martes, 19 de junio de 2018

POEMAS DE KENJI MIYAZAWA


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(27 de agosto de 1896, Hienuki District, Iwate - 21 de septiembre de 1933, Hanamaki, Prefectura de Iwate, Japón)


Sin dejarme vencer por la lluvia

Sin dejarme vencer por la lluvia,
Sin dejarme vencer por el viento,
Sin dejarme vencer ni por la nieve ni por el calor del verano,
Con un cuerpo fuerte,
Y sin deseos,
Sin sentir nunca rencor,
Siempre con una sonrisa tranquila,
Cada día comer un poco de miso,
Cuatro bolas de arroz integral y un poco de verdura,
Sin dejar que nada sea
Para mi propio provecho,
Comprender a través de la correcta observación,
Y no olvidarlo,
En el bosquecillo de pinos que hay en el campo
Vivo en una pequeña cabaña con techo de paja
Si en el Este hay un niño enfermo
Voy allí y le cuido,
Si en el Oeste hay una madre cansada
Voy allí y cargo por ella el fardo de arroz,
Si en el Sur hay una persona que parece estar a punto de morir
Voy allí y le digo que no hace falta temer nada,
Si en el Norte hay una pelea o pleito
Les diré que como es algo trivial lo dejen
En tiempos de sequía derramar lagrimas
En el verano frío andar nervioso
Que todos me llamen marioneta inútil
Sin que nadie me halague
Sin que me cause ningún sufrimiento
Es en esto
En lo que me que yo me quiero convertir.
Alabado sea el Bodhisattva de la vía infinita
Alabado sea el Bodhisattva de la vía superior
Alabado sea el Buda Taho de todos los tesoros
Alabado sea el Sutra del Loto
Alabado sea el Buda Shakyamuni
Alabado sea el Bodhisattva de la vía de la pureza
Alabado sea el Bodhisattva de la vía del gozo

Jornada de espejismos


Cruzando zonas de sequía y pesca estéril
a lo largo de la costa,
cruzando desfiladeros y llanuras de bejucos
he llegado hasta aquí.
Ahora dormito bajo un sol sin fuerza
sobre la arena de una ribera solitaria
y tengo fríos los hombros y la espalda.
¡Ah esta sensación de desamparo!
quizás porque al pasar la última cañada
dejé abierto aquel portón de troncos,
aquella puerta blanca del potrero
por seguir de prisa mi camino.
En mi retina quedó la imagen de los castaños enfermos
y el frío cielo brillante.
Río arriba las nubes se amontonan
y los helados rayos solares forman una jaula;
en la jaula
un ave gigantesca y sin nombre
gorjea débilmente.


Poema


Vivimos juntos todo un año.
Era una mujer tierna y blanca.
Sus ojos siempre soñadores
parecían ver no sé qué.
La mañana de verano en que nos casamos
le compré en veinte sen[1], a una muchacha aldeana,
unas hermosas flores
en el puentecillo de las afueras del pueblo.
Mi mujer puso las flores en una jarra de vidrio
que colocó en nuestra tienda.
Por la tarde, a mi regreso a casa,
mi mujer me miró con una sonrisa extraña:
sobre la mesa había dispuesto flores y platos blancos.
Pregunté de dónde habían venido.
Mi mujer dijo que alguien había comprado
la jarra de vidrio con flores
en dos yen.
-Aquella noche azul
el viento y las estrellas
la cortina de bambú
y las linternas de papel
que se van flotando por el río
en honor de los muertos…
En el invierno murió mi mujer
sin sufrimiento.
Como si se marchitara, como desmororándose,
después de guardar cama sólo un día.


CELOSO DEL AMANECER


El cielo al amanecer está presto a derretir
el puro zafiro de un planeta con anillo
que chispotea, que refulge con noble luz
reuniendo la esencia de la nieve y el manganeso.
Hace sólo un momento las estrellas, extrañamente claras
proyectaban un río de azules parpadeos
a la pura profundidad del agua
en aquel firmamento de hielo
donde las olas crecían somnolientas
y el camino de vuelta, más allá, las seguía por la costa.
Ha llegado el segador
y me dice, aquí y ahora,
“Resulta que es perfectamente redondo
y tiene anillos, y siete lunas,
pero recuerda, está muerto, seco y muerto,
ve y compruébalo si no me crees!”
Pero no hay palabras que cambien mi deseo,
mi voluntad nacida del amor,
mi decisión de contemplar excéntrico
este exquisito amanecer.
Mi voluntad es firme, por encima de todo,
y aún sumergida en la más profunda perdición
… las cien capas y los enebros escarchados
dibujando en este instante
sábanas de un mar azul y antiguo…
Las estrellas aletean por vez última
como una especie de ave en extinción.


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