Un nuevo tiempo para el tiempo
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Para Valerio, mi nieto
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Valerio toca la puerta
porque quiere entrar a este universo
como un ciudadano más del mundo,
sin pasaporte o visa,
simplemente con su presencia
con su identificación de ser humano
capaz de entender el dolor de los mortales
y el amor de las tardes a 30 grados Celsius
entre el aroma de flores y plantas del jardín sin nombre.
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El viento cálido de la tarde aguarda su presencia
mientras en la Franja de Gaza
han creado de nuevo un Holocausto,
Auschwitz sin fecha, con hornos crematorios diferentes
y un gran odio refundido en la discordia,
para evitar que surja la concordia y la armonía en el mundo.
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Valerio trae una paloma en la mano derecha
y una rama de laurel en la izquierda,
signos de un tiempo promisorio
de un mundo aún no construido.
Sueños al fin, luz inédita del alba,
viento libre que recorre los senderos
buscando un canto o una poesía,
la esencia del hombre renombrado.
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A Valerio sólo le falta escribir lo que ya nombra y siente
para construir un mundo nuevo, diferente,
donde la luz sea fuente de nuevas ilusiones
no una ráfaga de metralla,
ni el fuego de los nuevos hornos crematorios
que aprendieron algunos… en esos campos de escarnio
no para delinear la paz sino para que surja el odio inoculado.
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Valerio nombra las cosas por su nombre,
descubre los colores nuevos
y sabe que la historia no es cuestión de tiempo
sino de libertad y asombro
ante los horizontes que vislumbra
tan llenos de resabios
tan sin ganas de dejar que el otro logre lo que yo ya tengo.
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No es mi palabra su nombre, ni su voz mi eco,
Valerio aprende a pronunciar los neologismos
porque en su nombre habrá de engendrar
un nuevo tiempo para el tiempo
y una historia distinta
para un mundo que aún no existe.
Cuando escampe sabré de verdad tu nombre
.
No supe sino hasta horas después, con precisión,
que tu voz era mi luz de asombro, indubitable
y que el tiempo había detenido su carrera
para inventar de nuevo cada color del horizonte.
Hubo una nube de sorpresas.
Luz de asombro, dije; interrogantes
y ganas de descubrir los signos de la historia
sin más limitación que el tacto o la distancia.
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Sólo sabemos las certidumbres de un anhelo
acunado desde las horas infantiles.
Esa es la certeza; lo demás es sólo insinuación
ante la vida, la búsqueda perpetua.
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Recorreremos el mar, inventaremos colores
para el horizonte nuevo y las incertidumbres.
Nadie recorre el mundo sin temores
y cada instante es una vacilación en el signo de los pasos.
Deberemos aprender a construir de nuevo todo
casa, certezas, afecto y hasta desesperanzas
para no entorpecer destinos ni prefiguraciones
y dejar que el viento diluya todo fardo de soledad y hastío.
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Inventaremos de nuevo el alba, la luz, el arco iris.
Los senderos son siempre una cruel interrogante.
Cuando escampe, sabré de verdad tu nombre, el mío,
la acepción precisa de cada palabra que se anticipe al recuerdo.
Quiero que me recuerdes…
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Guárdame siempre en la delicia
de tus dientes parejos, de tus ojos,
de tus olores buenos,
de tus brazos que me enseñas
cuando a solas conmigo te has quedado
desnuda toda, en sombras,
sin más luz que la tuya,
porque tu cuerpo alumbra cuando amas,
Rubén Bonifaz Nuño/” Amiga a la que amo”/ El manto y la corona
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El horizonte un sol, asimétrico tiempo,
olor de madreselvas en el viento,
cierto aroma de paz en el ambiente,
vértigo de sombras se acomodan.
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La historia es sentencia silenciosa
cordel que va forjando sus nudos cada instante
para dejar huella perenne en el camino
sin permitir, acaso, el mínimo retraso.
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Será cada caricia tuya un haz de luces innombrables
la remembranza que reviva el tiempo
porque fuiste sabor y trascendencia.
De tus besos surgía la voz y el canto eterno.
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Fue tu cuerpo el signo inequívoco
de un mar ilimitado
y tu mirada el faro guía
para encontrar puerto de abrigo.
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El fuego marcó el lindero de los días
todo construíamos entre sueño y piedra
bebimos del sexo y la poesía,
nuestro sudor inventaba en cada espasmo una palabra.
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Cuánto tiempo perdimos.
Se diluyeron minutos en las manos
mas retomamos la historia
para tejer las nubes sin demora.
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Era tu sed de amar, la mía, era la sinrazón amotinada
una manera de reconstruir el porvenir
un modo de saciar la sed ancestral
darle sentido a ese deseo de deslumbrar la noche.
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Descubrimos de cada mes sus días precisos,
que hay maneras exactas de desandar el tiempo
y edificar la cauda de los días
para forjar un porvenir, saciar el ansia a toda hora.
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Quiero que me recuerdes en medio del estío
cuando ya mi piel sólo se encienda de recuerdos
y se hayan marcado en ella las historias de amor
de tantas primaveras, en tono y matiz acumulados.
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Quiero que me recuerdes por mi nombre
por lo que pude decirte puntual y sin temores
por todo lo que pude ofrecerte a tiempo
cuando mi voz fue carnaval irrenunciable.
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Quiero que me recuerdes sin sombras ni fantasmas,
cuando mi felicidad fue para ti,
desde el oscuro rincón de los silencios
aún antes de que tu luz iluminara mi sendero.
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Cuando me alcance el provenir
pronunciaré tu nombre.
Tú sabrás de mi amor, también,
cuando ya no pueda pronunciar palabra.
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Adivinarás en mis ojos
la imagen impresa de tus ojos
y tus sedientos labios para el beso
cuando podías ser parte de mi tiempo eterno.
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Recuérdame en los años cuando mi juventud te avasallaba
cuando me atrevía a develar tus inocencias
y descubríamos a toda hora la luz y el eco eternos
sin temor alguno de descubrir el alba.
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Recuerda mis ansias de estar dentro de ti
de recorrer tu piel, aunque no lo supiste en ese tiempo,
el insondable deseo de ser en ti
y encontrar sin límite ninguno historia y trascendencia.
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Yo te hablaré al oído en todo tiempo.
Donde esté pronunciaré tu nombre
te amaré en silencio sobre el viento
hasta que nos alcance para siempre la memoria.
Cotidianeidades
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Este día fue como cualquier otro.
Atendimos asuntos cotidianos
el documento de trabajo, la sartén sucia en la cocina,
los correos electrónicos que acumulan mensaje en sus buzones,
la ropa sucia o el polvo en la recámara,
la luz radiante entrando a través de las ventanas
o la lluvia pertinaz, persistente, sobre la ciudad,
el recibo de la luz que debe pagarse,
la algarabía de los niños en el patio,
la luz de asombro, a media tarde, que te anuncia…
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Pero no pudimos sacudirnos las cosas esenciales:
tu recorrido desnuda por la casa,
tus ojos devorando todo para no olvidarlo
el sabor de los nuevos tiempos o
el recuerdo vivificante que te anuncia.
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Pero sucede que nada tiene sentido
sino cuando puedo tocar la ropa que dejaste sobre la cama
o cuando el recuerdo me lleva hasta las sombras de la dicha
en esos momentos en que descubrí tu pequeña marca en la espalda
o tu sonrisa que ilumina el espacio aún en medio de la noche
y me sumo en el sueño que te anuncia.
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Resulta que todo te perfila
y en medio del recibo o del sartén o de la ropa o del recuerdo
apareces en medio de la nota formal que nos desangra
como una imagen que te invoca
y que te anuncia
para no ausentarte ya más de mis espacios.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2015/03/roberto-arizmendi/
En esta hora de la noche me haces falta
En esta hora de la noche me haces falta;
es la cama tan grande,
me estorba tanto espacio vacío de amor
de ti,
de tus caricias.
Yo no sé cómo algunos pueden dormir solos
en camas kingsize o circulares,
todo se rueda en ellas
y el alma no encuentra su acomodo.
Para amar no es necesario espacio sino tiempo,
cualquier lugar cobija cómplicemente al gozo
y las nubes o los arco iris se construyen
en cualquier rincón
con tu sonrisa.
Dejaré que el sueño te descubra,
te quite delicadamente la ropa que te cubre
y te haga aparecer
como deidad en el cielo de los dioses;
haré la remembranza de los días
en que la tenue luz perfila tu sonrisa
y yo admiro las líneas perfectas
con que te define la penumbra.
Ocuparé el enorme espacio con el sueño
porque no puedo estar así, sin ti, entre las sábanas,
sólo por descansar y a la espera interminable del alba,
cuando pueda ir hacia ti
porque ya naciste de nuevo para mis ansias de tenerte.
Confesión
Confieso que las noches
siempre me parecen cortas,
cada día debiera tener más de veinticuatro horas
para tener tiempo de construir los sueños.
La vida no alcanza para tanto anhelo.
Algunas veces he querido dejar la ciudad
y sin maleta irme al mar,
sin ropa ni equipaje;
el hombre no debería programar
horas, encuentros y destinos,
tampoco su tiempo de amor
menos su vida,
porque andar sin destino
es por antonomasia la búsqueda perpetua.
Una vez encontré a una dama
en una ciudad apenas conocida;
hicimos el amor
y cada quien retornó a su camino,
a su signo y a sus luces;
estoy seguro que como yo, ella
—sólo ella porque nunca conocí su nombre—
recuerda la manera como descubrimos la luz de las estrellas
en una alcoba, de un antiguo edificio,
con enormes vidrieras en dirección al poniente,
y sonríe, sólo sonríe cuando recuerda;
ese día vimos cómo el cielo
se iba colmando de fuego y nostalgia, con el gozo transmitido
en íntima confesión por su voz dulce y tenue,
y luego descubrimos la luna a través de los cristales.
En otra ocasión, en el puerto,
una joven me ofreció sus lágrimas
y vi cómo el dolor se iba quedando impregnado
sobre la mesa, primero, y luego en las sábanas casuales
mientras surgía la luz en su rostro,
cada minuto más bello
conforme se iba borrando su desdicha.
Y así,
un día,
otro,
mis pasos me han llevado a percibir aromas sin medida
sin necesidad de nombres y apellidos,
de contratos y rutinas; sin haber programado
la cita con hora, lugar y protocolo.
Así he conocido la forma de inventar la lluvia
y he descubierto la luz con sus colores y matices,
el tiempo equinoccial y el tránsito infinito.
Sólo el horizonte abierto
para la luz que se inventa
con el color del sueño.
Sólo una sonrisa y el tacto sin medida,
el aroma del cuerpo y el clima de los días,
la lluvia, el mar,
la luna, el infinito.
Juego con tu nombre
Juego con tu nombre
a decir el amor con tus vocales,
sin consonantes ni acentos
sino aquellos que sean imprescindibles
para convertir la voz en canto.
Quiero de nuevo aprender a deslizar mi tacto
sobre tu piel de ensueño
para encender tu cuerpo
y llevarlo junto al viento a recorrer el mundo.
Nadie habrá de adivinar
el extraño sortilegio
de ser párvulos anónimos
en medio del vendaval y la discordia.
Aprenderemos a recorrer
de otra manera el tiempo
y el sueño de tus noches
será el escenario irreductible
de nuestro cotidiano asombro.
Tu paso, obsequio de mis días
Si no es por ti que sé el tono preciso del color del día
sólo el destierro acepto como ansia de verdad
para encontrarte en plenitud de asombro
y en promesa de luz que anuncia el alba.
A qué vino el detalle exacto de tu beso
sino a labrar con precisión sobre la piedra
el perfil irrenunciable de tu esencia
y el vuelo inocente de tu anhelo.
Si la infancia ha de ser
inagotable fuente de esperanzas,
que tu mano construya el horizonte
con cada gota de luna o lluvia renovante.
Cuando mi voz sea escasa
y guarde para mí sólo el recuerdo,
habrá de ser tu sonrisa mi alegría
y el eco de tus pasos mi epitafio.
Descubro cada día la vida con tus luces
Son las doce de la noche,
hora en que la luna hace
un juego de espejos
para que la vida se vaya acomodando
a su capricho,
para que surja el tiempo en los relojes
sin el avance de las manecillas
que mágicamente adormecen luz y espacios.
El tiempo es nuestro.
No hay más dolor
sino saber que tu piel
a veces
se me escapa.
Todo huele a simiente
en esta hora,
a sabor de madreselvas.
La vida es recuerdo
entre el bosque de tus muslos
y el aroma fragante de tu cielo
sobre las sábanas
pulcras aún
a pesar de tus caricias.
Se escuchan a lo lejos
sonidos de carros
maullidos de gatos sin cadenas;
insectos nocturnos adornan la oscuridad
como recuento de segundos de amor
cuando la lluvia arriba hasta la alcoba
en homenaje a destellos ya vividos.
Tu piel es un enjambre de tormentos
y esperanzas.
¿Cómo he podido amarte
si no hay más conocimiento
que tu palabra suave
entre el barullo de las estaciones?
Toda la vida ha sido descubierta
con tu tacto,
tus ojos,
tus aromas.
Las olas del mar se mezclan
inmisericordes
entre la tersura de tu viento
y el húmedo sabor anhelante de tus labios
que me sacian.
Descubro cada día la vida
con tus luces
y no hay augurios de tormenta.
La muerte no existe.
Mienten quienes escriben loas por ella
o se ahogan insaciables en el llanto.
La muerte es algo más que los ritos
de ausencia y plañideras;
es algo inalcanzable
cuando el sabor a lluvia
inunda el aire de los días.
Es tan dulce el aroma de tus labios
que nunca llegará la muerte.
No es cierto que se acabe el tiempo;
no puede haber final de nada
cuando la luz alumbra el infinito
y en él anidas tú
fantasma de sorpresas,
visión perenne de presagios
de donde surge el alba
sin recelos;
ahí estás
siempre
en espera de la noche
para que los espejos jueguen
con nuestra voz
y nuestros cuerpos
hasta que inaugure de nuevo la luz
la madrugada.
Tomado de:
https://letralia.com/97/le07-097.htm
Autocrítica
No nos podrán culpar jamás
de no haber sido idealistas,
ni de no hacer música,
de no tomar café y hacer poesía.
Pero sí nos señalarán
a veces
de haber sido impuntuales a la historia
y haber sido satisfechos.
Libertad
Dentro de algunos años
me juzgarán
por lo que hago.
Pero todos harán
a lo mejor
dentro de veinte
lo que juzgaron
insensato y absurdo
en su pasado.
La arena del reloj cae
a su tiempo preciso
en cada vida
y no habrá más de una escala
para medir
la libertad humana.
La forma de construir la vida
surge del sueño,
se teje con la red del viento
y se entremezcla con amor y anhelos.
Cada quien
debe aprender
a izar
a tiempo
sus banderas.
Anhelo que se pierde en el viento de la tarde
De nada sirve repetir tu nombre,
recordar noches de luna y horas sin recato,
que el corazón revierta su existencia loca
o que la breve flama de tu luz me alumbre.
El juego entre las sábanas dormidas,
el aliento impecable de tu tiempo
y mi tacto sobre tu piel dormida
siguen siendo un presente que no cesa.
De qué sirve dejar que el fuego del amor se encienda,
que deje entreabierta la puerta de mi casa
y acomode la copa y decante el vino
si no estás aquí y no te alcanzo.
Para mi esposa y mis hijos
Si la vida se acaba
no hagan caso.
Si una mañana no estoy
aquí ya más,
acomoden mis cosas,
resérvenles lugar
y denle acomodo al corazón
de nueva cuenta.
Si un día no puedo compartir
comida y tiempo
dividan en tres la nueva vida
y una vez cada cinco años, diez,
alguna vez,
cosechen una flor
y hagan un samba
sin dolor
sin llanto,
que ahí estaré bailando y cantando
con ustedes.
Tomado de:
