(4 de marzo de 1901, Antananarivo, Madagascar - 22 de junio de 1937, Antananarivo, Madagascar)
XV
No te engañes,
tú que pareces un pajarillo
extraviado en el bosque nevado que se extiende
hasta el pecho de Tagore,
de Whitman y de Jammes,
cuyas obras reemplazan la cruz sobre tu cama,
pues no es la vejez del mundo
ni la del día varias veces milenario
la que se acaricia aquí la barba blanca
y espesa como el olvido,
como la esperanza y como la bruma de las mañanas tórridas,
allá, encima de todas las montañas,
astrólogo interrogando a las estrellas
y fumando una pipa de barro.
Es su juventud, oh hijo mío,
la juventud eterna del mundo:
metamorfoseada
(tal vez gracias al canto de tus poetas preferidos
que crean para ti una religión
en ese insondable silencio
poblado de columnas y de ríos,
de vivos y de muertos),
ya no es sino la sombra de todo el pasado
y ya no escucha sino este único presente.
XVI
Innumerables manos herrumbrosas
-olas, sombras, humaredas-
escardan y acodan
una zarza
invadida de yerbas agigantadas
de las que tan sólo surgen pájaros ciegos.
¿Qué pueden recolectar, estando ya tan cansadas?
¿Qué habrá entre sus dedos de viento?
Algunas bayas blandas y negras a fuerza de enrojecer
se han convertido ya en múltiples setas
a orillas de ese río sin piraguas
para embarcar todas esas cestas de frutos nocturnos.
XVII
El vidriero negro
cuyas pupilas innumerables nadie ha visto jamás
y a cuya chepa nadie se ha subido aún,
ese esclavo engalanado de perlas de bujería,
tan robusto como Atlas
y que se lleva los siete cielos sobre su cabeza,
parece como si el río múltiple de las nubes fuese a arrastrarlo,
el río que ya ha mojado su pampanilla.
Miles de fragmentos de vidrio
caen de sus manos
pero rebotan hacia su frente
castigada por las montañas
donde nacen los vientos.
Y tú asistes a su suplicio cotidiano
y a su labor interminable;
asistes a su agonía de hombre herido por el rayo
cuando resuenan en las murallas del Este
las caracolas marinas-
pero ya no sientes piedad por él
y ya ni siquiera recuerdas que de nuevo comienza a sufrir
cada vez que naufraga el sol.
No te engañes,
tú que pareces un pajarillo
extraviado en el bosque nevado que se extiende
hasta el pecho de Tagore,
de Whitman y de Jammes,
cuyas obras reemplazan la cruz sobre tu cama,
pues no es la vejez del mundo
ni la del día varias veces milenario
la que se acaricia aquí la barba blanca
y espesa como el olvido,
como la esperanza y como la bruma de las mañanas tórridas,
allá, encima de todas las montañas,
astrólogo interrogando a las estrellas
y fumando una pipa de barro.
Es su juventud, oh hijo mío,
la juventud eterna del mundo:
metamorfoseada
(tal vez gracias al canto de tus poetas preferidos
que crean para ti una religión
en ese insondable silencio
poblado de columnas y de ríos,
de vivos y de muertos),
ya no es sino la sombra de todo el pasado
y ya no escucha sino este único presente.
XVI
Innumerables manos herrumbrosas
-olas, sombras, humaredas-
escardan y acodan
una zarza
invadida de yerbas agigantadas
de las que tan sólo surgen pájaros ciegos.
¿Qué pueden recolectar, estando ya tan cansadas?
¿Qué habrá entre sus dedos de viento?
Algunas bayas blandas y negras a fuerza de enrojecer
se han convertido ya en múltiples setas
a orillas de ese río sin piraguas
para embarcar todas esas cestas de frutos nocturnos.
XVII
El vidriero negro
cuyas pupilas innumerables nadie ha visto jamás
y a cuya chepa nadie se ha subido aún,
ese esclavo engalanado de perlas de bujería,
tan robusto como Atlas
y que se lleva los siete cielos sobre su cabeza,
parece como si el río múltiple de las nubes fuese a arrastrarlo,
el río que ya ha mojado su pampanilla.
Miles de fragmentos de vidrio
caen de sus manos
pero rebotan hacia su frente
castigada por las montañas
donde nacen los vientos.
Y tú asistes a su suplicio cotidiano
y a su labor interminable;
asistes a su agonía de hombre herido por el rayo
cuando resuenan en las murallas del Este
las caracolas marinas-
pero ya no sientes piedad por él
y ya ni siquiera recuerdas que de nuevo comienza a sufrir
cada vez que naufraga el sol.
Dices palabras para cantar, palabras para cantar
o, el lenguaje de los muertos,
cantando palabras, para expresarlas
Durante mucho tiempo, los espíritus han
despertado
entonces nacieron y plantearon ideas
con las palabras de troxa,
Palabras obstinadas pero un alfabeto de
simplicidad
Todavía no puede bailar con el diccionario,
porque todavía no están tan alineados como las
oraciones
Pero los cantantes están mintiendo en sus labios
como un diente de león que agita la tarde
en el río
Dices palabras para cantar, palabras para cantar
cantando palabras, para expresarlas
El eco débil de una canción interna
ancho y rotundo,
libro silencioso
y para poner las esquinas de la memoria
o las orillas del río muerto
y un corazón serio
Y las palabras que pensaste cantando
Se vuelven cada vez más vivo
pero también cada vez más ligero y delgado
morir en orgullosas cimas
Como este viento que viene de palmas distantes.
Se convierten en canciones,
cabeza de ellos mismos, lo que han sido hasta
ahora
realmente
Y me gustaría cambiarlo, me gustaría corregirlo
y di:
para callar el libro
y plantar los prados de la memoria
o sembrar los labiales de flores para florecer
y suelta corazones
palabras que se solicitan,
Parece que los lirios están enterrados en las
tumbas
Estás mintiendo en los labios de un ser vivo
¡Oh, el lenguaje de los muertos!
El Buey blanco
Esta constelación en forma de cruz, es la Cruz del Sur?
Yo prefiero llamarla Boi-blanco, como los árabes.
Se trata de un parque que se extiende hasta los bordes de la noche
y enfurna entre dos Vías Lácteas.
El río de la luz no ha aplacado su sed,
y allí se bebe con avidez Golfo de nebulosas.
Al ser un efebo ciega en las regiones del día,
que no tiene nada podría acariciar con sus cuernos;
pero ahora que las flores nacen en las praderas de la noche
y los resortes de la luna a sus pies como un toro,
sus ojos recuperar la visión, y parece más fuerte que los toros azules
y bueyes salvajes que duermen en nuestros desiertos.
Leer
No hacer ruido, no se habla:
explorará un bosque ojos, el corazón
del espíritu, sueños ...
bosque secreto, pero palpable:
bosque.
ruidoso silencio de la bosque,
bosque donde el refugio de aves que se conecta al bucle,
el ave que se conecta al bucle, que vamos a cantar
o vamos a llorar.
¿Qué vamos a cantar, vamos a hacer llorar
el lugar de su nacimiento.
Bosque. Bird.
Bosque secreto, pájaro oculto
en vuestras manos.
Una estrella roja
Una estrella escarlata
crece en el fondo del cielo
Qué flor sangrienta se abre en la pradera
nocturna.
Cambia, cambia,
luego se transforma en cometa liberado por un
infante dormido
Parece acercarse y alejarse al mismo tiempo
pierde su color como flor cercana a
marchitarse,
se torna nube, se vuelve blanca, se reduce:
no es más que punta de diamante
que talla el espejo azul del cenit
donde ya se observa el resplandor
glorioso de la mañana pubescente.
CACTUS
Esa multitud de manos moldeadas
sosteniendo flores al cielo azul
esa multitud de manos sin dedos
inmutables por el viento
dicen que una fuente oculta
pozos de sus palmas no contaminadas
ellos forma que esta fuente interna
refresca a miles de ganado
y innumerables tribus, tribus errantes
en las fronteras del sur.
Manos sin dedos, que brotan de una fuente,
Manos moldeadas, coronando el cielo.
Aquí, cuando los flancos de la ciudad todavía estaban tan verdes
como rayos de luna mirando desde los bosques,
cuando todavía salieron desnudos de las colinas de Iarive
agachándose como toros hacia arriba,
estaba sobre rocas demasiado empinadas incluso para cabras
que se escondieron para proteger sus fuentes,
estos leprosos que brotan flores.
Entra a la cueva de donde vinieron
si buscas el origen de la enfermedad que los arrasa -
origen más envuelto que la noche
y más allá del amanecer -
pero no sabrás más que yo
La sangre de la tierra, el sudor de la piedra,
y el esperma del viento,
que fluyen juntos en estas palmas
se han derretido los dedos
y los reemplazó con flores doradas.
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