lunes, 12 de mayo de 2025

POEMAS DE DANTE GABRIEL ROSSETTI -EN SU NATALICIO-

 


Yo estuve aquí antes…

 

Yo estuve aquí antes,

no sé decir cómo y cuándo:

conozco el prado detrás de la puerta,

el dulce aroma penetrante,

los sonidos susurrantes,

las luces a lo largo de la costa.

Tú has sido mía antes;

no sé decir hace cuánto:

pero apenas esa golondrina remontó,

y giró tu cuello, algún velo cayó;

y lo supe al instante.

 

¿Había sido así antes?

¿No será que el vuelo concéntrico

del tiempo restaure nuestras vidas,

nuestro amor, a pesar de la muerte,

y nos traiga otro deleite noche y día?

 

Ahora, entonces, ¡con fortuna otra vez!

¡Duerman mis ojos la agitación de tus cabellos!

¿No yaceremos como hemos yacido,

y así, por amor de Amor,

el dormir y el despertar

no rompan ya sus cadenas?

 

 

De la niñez a la juventud; de la juventud a la ardua hombría…

 

De la niñez a la juventud; de la juventud a la ardua hombría;

Del letargo a la fiebre del corazón;

De la vida fiel a soñar con sombríos y perdidos días;

De la confianza a la duda; de la duda al borde de la prohibición;

Estos cambios han pasado como una ráfaga cíclica

Hasta ahora. ¡Oh, El Alma! Cuan rápido debió

Aceptar su primitiva inmortalidad,

¿Es que la carne reencarna en el polvo de dónde comenzó?

 

¡Oh, Señor del trabajo y la paz! ¡Señor de la vida!

¡Oh, Señor, ¡horrible Señor de la voluntad! Aunque sea tarde,

Renovad esta alma con el obediente aliento:

Que cuando la paz se reúna con la furia,

El trabajo se recupere, y la voluntad resurja,

Esta alma tal vez vea tu rostro: Oh, Señor de la Muerte.

 

 

La belleza del cuerpo

Se cuenta de la primera mujer de Adán, Lilith,

(la hechicera a quien amó antes de recibir el regalo de Eva)

que su lengua engañaba antes que la de la serpiente

y su pelo embrujado fue el oro primigenio.

 

Inmóvil permanece; joven, mientras el mundo se hace viejo;

y, delicadamente contemplativa de sí misma,

hace que los hombres contemplen la red brillante que teje,

hasta que corazón y cuerpo y vida en ella quedan presos.

 

La rosa y la amapola son sus flores, pues ¿dónde

podremos encontrar, oh Lilith, aquél a quien no engañen

tus fragancias, tu sutil beso y tus sueños tan dulces?

 

Ah, en el mismo instante en que ardieron los ojos del joven en los tuyos,

tu embrujo lo penetró, quebró su altivo cuello

y retorció su corazón con uno solo de tus cabellos de oro.

 

 

El joven Amor yace durmiendo…

 

El joven Amor yace durmiendo

Bajo el mayo de cada año,

Entre los lirios bañado

Por su tierna luz:

Blancos corderos pastorean,

Blancas palomas tejen sus nidos,

Y alrededor de su sueño

Los arbustos de mayo son blancos.

 

Suave es la almohada de musgo

Para una suave mejilla;

Las hojas lanzan sombras

Sobre los ojos cansados:

El viento y las aguas

Crecen abatidas y apenas hablan;

Allí persiste el crepúsculo

Estirándose en los cielos.

 

El joven Amor yace soñando;

¿Pero quién conoce su sueño?

Un sol perfecto

Sobre la cima del bosque,

O una luna perfecta

Sobre el arroyo escarpado;

O un silencio perfecto,

Una canción sobre los labios amados.

 

Se queman aromas en torno a él

Hasta llenar el aire soñoliento;

El silencio baila alrededor,

De un lado a otro;

Pues en el despertar

El paisaje no es tan bello,

Ni el silencio ni la canción,

Ninguno es como en el sueño.

 

El joven Amor yace soñando

Hasta que los días del verano mueran;

Soñando y lamentando

Lejos en un sueño perfecto:

Él ve la Belleza del sol

Sin observar hacia arriba,

Y saborea la fuente

Indeciblemente profunda.

 

Él es la música perfecta

Que huye hacia los sueños;

Y a través de las pausas

Calma un silencio perfecto:

Pobres las voces de la tierra,

Del este al oeste,

Y pobre la quietud de la tierra

Entre sus delicadas gemas.

 

El joven Amor yace dormitando

Lejos de la muerte;

Frías sombras se atraviesan

Sobre el rostro durmiente:

Así cae el verano

Con un delicioso aliento cálido;

¿Qué habrá de darnos

El otoño en su lugar?

 

Acercaos a las cortinas

De la planicie siempre verde;

El cambio no puede tocarla

Con sus dedos oscuros:

Aquí las primeras violetas,

Tal vez un lirio perdido

Con una paloma, quizás,

Retornen a descansar.

 

 

Bajo el arco de la Vida, donde el amor y la muerte…

 

Bajo el arco de la Vida, donde el amor y la muerte,

El terror y el misterio, guardan su santuario,

Yo vi a la Belleza en un trono,

Y aunque sus ojos son abandono

La dibujé en la simplicidad de mi aliento.

De Ella es la mirada -sobre y debajo

Del cielo que se curva sobre ti-

Por mar o cielo o mujer, sólo hay una ley,

Ser el siervo de su palma y su corona.

 

Esto es lo que la Señora de la Belleza sabe,

En cuya alabanza tu voz y tu mano se agitan,

Larga sabiduría en el vuelo de tu cabello,

El diario palpitar en tu corazón y tus pies,

¡Con qué pasión irremediable, en cuántos vuelos!

¡Cuántas formas y maneras tienen sus días!

 

 

Insomnia

 

Delgadas son las faldas que la noche dejó atrás,

antes de que el día quiebre el cielo con su crepitar.

Delgados son los jirones del sueño,

oscilando en el espíritu cansado del viento;

pero en medio de aquel reposo inquieto

que desgarra la trama del olvido y el recuerdo,

mi alma se estira hacia la tuya,

cada vez más cerca.

 

Nuestras vidas nunca se unen;

nuestros pensamientos nunca se distancian,

aquello que aferra tu corazón al mío,

parece disolverse en un brillo sombrío.

Esta noche, el Amor ejerce un control total,

y con deseo y con pesar,

mi alma se arrastra hacia la tuya,

cada vez más cerca.

 

¿Existe un hogar, dónde la pesada Tierra

se derrita en el aire brillante,

y dónde el mal no se respire;

dónde el agua barra el eco de la sed,

y el fuego sea el reflejo de nuestra fe?

Si la voluntad yace atada al objetivo,

tal vez allí pueda su esperanza engendrar.

Mi alma, en esta hora desolada,

se agita hacia la tuya,

cerca, siempre un poco más.

Tomado de:

https://ciudadseva.com/autor/dante-gabriel-rossetti/poemas/

 

 

El retrato.

He aquí su retrato, tal como era:

no me asombrara tanto si al marcharme

del cuarto quedase cautivo

mi rostro en el espejo tras mirarme.

Lo observo largamente y me parece

que aún respira y su boca se estremece,

que se entreabren sus labios, que podría

oír su dulce acento todavía,

y no obstante en la tierra permanece.

 

Así fue, como rayo que silencioso

hace la prisión aún más tenebrosa,

del rocío constante ese latido

que da a la soledad su propia prosa.

Del galardón de amor sólo perdura

esto, y lo que con tristes andrajos

recogen de mi alma su consejo,

queda lo que es secreto y es reflejo

bajo tierra sepulto o allí, en la alta tersura.

 

Al pintar yo, devoto, su figura

entre árboles la puse, donde apenas

la luz penetra el místico verdor,

y el dulce susurrar de las amenas

voces llega apagado; ante el brillante

fuego fatuo, y figuras cuyo ausente

nombre ignoran de sí, y aquella lluvia

de otro tiempo, y sus pasos detrás mío,

escapando como vino, quedamente.

 

Un bosque sombrío y profundo; allí está ella

como lo estuvo un tiempo, así era entonces:

sus manos sosegadas de doncella,

y el grato fluir de líneas puras, bronces,

la cifra rebasando de lo hermoso

cual ignota presencia o cual dichoso

sueño. Es ella y ya no es ni sombra leve

de sí misma en la hierba ni ese breve

reflejo sobre el río rumoroso.

 

Solos nos encontramos aquel día

y nada entonces turba o importuna

nuestra perfecta dicha y armonía.

—La memoria hace hoy triste, cual la luna

que aparece de día, aquel momento—.

Junto a ella bebo en la fuente, sediento

de otras aguas que fluyen a mi vera,

canta ella donde el eco reverbera

y allí mi alma se llena de contento.

 

Apenas tuve el ánimo dispuesto

para decir lo que en secreto arde,

estalló la tormenta, el trueno atento

resonó entre los montes. Esa tarde,

junto al cristal que la lluvia batía,

repetí mis palabras, ella oía

con sus ojos perdidos en los campos

por la lluvia y el viento aún apagados,

desiertos y cenagosos todavía.

 

Aún se agitaba el recuerdo, al otro día,

de todas esas cosas, como el viento

que acaricia la hoja, aún batía

el amor con su ala. Ese momento

deseaba hacer mío y un retrato

me propuse pintar. En dulce trato

fui, entre silencio y platica, trazando

su imagen entre ramas, imitando

la sombra de los árboles.

 

Y aun cuando la pintaba, todo

era aire fragante en torno mío,

mi amor en su pesar adivinaba

en cada flor bañada de rocío

un corazón latiendo en la espesura.

Oh corazón que ya no se late,

que yace en las tinieblas exiliado

¿Qué es para ti mi amor o esta delgada

red que el sol urde con ternura?

 

Ya que ahora la luz niega esos días,

nada para escuchar o ver nos queda,

sólo un grave murmullo en las sombrías

tinieblas trae a mi oído su voz queda,

cuando la brisa inclina hacia el sendero,

la sombra de las hojas, y la ribera,

el bosque y las aguas, que el dorado

rubor de las estrellas ha coronado,

yacen igual que yace lo olvidado.

 

Pude anoche dormir y fantaseando

fui diluyendo mi sueño hasta perderlo.

El llanto mansamente fue brotando

de mis ojos, pues, sin yo pretenderlo,

me hallé en aquellos bosques que un día

con ella recorrí; y allí permanecía,

en una mota de noche sumergida,

cuando al borde de luz llegó el estampido

del océano que tiene corazón de arpía.

 

Donde el cielo su hálito contiene

y del amor escucha su latido,

donde el ángel reposa su ala tenue

en torno a los astros escondido

¡Cómo habrá de embelesarse complacida

mi alma cuando libre y renacida,

tras los acordes de la celestial danza,

en su alma penetre sin tardanza

y en su silencio a Dios conozca en vida!

 

Aquí, cercano a su rostro, mi memoria

queda mientras aguarda el dulce ocaso,

hasta que, con la mirada gloriosa,

con los ojos más tiernos, oh Parnaso,

que los de ayer, pueda mirar. Y en tanto

anhelo y esperanza, ya quebranto,

se han perdido, en su imagen permanecen

intactos, cual cruzados que perecen

y reposan junto al Sepulcro Santo.

 

 

Sueño nupcial.

 

Con cálida aflicción, al fin se deshizo el largo beso:

y como las últimas gotas repentinas caen

del resplandeciente alero cuando la tormenta ha huido,

a solas vaciló el latir de sus corazones.

Sus pechos se apartaron, con el brotar abierto

de las flores nupciales a su lado, extendidas

desde el tallo unido, más aún sus bocas ardiendo

se acariciaron donde yacían separadas.

 

El sopor los hundió más profundamente que la marea

de los sueños, y sus sueños los vieron sumergirse

y escapar. Delicadas sus almas flotaron de nuevo

por esplendores acuáticos, y, ahogados, grises

objetos del día; hasta que por un prodigio

de leños nuevos y corrientes él se despertó y más

se maravilló: pues ella estaba a su lado.

 

 

Belleza del alma.

 

Bajo el arco de la Vida, donde el amor y la muerte,

El terror y el misterio, guardan su santuario,

Yo via a la Belleza en un trono,

Y aunque sus ojos son abandonados

La dibujé en la simplicidad de mi aliento.

De Ella es la mirada —sobre y debajo

Del cielo que se curva sobre ti—

Por mar o cielo o mujer, sólo hay una ley,

Ser el siervo de su palma y su corona.

 

Esto es lo que la Señora de la Belleza sabe,

En cuya alabanza tu voz y tu mano se agitan,

Larga sabiduría en el vuelo de tu cabello,

El diario palpitar en tu corazón y tus pies,

¡Con qué pasión irremediable, en cuántos vuelos!

¡Cuántas formas y maneras tienen sus días!

 

 

El corazón de la noche.

 

De la niñez a la juventud; de la juventud a la ardua hombría;

Del letargo a la fiebre del corazón;

De la vida fiel a soñar con sombríos y perdidos días;

De la confianza a la duda; de la duda al borde de la prohibición;

Estos cambios han pasado como una ráfaga cíclica

Hasta ahora. ¡Oh, El Alma! Cuan rápido debió

Aceptar su primitiva inmortalidad,

¿Es que la carne reencarna en el polvo de dónde comenzó?

 

¡Oh, Señor del trabajo y la paz! ¡Señor de la vida!

¡Oh, Señor, horrible Señor de la voluntad! Aunque sea tarde,

Renovad esta alma con el obediente aliento:

Que cuando la paz se reúna con la furia,

El trabajo se recupere, y la voluntad resurja,

Esta alma tal vez vea tu rostro: Oh, Señor de la Muerte.

Tomado de:

https://elespejogotico.blogspot.com/2013/03/poemas-de-amor-de-dante-rossetti.html

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