viernes, 17 de noviembre de 2023

POEMAS DE FERNANDO BELTRÁN



Con los cinco sentidos

 

Nuestros aviones llegan

sin ser vistos ni oídos.

Nuestros aviones bombardean

sin ser vistos ni oídos.

Nuestros aviones matan

sin ser vistos ni oídos.

Sólo el tacto, el olfato y el sabor

de la sangre en la boca,

les hace sentir frío y les devuelve

el sentido común a los que han muerto

 

 

Dios

 

No nos gusta matar.

somos

por fortuna creyentes,

por fortuna ricos

de corazón, por fortuna dueños

de artefactos que matan por fortuna

solamente al pobre

hombre que cruce infortunado

un lugar estratégico

 

 

Teletipo

 

El enemigo

será borrado en breve

de la paz de la tierra

 

 

Panorama

 

Desde el aire

la tierra es un inmenso óleo,

el radar una lupa

y un pincel la metralla

restaurando la tela.

Desde el aire

los hombres sólo son

naturalezas muertas

 

 

Epitafio

 

Murió como una bala.

Aún no sabe que ha muerto

 

 

Enviado especial

 

Devolvemos la conexión a Madrid

para unos minutos publicitarios

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/poemas-de-urgencia-de-fernando-beltran/

 

 

LA PACIENCIA DEL COBRE

 

Apenas somos manos

 

asustadas,

 

abruptas intemperies

construyendo bancales

para aplazar el vértigo,

 

construyendo caricias.

 

La piedra de la edad

y este silencio roto

por tu azul.

 

Cuerpos tendidos

para aplazar el vértigo.

 

Me muero de belleza

y sangre roja

 

atada al corazón

 

 

LA HOJARASCA

 

Echó el cerrojo a la puerta,

 

compró una hamaca

 

y se encerró en el cuarto…

 

Lo escribió Gabriel García Márquez.

 

Compraré esa hamaca, quiero, necesito

volver a ser la hamaca que conmigo siempre.

 

Un puñado de oxígeno. Un bocado.

Confundir pan de hoy con pan de ayer.

 

El mar que hace millones de años

hubo aquí.

 

La extraña caracola.

 

Los libros que uno a uno aquellos días

se caían a plomo de la cama.

 

El mirlo en el alféizar con su pico naranja.

Apetece la luz, pero me aterra abril.

 

Los poetas intuyen, bajan la voz, se alejan,

conocen las batallas perdidas de antemano.

 

Se esconden en sus casas, en sus tomos

se esconden, en sus islas pobladas.

 

Cernuda, Lorca, Claudio, Wisława, Sylvia Plath…

 

En mí vive un grito, por la noche aletea,

 

buscando con sus garras

 

un objeto de amor.

 

Buscaré una vez más a la muchacha

que Degas amaba.

 

Ahora en cambio la peste.

 

Se morían a miles en Sevilla

y fue cuando Murillo acuñó sus azules

inmortales.

 

Ahora lo entiendo todo.

 

Esos azules.

 

Me gustaría verlos, una vez más

acercarme a verlos.

 

Querría también ir al Finis Terrae

a contarle mi oeste.

 

Y poco más…

 

La ciclista que acaba de sonreírme

mientras sube la cuesta

 

 

LA BOCA DEL LEÓN

 

¿Os acordáis de niños, en el circo?

 

El domador metía de pronto la cabeza

en la boca del león, y todos tras un ohhh

de espanto, apretando los puños,

conteníamos un siglo la respiración.

 

Se detenía el mundo.

 

Era sólo un segundo, pero duraba un miedo

que aún me despierta a veces en mitad

de la herida,

 

ahora mismo otra vez, y es la peor

cuando veo y recuerdo mi cabeza al fondo

de un pasillo muy largo, quieta, rota, dolida,

 

aterrada también,

 

suspendida en las fauces

siempre abiertas

de la vida o la muerte.

 

Un momento crucial.

 

Los niños, pulmones del mundo,

conteníamos la respiración.

Doblaba el domador un poco sus rodillas

inclinándose atrás, dejaba caer el látigo

 

como si fuera necesario

añadirle a la escena

todavía más riesgo,

 

quizás mi rendición,

 

y entraba con mi cabeza a solas,

 

selva, pánico, hijas, mi cuerpo por delante,

apretando los dientes, en aquella

 

boca oscura de un túnel

 

donde me juego todo

Tomado de:

https://www.zendalibros.com/cuatro-poemas-de-la-curacion-del-mundo-de-fernando-beltran/

 

 

LOS OTROS, LOS DEMAS, ELLOS

El serbio que destruye un colegio soy yo,

el ruandés que mata a machetazos soy yo,

el terrorista que coloca la bomba soy yo,

el hombre que dispara en un hiper de Texas soy yo,

el judío que bombardea un campo de refugiados soy yo,

el palestino que clama en el desierto soy yo,

el albanés que huye en un barco soy yo,

el marroquí que se ahoga al cruzar el estrecho soy yo,

el guerrillero que aún sueña en El Salvador soy yo,

el bebé somalí que se muere de hambre soy yo,

el médico sin fronteras soy yo,

el general que apunta soy yo,

el empresario que emite residuos radiactivos soy yo,

el enamorado que mata por amor soy yo,

el loco que muere por amor soy yo,

el político sin escrúpulos soy yo,

el funcionario corrupto soy yo,

el funcionario honrado soy yo,

el hombre capaz de lo mejor,

el hombre capaz de lo peor,

el hombre a secas, yo

 


LA SEMANA FANTÁSTICA

Viajo

de Cibeles a Sol,

camino a cualquier sitio, como siempre,

y en mitad de Ruanda,

rodeado por cebras y jirafas

que se estiran aún más en sus carteles

cuando me ven mirar.

El Corte Inglés anuncia

con bellezas letales

sus rebajas de infarto.

Regreso a mis rodillas.

El periódico abierto todavía

por la hueca mirada de esa foto

que me hiela la sangre.

Una madre muriéndose en Ruanda

y junto a ella una niña

sin semblante, sin lágrimas

mientras el autobús avanza

camino a cualquier sitio, como siempre,

atrapado en la jungla del horario.

Y es curioso de pronto

comenzar a pensar y a preguntarse

de qué tribu serán

las personas de al lado.

Hay una rubia tutsi al fondo del pasillo

y una anciana muy hutu

sentada junto a mí,

molestándome a veces con la torpe

incursión de sus brazos.

También hay entre todas las personas

seis o siete sencillas de fichar.

Encorbatados tutsis

con el gesto grapado a sus disfraces

y a su lado la trama milenaria

de los sufridos hutus de la calle.

Pero me dan más miedo el resto de los rostros.

Los ojos sin indicios.

Las frentes sin señales.

¿Serán hutus o tutsis?

¿Serán serbios o croatas?

¿Serán rojos o azules?

¿Serán pan o bocados?

¿Serán el blanco y negro de esta foto

o el festivo color de aquella valla publicitaria?

Regreso a sus rodillas.

Tienen razón las chicas del anuncio.

Mejor cambiar de bando,

tenderme fijamente

en el cuidado césped de sus faldas,

acribillar mis sueños

con los suaves obuses de sus piernas

disparándose al aire,

alzar el velo oscuro

que a veces me persigue

camino a cualquier parte.

Cerrar al fin el diario.

Apoyar mis dos manos

-la hutu con que grito,

la tutsi con que amo-

en el tenue respaldo

de los días que pasan

y dejarme llevar por la alegría

de saber que ahora mismo

se celebra en Madrid

La Semana Fantástica

 

 

PREMIO NOBEL

En un bar de Madrid

la prostituta polaca

se dispone a enseñarnos el lugar

donde nació Szymborska.

Abre el cajón que está bajo la barra,

desdobla poco a poco un mapa.

lo extiende ante nosotros

con memoria infinita

y señala de pronto un punto negro

que nos hace temblar.

Suspira luego muy hondo

desde el filo

de sus uñas metálicas

y comienza a doblarlo nuevamente

sin conseguirlo nunca.

Se le ha caído un río

sobre la falda,

se le alza en los pliegues de la blusa

la montaña del hambre,

y le cruza de ciudad a ciudad, de pecho a espalda,

la oscura carretera de una noche

que no viene en los mapas.

Dice después que somos los primeros

en hablarle ese día de algo amable

y nos quedamos mudos

y extraviados

sin saber qué decir mientras doblamos

poco a poco el deseo

que nos llevó hasta ella

y regresamos luego al frío de la calle

con nuestro amor de siempre,

el cuerpo de la nada

donde los poetas emergen

desvalidos e inmensos como bloques

de viviendas pobres

cada vez que alguien nombra el esqueleto

de su ropa tendida.

Esta barriada al sur

que no es hermosa,

pero es quizá el lugar donde esta noche

también nació Szymborska,

donde anónima y muda la poesía

que no viene en los libros

aparece de pronto tras la barra

de una historia cualquiera,

en cualquier parte

 

 

LA HIJA DEL DRAGÓN

La hija del dragón tiene seis años.

La hija del dragón es mala a veces.

La hija del dragón es una espina

tan clavada a su padre

que no puede arrancársela

sin herirse a la vez, sin ser al tiempo

cabeza y corazón,

grito y caricia,

los extraños latidos

de esta vida que avanza

sin saber los porqués

sin conocernos nunca.

Hoy

he pegado a mi hija.

Por supuesto, podría matizarlo,

ablandar el cachete con palabras más tibias,

explicar mis razones,

mentir

como mentimos

los mayores también.

Pero el dragón no puede.

Camina por la acera

arrastrando el fantasma

de los días más tristes.

La hija del dragón tiene seis años.

La hija del dragón es una espina

tan clavada a mí mismo,

que ella siente el dolor,

yo siento el daño.

Esta ruina de ser

mal padre a veces

 

 

ELLA

Es fácil escribir a la mujer que amas,

difícil escribir a la mujer que quieres.

Bajo la tinta negra de los días

y el corazón en blanco algunas noches

es fácil escribir a la mujer que encuentras

en las ramas más altas,

difícil escribir a la mujer que llegas

cada vez y al final.

La escribiste quizá versos muy tiernos

mas te quitaste luego los zapatos

sacudiendo la tierra,

y esa tierra era ella,

la que escarba contigo

en las raíces

y comparte los lobos del invierno,

la que avanza a tu lado

sin que tu ojo la alcance

y sin embargo ve lo que tú ves

piensa lo que tú piensas

y no siente jamás lo que tú sientes

porque savia nació y creció sabiendo

lo que nunca sabrá

porque lo sabe todo.

Trébol de dos hojas,

mujer no escrita,

palabras que no encuentro.

Es difícil amar a la mujer que quiero

 

 

LA PALA DEL AMOR

hambrienta e insaciable, con forma de cuchara,

la pala del amor es una pala extraña, empuja eleva quiebra

engarza engulle, saca abismos de un charco

y una barca en sus redes cuando la hundes en tierra

y aparece de pronto el pez que cava

el túnel del amor, su pala extraña, rompe cruje

derriba inflama enferma, brota luz de los hoyos

más profundos y amontona después el sol hallado

entre las piernas frías de una alcoba

que no sabrá al final si ha sido

habitada o prestada, hueso o huésped,

si hace sombra al partir o quedó el fuego

doblado como ropa sobre el cuerpo desnudo de la silla

donde la intimidad calló mientras la piel hablaba,

la pala del amor es una pala extraña,

todos creen que la estrenan, pero nadie la observa

terca antigua manchada escrita de antemano,

gastada por los puños y oxidada en el hierro

que le da de comer a esa criatura

hambrienta e insaciable, con forma de cuchara

y en los bordes el filo más cortante, la pala del amor

su saliva de sangre, el hermoso albañil que antes

de empuñarla otra vez

escupió en cada una de sus llagas,

y esta vez sin saberlo eran mis manos.

 

 

POETAS

la voz de los poetas,

los que aventan palabras, los que tejen la piedra,

los que avivan los grifos del incendio y se lavan los dedos

en sus llamas, los que esculpen espejos como arterias

y echan bloques de azúcar en los campos

minados de la sangre, los que sueñan cuchillos

y atraviesan el filo de las noches con un pie en la galerna

y otro quieto en el barro de las casas natales, los que llaman

a voces a los botes, y callan luego al borde del rescate

y ven cómo se aleja la ambulancia pasándoles de largo,

los que atizan cometas y hurgan calmas y confunden

las rayas de las cebras con las rayas de un tigre,

el galope de un pez con la espina de un árbol,

los que tienen siempre hambre, los saciados, los que buscan

sinfín y al fin se abocan como dientes de leche

condenados al tránsito, los que arrojan palomas

a sus pozos y arena a sus paraguas, los que no

se conforman, los pálidos la miel los contagiados,

los que nunca se rinden, los que mueren de pie bajo los cascos

de los mismos caballos que inventaron, los que arengan

al poema con sus tropas, verso a verso ordenadas

y engañan luego al mundo con sus banderas blancas,

los que imantan las brújulas de lluvia

y al calor de la herrumbre, una noche de perros

inventaron el don de las metáforas.

Tomado de:

https://www.culturamas.es/2011/02/01/poemas-de-fernando-beltran/

 

 

Bar adentro

Está a mi lado

y tiembla como yo.

 

No nos decimos nada.

 

Somos

un paisaje tan sólo

apoyado en la barra de un instante

tan extraño y tan cierto.

 

Mirándonos así.

 

Sin valor.

Sin volar.

 

Sin atrevernos.

 

Sin siquiera acordarnos

que el mar era un silencio

que se curó con olas

 

……………….

 

Del libro La amada invencible. Oviedo, KRK, 2006

Tomado de:

https://poemadelasemana.wordpress.com/2012/11/19/fernando-beltran-bar-adentro/

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