martes, 12 de diciembre de 2023

POEMAS DE TANJA KRAGUJEVIĆ


EL TRONCO DEL RÍO

 

Las estaciones se suceden.

Las distancias ora más cortas ora más largas

entre las manos mecánicas

en el acordeón de la puerta automática

en cuyos intersticios

se anidan las plazas.

 

Tauruno [1] rojizo. La torre.

El pequeño silencio del cementerio.

 

Las instantáneas por las ventanas al paso.

Las frases atropellándose

al ser cambiadas por meros centavos.

Cual aves hambrientas en el hombro.

 

En la posada entre nieblas

vestida de estremecimiento

una muchacha con un cachorro

de pura bondad

en los brazos [2].

 

Por el borde de la urbe.

Adonde el instinto como rama

del poema me conduce.

A la utopía de noviembre

de la que la nube crece.

Lo mismo que el agua.

 

Y la luz húmeda

placenta de los recién nacidos

con la que miro

se agacha para echar su red.

 

En lo blando. En lo sacro.

El tronco del río.

 

[1] Taurunum: nombre dado por los celtas y los romanos a la actual Zemun, antigua localidad neolítica donde a orillas del Danubio vive la poeta, a un puente del centro de Belgrado (N. de la T.).

[2] En el original en serbio figura el cachorro del ovejero de la montaña Shar, conocido asimismo como Ovejero Ilirio, registrado en 1939 por la FQI bajo el número 41 (N. de la T.):

 

 

LA LLAMADA

 

Alguien lanzó una llamada.

Esa noche también colocamos

velas en las ventanas,

todas las luces.

La dulce miel del cosmos interno.

 

Implorante. En el silencio de la noche.

Como la poesía. Impotente.

 

Porque ya al día siguiente en los campos de concentración

del Este del Norte del Oeste y del Sur

los jóvenes soldados se pusieron a jugar a la canasta.

Sacando el Gillette en lugar del naipe.

 

Todo lo cortado en dos salpicaba.

Cuajando el cielo con estrellas

de sangre, con mareas altas. De brasa.

 

Ya antes habíamos tenido bajas

sollozaba la sombra de la vida, abrazando

a la familia durante la cena de la muerte.

Oyese claramente cuando dijo:

Nuestras tumbas ahora son públicas.

Estamos libres. En el desierto.

 

Basta con que haga espacio.

Entre tres costillas. Para el Hombre

el Niño y la Mujer. Para confirmar

con la voz de una boca vacía

con el paladar susceptible del poema:

la vida existe.

Apenas sostenible. Semejante al humo.

 

Y sin esperar otra o mejor

como si fuera de caza con una red

hace visible

su propia intención de ser.

 

Tiernos milagros de la infancia.

 

Como estos gorriones

que con su piar se beben

las lágrimas matutinas. Interfieren

en la charla de dos amigos.

En esa lancha. En medio del espejo.

 

Que entre este y aquel

parpadeo del ojo en distorsión

descompuesto y mortífero

como el vino sin agua

el Danubio ha colgado entre las venas.

 

 

EL AIRE EL VIENTO LAS LÁGRIMAS

 

Desde un pequeño punto de la noche.

Como los olores de la pradera.

Rumbo al umbral de los colores de tránsito.

Con una pila de pasajes

que recogiste

como nuevas alas de cartón.

 

Mostrar los documentos

en el aeropuerto.

Estar limpio. Como un día de fiesta.

 

Compartir los bocadillos volantes

con un desconocido. Y llamar

un taxi. Con gesto ligero.

 

Aspirar la ciudad.

Como si recibieras un corazón nuevo.

 

Antes de que te abracen aquellos

que te estaban esperando.

Sin presentir lo que significa

abandonar el crepúsculo

que entibia la soledad

de las tumbas.

 

Cuántas noches y días.

Cuántos minutos definitivos hacen falta,

para confiarle a alguien

la canción de cuna

para las rosas.

 

Y cuánto poderío salvaje

hubo. Entre tú

y la vida en el camino.

Mientras se acumulaban las nubes.

En la mentira de la espuma de azúcar.

 

Y que la huella del relámpago

apenas rasgado por el horror

en la anatomía del instante

ahora pudiera reunir

en la gravedad y la pena

dos o tres almas

hermanas.

 

Que con alegría te acogen

desde el recuerdo. Desde la lejanía.

En la mesa para los invitados.

 

Aquí donde los que es espuma en el vaso

de agua para ti son

aire viento lágrimas.

 

Y las piedrecitas del acuario

y las nueces de la India en el platillo

la pantalla que no se apaga

lo que es tu suspiro.

Tus Montañas Rocosas.

 

Susurrantes y quebradas.

Las mismas. Siempre distintas.

Cosas de la realidad.

 

 

NIEVE AZUL

 

Este puente también

está cediendo bajo el peso de las hojas

secas. La calle es intraducible.

 

Abajo están los juegos de azar.

Arriba los bloques de formato

cyber. Respirar es

fácil. Es insoportable.

 

 

Todo lo que de valor llevas

contigo, dentro de sí mismo

tiembla por dentro.

El alma, un polluelo.

En un huevo eléctrico.

La soledad.

Claramente pintado

un desnudo, por dentro.

 

Y por todas partes tienes

que seguir con la garganta desnuda.

Con el movimiento

de los navíos vikingos con el que

los patos silvestres cortan el hielo.

 

En tanto la música luminosa

camina por encima de ti junto al río.

 

Te ofrece los alimentos del aire.

Prieta las delicadas teclas

para tu canción sin voz.

 

Fotografía el brillo en el rostro

de la bondad. Te sopla:

por aquí por aquí pasa.

 

Y la ciudad como un ala de nubes

está en tus hombros.

 

Mientras echas atrás las plumas

del cabello. Y completamente liviano

amontonas en los pequeños cristales

de luz, tu nieve azul.

 

 

Del serbio: Silvia Monrós de Stojaković

Tomado de:

https://www.tanjakragujevic.com/pages/pesme_prevod.htm#spanski

 

 

GUIJARRO, POLVO

 

Que te daría mi estrella.

Tú que puedes guiarme en mi camino incluso

sin mi parte o conocimiento.

 

Qué otra cosa. Pero inevitable.

Lo que soy. Cuerpo y voz.

 

Porque yo soy el camino.

Y polvo en el camino.

Tu logro más bien.

Tu mismo hasta cierto punto.

 

Me limitaste. Con libertad

para buscarte. Con juego de cuerdas

que juegan los niños. Con años.

Con largas sombras en un camino corto.

 

Por lo tanto, cuando decidas volver

a seducir-conquistar a alguien,

yo también estaré allí.

Llena de tu brillo y pan.

 

Tormento menor mundano.

Un guijarro en un zapato.

Grava en el camino.

 

Mientras tú estarás brillando.

Atentamente. Con

colores de celebración. Con pedrería

en el hombro izquierdo y derecho.

Con espuma champagne

de residuo de Space

en la punta de cada viga.

 

Y una errata

de mi delirante carta

en tu texto infinito.

 

Seré singidunumiano.

Ya bastante arcaico.

Mota de tu ojo. Tuyo.

En ti. Una pizca de mí.

 

Aunque, si miramos desde

este nivel del suelo y el ruido

de estas apagadas celebraciones

de aire y fuego

de estas ondulantes

señales de rosas del desierto,

soy simplemente lo que soy.

 

Mi propia voz.

La estrella de mi polvo.

 

Futuro seguro

de tu camino inconcebible.

 

 

INOCENCIA

 

Le contaré a Dios sobre todos ustedes. *

Tartamudeaba un niño de tres años

acribillado en fuego cruzado

entre unos y otros.

 

Murió asfixiado

por una hemorragia interna. 

En la ciudad natal

que seguía sin llegar

a ser una sola ciudad.

 

Golpeado por la herida del conocimiento.

Cubierto al salir. Allá.

Donde está Dios. La trompa de Eustaquio.

Oreja grande. De nubes y seda.

 

Allá. Donde, en consecuencia,

el Creador limpiará cada gota

de sangre y llanto. Y la muerte

ya no existirá. Ni gemidos. Ni pena. 

 

De cada lágrima que enjugó

formará un océano. Inmensa

agua de vida. De donde surgen

coros de jóvenes

.

 

Evitan a los

niños hambrientos y con la cara sucia

que emergen

del resplandor de las explosiones       

y la oscuridad. Pólvora y fuego.

 

Frente a chozas y rascacielos.

En las costas. Debajo de las estatuas

de la victoria. En las colinas del este. 

Ponen sus alas nacaradas.

 

¿Dónde estaría la tierra?           

¿Cómo le iría al cielo?

Sin esos cometas somnolientos

del cementerio de cuerpos de luz

estelar que le dan al viento solar

la cara del día.

 

Sin la eternidad irrefutable.

El instante alcanzó la

primera y última translucidez.

Detrás de un haz de vídeo

que muestra en directo

el acto de horror.

 

Sin las pequeñas lámparas del santuario.

Sin los ojos del lago. Sin la

indiscutible

presunción de inocencia ilesa.

 

*Inspirado en un hecho real ocurrido en Siria, en enero de 2014.

 

 

DESPUÉS DEL ESPECTÁCULO DE LAS CORONAS DE ORO   

 

El aroma de Tesalónica en Belgrado.

Quinto siglo. Olivo

y mirto. Hiedra y roble.

El hechizo afrodisíaco de Afrodita.

Fallecimiento eterno de aquella que

preside el amor y la muerte.

 

Que roció a la paloma moteada

que caminaba frente a nosotros en su

paseo como un niño

resolviendo los nudos de Heracles.

Las calles.

 

Con puestos repletos de cántaros.   

Gafas de sol.

Paraguas. Pulseras

y pañuelos hechos a mano

de una nueva era. Con  

alianza evanescente de plástico          

y arcilla. Acrílico y seda. 

 

Arrulla esa pequeña pepita de cuarzo

rosa domesticada y andante.

Ese libro emplumado

de la fauna urbana.                 

 

Multiplicando su perfil.

En medio de charcos de oscuridad.       

Y zumbidos y polvo.

 

Se puede decir. Viene de las estrellas.   

 

Y a través de su pequeño ritmo

transforma responsablemente este callejón

de bolsas de valores y farmacias digitales.

Esta acogedora mirando las ventanas     

y tomando fotografías de lirios y tulipanes.

En el brillo de la pasarela.

Un nuevo modelo de la era nupcial.

 

Lleno de poder de paloma.

Eso no necesita nada más

que un poco de oscuridad. Para estallar.

En medio del encierro azul de Dis'*.

 

Y la famosa miga. Desde

la eterna ventana del hotel.

Del pan de la soledad.

 

El que Tesla**, mientras cuidaba

patitas rotas de pájaros

colocándolas en

los agujeros de cajas de

zapatos de cartón. Cada mañana.

Una y otra vez. Enseña a volar.

Mientras piensa sin cesar

El ser. Y la luz.

 

Entonces podemos ver.

Al coser un botón.

 

Incluso cuando no podemos. Todavía vemos.

Una lámpara diminuta. Una cuenta.

Apócrifos del alma.

 

Belgrado, marzo de 2014.

 

 

* Dis – Vladislav Petković (1880-1917), poeta del dolor, del misterio de la existencia humana, de la desesperanza humana predestinada y del desenlace metafísico y astral. Fue reportero de guerra en La guerra de los Balcanes (1912), marchó por Albania durante la retirada del ejército serbio (1915) y se ahogó al regresar del exilio en Francia (1915-1917) después de que un submarino alemán torpedeara su barco.

 

** Tesla – Nikola Tesla (1856-1943), científico e inventor de renombre mundial de origen serbio. Constructor de generador de moneda de alta frecuencia y alto potencial (“transformador Tesla”), transformador sin núcleo o bobina Tesla. 2014 fue el 71 aniversario de su muerte y el 130 aniversario desde que emigró a Estados Unidos. Durante los últimos diez años de su vida vivió en la suite 3327 del piso 33 del New Yorker Hotel, donde todas las mañanas daba de comer a las palomas desde su ventana.

Tomado de:

https://www.poeticanet.com/light-dust-a-251.html?category_id=65

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