Tú preguntas de dónde vienen estos poemas
las
filas de hambre en mi tierra natal y las madrigueras
secretas,
largos abrigos y sombreros rusos
colgados
en cuernos de ciervo, carne abandonada
sostenida
contra contenedores de basura destruidos
tumbas
vagamente familiares que alimento
de
margaritas frescas y lluvia ácida
una cama
amarilla de miedo y un dulce
disgusto
en una habitación cargada de libros
y una
mente engañándose a sí misma
la
parada de bus donde un infante mastica
el
corazón de una manzana mientras la madre adolescente trabaja
calentándose
un dedo morado a la vez
la niña
de la calle cargando un bebé
en la
cadera derecha mientras la mano izquierda manipula la bolsa
de
pegamento, la melodía clamorosa
sobre la
que se mece, y estas monedas
—nunca
suficientes— con las que intercambio mi culpa
la
lluvia de amento que besa el asfalto amarillo
esas
grumosas cerezas siempre verdes
ciento
ochenta minutos de tiempo de llamada
comprados
con un mes de salario, sin usar, caducados
los dos
nudos de sangre que dejaste en mi labio inferior, sanando
mientras
haces que mi mente entienda, pero no mi cuerpo - todavía
preguntas
de dónde vienen estos poemas
tú que
anunciaste tu partida en tan encantadoras cadencias
tú
viajaste por mi país lo suficiente para saber
que todo
lo que podía hacer era confiar en tu idioma
tú
recorriste mi país lo suficiente para saber cómo la lengua,
aun sin
hueso, rompe los huesos
Marginales
O:
cuando comento, disculpándome, que no tengo poemas sobre él,
mi
hermano me agradece y me dice sigue así, hermana
O tal
vez podría escribir sobre el hermano de alguien más
si eso
me ayudara a capturar la crueldad
con la
que te desterré al armario
por no
lograr jugar a mi obediente alumno del kínder
y luego
dirigí tu cuerpecito con varicela
al patio
ardiendo.
Nuestros
padres no tuvieron más opción que dejarte
bajo mi
cuidado a pesar del ominoso comienzo—
a tres
años, oculta detrás de la puerta del dormitorio,
extraía
cada gota de leche de tu biberón
para
luego posarlo suavemente entre tus labios.
Para
cuando me descubrieron, estaban sumamente preocupados
por la
fuerza misteriosa que te sometía al hambre.
Pero no
quería regalarte un poema de rivalidad
común
entre hermanos y usar la memoria para dar sentido poético
a eso,
así que brindemos por el cerdo de un rancho de Pensilvania
que
trajiste este invierno en el maletero de tu Tesla,
ahumado
y sangriento.
En el
sótano terminado, forrado con plástico
y
rociado con agua bendita, pusiste manos a la obra.
El
amanecer te encontró atando salchichas, dividiendo
filetes,
etiquetando, tobă, lebăr,
caltaboș,
jambon,
las
virutas de ciruelo en el ahumador apiladas
con
kaizer a la pimienta y slană1 recubierta de boia,
los
vecinos mirando desconfiados a través de las rendijas.
En
Navidad, mordimos juntos la morcilla
para
alimentar el espíritu de la abuela. Ella está exultante.
Una gota
de envidia regresa. Aún sabes bien
cómo
ganar su corazón, sin importar cuántos poemas
le
escriba, sin importar cuán ingeniosos o deliciosos
estén
ahí los cerdos, o cuán suave sea mi molinillo de palabras,
cuán
afilados los cuchillos que dividen las porciones, cuán libres de crueldad.
Erótica
Pandemia 2020
Cuando
le preguntaron qué encontraba erótico, él dijo ojos,
no ojos
en sí, sino cómo instigan,
encienden
el cuerpo desde adentro, ese encuentro ocular
de dos
segundos que nada tangible puede igualar
cuando
los extraños ojos que entran en los tuyos,
igual de
extraños, te dejan entrar.
Sentí
envidia. Nunca me había atrevido a otros ojos
y cuando
me lanzaban una mirada sugerente,
me
aseguraba de desviar la mía —
hasta
ahora, cuando el paseo diario
paralelo
a la playa se mide
no en
millas, sino en ojos.
Detrás
de la mascarilla, la respiración revela
su
naturaleza, y apesta.
El iris
es el único órgano interno
visible
desde el exterior,
mi padre
profesaba para justificar
las
pequeñas invasiones de su Canon
en las
calles de Manhattan,
los
problemas en los que se metió.
Camino
el día para cultivar
lo que
veo: manchas de color,
miedo,
hola, no, la cámara de mi padre
en
continuo clic clic clic,
robando
lo que los sujetos
no saben
que pueden dar.
Corazónencallado2
¿Cuántas
veces regresarás distinta
a un
lugar que no ha cambiado y no
te
arrodillarás para limpiar el adoquín
con tu
dobladillo, aflojar
el
diente de león de la grieta,
consumirlo
entero,
en ese
instante?
Tobă,
lebăr,
caltaboș,
jambon, kaizer y slană son cortes de carne de cerdo. [N. de la
T.]
Corazónencallado,
n. de corazón + encallar, atar un barco al ancla (Del Diccionario de emociones
oscuras 151 de de John Koenig). [N. de la T.]
Tomado
de:
Cisne negro
Cada día
volvía a observar.
Ingenuamente,
pensaba que los nutrientes eran los culpables,
como con
los flamencos cuyo rosa palidecía
y luego
se convertía en blanco puro
una vez
que el zoológico estatal agotaba sus pastillas de caroteno.
Esperé
la primera decoloración,
algún
momento de transición gris,
convencida
de que poco a poco eliminaría
la
suciedad que alimentaban los turistas idiotas.
Esto
llevará tiempo,
devolver
mi cisne a los mitos, a donde pertenece,
tiempo
que tengo, tiempo sobrante
de años
matando el tiempo en el cuarto oscuro.
Por unas
monedas, giraba la perilla
del
tanque de revelado y los pedidos de secado con secador
con
plazos de entrega acelerados.
El
revelador, el stop y luego los baños de fijador
me
mecían de placer
para ver
cómo el mundo se alzaba
del
papel fotográfico blanco,
borroso
y barrido por la certeza en la bandeja final.
Fui la
primera en verla antes de que se encontrara con la luz, aunque, por supuesto,
la mirada precisa de mi padre
ya la
había enfocado.
No sé
cuántas
tiras de prueba necesitó para obtener la exposición correcta
o lo que
le llevó aprender a convertir
un cisne
blanco en negro,
queriendo
demostrarle a su escéptica hija
que
tocan la bocina y la música callejera en aguas reales, justo afuera
de los
cuartos oscuros del Bloque del Este.
La adivina
De niña,
robó la vocación por una mirilla
en la
cabaña de la curandera, y luego practicó con Florica,
la vaca
con ojos como los míos. La técnica llegó después,
en un
pabellón psiquiátrico donde, atónito por
la
habilidad de esta taquígrafa desquiciada para descifrar
el
galimatías nocturno de sus hermanas, el director, un antiguo paciente,
la
diagnosticó como clarividente y, entre tazas de café turco,
le
transfirió técnicas para las que él, sordo espiritualmente, no tenía ninguna
utilidad.
Pronto
su apartamento de una sola habitación sustituyó al confesionario del pueblo,
y su
timbre, un dispensador de esperanza 24/7.
La gente
quiere tanto que alguien conozca sus problemas, murmuraba,
que
están dispuestos a cambiar sus zapatos por un poco de escucha.
Aprendí
a no avergonzarme de oír, a acostumbrarme
a la
piel azul-negra de los que llaman a medianoche.
Este
invierno, a la misma edad que cuando ella vendió
su
desamparo, sostengo la baraja desgastada.
Pasamos
el crepúsculo de mi cuadragésimo sexto cumpleaños
solas,
ella y yo, en una capilla iluminada por la agonía
de los
condenados y ángeles con una expresión alarmantemente impasible.
Mis
chanclos, húmedos de sudor transatlántico,
se
aferran al suelo helado. Solo por esta vez,
me
prometo mientras barajo las cartas
sobre su
pecho frío, y solo para ver
si el
zapatero estará allí para resolarle los zapatos.
Tomado
de:
https://themarkaz.org/poet-mihaela-moscaliuc-a-permanent-immigrant/
La casa
Con
toldos rojos manchados
Abandonados
hace mucho
Sellados
con el polvo de tilo
No
entraré a reclamar
El
tablero de ajedrez que me enseñó
Nada más
que paciencia
No
entraré a rescatar
el
tronco del cerezo
atrapado
en el hogar.
La rama
gangrenada
con
hojas enroscadas
como
fetos fosilizados
Aunque
eso es todo lo que necesito
Para el
borş
que fermenta
En el
enorme frasco de vidrio
Que
anida en la bodega
Si lo
hago bien
El
tónico repondrá
la flora
desperdiciada, la astilla
liberará
el huerto.
Si lo
hago bien
Los
tejedores de orbes dorados han hilado
ruedas
de seda más resistentes que el acero
para
atrapar gorriones errantes.
Hamacas
que podrían sostener
Dos
cuerpos fantasma rumor
Ya lo sé
No
puedes entrar por mí,
y yo no
entraré
para
buscarme a mí mismo.
Tomado
de:
https://plumepoetry.com/19201-2/
El yo como cabra en el árbol
Nueve
cabras corretean
el
nudoso árbol de argán y pastarlo hasta limpiarlo.
Ingieren
la fruta arrugada entera,
Aunque
es solo la pulpa amarga
que
despierta su apetito por más.
Saciados,
miran fijamente el horizonte.
hasta
que las ramas se desgastan y caen.
Los
agricultores recogen los excrementos de las cabras
para
extraer el hueso rico en granos de aceite.
¿No te
has deseado tú también una cabra?
posado,
borracho como un ponche, en un tilo,
Desinteresado
por el oro que podrías cagar,
cómo
podría servir tanto al hambre como a la codicia.
¿No te
has provocado a ti mismo?
Para
equilibrar un poco más,
masticar
algunos olores fugaces,
Olvídate
de lo zanja que es la tierra.
Tomado
de:

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