domingo, 10 de diciembre de 2023

POEMAS DE JOHANNES BOBROWSKI


PASEANDO POR LA PLAYA

 

Todavía

sobre los juncales

la llama de mediodía, sobre

la duna

todavía no

el susurro de los cisnes, todavía      

el caramillo

silencioso,

las manos en la arena.

 

 

Cuando vuela la constelación

por encima del estrecho,

hielo en las alas,

bosques de voces de grillo

ascienden

sobre el yermo,

hablan con huecas bocas

en dirección hacia el mar –

 

te oigo venir, sales

de tus sombras, echas

del hombro la carga

de madera acarreada, de la mano

se te escapa un fuego.

 

Te preguntaré:

¿Cómo me llamo?

¿Dónde estoy?

¿Cuánto tiempo

seguiré aquí todavía?

 

 

EL AGUA

 

Tú todavía hablas,

agua, hablas,

llegaste por la maleza, pasito             

a paso bajo el viento;

éste buscaba los ríos más allá de

las tinieblas y el bote

donde viaja la luna, en el heno,

le oíste decir:

Aquí están los sauces,

aquí la casa de la lechuza.

 

Pero la luna dirige la mirada a los fuegos del Sinaí.

Pero el agua escucha las heladas procedentes de Escitia.

Pero las bandadas de pájaros se elevan sobre los bosques.

Pero la nieve ante el cielo construye su tejado.

 

 

Lenguaje

 

El árbol

mayor que la noche

con el aliento de los lagos del valle

con el murmullo sobre

el silencio

 

Las piedras

bajo el pie

las venas luminosas

largo tiempo en el polvo

eternamente

 

Lenguaje

ajetreado

con la boca fatigada

en el camino interminable

a la casa del vecino.

Tomado de:

https://revistakaosmots.blogspot.com/2014/02/johannes-bobrowski-poemas.html

 

 

Llamado

Vilna, roble

tú-

mi abedul

Novgorod-

un día se levantó

el grito de mis primaveras, el paso

de mis días resonaba

sobre el río.

 

Ay, es el brillo

claro, los astros del verano,

regalados, junto al fuego

está, en cuclillas, el

narrador de cuentos,

los que le escuchaban noches enteras,

los jóvenes,

se han ido.

 

Solitario va a cantar:

sobre la estepa

van los lobos, el cazador

encontró unas piedras amarillas,

ardían en la luz de la luna.

-Algo sagrado flota,

un pez,

por los antiguos valles, los valles

aún boscosos, aún resuena

la palabra de los antepasados:

dale la bienvenida al forastero.

Va a ser un forastero. Pronto.

 

 

J. S. Bach

Hombre incómodo,

carácter de músico de banda

    municipal, con daga

y con una inclinación hacia

   el sentimiento

(practicable, por supuesto),

de un goce de niño

con aguas que murmuran, con

el continuo provocador movimiento

    de los ríos;

así el calvo Jordán

y el Éufrates preñado de cielos

le son complacientes.

 

Que haya visto la bahía del mar –

a alguien allí que deambulaba

invisible tras los fuegos,

que llamaba a los planetas

con una pena ancestral,

 

-a veces

en el brillante tocar de Kothen,

en el esplendor burgués

de los años de Leipzig,

emerge aquello. Al final

ya no escuchó el silbido

del espíritu de Pentecostés

con trompeta

o con trombón de barras (en 16 pies).

 

Las flautas le anteceden

cuando, cansado de escribir,

sale de su vetusta casa,

siente el viento volador

y ya no reconoce

la tierra.

Nota: la segunda estrofa se refiere a la estancia de Bach en casa de Buxtehude, en Lübeck

Tomado de:

https://revistas.filos.unam.mx/index.php/anuariodeletrasmodernas/article/view/896

 

 

Ciudad

 

 Lo ven, los que exigían

 su sangre, lo ven:

 la herida supura.

 Sobre los bordes agudos

 se asientan nieblas.

 Pasa por la polonesa

 de las lámparas con la cabeza calva.

 También llega sobre la nieve.

 Aquí saltan las piedras,

 paredes pintadas,

 la escalera se rompe,

 alrededor de los cadáveres de palomas

 —sus estandartes—

 se sitúan los ejércitos de ratas.

 Aquí, se dice,

 verdecerá un árbol

 y sostendrá el cielo, se dice,

 con ramas y hojas.

 

 [J.L.R.P.]

 

 

Dios del bosque

 

 Mellada boca,

 matorral, los ojos

 torcidos, la cabeza

 agitada sobre la joroba.

 A través de los helechos

 patea, maltrata los abedules,

 las ramas dispersas de los de alisos,

 sobre los nidos de cornejas

 que arrastra el viento.

 Pero sin descanso

 lo persiguen los hombres

 que él mata, de pronto,

 en medio del gozo.

 ¡Oíd! En la niebla vacila,

 ebrio de carne de bayas.

 Golondrina corre a su grito,

 mi animalito de dolor.

 

 [J.L.R.P.]

 

 

Llanura

 

 Lago.

 El lago.

 Hundidas

 las orillas. Bajo la nube

 la grulla. Blancos brillan

 los milenios de los pueblos

 de pastores. Con el viento

 subí monte arriba.

 Aquí viviré. Un cazador

 era yo pero me venció

 la hierba.

 Enséñame a hablar, hierba,

 enséñame a estar muerto y a escuchar,

 largamente, y a hablar, piedra,

 enséñame a permanecer, agua,

 y por mí, viento, no preguntes.

 

 [C.J]

 

 

De las corrientes

 

 Ce n’était pas assez que de tant de mers,

 ce n’était pas assez que tant des terres

 eussent dispersé la course de nos ans.

 

 Saint John Perse

 

 De las corrientes

 del mar venido, ido

 a través de dientes y garras, oleaje,

 costas, esos bosques de tembloroso aire-,

 en pie está con arrugada piel

 la alta llanura, morroñosa

 con fisuras, precipicios –aquí

 una nube es el tiempo,

 grande, que asciende

 al cielo y bebe aires puros,

 respira

 las lluvias de la luz.

 Isla siempre, lo sabes,

 más allá de las aguas, más allá

 de la lejanía, allí naciste,

 titubeante, allí naciste

 en una época que era un ave

 con plumas de innumerables

 colores entre

 ocre y rosa,

 era un ave, lo sabes.

 Pero tú llegaste ante la llanura,

 fuiste montaña arriba,

 tras los portadores, te pusiste

 ante el sueño, ante la llanura

 que despertó bajo blancos

 párpados al canto de un verde

 animal morador

 de bosques en vuelo, que no conoce

 sus alas.

 Vive

 allí, tus ojos atisban

 el mar, una corriente,

 blanca, aun cuando oscurece,

 blanca, sin vehemencia, reposando

 muy cerca del corazón,

 hablando, tinieblas, de

 voces las velas, sostenidas

 por hombres vestidos de plumas,

 de mechones rojos, al atardecer,

 bajo el viento.

 

 [C.J]

 

 

Rutas de pájaros 1957

 

 I

 Dormí en la lluvia,

 en los juncos llenos de lluvia desperté.

 Antes de que caigan las hojas veo la luna cercana,

 oigo el grito de las aves migratorias,

 que hace temblar el aire, el blanco

 grito, que destroza el aire.

 

 Rápida y atenta

 como los lobos husmeando,

 hermana, ¡escucha! Wäinemöinen

 canta a través del viento,

 lanza el ala de nieve

 sobre tu hombro, avanzamos

 aleteando en el viento de los cantos-

 

 II

 pero solo bajo grandes

 cielos, desiertas

 calles de emplumados

 ejércitos, que han pasado-

 durmiendo sobre los vientos

 se desplazaron, un nuevo

 sol llameó, el incendio

 saltó, ardieron

 en el árbol ceniciento.

 

 Allí echaron a volar

 también nuestras canciones.

 Hermana, tus manos

 se destiñen, me sigues durmiendo en la oscuridad

 -¿cuándo podré cantar

 el miedo de los pájaros?

 

 [C.J]

 

Tomado de:

https://www.arquitrave.com/Johannes-Bobrowski.html

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