(27 de agosto de 1896, Hienuki District, Iwate - 21 de septiembre de 1933, Hanamaki, Prefectura de Iwate, Japón)
Sin dejarme vencer por la lluvia
Sin dejarme vencer por la lluvia,
Sin dejarme vencer por el viento,
Sin dejarme vencer ni por la nieve ni por el calor del verano,
Con un cuerpo fuerte,
Y sin deseos,
Sin sentir nunca rencor,
Siempre con una sonrisa tranquila,
Cada día comer un poco de miso,
Cuatro bolas de arroz integral y un poco de verdura,
Sin dejar que nada sea
Para mi propio provecho,
Comprender a través de la correcta observación,
Y no olvidarlo,
En el bosquecillo de pinos que hay en el campo
Vivo en una pequeña cabaña con techo de paja
Si en el Este hay un niño enfermo
Voy allí y le cuido,
Si en el Oeste hay una madre cansada
Voy allí y cargo por ella el fardo de arroz,
Si en el Sur hay una persona que parece estar a punto de morir
Voy allí y le digo que no hace falta temer nada,
Si en el Norte hay una pelea o pleito
Les diré que como es algo trivial lo dejen
En tiempos de sequía derramar lagrimas
En el verano frío andar nervioso
Que todos me llamen marioneta inútil
Sin que nadie me halague
Sin que me cause ningún sufrimiento
Es en esto
En lo que me que yo me quiero convertir.
Sin dejarme vencer por el viento,
Sin dejarme vencer ni por la nieve ni por el calor del verano,
Con un cuerpo fuerte,
Y sin deseos,
Sin sentir nunca rencor,
Siempre con una sonrisa tranquila,
Cada día comer un poco de miso,
Cuatro bolas de arroz integral y un poco de verdura,
Sin dejar que nada sea
Para mi propio provecho,
Comprender a través de la correcta observación,
Y no olvidarlo,
En el bosquecillo de pinos que hay en el campo
Vivo en una pequeña cabaña con techo de paja
Si en el Este hay un niño enfermo
Voy allí y le cuido,
Si en el Oeste hay una madre cansada
Voy allí y cargo por ella el fardo de arroz,
Si en el Sur hay una persona que parece estar a punto de morir
Voy allí y le digo que no hace falta temer nada,
Si en el Norte hay una pelea o pleito
Les diré que como es algo trivial lo dejen
En tiempos de sequía derramar lagrimas
En el verano frío andar nervioso
Que todos me llamen marioneta inútil
Sin que nadie me halague
Sin que me cause ningún sufrimiento
Es en esto
En lo que me que yo me quiero convertir.
Alabado
sea el Bodhisattva de la vía infinita
Alabado sea el Bodhisattva de la vía superior
Alabado sea el Buda Taho de todos los tesoros
Alabado sea el Sutra del Loto
Alabado sea el Buda Shakyamuni
Alabado sea el Bodhisattva de la vía de la pureza
Alabado sea el Bodhisattva de la vía del gozo
Alabado sea el Bodhisattva de la vía superior
Alabado sea el Buda Taho de todos los tesoros
Alabado sea el Sutra del Loto
Alabado sea el Buda Shakyamuni
Alabado sea el Bodhisattva de la vía de la pureza
Alabado sea el Bodhisattva de la vía del gozo
Jornada de espejismos
Cruzando
zonas de sequía y pesca estéril
a lo
largo de la costa,
cruzando
desfiladeros y llanuras de bejucos
he llegado
hasta aquí.
Ahora
dormito bajo un sol sin fuerza
sobre la
arena de una ribera solitaria
y tengo
fríos los hombros y la espalda.
¡Ah esta
sensación de desamparo!
quizás
porque al pasar la última cañada
dejé
abierto aquel portón de troncos,
aquella
puerta blanca del potrero
por
seguir de prisa mi camino.
En mi
retina quedó la imagen de los castaños enfermos
y el frío
cielo brillante.
Río
arriba las nubes se amontonan
y los
helados rayos solares forman una jaula;
en la
jaula
un ave
gigantesca y sin nombre
gorjea
débilmente.
Poema
Vivimos
juntos todo un año.
Era una
mujer tierna y blanca.
Sus ojos
siempre soñadores
parecían
ver no sé qué.
La mañana
de verano en que nos casamos
le compré
en veinte sen[1], a una muchacha aldeana,
unas
hermosas flores
en el
puentecillo de las afueras del pueblo.
Mi mujer
puso las flores en una jarra de vidrio
que
colocó en nuestra tienda.
Por la
tarde, a mi regreso a casa,
mi mujer
me miró con una sonrisa extraña:
sobre la
mesa había dispuesto flores y platos blancos.
Pregunté
de dónde habían venido.
Mi mujer
dijo que alguien había comprado
la jarra
de vidrio con flores
en dos
yen.
-Aquella
noche azul
el viento
y las estrellas
la
cortina de bambú
y las
linternas de papel
que se
van flotando por el río
en honor
de los muertos…
En el
invierno murió mi mujer
sin
sufrimiento.
Como si
se marchitara, como desmororándose,
después
de guardar cama sólo un día.
CELOSO DEL AMANECER
El
cielo al amanecer está presto a derretir
el puro zafiro de un planeta con anillo
que chispotea, que refulge con noble luz
reuniendo la esencia de la nieve y el manganeso.
Hace sólo un momento las estrellas, extrañamente claras
proyectaban un río de azules parpadeos
a la pura profundidad del agua
en aquel firmamento de hielo
donde las olas crecían somnolientas
y el camino de vuelta, más allá, las seguía por la costa.
Ha llegado el segador
y me dice, aquí y ahora,
“Resulta que es perfectamente redondo
y tiene anillos, y siete lunas,
pero recuerda, está muerto, seco y muerto,
ve y compruébalo si no me crees!”
Pero no hay palabras que cambien mi deseo,
mi voluntad nacida del amor,
mi decisión de contemplar excéntrico
este exquisito amanecer.
Mi voluntad es firme, por encima de todo,
y aún sumergida en la más profunda perdición
… las cien capas y los enebros escarchados
dibujando en este instante
sábanas de un mar azul y antiguo…
Las estrellas aletean por vez última
como una especie de ave en extinción.
el puro zafiro de un planeta con anillo
que chispotea, que refulge con noble luz
reuniendo la esencia de la nieve y el manganeso.
Hace sólo un momento las estrellas, extrañamente claras
proyectaban un río de azules parpadeos
a la pura profundidad del agua
en aquel firmamento de hielo
donde las olas crecían somnolientas
y el camino de vuelta, más allá, las seguía por la costa.
Ha llegado el segador
y me dice, aquí y ahora,
“Resulta que es perfectamente redondo
y tiene anillos, y siete lunas,
pero recuerda, está muerto, seco y muerto,
ve y compruébalo si no me crees!”
Pero no hay palabras que cambien mi deseo,
mi voluntad nacida del amor,
mi decisión de contemplar excéntrico
este exquisito amanecer.
Mi voluntad es firme, por encima de todo,
y aún sumergida en la más profunda perdición
… las cien capas y los enebros escarchados
dibujando en este instante
sábanas de un mar azul y antiguo…
Las estrellas aletean por vez última
como una especie de ave en extinción.
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