamo.
Amé a pocas. Pero — mucho.

Pensaba que el bosque tan solo es una parte del leño.
Que para que una doncella, si hay toda una generación.
Que tras cansarse del polvo levantado por la época,
descasará la vista rusa en el cabestrante estonio.
Estoy sentado al lado de la ventana. Ya lavé la vajilla.
He sido feliz aquí, pero jamás lo seré otra vez.

Escribía que en la lámpara se refleja el espanto del suelo.
Que el amor, como una acción, carece del verbo.
Que no sabía Euclides que al reducir a cero
el algo no se convierte en nada, sino en Crono.
Estoy sentado al lado de la ventana. Recordando la juventud.
Sonrío a ratos, a ratos escupo.

Dije que el papel destruye un riñón.
Que la semilla caída en la tierra siniestra
no es fértil; que la pradera y los claros
son el ejemplo del onanismo dado por la Naturaleza.
Estoy sentado al lado de la ventana, abrazando las rodillas,
en compañía de mi propia sombra pesada. 

Mi canción carecía de melodía, es por eso
que en coro cantar no se podría. No es de sorprender
que como premio por mis discursos
nadie pondrá sus pies en los hombros.
Estoy sentado en la oscuridad; como un rápido
retumba el mar detrás del estor ondulado.

Como el ciudadano del tiempo de 2ª clase, con orgullo
admito que mis mejores pensamientos
son de segunda clase, y los regalo
a los días venideros, como el saber luchar con asfixia.
Estoy sentado en la oscuridad. No es peor
la que reina en el cuarto que la del exterior.


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