EL SECRETO DEL FUEGO
El último día, besé sus manos,
sus ojos, sus labios.
Le dije: ahora estás
madura, cual manzana.
Una parte de ti es una mujer
y la otra algo indescriptible:
Las palabras
huyen de mí
y yo huyo de ellas.
Ambos fluimos
hacia la infancia de este rostro
trigueño
y este cuerpo cálido y lozano.
Ahora suplico
y, sediento, acerco mi rostro
a esta fuente rebosante.
El último día, le dije:
Eres el fuego de los bosques,
el agua del río
y el secreto del fuego.
Una parte de ti es indescriptible
y la otra: sacerdotisa en el templo
de Ishtar.
NACER EN CIUDADES QUE NO HAN NACIDO
Nazco en ciudades que no han nacido
pero en la noche otoñal de las
ciudades árabes,
con el corazón roto, muero.
En Granada entierro mi amor
y digo:
"No hay más vencedor que el
amor".
Quemo mi poesía y muero.
Y sobre las aceras del destierro
resucito
para nacer en ciudades que no han
nacido
y morir.
BAGDAD
A pesar de lo que dure el diálogo de
la distancia,
Bagdad seguirá siendo
sol incandescente,
fuente renovada,
fuego eterno,
visión cósmica
para la infancia del poeta.
LAS FUENTES
Moriré de amor bajo su jaima,
regresaré a la infancia
siendo pastor del ganado de la tribu,
como Harún Al Rashid,
rey y sultán
sobre las bandadas del reino de las
perdices
y las tribus de las lluvias en todas
las estaciones.
Mi oro: las fuentes de la vida.
Mi riqueza: la angustia de la
existencia.
BAILARINA DE HUMO
Una bailarina del mar de China
danza en una caja de porcelana.
Cierra los ojos
y llora
llevando en una mano un pájaro
que eleva como ofrenda a la luz
y en la otra una flor de almendro
que esconde en el fondo de la caja.
Cae, cual estrella, en el mar de
China
y desaparece como el humo en el
viento.
Tomado de:
http://www.poesiaarabe.com/bayati.htm
POESÍA Y REVOLUCIÓN
«La falsedad del verso
es su mayor dulzura»,
afirmaban.
Mentían,
hatajo de haraganes tuertos,
sandalias de implacables sultanes
invasores.
¡Destruye esos ídolos, poesía!
¡Irrumpe en todo lo que nos atañe!
Ven a recorrer los mares,
a contemplar la estrella de los
pueblos.
Que yo voy a lanzar al vuelo las
campanas,
a entrar en la hoguera con los pies
desnudos.
Palabras inmortales, 1960. Traducción
de Federico Arbós Ayuso.
EL POETA SE DISCULPA POR TAN BREVE DISCURSO
Señoras y señores:
mi discurso será breve,
pues detesto que las palabras ocupen
todo mi tiempo.
Mi lengua
no es una espada de madera.
Mis palabras, señoras, son de oro.
Mis palabras, señores, son racimos de
cólera:
no estoy borracho, sino harto.
Las velas se han apagado,
las noches son frías.
Y yo llevo mi corazón en una maleta
como un niño muerto cuya cruz se
hundió en el llanto
después de mil traiciones, tras un
millar de sucias mentiras.
Mi discurso ha sido breve:
no estoy borracho, simplemente me
burlo
de mi propio dolor.
Yo no soy el César,
pero Roma está ardiendo por los
cuatro costados.
Y mi alma se ahoga
bajo mil traiciones, entre un millar
de sucias mentiras.
Adiós, pues,
señoras y señores.
El fuego y las palabras, 1964.
Traducción de Federico Arbós Ayuso.
Tomado de:
A Salvador Dalí
I
Al fin contemplo el reino de la
espiga en los libros de los poetas fascistas, en las enciclopedias de la
policía secreta: un reino desnudo y saqueado, donde son ejecutados los poetas,
del que son desterrados los sabios.
Bailando sobre las tumbas de los
exiliados muertos, Salvador Dalí les vacía los ojos con su pincel: con plumas
de cola de cuervo pinta un general de cartón que el viento arrastra al muladar
de la historia.
La muerte paga su deuda de terror y
tras ponerse el sol de las épocas de fe, tras el fin de las revoluciones,
despoja de sus máscaras al arte nihilista que asciende del humus de las fábulas
fascistas.
El graznido de los cuervos
en los ríos salvajes que siguieron al
diluvio
hace subir a las alturas a esa fiera
agazapada en los ojos de un hombre
que con su paleta pinta un general de
cartón
sobre las ruinas de Bilbao.
II
Un poetastro que pretende ser poeta
al alba dispara contra un poeta.
Y un criticastro venal y ramplón,
agente de la secreta, cola de cuervo,
en el reino del fascismo por otro
poetastro
alza su copa bajo un cielo
de otoño estéril.
III
Por la puerta trasera entra Dalí,
fascinado por la hoguera
del color,
por la impostura de la fama vanidosa:
con plumas pinceles
de artista pavo real.
IV
El fuego de la poesía emigra,
el poeta muere.
Pero la tierra sigue girando y deja
un testigo
desterrado del círculo vicioso en
esta época
habitada por el trueno que presagia
lluvia.
V
Ahora, en veneros de sangre se lava
Lorca.
Bajo ceniza de estrellas, Machado
escribe
en una roca volcánica versos sobre la
nieve.
Ahora, en su habitación de Roma toma
el sol Alberti.
Y Picasso duerme como un niño feliz
que aguarda el final de la clase.
VI
En la Alhambra
Boabdil busca una espada
que entre libros de poemas ocultara.
Llorando por un amor perdido,
esperando que salga de nuevo el sol
sobre la Alhambra.
VII
Si no hay más vencedor que Dios,
¿por qué llora Boabdil?
VIII
Al fin veo alzarse el reino de la
espiga tras la muerte, con un pueblo rebullendo en sus entrañas cual enjambre
de abejas.
Y para liquidar la herencia del
crimen, Guernica se alza también de sus escombros.
IX
Mientras hacia Marte una nave vuela,
caen las hojas de higuera
que tapaban las vergüenzas de Dalí
Solzhenitsin.
X
Con espada de viento un adivino varea
los olivos,
hiere la mejilla de la tierra
sedienta
que gira entre los cuernos de un toro
degollado.
Una época vendrá en que los poetas
fascistas
serán metidos en jaulas y paseados
por el zoco
para que declamen sus bien medidos
versos falsos,
sus juegos de palabras.
Sobre el libro abierto del mar
caerá una gota de luz
de las más lejanas estrellas.
De entre los arcos saldrá Lorca
siempre joven como el viento.
Como el fuego.
Y Alberti saldrá de la Alhambra
al encuentro de Boabdil,
al encuentro de todos los amantes
pobres.
La Vía Láctea
A Federico Arbós
En la Vía Láctea de este universo
poético
poblado por las almas de los
antepasados,
éramos como polluelos a quienes no
les habían crecido
aún las plumas.
Nadábamos contra corriente,
intentábamos día y noche
cazar al toro mítico
para sacrificarlo en ofrenda al dios
de la poesía
que se manifiesta siempre en la media
luz
embrujada que precede al alba.
Hacíamos frente a un tiempo que
envejecía,
a una época que se desplomaba
entre centellas ardientes.
Éramos como niños,
mas en el amor adultos.
1986
Metro de París
Espectros innumerables como las
arenas
agotados por el vértigo del rechazo,
por la razón y sinrazón de la
búsqueda febril.
Algunos bajan o suben del vientre de
la tierra
como esperando la resurrección.
Hay quien llora/ se tambalea/ ríe
aúlla como un lobo
oculta tras el periódico un rostro
demacrado
se despide de la luz de un día que se
va
trueca por otra distinta la memoria
de ayer
conversa con un desconocido en las
tinieblas.
Hay quien delira / se contuerce de
hambre/ lleva bajo el sobaco
libros que no ha leído.
Hay quien interpreta una melodía /
mendiga
recita un poema o clava las pupilas
en el infinito.
Hay quien espera algo que no
sucederá.
Del negro túnel
siguen subiendo o bajando los
espectros subterráneos.
1986
Ciudades del miedo
Ciudades que viven de rumores /
mentiras / habladurías / sandeces.
De la sangre del hombre y la verdad
perdida
y duermen con miedo a la puerta de
pequeños impostores.
Pero con su órgano / la radio /
sintonizan lo que quieren.
El cantor ciego
Sobre las mezquitas de Teherán
cae la lluvia lentamente.
Lluvia, sopor
y una nube de espanto
que se abate sobre la gente.
Pero a los muertos ciegos cantaba
el cantor ciego de la muerte.
1986
El jardín de Aixa
El Jardín de Aixa a orillas del Jabor
*
era una ciudad embrujada.
Árabes del norte
subieron hasta los torreones de sus
castillos,
mas hubieron de proseguir la búsqueda
de sus puertas.
Y ofrendaron una víctima
propiciatoria al río
en primavera,
por si las puertas de la ciudad
se tornaban condescendientes
y se abrían de par en par.
Pero como siguieran dando vueltas,
desapareció el Jardín
y los castillos se desvanecieron.
Cuando se apagó también el lucero del
alba,
regresaron a Alepo a esperar
y llorar durante mil años.
Tal vez en otra expedición al río
Jabor
pudieran conquistarla
o quizá fracasaran.
Pues tan solo la muerte,
pitonisa de la ciudad,
destructora de los placeres,
conoce el lugar donde se oculta el
Jardín de Aixa
y el tiempo preciso.
26.12.1987/ 2.1.1988
* Afluente del Eúfrates que riega el
nordeste de Siria.
Elegía a Nadia Al – Bayati
I
Quien muere en suelo extraño
es como el que muere en el martirio.
La tierra le cubre con ternura
y su alma encarna en un pájaro
que hacia el sol vuela.
¿Tendrá quizá como el lucero del alba
una existencia oculta, disolviéndose
en la luz,
viajando de las mansiones de los
muertos
a los hogares de los vivos para
habitar en su llanto,
para poblar el lamento del ave
doliente
en lo azul del cielo?
II
Poeta que no escribió poesía,
mas vivió su vida con más hondura
que algunos de los que hicieron de
sus poemas
montura para llegar a una celebridad
vacía.
Ella fue testigo
en su exilio
de la presencia de la poesía,
de su naturaleza profunda,
mártir de la visión y la tragedia.
III
Gota de luz en el vacío del universo
que iluminó la sepulcral lápida,
la soledad del cementerio callado:
en ella busca la noche
alivio a su desamparo.
¿Quién me llamaba, dios mío?
¿Qué decía?
En los colmillos de un lobo vi su
sangre:
la muerte, dios mío, es un lobo
que devora a la naturaleza hermosa.
¿Quién gritaba, dios mío, a la
intemperie,
suplicándome el auxilio
de una gota de luz?
IV
¿Era justo que murieras
y tus alminares se desplomaran?
V
Tu madre gritaba vestida de luto:
¡Ay, compasión del forastero
en el país lejano!
¿Qué hizo allí el destino?
¿Qué hicieron la travesía y la
ausencia,
la muerte y el destierro?
Gritaba: ¿Por qué cerró, dios mío,
tu piedad las puertas?
¿Por qué se ocultó el sol
y llegó la hora de la separación?
VI
Tu sepulcro está en el destierro
y en la patria.
Tu sepulcro está en cualquier lugar
donde la luz y el sudario
resplandezcan.
VII
¿Este mundo es el infierno,
dios mío?
¡Cuántas veces ha destrozado nuestros
corazones
el destierro!
A nosotros, que en la lista de los
muertos
estamos inscritos,
se nos han vuelto de piedra las
pupilas
en el exilio,
en las tumbas,
en la cara sombría del planeta,
en la deportación a las ciudades del
hielo.
«Todo pasa por Roma»,
consigna que el viento ha barrido
de las calles del mundo
en una época de apostasía y
extrañamiento:
la América del exilio,
las estepas del Tercer Mundo,
Europa, dios mío,
han enterrado a los fantasmas de
nuestros muertos.
Y nosotros tan solo constamos en
actas y documentos,
en la correspondencia que circula
por las oficinas de Correos.
¡Cuántas veces te he rogado
que retornen el amor y la fe
en la revolución del espíritu,
en el hombre!
VIII
América: cuchillo y herida,
mas también litera del ave
migratoria.
Bajo el firmamento de su exilio
ella descansa en paz,
princesa de los sueños
que oigo en el gemido del viento,
que abre los párpados,
dios mío,
y exclama:
Padre, es el invierno
que aúlla como un lobo
en los páramos de ceniza y nieve.
Siento frío como si estuviera allí
y contemplara la escarcha en los
árboles.
Y aún sigue diciendo: Padre,
¿por qué no podemos encender hogueras
en los montes
y ponernos el abrigo de invierno?
IX
Tú eres un girasol y yo el astro.
En mi sangre estaban tus raíces,
en mi luz tus ojos se bañaban.
Pero ahora veo al sol en el ocaso
y a la noche que nos envuelve,
como esas bandadas de aves
antes de emprender el vuelo,
cuando una de ellas ha caído en el
cepo
y muere dejando a sus crías
abandonadas
al viento y la lluvia.
Fuiste para nosotros jardín
preñado de ofrendas en el destierro
y en la patria.
Fuiste la niña de nuestros ojos,
ángel custodio.
¿Te traicionó quizás el corazón
y te entregaste al sueño?
¿Cuándo regresará el ángel de su
cielo?
X
Hind, Huda, Haná,
tres rosas en el alféizar del
invierno.
en cuyos pétalos laten la savia y el
aroma,
dios de la esperanza:
es todo cuanto nos queda de ella
y de su primavera fragante.
Tomado de:

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