martes, 13 de mayo de 2025

POEMAS DE ABD AL WAHHAB AL BAYATI


EL SECRETO DEL FUEGO

El último día, besé sus manos,

sus ojos, sus labios.

Le dije: ahora estás

madura, cual manzana.

Una parte de ti es una mujer

y la otra algo indescriptible:

Las palabras

huyen de mí

y yo huyo de ellas.

Ambos fluimos

hacia la infancia de este rostro trigueño

y este cuerpo cálido y lozano.

Ahora suplico

y, sediento, acerco mi rostro

a esta fuente rebosante.

El último día, le dije:

Eres el fuego de los bosques,

el agua del río

y el secreto del fuego.

Una parte de ti es indescriptible

y la otra: sacerdotisa en el templo de Ishtar.

 

 

NACER EN CIUDADES QUE NO HAN NACIDO

Nazco en ciudades que no han nacido

pero en la noche otoñal de las ciudades árabes,

con el corazón roto, muero.

En Granada entierro mi amor

y digo:

"No hay más vencedor que el amor".

Quemo mi poesía y muero.

Y sobre las aceras del destierro

resucito

para nacer en ciudades que no han nacido

y morir.

 

 

BAGDAD

A pesar de lo que dure el diálogo de la distancia,

Bagdad seguirá siendo

sol incandescente,

fuente renovada,

fuego eterno,

visión cósmica

para la infancia del poeta.

 

 

LAS FUENTES

Moriré de amor bajo su jaima,

regresaré a la infancia

siendo pastor del ganado de la tribu,

como Harún Al Rashid,

rey y sultán

sobre las bandadas del reino de las perdices

y las tribus de las lluvias en todas las estaciones.

Mi oro: las fuentes de la vida.

Mi riqueza: la angustia de la existencia.

 

 

BAILARINA DE HUMO

Una bailarina del mar de China

danza en una caja de porcelana.

Cierra los ojos

y llora

llevando en una mano un pájaro

que eleva como ofrenda a la luz

y en la otra una flor de almendro

que esconde en el fondo de la caja.

Cae, cual estrella, en el mar de China

y desaparece como el humo en el viento.

Tomado de:

http://www.poesiaarabe.com/bayati.htm

 

 

POESÍA Y REVOLUCIÓN

 

«La falsedad del verso

es su mayor dulzura»,

afirmaban.

Mentían,

hatajo de haraganes tuertos,

sandalias de implacables sultanes

invasores.

¡Destruye esos ídolos, poesía!

¡Irrumpe en todo lo que nos atañe!

Ven a recorrer los mares,

a contemplar la estrella de los pueblos.

Que yo voy a lanzar al vuelo las campanas,

a entrar en la hoguera con los pies desnudos.

 

Palabras inmortales, 1960. Traducción de Federico Arbós Ayuso.

 

EL POETA SE DISCULPA POR TAN BREVE DISCURSO

 

Señoras y señores:

mi discurso será breve,

pues detesto que las palabras ocupen todo mi tiempo.

Mi lengua

no es una espada de madera.

Mis palabras, señoras, son de oro.

Mis palabras, señores, son racimos de cólera:

no estoy borracho, sino harto.

Las velas se han apagado,

las noches son frías.

Y yo llevo mi corazón en una maleta

como un niño muerto cuya cruz se hundió en el llanto

después de mil traiciones, tras un millar de sucias mentiras.

Mi discurso ha sido breve:

no estoy borracho, simplemente me burlo

de mi propio dolor.

Yo no soy el César,

pero Roma está ardiendo por los cuatro costados.

Y mi alma se ahoga

bajo mil traiciones, entre un millar de sucias mentiras.

Adiós, pues,

señoras y señores.

 

El fuego y las palabras, 1964. Traducción de Federico Arbós Ayuso.

Tomado de:

https://poeticas.es/?p=328

 

 

A Salvador Dalí

I

 

Al fin contemplo el reino de la espiga en los libros de los poetas fascistas, en las enciclopedias de la policía secreta: un reino desnudo y saqueado, donde son ejecutados los poetas, del que son desterrados los sabios.

Bailando sobre las tumbas de los exiliados muertos, Salvador Dalí les vacía los ojos con su pincel: con plumas de cola de cuervo pinta un general de cartón que el viento arrastra al muladar de la historia.

La muerte paga su deuda de terror y tras ponerse el sol de las épocas de fe, tras el fin de las revoluciones, despoja de sus máscaras al arte nihilista que asciende del humus de las fábulas fascistas.

El graznido de los cuervos

en los ríos salvajes que siguieron al diluvio

hace subir a las alturas a esa fiera

agazapada en los ojos de un hombre

que con su paleta pinta un general de cartón

sobre las ruinas de Bilbao.

 

II

 

Un poetastro que pretende ser poeta

al alba dispara contra un poeta.

Y un criticastro venal y ramplón,

agente de la secreta, cola de cuervo,

en el reino del fascismo por otro poetastro

alza su copa bajo un cielo

de otoño estéril.

 

III

 

Por la puerta trasera entra Dalí,

fascinado por la hoguera

del color,

por la impostura de la fama vanidosa:

con plumas pinceles

de artista pavo real.

 

IV

 

El fuego de la poesía emigra,

el poeta muere.

Pero la tierra sigue girando y deja un testigo

desterrado del círculo vicioso en esta época

habitada por el trueno que presagia lluvia.

 

V

 

Ahora, en veneros de sangre se lava Lorca.

Bajo ceniza de estrellas, Machado escribe

en una roca volcánica versos sobre la nieve.

Ahora, en su habitación de Roma toma el sol Alberti.

Y Picasso duerme como un niño feliz

que aguarda el final de la clase.

 

VI

 

En la Alhambra

Boabdil busca una espada

que entre libros de poemas ocultara.

Llorando por un amor perdido,

esperando que salga de nuevo el sol

sobre la Alhambra.

 

VII

 

Si no hay más vencedor que Dios,

¿por qué llora Boabdil?

 

VIII

 

Al fin veo alzarse el reino de la espiga tras la muerte, con un pueblo rebullendo en sus entrañas cual enjambre de abejas.

Y para liquidar la herencia del crimen, Guernica se alza también de sus escombros.

 

IX

 

Mientras hacia Marte una nave vuela,

caen las hojas de higuera

que tapaban las vergüenzas de Dalí Solzhenitsin.

 

X

 

Con espada de viento un adivino varea los olivos,

hiere la mejilla de la tierra sedienta

que gira entre los cuernos de un toro degollado.

Una época vendrá en que los poetas fascistas

serán metidos en jaulas y paseados por el zoco

para que declamen sus bien medidos versos falsos,

sus juegos de palabras.

Sobre el libro abierto del mar

caerá una gota de luz

de las más lejanas estrellas.

De entre los arcos saldrá Lorca

siempre joven como el viento.

Como el fuego.

Y Alberti saldrá de la Alhambra

al encuentro de Boabdil,

al encuentro de todos los amantes pobres.

 

 

La Vía Láctea

                  A Federico Arbós

 

En la Vía Láctea de este universo poético

poblado por las almas de los antepasados,

éramos como polluelos a quienes no les habían crecido

aún las plumas.

 

Nadábamos contra corriente,

intentábamos día y noche

cazar al toro mítico

para sacrificarlo en ofrenda al dios de la poesía

que se manifiesta siempre en la media luz

embrujada que precede al alba.

Hacíamos frente a un tiempo que envejecía,

a una época que se desplomaba

entre centellas ardientes.

Éramos como niños,

mas en el amor adultos.

 

1986

 

 

 

Metro de París

Espectros innumerables como las arenas

agotados por el vértigo del rechazo,

por la razón y sinrazón de la búsqueda febril.

Algunos bajan o suben del vientre de la tierra

como esperando la resurrección.

Hay quien llora/ se tambalea/ ríe

aúlla como un lobo

oculta tras el periódico un rostro demacrado

se despide de la luz de un día que se va

trueca por otra distinta la memoria de ayer

conversa con un desconocido en las tinieblas.

Hay quien delira / se contuerce de hambre/ lleva bajo el sobaco

libros que no ha leído.

Hay quien interpreta una melodía / mendiga

recita un poema o clava las pupilas en el infinito.

Hay quien espera algo que no sucederá.

Del negro túnel

siguen subiendo o bajando los espectros subterráneos.

 

                        1986

 

 

 

Ciudades del miedo

Ciudades que viven de rumores / mentiras / habladurías / sandeces.

De la sangre del hombre y la verdad perdida

y duermen con miedo a la puerta de pequeños impostores.

Pero con su órgano / la radio / sintonizan lo que quieren.

 

 

 

El cantor ciego

Sobre las mezquitas de Teherán

cae la lluvia lentamente.

Lluvia, sopor

y una nube de espanto

que se abate sobre la gente.

Pero a los muertos ciegos cantaba

el cantor ciego de la muerte.

 

1986

 

El jardín de Aixa

El Jardín de Aixa a orillas del Jabor *

era una ciudad embrujada.

Árabes del norte

subieron hasta los torreones de sus castillos,

mas hubieron de proseguir la búsqueda de sus puertas.

Y ofrendaron una víctima propiciatoria al río

en primavera,

por si las puertas de la ciudad

se tornaban condescendientes

y se abrían de par en par.

Pero como siguieran dando vueltas,

desapareció el Jardín

y los castillos se desvanecieron.

Cuando se apagó también el lucero del alba,

regresaron a Alepo a esperar

y llorar durante mil años.

Tal vez en otra expedición al río Jabor

pudieran conquistarla

o quizá fracasaran.

Pues tan solo la muerte,

pitonisa de la ciudad,

destructora de los placeres,

conoce el lugar donde se oculta el Jardín de Aixa

y el tiempo preciso.

 

                                                                       26.12.1987/ 2.1.1988

 

* Afluente del Eúfrates que riega el nordeste de Siria.

 

Elegía a Nadia Al – Bayati

I

 

Quien muere en suelo extraño

es como el que muere en el martirio.

La tierra le cubre con ternura

y su alma encarna en un pájaro

que hacia el sol vuela.

¿Tendrá quizá como el lucero del alba

una existencia oculta, disolviéndose en la luz,

viajando de las mansiones de los muertos

a los hogares de los vivos para habitar en su llanto,

para poblar el lamento del ave doliente

en lo azul del cielo?

 

II

 

Poeta que no escribió poesía,

mas vivió su vida con más hondura

que algunos de los que hicieron de sus poemas

montura para llegar a una celebridad vacía.

Ella fue testigo

en su exilio

de la presencia de la poesía,

de su naturaleza profunda,

mártir de la visión y la tragedia.

 

III

 

Gota de luz en el vacío del universo

que iluminó la sepulcral lápida,

la soledad del cementerio callado:

en ella busca la noche

alivio a su desamparo.

¿Quién me llamaba, dios mío?

¿Qué decía?

En los colmillos de un lobo vi su sangre:

la muerte, dios mío, es un lobo

que devora a la naturaleza hermosa.

¿Quién gritaba, dios mío, a la intemperie,

suplicándome el auxilio

de una gota de luz?

 

IV

 

¿Era justo que murieras

y tus alminares se desplomaran?

 

V

 

Tu madre gritaba vestida de luto:

¡Ay, compasión del forastero

en el país lejano!

¿Qué hizo allí el destino?

¿Qué hicieron la travesía y la ausencia,

la muerte y el destierro?

Gritaba: ¿Por qué cerró, dios mío,

tu piedad las puertas?

¿Por qué se ocultó el sol

y llegó la hora de la separación?

 

VI

 

Tu sepulcro está en el destierro

y en la patria.

Tu sepulcro está en cualquier lugar

donde la luz y el sudario

resplandezcan.

 

VII

 

¿Este mundo es el infierno,

dios mío?

¡Cuántas veces ha destrozado nuestros corazones

el destierro!

A nosotros, que en la lista de los muertos

estamos inscritos,

se nos han vuelto de piedra las pupilas

en el exilio,

en las tumbas,

en la cara sombría del planeta,

en la deportación a las ciudades del hielo.

«Todo pasa por Roma»,

consigna que el viento ha barrido

de las calles del mundo

en una época de apostasía y extrañamiento:

la América del exilio,

las estepas del Tercer Mundo,

Europa, dios mío,

han enterrado a los fantasmas de nuestros muertos.

Y nosotros tan solo constamos en actas y documentos,

en la correspondencia que circula

por las oficinas de Correos.

¡Cuántas veces te he rogado

que retornen el amor y la fe

en la revolución del espíritu,

en el hombre!

 

VIII

 

América: cuchillo y herida,

mas también litera del ave migratoria.

Bajo el firmamento de su exilio

ella descansa en paz,

princesa de los sueños

que oigo en el gemido del viento,

que abre los párpados,

dios mío,

y exclama:

Padre, es el invierno

que aúlla como un lobo

en los páramos de ceniza y nieve.

Siento frío como si estuviera allí

y contemplara la escarcha en los árboles.

Y aún sigue diciendo: Padre,

¿por qué no podemos encender hogueras

en los montes

y ponernos el abrigo de invierno?

 

IX

 

Tú eres un girasol y yo el astro.

En mi sangre estaban tus raíces,

en mi luz tus ojos se bañaban.

Pero ahora veo al sol en el ocaso

y a la noche que nos envuelve,

como esas bandadas de aves

antes de emprender el vuelo,

cuando una de ellas ha caído en el cepo

y muere dejando a sus crías abandonadas

al viento y la lluvia.

Fuiste para nosotros jardín

preñado de ofrendas en el destierro

y en la patria.

Fuiste la niña de nuestros ojos,

ángel custodio.

¿Te traicionó quizás el corazón

y te entregaste al sueño?

¿Cuándo regresará el ángel de su cielo?

 

X

 

Hind, Huda, Haná,

tres rosas en el alféizar del invierno.

en cuyos pétalos laten la savia y el aroma,

dios de la esperanza:

es todo cuanto nos queda de ella

y de su primavera fragante.

Tomado de:

https://www.revistapalimpsesto.com/abdel-wahhab-al-bayati-poemas-traduccion-de-federico-arbos/#rb-Ciudades-del-miedo

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