domingo, 17 de diciembre de 2023

POEMAS DE GONZALO ROJAS (RECORDANDO A UN MAESTRO)

 


EN CUANTO A LA IMAGINACIÓN DE LAS PIEDRAS

 

 

En cuanto a la imaginación de las piedras casi todo lo de carácter

copioso es poco fidedigno:

de lejos sin discusión su preñez animal es otra,

coetáneas de las altísimas no vienen de las estrellas,

su naturaleza no es alquímica sino música

pocas son palomas, casi todas son bailarinas, de ahí su encanto;

por desfiguradas o selladas, su majestad es la única que comunica

con la Figura,

pese a su fijeza no son andróginas,

respiran por pulmones y antes de ser lo que son fueron máquinas de aire,

consta en libros que entre ellas no hay Himalayas, ni rameras,

no usan manto y su único vestido es el desollamiento,

son más mar que el mar y han llorado,

aún las más enormes vuelan de noche en todas direcciones y no enloquecen,

son ciegas de nacimiento y ven a Dios,

la ventilación es su substancia,

no han leído a Wittgenstein pero saben que se equivoca,

no entierran a sus muertos,

la originalidad en materia de rosas les da asco,

no creen en la inspiración ni comen luciérnagas,

ni en la farsa del humor,

les gusta la poesía con tal que no suene,

no entran en comercio con los aplausos,

cumplen 70 años cada segundo y se ríen de los peces,

lo de los niños en probeta las hace bostezar

los ejércitos gloriosos les parecen miserables,

odian los aforismos y el derramamiento,

son géometras y en las orejas llevan aros de platino,

viven del ocio sagrado.

 

 

NINGUNOS

Ningunos niños matarán ningunos pájaros, ningunos errores

errarán, ningunos cocodrilos

cocodrilearán a no ser que el juego

sea otro y Matta, Roberto

Matta que lo inventó, busque en el aire a

su hijito muerto por si lo halla a unos tres metros

del suelo elevándose:

yéndose de esta gravedad.

 

Ningunas nubes nublarán ningunas estrellas, ningunas

lluvias lloverán cuchillos, paciencias

ningunas de mujeres pacienciarán

en vano, con tal

que llegue esa carta piensa Hilda y el sello

diga Santiago, con tal que esa carta

sea de Santiago, y

 

el que firme sea Alejandro y

diga: Aparecí. Firmado: Alejandro

Rodríguez; siempre y cuando

se aclare todo y ningunas

muertes sean muertes, ningunas

Cármenes sean sino Cármenes, alondras en

vuelo hacia sus Alejandros, mi Dios, y

los únicos ningunos de este juego cruel sean ellos, ¡ellos

por lo que escribo esto con mi

sintaxis de niño contra el maleficio: los

mutilados los

desaparecidos!

 

 

EL HELICÓPTERO 

 

Ahí anda de nuevo el helicóptero dándole vueltas y vueltas a la casa,

horas y horas, no para nunca

el asedio, ahí anda

todavía entre las nubes el moscardón con esa orden

de lo alto gira que gira olfateándonos

hasta la muerte.   Lo indaga todo desde arriba, lo escruta todo hasta el polvo con sus antenas

minuciosas, apunta el nombre de cada uno, el instante

que entramos a la habitación, los pasos

en lo más oscuro del pensamiento, tira la red,

la recoge con los pescados aleteantes, nos paraliza. 

 

Máquina carnicera cuyos élitros nos persiguen hasta después

que caemos, máquina sucia,

madre de los cuervos delatores, no hay abismo

comparable a esta patria hueca, a este asco

de cielo con este cóndor venenoso, a este asco de aire

apestado por el zumbido del miedo, a este asco

de vivir así en la trampa

de este tableteo de lata, entre lo turbio

del ruido y lo viscoso.

 

 

LOS VERDADEROS POETAS SON DE REPENTE

 

 

Sobre un acorde de Chihuahua:

-Los niños en el río

miden el fondo

de la transparencia.

 

Los verdaderos poetas son de repente:

nacen y desnacen, dicen

misterio y son misterio, son niños

en crecimiento tenaz, entran

y salen intactos del abismo, ríen

con. el descaro de los 15, saltan

desde el tablón del aire al roquerío

aciago del océano sin

miedo al miedo, los hechiza

el peligro. 

 

Aman y fosforecen, apuestan

a ser, únicamente a ser, tienen mil ojos

y otras mil orejas, pero

las guardan en el cráneo musical, olfatean

lo invisible más allá del número, el

vaticinio va con ellos, son

lozanía y arden lozanía. 

 

Al éxtasis

prefieren el sacrificio, dan sus vidas

por otras vidas, van al frente

cantando, a cada uno

de los frentes, al abismo

por ejemplo, al de la intemperie anarca,

al martirio incluso, a las tormentas

del amor, Rimbaud

los enciende:

«Elle est retrouvée

Quoi? L´Eternité» 

 

Pero la Eternidad es esto mismo.

 

 

EL PRINCIPIOY EL FIN

 

Cuando abro en los objetos la puerta de mí mismo:

¿quién me roba la sangre, lo mío, lo real?

¿Quién me arroja al vacío

cuando respiro? ¿Quién

es mi verdugo adentro de mí mismo? 

 

Oh, Tiempo. Rostro múltiple.

Rostro multiplicado por ti mismo.

Sal desde los orígenes de la música. Sal

desde mi llanto. Arráncate la máscara riente.

Espérame a besarte, convulsiva belleza.

Espérame a la puerta del mar. Espérame

en el objeto que amo eternamente.

 

 

CADA DIEZ AÑOS VUELVO

 

Cada diez años vuelvo. Salgo de mis raíces,

de mi niñez, y vuelvo hasta las últimas

estrellas. Soy del aire

y entro con él en toda la hermosura terrestre:

en el fuego, en el vino, en las espléndidas

muchachas. Soy el mismo

que silba su alegría en las radiantes

calles, el mismo príncipe y el mismo prisionero. 

 

Me pongo esta corona de diez años ardientes

-diez rosas ya resecas por las llamas

de mi cabeza oscura- y el gran público ríe

de la farsa y yo río con ternura,

pues mi fortuna es ésa: quemarme como el sol,

mi único rey, mi único padre.

 

 

20 DE DICIEMBRE

 

Cualquiera sea la vibración uno es de estiércol y envejece por las puntas,

el responsable es el aroma terso de la piel que no está bien curtida

para un uso glorioso, ¿qué haremos

este diciembre, exactamente este

veinte de diciembre, qué haremos

a las dos de la mañana recién paridos como

estaremos nuevamente llorando

desnudos otra vez cabeza abajo, al alba, hasta la

asfixia sin madre, sin

ni un minuto más que cumplir, sin un minuto

más que querer cumplir, Resurrección: qué haremos?

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/67/rojas.html

 

 

EL FORNICIO

Te besara en la punta de las pestañas y en los pezones, te turbulentamente besara,

mi vergonzosa, en esos muslos

de individua blanca, tocara esos pies

para otro vuelo más aire que ese aire

felino de tu fragancia, te dijera española

mía, francesa mía, inglesa, ragazza,

nórdica boreal, espuma

de la diáspora del Génesis, ¿qué más

te dijera por dentro?

¿griega,

mi egipcia, romana

por el mármol?

¿fenicia,

cartaginesa, o loca, locamente andaluza

en el arco de morir

con todos los pétalos abiertos,

tensa

la cítara de Dios, en la danza

del fornicio?

 

Te oyera aullar,

te fuera mordiendo hasta las últimas

amapolas, mi posesa, te todavía

enloqueciera allí, en el frescor

ciego, te nadara

en la inmensidad

insaciable de la lascivia,

riera

frenético el frenesí con tus dientes, me

arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo

de otra pureza, oyera cantar a las esferas

estallantes como Pitágoras, te

lamiera,

te olfateara como el león

a su leona,

parara el sol,

fálicamente mía,

¡te amara!

 

 

LA LOBA

Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa

figura de muchacha, con tu pelo

torrencial, y el sonido

de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas

de la tristeza. El mundo

se me empezó a morir como un niño en la noche,

y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel

ciego, terrestre, oscuro,

con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia

sacándome los ojos por haberte mirado.

 

Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa,

segura, perfumada,

porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría

salía por tu boca como vertiente pura

de marfil, y bailabas

con tus pasos felices de loba, y en el vértigo

del día, otra muchacha

que salía de ti, como otra maravilla

de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste,

porque estábamos lejos, y decías

que me amabas.

 

Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan

en un vuelo sin fin las tempestades,

pues nadie sabe nada de nada, y es confuso

todo lo que elegimos hasta que nos quedamos

solos, definitivos, completamente solos.

 

Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro

del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella.

Quiero seguirte viendo muchos años, venir

impalpable, profunda,

girante, así, perfecta, con tu negro vestido

y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor,

y esa cintura.

 

Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire

o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro:

con éste que ahora te habla de vivir para siempre

tú subirás al sol, tú volverás

con él y no con otro, una tarde de junio,

cada trescientos años, a la orilla del mar,

eterna, eternamente con él y no con otro.

 

 

SEBASTIÁN ACEVEDO

Sólo veo al inmolado de Concepción que hizo humo

de su carne y ardió por Chile entero en las gradas

de la catedral frente a la tropa sin

pestañear, sin llorar, encendido y

estallado por un grisú que no es de este Mundo: sólo

veo al inmolado.

 

Sólo veo ahí llamear a Acevedo

por nosotros con decisión de varón, estricto

y justiciero, pino y

adobe, alumbrando el vuelo

de los desaparecidos a todo lo

aullante de la costa: sólo veo al inmolado.

 

Sólo veo la bandera alba de su camisa

arder hasta enrojecer las cuatro puntas

de la plaza, sólo a los tilos por

su ánima veo llorar un

nitrógeno áspero pidiendo a gritos al

cielo el rehallazgo de un toqui

que nos saque de esto: sólo veo al inmolado.

 

Sólo al Bío-Bío hondo, padre de las aguas, veo velar

al muerto: curandero

de nuestras heridas desde Arauco

a hoy, casi inmóvil en

su letargo ronco y

sagrado como el rehue, acarrear

las mutilaciones del remolino

de arena y sangre con cadáveres al

fondo, vaticinar

la resurrección: sólo veo al inmolado.

 

Sólo la mancha veo del amor que

nadie nunca podrá arrancar del cemento, lávenla o

no con aguarrás o sosa

cáustica, escobíllenla

con puntas de acero, líjenla

con uñas y balas, despíntenla, desmiéntanla

por todas las pantallas de

la mentira de norte a sur: sólo veo al inmolado.

Tomado de:

https://www.biobiochile.cl/noticias/artes-y-cultura/actualidad-cultural/2017/12/20/los-mas-reconocidos-poemas-de-gonzalo-rojas.shtml

 

 

El sol y la muerte

 

Como el ciego que llora contra un sol implacable,

me obstino en ver la luz por mis ojos vacíos,

quemados para siempre.

 

¿De qué me sirve el rayo

que escribe por mi mano? ¿De qué el fuego,

si he perdido mis ojos?

 

¿De qué me sirve el mundo?

 

¿De qué me sirve el cuerpo que me obliga a comer,

y a dormir, y a gozar, si todo se reduce

a palpar los placeres en la sombra,

a morder en los pechos y en los labios

las formas de la muerte?

 

Me parieron dos vientres distintos, fui arrojado

al mundo por dos madres, y en dos fui concebido,

y fue doble el misterio, pero uno solo el fruto

de aquel monstruoso parto.

 

Hay dos lenguas adentro de mi boca,

hay dos cabezas dentro de mi cráneo:

dos hombres en mi cuerpo sin cesar se devoran,

dos esqueletos luchan por ser una columna.

 

No tengo otra palabra que mi boca

para hablar de mí mismo,

mi lengua tartamuda

que nombra la mitad de mis visiones

bajo la lucidez

de mi propia tortura, como el ciego que llora

contra un sol implacable.

 

 

Descenso a los infiernos

 

Yo no descanso nunca. Yo no tengo reposo

porque me estoy haciendo y deshaciendo.

Soy la lengua incesante del mar que anuncia el éter y el abismo.

 

Mi palabra anda en boca de todos los amantes

que descuartizan su alma por los besos

para honrar con su llama la acción de la semilla.

 

¿Por qué veo a los hombres en catástrofe?

¿Por qué los veo presos

si siempre fueron libres, con las alas cortadas?

 

¿No soy hijo del hombre? ¿No soy parte del día?

¿No soy sobreviviente de otros ojos vaciados,

ojos que hace mil años se abrieron en el niño

que era mi propio cuerpo?

 

¿No heredarán mis ojos los hijos de mi canto

hasta hacerse otra vez un niño misterioso

que llorará ante el mar sin poder comprenderlo?

 

Me paseo furioso,

cortado en dos mitades milenarias,

como el gran mar que tiene dos cabezas erguidas

para mirar arriba y abajo la tormenta.

 

¿Dónde empieza y termina la pasión de mi cuerpo,

libre de la mentira? ¿Es mi sangre la estrella

del movimiento, sol de doble filo,

en que lo obscuro mata a lo confuso?

 

Me alimento de sangre.

Por eso estoy hundido,

en esa posición de quien perdió su centro,

la cabeza apoyada en mis rodillas,

como una criatura que vuelve a las entrañas

de millares de madres sucesivas,

buscando en esos bosques las raíces primeras,

mordido por serpientes y pájaros monstruosos,

nadando en la marea del instinto,

buscando lo que soy, como un gusano

doblado para verse.

 

¿Es la pasión la forma de mi conocimiento?

¿Son mis ojos las manchas

del aire? ¿O es el aire padre de la mentira?

 

El sol, todo este sol que me desvela al fondo de las últimas formas

con su estallido inexplicable,

me está poniendo ciego de mirar lo perdido.

 

Yo veo por mis actos mucho más que a través de mis visiones

que mi ceguera es parte de la total videncia,

cuya luz me fascina con sólo obscurecerme

debajo de esos soles ociosos y enredados

que componen los días de este mundo.

 

Mi obscuridad se sale de madre para ver

toda la relación entre el ser y la nada,

no para hacer saltar el horizonte,

ni para armar los restos de lo que fué unidad,

ni para nada rígido y mortuorio,

sino por ver el método de la iluminación

que es obra de mi llama.

 

Así vivo en lo hondo de mis cinco sentidos

mil años boca arriba y otros mil boca abajo,

pues necesito entrar a saco en cada cosa,

sembrar allí un volcán y dejarlo crecer

hasta que estalle solo.

 

Yo no explico las causas como si fueran flores

encima de una mesa llena de comensales,

mientras suena la música.

 

Oh miseria del hombre,

desde hace miles de años

la mentira es el único cadáver

que contamina el éter de las cosas:

el cadáver sin fin, ese pelo infinito

que aparece en el punta de la lengua.

Ese pelo de muerto que cae de la noche,

nuestro peor cuchillo,

que nos corta los ojos con dulzura.

 

Me imagino que todos los cobardes

viven de la mentira,

todos esos que buscan

los principios debajo de las piedras,

seres que no son hijos de sus obras

sino esclavos del miedo.

 

 

Carta del suicida

 

Juro que esta mujer me ha partido los sesos,

porque ella sale y entra como una bala loca,

y abre mis parietales, y nunca cicatriza,

así sople el verano o el invierno,

así viva feliz sentado sobre el triunfo

y el estómago lleno, como un cóndor saciado,

así padezca el látigo del hambre, así me acueste

o me levante, y me hunda de cabeza en el día

como una piedra bajo la corriente cambiante,

así toque mi cítara para engañarme, así

se abra una puerta y entren diez mujeres desnudas,

marcadas sus espaldas con mi letra, y se arrojen

unas sobre otras hasta consumirse,

juro que ella perdura, porque ella sale y entra

como una bala loca,

me sigue adonde voy y me sirve de hada,

me besa con lujuria

tratando de escaparse de la muerte,

y, cuando caigo al sueño, se hospeda en mi columna

vertebral, y me grita pidiéndome socorro,

me arrebata a los cielos, como un cóndor sin madre

empollado en la muerte.

Tomado de:

https://el-placard.blogspot.com/2012/02/poemas-de-gonzalo-rojas.html

 

 

ORIANA

 

1. Ahora ahí los ojos, los dos ojos de Oriana

esquiza y órfica, la nariz

de hembra hembra, la boca:

os - oris en la lengua madre de cuya vulva genitiva vino el nombre

de Oriana, las orejas

sigilosas que oyeron y callaron los enigmas, el ángulo

facial, el pelo

bellamente tomado hacia atrás, sin olvidar sus manos

fuertes y arteriales de remera de lujo en la carretera y esa gracia

cartaginesa, finamente veneciana, cortando pericoloso el oleaje

contra el infortunio torrencial, ahora

y en la hora de mi muerte Oriana

 

2. ahí, traslúcida, con además

sus cuarenta y nueve que me son

flexiblemente diecinueve por lo fenomenal

del espinazo y qué me importan las estrellas

si no hay más estrella que Oriana, ahora allí

con su decoro y esa sua eleganza, por decirlo en italiano, adentro

de la turbulencia del mosquerío que será siempre la ordinariez, llámese

casamiento o cuento de burdel, con chancro y todo, y rencor,

y pestilencia seca del rencor,

 

3. (¡cólera, a callar!), y otra cosa menos abyecta: ni soy

Heathcliff feo como soy ni ella Catherine

Earnshaw pero el espejo

es el espejo y Cumbres Borrascosas sigue siendo el único

éxtasis: o vivir

muerto de amor o marcharse del planeta. De ahí

que todo sea Oriana: el Tiempo

que apenas dura tres segundos sea Oriana, la luna

sobre la nieve sea Oriana, Dios

mismo que me oye sea Oriana,

 

4. sólo que hoy no está. A veces

está pero no está, no ha venido, no ha

llamado por el teléfono, no anda

por aquí, estará fumando qué sé yo uno de esos 50

cigarrillos en los que le gusta arder, total

le gusta arder y qué más da, se nace para podrirse, o

para preferiblemente quemarse, ella se quema

y la amo en su humo de Concepción a Chillán de Chile, ¡los pavorosos cien kilómetros

cuchilleramente cortantes!, me

atengo entonces a su figura que no hay, y es un viernes

por ejemplo de algún agosto

que no hay y la constelación de los violines

de Brahms puede más que la lluvia, y el caso

es que el mismísimo Pound la hubiera adorado, por

loca la hubiera idolatrado a esta Oriana

de Orión en un sollozo

seco de hombre la hubiera cuando no hay

Rapallo, la

hubiera cuando no hay, y

sigue la lluvia, y las

espinas, y

además está sucio este compáct, no suena,

porque el zumbido mismo no suena, o

suena al revés, o

porque casi todo es otra cosa y

el pordiosero soy yo, y qué voy a hacer

con tanto libro, con

tanta casa hueca sin ella y esta música

que no suena.

                        Llamará

el día de mi muerte llamará.

 

 

 

II

 

Piedad entonces por la sutura de su vientre: a usted

la conocí bíblicamente allá por marzo

del 98 en la ventolera de algún film

de antes, ciego y

torrencial a lo Joan Crawford, las cejas

en el arco, cierta versión eléctrica de los ojos, el camouflage

del no sé, el hechizo

esquizo, el sollozo

de una mujer llamada usted

que aún, pasados los meses, se parece a usted en cuanto a aullido

secreto que pide hombre

conforme a las dos figuraciones

que es y será siempre usted, mi hembra hembra, mi

Agua Grande a la que los clínicos libertinos

llaman con liviandad Melancolía, como si el tajo

de alto abajo no fuera lo más sagrado

de ese láser incurable que es el amor

con aroma de laúd, y no le importe que las rosas

bajo el estrago del verano le anden diciendo por ahí fea y

Arruga, ríase, huélalas desde su altivez, métase

con descaro en lo más adúltero

de mis sábanas como está escrito y conste que fue usted

la que saltó por asalto el volcán, y no lo niegue, ándele airosa

entonces pero sin llorar, equa mía, la

Poesía no le sirve, Lebu mata, mi

posesa flaca de anca, mi

esdrújula bellísima de 50 kilos, vuélele, no

se me emperre en ese inglés metalúrgico

de corral, todo

entre nosotros no pasó de mísera

ráfaga telefónica que alguna vez llamamos eternidad:

usted misma fue esa ráfaga. Lacán el rey

se lo diría igual: ándele, vuélele paloma

casi en mexicano, no

le transe a la depre, báñese

en alquimia espontánea, tire

la fármaca a la basura, eso engorda, déjese

de drogas, de analistas, de

concupiscencia nicotínica, y si está loca

vuélvase más loca, baile

en pelotas como la muerte, apréndale a la Tierra

que baila así, ¡y eso que el sol le exige traslación! Bueno

y, para cerrar, si su juego es irse váyase

a otro seso menos diabólico, elija:

culebra, por ejemplo, ¿no le da para culebra? Eva

comió culebra como usted dos veces: ahí ve

cómo va la Especie desde entonces, cómo

se arrastra pendenciera pidiéndole perdón a las estrellas por

haber parido peste, ¡puro border-line

y miedo, y rosas, dos

rosas venenosas!, ¿no cree usted? ¿quién

tiene la culpa

si nunca hubo culpa? Preferiblemente

cuélguese alámbrica

a todo lo larga y lo preciosa de vértebras que es usted

baile ahí pendular en el vacío unos diez

minutos, a ver qué pasa

con el estirón, para crecimiento

y escarmiento:

 

 

 

III

 

A otro con mujer umbilical así: tranca

del no sé, fulgor y nicotina hasta las pestañas, humo

y humo, a otro

que transe, yo no transo

ni voy a canjear ante los dioses encanto por llanto.

Patética pide cosmética. Vacío

exige hombremente vacío.

 

A elegir, madame: o el frenesí

y el éxtasis del amour

fou que es el único amor

que habrá habido sobre la tierra, o

la raja seca de la higuera

maldita.

 

Ay, lo culébrico

de la situación, no es que la vulva

misma sea culebra, ni el hueso

de la esbeltez sea culebra, lo culebrón

hasta el desgarrón es el argumento

de la obra: una madre-hermosura, dos

infanto-fijaciones amarradas a la hermosura

de la madre, más

los respectivos escondrijos, un

psiquiatra confidente, un

abismo, siempre hay un abismo,

y yo, ¿qué hago yo

que no soy Freud en ese abismo?

 

 

MUCHACHAS

 

Desde mi infancia vengo mirándolas, oliéndolas,

gustándolas, palpándolas, oyéndolas llorar,

reír, dormir, vivir;

fealdad y belleza devorándose, azote

del planeta, una ráfaga

de arcángel y de hiena

que nos alumbra y enamora,

y nos trastorna al mediodía, al golpe

de un íntimo y riente chorro ardiente.

Tomado de:

https://www.eldigoras.com/eom/2002/aire10pvgr01.htm

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