martes, 20 de mayo de 2025

POEMAS DE MIHAELA MOSCALIUC

Tú preguntas de dónde vienen estos poemas

 

las filas de hambre en mi tierra natal y las madrigueras

secretas, largos abrigos y sombreros rusos

 

colgados en cuernos de ciervo, carne abandonada

sostenida contra contenedores de basura destruidos

 

tumbas vagamente familiares que alimento

de margaritas frescas y lluvia ácida

 

una cama amarilla de miedo y un dulce

disgusto en una habitación cargada de libros

y una mente engañándose a sí misma

 

la parada de bus donde un infante mastica

el corazón de una manzana mientras la madre adolescente trabaja

calentándose un dedo morado a la vez

 

la niña de la calle cargando un bebé

en la cadera derecha mientras la mano izquierda manipula la bolsa

de pegamento, la melodía clamorosa

 

sobre la que se mece, y estas monedas

—nunca suficientes— con las que intercambio mi culpa

 

la lluvia de amento que besa el asfalto amarillo

esas grumosas cerezas siempre verdes

 

ciento ochenta minutos de tiempo de llamada

comprados con un mes de salario, sin usar, caducados

 

los dos nudos de sangre que dejaste en mi labio inferior, sanando

mientras haces que mi mente entienda, pero no mi cuerpo - todavía

 

preguntas de dónde vienen estos poemas

tú que anunciaste tu partida en tan encantadoras cadencias

 

tú viajaste por mi país lo suficiente para saber

que todo lo que podía hacer era confiar en tu idioma

 

tú recorriste mi país lo suficiente para saber cómo la lengua,

aun sin hueso, rompe los huesos

 

 

Marginales

O: cuando comento, disculpándome, que no tengo poemas sobre él,

mi hermano me agradece y me dice sigue así, hermana

 

O tal vez podría escribir sobre el hermano de alguien más

si eso me ayudara a capturar la crueldad

con la que te desterré al armario

por no lograr jugar a mi obediente alumno del kínder

y luego dirigí tu cuerpecito con varicela

al patio ardiendo.

Nuestros padres no tuvieron más opción que dejarte

bajo mi cuidado a pesar del ominoso comienzo—

a tres años, oculta detrás de la puerta del dormitorio,

extraía cada gota de leche de tu biberón

para luego posarlo suavemente entre tus labios.

Para cuando me descubrieron, estaban sumamente preocupados

por la fuerza misteriosa que te sometía al hambre.

Pero no quería regalarte un poema de rivalidad

común entre hermanos y usar la memoria para dar sentido poético

a eso, así que brindemos por el cerdo de un rancho de Pensilvania

que trajiste este invierno en el maletero de tu Tesla,

ahumado y sangriento.

En el sótano terminado, forrado con plástico

y rociado con agua bendita, pusiste manos a la obra.

El amanecer te encontró atando salchichas, dividiendo

filetes, etiquetando, tobă, lebăr, caltaboș, jambon,

las virutas de ciruelo en el ahumador apiladas

con kaizer a la pimienta y slană1 recubierta de boia,

los vecinos mirando desconfiados a través de las rendijas.

En Navidad, mordimos juntos la morcilla

para alimentar el espíritu de la abuela. Ella está exultante.

Una gota de envidia regresa. Aún sabes bien

cómo ganar su corazón, sin importar cuántos poemas

le escriba, sin importar cuán ingeniosos o deliciosos

estén ahí los cerdos, o cuán suave sea mi molinillo de palabras,

cuán afilados los cuchillos que dividen las porciones, cuán libres de crueldad.

 

 

Erótica

 

                                                                                                                                                Pandemia 2020

 

Cuando le preguntaron qué encontraba erótico, él dijo ojos,

no ojos en sí, sino cómo instigan,

encienden el cuerpo desde adentro, ese encuentro ocular

de dos segundos que nada tangible puede igualar

cuando los extraños ojos que entran en los tuyos,

igual de extraños, te dejan entrar.

Sentí envidia. Nunca me había atrevido a otros ojos

y cuando me lanzaban una mirada sugerente,

me aseguraba de desviar la mía —

hasta ahora, cuando el paseo diario

paralelo a la playa se mide

no en millas, sino en ojos.

Detrás de la mascarilla, la respiración revela

su naturaleza, y apesta.

El iris es el único órgano interno

visible desde el exterior,

mi padre profesaba para justificar

las pequeñas invasiones de su Canon

en las calles de Manhattan,

los problemas en los que se metió.

Camino el día para cultivar

lo que veo: manchas de color,

miedo, hola, no, la cámara de mi padre

en continuo clic clic clic,

robando lo que los sujetos

no saben que pueden dar.

 

 

Corazónencallado2

 

¿Cuántas veces regresarás distinta

a un lugar que no ha cambiado y no

 

te arrodillarás para limpiar el adoquín

con tu dobladillo, aflojar

 

el diente de león de la grieta,

consumirlo entero,

 

en ese instante?

 

Tobă, lebăr, caltaboș, jambon, kaizer y slană son cortes de carne de cerdo. [N. de la T.]

Corazónencallado, n. de corazón + encallar, atar un barco al ancla (Del Diccionario de emociones oscuras 151 de de John Koenig). [N. de la T.]

Tomado de:

https://cardenalrevista.com/2024/04/12/poesia-rumana-actual-4-poemas-de-mihaela-moscaliuc-traducidos-al-espanol-por-frances-siman/

 

 

Cisne negro

 

 

Cada día volvía a observar.

Ingenuamente, pensaba que los nutrientes eran los culpables,

como con los flamencos cuyo rosa palidecía

y luego se convertía en blanco puro

una vez que el zoológico estatal agotaba sus pastillas de caroteno.

Esperé la primera decoloración,

algún momento de transición gris,

convencida de que poco a poco eliminaría

la suciedad que alimentaban los turistas idiotas.

Esto llevará tiempo,

devolver mi cisne a los mitos, a donde pertenece,

tiempo que tengo, tiempo sobrante

de años matando el tiempo en el cuarto oscuro.

Por unas monedas, giraba la perilla

del tanque de revelado y los pedidos de secado con secador

con plazos de entrega acelerados.

El revelador, el stop y luego los baños de fijador

me mecían de placer

para ver cómo el mundo se alzaba

del papel fotográfico blanco,

borroso y barrido por la certeza en la bandeja final.

Fui la primera en verla antes de que se encontrara con la luz, aunque, por supuesto, la mirada precisa de mi padre

ya la había enfocado.

No sé

cuántas tiras de prueba necesitó para obtener la exposición correcta

o lo que le llevó aprender a convertir

un cisne blanco en negro,

queriendo demostrarle a su escéptica hija

que tocan la bocina y la música callejera en aguas reales, justo afuera

de los cuartos oscuros del Bloque del Este.

 

 

La adivina          

 

De niña, robó la vocación por una mirilla

en la cabaña de la curandera, y luego practicó con Florica,

la vaca con ojos como los míos. La técnica llegó después,

en un pabellón psiquiátrico donde, atónito por

la habilidad de esta taquígrafa desquiciada para descifrar

el galimatías nocturno de sus hermanas, el director, un antiguo paciente,

la diagnosticó como clarividente y, entre tazas de café turco,

le transfirió técnicas para las que él, sordo espiritualmente, no tenía ninguna utilidad.

Pronto su apartamento de una sola habitación sustituyó al confesionario del pueblo,

y su timbre, un dispensador de esperanza 24/7.

La gente quiere tanto que alguien conozca sus problemas, murmuraba,

que están dispuestos a cambiar sus zapatos por un poco de escucha.

Aprendí a no avergonzarme de oír, a acostumbrarme

a la piel azul-negra de los que llaman a medianoche.

 

Este invierno, a la misma edad que cuando ella vendió

su desamparo, sostengo la baraja desgastada.

Pasamos el crepúsculo de mi cuadragésimo sexto cumpleaños

solas, ella y yo, en una capilla iluminada por la agonía

de los condenados y ángeles con una expresión alarmantemente impasible.

Mis chanclos, húmedos de sudor transatlántico,

se aferran al suelo helado. Solo por esta vez,

me prometo mientras barajo las cartas

sobre su pecho frío, y solo para ver

si el zapatero estará allí para resolarle los zapatos.

Tomado de:

https://themarkaz.org/poet-mihaela-moscaliuc-a-permanent-immigrant/

 

 

La casa

 

 

Con toldos rojos manchados

Abandonados hace mucho

Sellados con el polvo de tilo

 

 

 

No entraré a reclamar

El tablero de ajedrez que me enseñó

Nada más que paciencia

 

 

 

No entraré a rescatar

el tronco del cerezo

atrapado en el hogar.

 

 

 

La rama gangrenada

con hojas enroscadas

como fetos fosilizados

 

 

 

Aunque eso es todo lo que necesito

 

 

 

Para el borş que fermenta

En el enorme frasco de vidrio

Que anida en la bodega

 

 

 

Si lo hago bien

 

 

 

El tónico repondrá

la flora desperdiciada, la astilla

liberará el huerto.

 

 

 

Si lo hago bien

 

 

 

Los tejedores de orbes dorados han hilado

ruedas de seda más resistentes que el acero

para atrapar gorriones errantes.

 

 

 

Hamacas que podrían sostener

Dos cuerpos fantasma rumor

Ya lo sé

 

 

 

No puedes entrar por mí,

y yo no entraré

para buscarme a mí mismo.

Tomado de:

https://plumepoetry.com/19201-2/

 

 

El yo como cabra en el árbol

 

Nueve cabras corretean

el nudoso árbol de argán y pastarlo hasta limpiarlo.

Ingieren la fruta arrugada entera,

Aunque es solo la pulpa amarga

que despierta su apetito por más.

Saciados, miran fijamente el horizonte.

hasta que las ramas se desgastan y caen.

Los agricultores recogen los excrementos de las cabras

para extraer el hueso rico en granos de aceite.

¿No te has deseado tú también una cabra?

posado, borracho como un ponche, en un tilo,

Desinteresado por el oro que podrías cagar,

cómo podría servir tanto al hambre como a la codicia.

¿No te has provocado a ti mismo?

Para equilibrar un poco más,

masticar algunos olores fugaces,

Olvídate de lo zanja que es la tierra.

Tomado de:

https://poets.org/poem/self-goat-tree

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