Cuando cuento las semillas
Cuando cuento las semillas
sembradas allá abajo
para florecer así, lado a lado;
cuando examino a la gente
que tan bajo yace
para llegar tan alto;
cuando creo que el jardín
que no verán los mortales
siega el azar sus capullos
y sortea a esta abeja,
puedo prescindir del verano, sin
queja.
Él era débil y yo era fuerte
Él era débil y yo era fuerte,
después él dejó que yo le hiciera
pasar
y entonces yo era débil y él era
fuerte,
y dejé que él me guiara a casa.
No era lejos, la puerta estaba cerca,
tampoco estaba oscuro, él avanzaba a
mi lado,
no había ruido, él no dijo nada,
y eso era lo que yo más deseaba
saber.
El día irrumpió, tuvimos que
separarnos,
ahora ninguno de los dos era más
fuerte,
él luchó, yo también luché,
¡pero no lo hicimos a pesar de todo!
Certidumbre
Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.
Con Dios jamás he hablado
ni lo visité en el Cielo,
pero segura estoy de adónde viajo
cual si me hubieran dado el derrotero
Ensueño
Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel
Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.
La sortija
En mi dedo tenía una sortija.
La brisa entre los árboles erraba.
El día estaba azul, cálido y bello.
Y me dormí sobre la yerba fina.
Al despertar miré sobresaltada
mi mano pura entre la tarde clara.
La sortija entre mi dedo ya no
estaba.
Cuanto poseo ahora en este mundo
es un recuerdo de color dorado.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-emily-dickinson/
335
No es Morir lo que más duele—
Es vivir—nos duele más—
Pero Morir—es algo distinto—
Oculto tras la Puerta—
La Costumbre del Sur—del Pájaro—
Que antes de que llegue la Helada—
Acepta una mejor Latitud—
Somos—los pájaros—que se quedan.
Los que tiemblan junto a la puerta
del Campesino—
Rogando unas Migajas—
Hasta que las piadosas Nieves
Nos Empujan a volar a Casa.
1472
Ver el Cielo en verano
Es Poesía, aunque no esté escrito en
ningún Libro—
Los Verdaderos Poemas huyen—
165
Un Ciervo Herido–salta más alto–
Oí al Cazador decir–
Pero es sólo el Éxtasis de la muerte–
¡Luego los Helechos enmudecen!
¡El agua brota de la Grieta!
¡Surge del Acero hendido!
¡Una mejilla siempre está más roja
Allí donde la Fiebre sube!
La Alegría es Portadora de la
Angustia––
y en ella Cauta se Escuda,
No sea que alguien advierta la sangre
¡Y exclame “te han herido”!
133
El agua se aprende por la sed.
La Tierra—por los Océanos
atravesados.
El Éxtasis—por la agonía—
La Paz—la cuentan las batallas—
El Amor, por el Hueco de la Memoria—
Los Pájaros, por la Nieve.
XX
Pruebo un licor jamás destilado—
En jarras de Perlas—
¡No todas cubas junto al Rin
Producen semejante alcohol!
Ebria de aire—estoy—
Y Embriagada de Rocío—
Tambaleándome—los interminables días
de verano—
Por posadas de Incandescente Azul—
Cuando los Dueños echen a la Abeja
borracha
Por la puerta de la Dedalera—
Cuando las Mariposas—renuncien a su
licor
¡Yo beberé más!
¡Hasta que los Ángeles se quiten sus
nevados Sombreros—
Y los Santos—corran a las ventanas—
Para ver a la pequeña Bebedora
Reclinada contra el Sol!
37
El Viento comenzó a mecer la Hierba
Con una Melodía inquietante—
Lanzó una Amenaza a la Tierra—
Una Amenaza al Cielo.
Las Hojas se desprendían de los
Árboles—
Y echaban a volar
El Polvo se ahuecó como las Manos
Y ocupó la Carretera
Los Carros se apresuraron por las
Calles—
El Trueno se apuró lento—
El rayo mostró su Pico Amarilla—
Y luego una lívida Garra.
Los Pájaros hicieron Barricadas de
sus Nidos—
El ganado huyó a los Corrales—
Cayó una gota Gigante de Lluvia
Y luego, como si las Manos
Que contenían los Diques se abrieran
Las Aguas Inundaron el Cielo,
Pero pasaron por alto la Casa de mi
Padre—
Sólo descuartizaron un Árbol—
156
Me quieres—estás segura—
No temo equivocarme
No me despertaré engañada
Una complaciente mañana
y descubriré que el Sol se ha ido
¡que los Campos—están desolados
y que mi Amor—se ha marchado!
No debo inquietarme—estás segura.
Nunca llegará la noche
En la que, asustada, corra a tu casa
Y encuentre las ventanas oscuras
Y mi Amor se haya ido—dime
¿Nunca llegará?
Claro que estás segura—sabes
Que lo soportaré mejor ahora
Si me lo dices así
Que si—cuando la Herida
haya sanado
¡Me hieres—otra vez!
1705
Hay Volcanes en Sicilia
Y en Sudamérica
Lo sé por mi Geografía—
Los volcanes más cercanos
Arrojan Lava en cualquier momento
Y me tientan a Escalar—
Un Cráter puedo contemplar
el Vesubio en Casa
314
La “esperanza” es la cosa con plumas—
Que se posa en el alma—
Y canta sin palabras—
Y nunca—nunca—se detiene—
Y en el Temporal—es más dulce—
Y muy herida debía de estar la
tormenta—
Que abatió al Pajarito—
Que mantuvo a tantos en calor—
La he oído en la tierra más helada—
Y en el Mar más extraño—
Pero—nunca—ni en casos Extremos,
Me pidió una migaja— a mí.
190
Él era débil, y yo era
fuerte—entonces—
Así Dejó que lo guiara—
Yo era débil, y él era fuerte
entonces—
Así que dejé que me guiara—a Casa.
No estaba lejos—la puerta estaba
cerca—
No estaba oscuro—Él avanzaba—también—
No había ruido, porque él no hablaba—
Eso era lo que más deseaba saber.
El Día llegó—y tuvimos que
separarnos—
Ninguno—era más fuerte—ahora—
Luchó—luché—también—
¡No lo hicimos—a pesar de todo!
84
Su pecho es propicio para perlas,
Pero yo no soy un Buceador—
Su frente es propicia para tronos
Pero yo no tengo penacho.
Su corazón es propicio para un hogar—
Yo—un Gorrión—construyo ahí—
Con la dulzura de las ramas
Mi perenne nido.
355
No era la Muerte, pues yo estaba de
pie,
Y todos los Muertos están tumbados—
No era la Noche, pues las Campanas
Se agitaban a Mediodía.
No era el Frío, pues en mi Piel
Sentí Sirocos—reptar—
Ni el Fuego—pues mis pies de Mármol
Podían helar un Santuario—
Y sin embargo, se parecía a todas
Las figuras que había visto
Ordenadas para un Entierro,
Y me recordaron al mío—
Como si hubieran recortado mi vida
Y la hubiesen puesto en un marco,
Y no pudiera respirar sin una llave,
Y fuera a Medianoche—
Cuando todo lo que late—se detiene—
Y el Espacio mira a su alrededor—
O las Espeluznantes heladas—los
primeros llantos de Otoño,
Levantan la tierra apaleada—
Pero, como el
Caos—Interminable—Insolente—
Sin Esperanza, ni Mástil—
Sin siquiera un Informe de Tierra—
Para justificar—la Desesperación.
1720
Si hubiera sabido que el primero era
el último
Lo habría conservado más tiempo.
Si hubiera sabido que el último era
el primero
Habría bebido más.
Copa, fue tu culpa,
No eran los labios los mentirosos.
No, labios, fue vuestra culpa
Y la dicha más culpable.
292
Si el Valor te abandona—
Vive por encima de Él—
A veces se apoya en la Tumba,
Si teme desviarse—
Es una postura segura—
Nunca se equivocó
En esos brazos de Bronce—
Ni el Mejor de los Gigantes—
Si tu Alma tiembla—
Abre la puerta de la Carne—
La Cobarde necesita Oxígeno—
Nada más—
Tomado de:

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