Escrito con un nictógrafo
El escriba ha desaparecido
Señaló el sitio vacío
donde los muertos se divierten
La noche penetrando
y el glande inflado de tinta, penetrando
hacen el mismo ruido
que la muerte penetrando
Asisto a su duración en lo instantáneo
SILENCIO DESORBITADO
su fiesta en lo opaco, en lo pleno, en lo plano
la atención lleva un blanco en la frente
lleva una capa de lirones
despiertos
Es la época en que la muerte entra en muda
Mudo mi cuerpo
Yo me impongo en tu muerte
Yo guarezco tu muda
tiempo de atenuación
tiempo de purificación
tiempo de lluvias constantes
lo insensible vibra
lo insensible soporta la noche
brota flores en mitad de la noche
en mitad de la página
sobre la panza de la muerte
la orfandad lleva un blanco en la frente
E L P O E M A S E A B R E
esa es tu fuerza
la orfandad es fascinada
comandada, subida a la barca
invadida, hundida de muertos
Yo en la prosa de tu libro
En el barco de los muertos
Entre volúmenes huecos
mi cuerpo/ grafía
a otro páramo
descargando letras
huesos huecos
El poema se abre
Esa es tu fuerza
El poema toma contacto
Se desliza con brazos extendidos
por las dos orillas:
esa es tu fuerza
-Me hablabas de una trampa del lenguaje
el poema se abre
SALTAN TUS MUERTOS
C L O W N S
D A N Z A S
interferencia de danzas
palimpsesto de danzas
en lo oscuro
la oscuridad polarizada y danzas
como las danzas de las abejas
invariables
te atraen
con sus movimientos minuciosos
para extenuar un lugar
para desocultar otro lugar
para fingir invadir
para informar
DANZAS
voces tácitas
didactismos
espacios acopiados
sismos
-estos muertos son míos
(señalando las palabras)
-estos muertos son míos.
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/arturo-carrera-escrito-con-un-nictografo/
La tardecita
Se acerca la primavera,
Marcia me odia, tanto
como yo amo a Lesbia, y
Catulo la amaba...
Ella dice que es obscena
la manera de referirme a mis amigos;
que soy, en resumidas cuentas de collar,
una máscara ya obscena y amenamente
indeseable
Una máscara del teatro de la infelicidad.
Pero estamos en el campo.
El sol alto y tardío.
El sexo en los cogollos del almendro.
La luna por despuntar...
...el durazno japonés relampagueante,
brillante rosado como nunca ví. Vacío,
vacío vertiginoso como tu voz brillante
contra el viento iluminado y el infierno musical
de tus estupideces.
Tu voz brillante. Tu voz ¡poética!
¿Recuerdas que dijiste que la prioridad del artista
estaba en hacerse reventar por los chongos
de Floresta y después "narrarlo" mientras
se posa, ante un pintor, como una mariposa
americana?
El cielo es una lámina que finge un color,
una desgracia, unos dibujos maravillosos para el feliz
embaucamiento de unos niños que involuntariamente
suspenden la credulidad; coléricos.
Oh poeta,
el pequeño vestigio de una tormenta atormentadora
te alimenta con su rayo
Te arrimás a los pies de un fulgor que quema como aquel
caballo blanco que veo, ahora, pegado a su destello
Estúpido caballo criollo del lenguaje.
Una mujer entrevé tu Vacío en su boca estrepitosa
Oh inebriante perrito faldero
llorando aún por la pérdida de su mamá
en las letrinas de Roma en una época cruel, en una época
de niños Heligábalos tan putos como él,
tan degenerados superiores como él. ¿Debí decir que
citaba a Pessoa (mucho más, mucho más inteligente que
yo. Más claro y menos oscuro en las razones de la amistad
obscena con la tierra y el aire y el sol y la eternidad)?
¿se acerca la primavera?
Sí, se acerca la revolución
de las florecillas de la amable locura
con sus sospechas escarlatas, con su Rimbaud, con sus
mejores mujeres y sus lolitas en flor también
a la sombra de un despertar anaranjado del verano
en medio de cada insoportable estación.
De todas maneras,
una carcajada embrujada por la dicha "engama" los
colores;
unas manos frágiles precipitan la luz que sostiene
las formas de unas serranías y unos árboles amarillos,
¿Vendrá?
Todas las formas en todas las formas y la cabeza en la
pica de la certidumbre,
la angustiosa serenidad momentánea de la certidumbre,
Una cierta sombra en las fantasías del amor. Unas
sombrías
siluetas en la cabeza abigarrada y pulsante,
la cabeza, la cabeza del amante
sea quien sea. La primavera.
El cielo como una lámpara en la mesita de luz y
el día como una noche dispuesta para el obsceno Dolor
y siempre unos niños bailando en un claro de mi sangre:
un arco iris del deseo en mis venas.
El cuerpo estratificado en el lecho ácido del pino,
las semillas turgentes bajo sus madres arraigadas;
el silbo de unas perdices mientras avanzo hacia la casa
cerrada y el galgo y las tunas mordidas por los toros.
El secreto en el aura de Alicia, la casera, que espanta
las vacas con su Citroën amarillo y sus alaridos
expertos.
El celo. Tres rojas muchachas y yo. El celo sereno,
el celo en la cabellera solar de la mujer
¿El hombre de mármol
quejumbroso?
¿Vendrá?
Todas las parteras oirían su nacimiento
si se decidiera a verse nacer,
estímulo de la pintura. Estímulo de las
estéticas anarquistas de la pasión...
Confuso esclavo de la maldad evaporando en la sombra
toda la Literatura y todo el Mal.
-Pero no pronuncies esa palabra obscena, por favor,
Arturito...
Ni dispongas puntos suspensivos donde políticamente
no hay suspenso.
Estamos en el campo y aquí me quedaría hasta ver
amanecer y que la vaca me dé la teta con sus innumerables
pezones...
Terco poeta como la luna en el agua que se agita,
el día se agita como yo.
Estamos en el campo.
- ¿Qué somos?
-A-mi-gui-tos...
Sonrisa en el coral de las sonrisas que miradas
difícilmente se disuelven en el aire obsceno.
Obsceno el tacto del pico de los patos.
Obscena la algarabía de la quietud.
Obscena la tarde con sus mates lavados.
Obscena la invitación a la pintura en caballete.
Obsceno el caballete en el desván del campo.
Obsceno el diálogo más que el monólogo y más obsceno
que este coloquio entre perros de interior...
Obscena la mirada a la leña y el hacha,
obsceno el conejo con sus orejas enterradas en el barro;
obsceno el juego de repetir
la hartura de la pintura...
Del campo.
¿Vendrá?
Su caballito volvió solo al lugar
Espacio perfumado
no importa con qué
Estiércol de la atención humeante y perfumada
La mirada bosta circular de las vacas
como un cráter lunar en el aire
en el verde del aire-césped
Sangre en la pared.
Sangre en la nariz de la niñita que sale del agua,
Sangre escondida en los hilillos equidistantes
de las venas poéticas
Y es todo lo que no nos debería faltar.
Un balcón
Tomás tiene dos años,
vive en Buenos Aires
en un exiguo Dpto. de la calle
Defensa.
Cuando llegó al campo
dijo: "¡balcón, mamá, balcón!"
El campo como un balcón
infinito,
con sus terrones azules y sus pastos
infinitos,
con sus perfumes y sabores infinitos
y los enormes perros, los cañones
enterrados, las esfinges de piedra
entre los abedules y la casa de noche
con su galería encendida,
su resplandor de arroz en la humedad
de noche de caza acuática,
rosada
Pero llegamos casi al mediodía.
Los árboles arrojaban de sus copas
ácidos sagrados:
la untuosa fragancia de los verdes
vacíos
la luz en rayas frases de los gnomos
silenciosos,
en los baldíos inesperados,
en los incendios donde recorren niños
bajo el crujir del sol
las cenizas
que al llegar nos miraban...
Debería insistir.
Nos esperaban las flores dispuestas
en los candelabros de hielo,
las bolas de nieve siempre
nunca tan blancas sino ligeramente verdes
y aplastadas al tapiz donde cruzan un río
niños chinos
cotorras y cacatúas petrificadas,
lavadas en azul, los picos rojos, las crestas
como moños de niñas embalsamadas
- ¿Puedo fumar? -dijo Alicia
Y así comenzaron a reir
los comensales
Tomás invadía la mesa. Jaime lo mimaba.
Tomás invadía lentamente las cosas indiferentes
y las muequeantes salas,
los retratos,
del comedor los retratos, las pinturas,
las piedras bajo la estufa, los preciosos
vacíos, caracoles, y los ojos de Pupa,
saltones y verdes como de libélula
espantada.
Las voces italianas, francesas, el inglés
de los huesos de las tentadoras
comidas, sustancias
almibaradas
Arturito comía y comía
levantando sistemáticamente su ceja casi
postiza y el rabillo ciliado,
el cristalino visor camaleónico
y el ojillo esmerilado
Sonar, radar del ojo
Y la nodriza elemental que allí guiñaba
Arturito sin escribir nada.
Hundido en los espejos.
Tendía el puente colgante de una complicidad
con ibis; pájaros y picos que picoteaban
el vidrio; el vitral del goce; goce...
En sobremesa más pequeña, redonda, y sobre
sillones de mimbre enfundados, chillones,
Jaime (50 años) se arrojó sobre
Tomás que se reía. Los rulos de
la ceniza de oro en la luz y los ojitos
sombríos: fuertemente iluminados por
otros ojazos que de adentro salían más locos,
chorrera de millones, hipnotizados niños,
celestiales, amarillos, verdes, el mar
junto a un gato zarco: y las manitas aferradas
a ese tumulto de falsas imágenes: las mismas
que leo: las velocísimas cruzadas por umbrales
y a la risa las manos de Jaime, otra vez,
"Aquí, aquí" -decía. Le hacía cosquillas en el
pitito, en las ingles, la pancita...
"Aquí, aquí" -decía. "Esto es la realidad. Esto
es la vida. Esto". Y señalaba acariciándole
la espalda al niñito que reía felicísimo,
"Está vivo, viviente..." -repitió, corrigió.
"Todo esto es la realidad" -repitió una vez más
y ajeno a todo estímulo
y a toda realidad gimió: "¡Viva!"
Un frío me recorrió ¿la médula?
Y me hundí un poquito
en el crujido de mimbre.
Tuve un raro pudor ante tanto reconocimiento.
Una nostalgia muy pueril y pétrea
me oprimía.
Y siguió murmurando, para su cabeza y la mía
(no recuerdo, no ví lo que hacían los otros
convidados...)
murmurando entre cortadas tiras un pensamiento
célibre, agudo, agrio, triste, sutil entre los
escombros de las palabras que metía,
y acaso harto triviales para él, que acaso
todo lo concebía (la apreciación es mía)
como Belleza: una aristocracia
de la cultura...
Nini miraba en Vogue los Rolls Royce japoneses.
Jaime pudo saltar de pronto, desprenderse,
y cayó como una brasa en la palma de un ciego:
"Son japoneses, y uno debería entrar y hacer
¡Tac! Y quedar sentado en ellos".
Las rimas internas, ía, ía
La pura monotonía de nuestra
enorme desdicha.
Enorme desdicha usada como se "usa"
el cuerpo.
Jaime y Nini que hablaban
dándose la espalda, súbitamente pálidos,
como adultos siameses. Que decían y amaban
con cascabeles e improntus de otros
idiomas de otras lenguas, sus chistes,
lapsus y bacanales, festines desnudos con
guiños y muchas mímicas y acertijos
cruzados, rebus,
donde cortaban pequeñas imágenes
las brevísimas encantadas, conductas fuga-
císimas o historiolas de la historiola
del Arte:
que leer a Gide o Dostoievsky, aburría
hoy.
que una obra alcanza el apogeo de su
trascendencia en la misma época en que
"trasciende". No va más allá.
¡No estoy de acuerdo! -dijo Nini. Yo ante
un Donatello... Y me miró guiñando...
Y Jaime se atrevió a decir: "En todo caso,
acepto hoy, la vigencia de los arcaísmos."
"Sos tarada -prosiguió- si te embelesás
con el Quijote: está escrito en un pésimo
castellano. No obstante, Shakespeare...
-dudó-.
"vengan -dijo-: en mi cuarto tengo todo
lo más arcaico que amo,
y todo lo que deseo."
Atravesamos una biblioteca escarlata:
los dos escritorios vestidos, de
brocato escarlata. Cortinados es-
carlata. Los libros encuadernados
color escarlata.
Toda la estética de la pieza se desmoronaba
ante una chimenea cuasi barroca, de piedra
peinada, herencia de unos huéspedes
arquitectos benedictinos.
-Es horrible -dijo Jaime-. Es del mismo
autor de San Benito, en Belgrano.
Los pájaros estrenduosos en el silencio
nublado de la siesta.
Nos alejamos con Alicia hacia una porqueriza
donde gozaban a los gritos dos animales
pintados o disimulados, los hocicos y los
flancos erizados de barro.
Hablábamos con Alicia,
de los mosquitos, que nos picaban, y en ese
ardor y sopor, de envenenados, todas las cursile-
rías de la ética y estética improbables
de los matrimonios...
Hacía 4 meses que ambos, por distintos motivos,
de nuestros amantes nos veíamos separados.
Tristezas y terrores, asperezas y esperanzas,
odiosos ojos y dudosas aserciones, acechanzas
de lo venidero como una epopeya inmóvil
bajo ámbar del deseo.
Invasora jerga de nuestra suspendida cháchara
también inmóvil.
Y la naturaleza como una alfombra voladora
detenida: balcón para las cinco mil Hetairas
que nos amedrentaban con sus vaselinas y
arpas y ese kool para cuervos en la laguna
fosca. De agua amarga.
Pupa -la condesa veneciana
que se casó con Jaime -me pregunta al servirme
una presa de pollo: "¿Prefiere negro o
blanco?"
Blanco, dije, estimulado por mi lectura de la
mañana. Y ella agregó: "Claro, como buen descendiente
de italianos, gusta el blanco de pollo."
Señalando la carcaza dorada y crocante
del resto, Nini exclamó: "Yo amo, fijate,
el negro". Y añadió mirando fijamente
el dorado del plato: "¡Parece un transatlántico!"
El campo no. Ya. El mundo. Océanos.
Las palomicas no. Ya. Las cigüeñas y las garzas
plateadas.
Las calandrias tampoco.
Los ruiseñores al alba.
¿Se despierta, Pupa, entre ruiseñores?
No sé -dice Jaime-, si todavía quedan. Los he
escuchado. Preciosos, ¿no?
Nini con su dulzura habitual nos trae el
desayuno a la cama.
Alicia sonríe. Tomás refunfuña.
Me despierto a las risas.
Toda Nini invita a una noble y catártica
carcajada.
Desde muy temprano comienzan sus trabajos
con relatos de sueños, piezas de amena
conversación y ámbitos mágicos, embrujados.
¿Sarcasmos?
Imágenes del placer milenario apenas ella dice:
¡Qué placer!
Secreto triunfo de la risa
sin que en su aspecto feliz
nada de ella ridículo nos
invite a reir.
La simpatía crece en su boca. Su palabra
nos envuelve y nos llena de estupor y sorpresa,
como en el carnaval de antaño la ligera
serpentina.
Pero hay una palabra oscura que pasa por sus
labios y va penetrando como un fruto obsceno
en nuestra imaginaria boca: c o n g o j a.
Pero no esta congoja que notamos
una lentitud extrema en el desplazamiento del sol
y que el poeta Girri, señalaba como una "cualidad"
desde el tiempo...
Pues si de ella aprendí las mil maneras imposibles
de creer, de "esbozar", de inventar
para experimentar algo que fuera el modelo
o el mimo de otras congojas,
¿para quién retuve,
entonces, la sordina
de la imaginación?
Nuestra amistad austera.
Nuestra congoja agámica.
El paso veloz sobre las piedras
de nada parecido al sexo, ni al amor,
ni al fuego de la irrisoria congoja.
La urticante y nocturna congoja.
La deliciosa piel de sabandija que deshace
los guantes de vivísimos élitros
en realidad. Y en deseo,
el paso de Tomás en el balcón de la hojarasca.
El oído de Minerva (la perra Dogo) y lo que de
sus pisadas escucha Tomy,
confundido por la infinita escala de murmullos
y de alas.
Y la Señora con su aire de domadora de jirafas.
¿Yo escribo en este claustro de muros encalados?
El cuadro que miro dice: Doménico Theotokopuli:
El Greco (1547-1614). En el espejo veo mis pies,
que los mosquitos deformaron: hormas gigantescas
y máquinas de planchar; esa misma ojiva metálica;
las variadas y envenenadas
manos tergiversadas,
efímeras formas:
el cuerpo
el espejo
El Greco.
los pies.
Oigo a Minerva que se arrastra por los pasillos
hacia otro claustro.
Alicia tose.
Nini duerme.
¿Sueña Tomás? Las hojas
gigantescas
y los kinotos como turgentes tetillas pintadas,
mojadas naranjas... Mujeres anaranjadas
en los superpuestos e impalpables balcones
El pingüino de yeso que Nini trajo un día
del pueblo. Enano cabizbajo.
Tomás lo toca.
El olor lo sueña.
El agua cenagosa de la pileta y acaso mi cara
gorda y barbuda.
Mi horrible cara gorda y mi
terca sonrisa o
Acaso mi sonrisa sin cara pero barbuda,
suspendida allá en el claqueteo
de las hojas: Arturo...
El sátiro hipnotizado por las velocísimas
hojas
agitadas y rosigantes
con sus decibeles
y sus secretas acústicas
¡Oh, monjes y poetas!
Nini vuela alto, lejos,
en la escoba de Rauchemberg
con sus pajas ornamentales.
Jaime hojea Vogue y se detiene ante
la contessa Marta Marzzotto, fotografata
da R. Granata.
Arturito lee un libro que tomó
de la biblioteca luciferina: "A la sombra
de los monasterios tibetanos" -un libro
de Jean M. Rivière.
Jaime dormita, ahora, un poco.
Se sobresalta por la llegada de Tomás.
En el paseo Nini repitió "embaumée"
La tierra -el balcón ambomé... con
todos los estiércoles, con todos los
osarios de flores. Acacias, jazmines.
Contó una historia de merengues y otra
de profiteroles.
Pupa pasa silenciosa portando en sus
blanquísimas manos una llavecita y enredadas,
dos pequeñas copas de cristal ahumado
Forzado el ideograma de la alegría.
Forzada la faz silenciosa de la memoria
en este campo.
El ánade canta como un ventrílocuo en un
ejemplar "demasiado estudiado" de
Liquid Ambar. Todo lo que ellos conocen
acerca de él se va vidriando en mi resentida
memoria;
se va endurenciendo como un dulce que lentamente
decolora, azucara, envenena.
Hipóstasis de la perfección
del campo en su "paz", en su melancolía
focalizada...
Pero de pronto yo sé
que en todo este silencio no estás.
No están tus movimientos
secretamente envueltos en la impostura
de tu papel de caramelos
Y no sabemos por el sol
ni por el follaje plateado
en los árboles, donde tu risita
se expande y envejece y donde
despierta unánime tu alegría colmándome,
donde tus manos en la cabeza del amigo
celebran los trabajos y el amor como
los días sus noches
el campo.
donde la obligación con sus destrezas
parte de mí y te ocupa:
último secreto de la luz en la tarde
y último parte del secreto
en mí
sepultándote.
Olvido, pero intermitente.
De pronto tu mirada se enciende para mí
iluminando cada hoja de cada rama,
cada corteza de cada ramaje vacilante:
los árboles: los claros ínfimos donde
se abalanzan a besos las palomas
la mirada extraviada en el vapor
de los árboles celeste; celeste;
desconociendo para mí y
desconociendo todo en mí
para este campo
Una nueva manera de amarnos
arrojados por todos los convidados
incluido yo,
en el secreto que ya no nos escucha
que ya no retrocede
que ya no hiere
¿Más?
Madres o dreams
¿Madres o dreams?
colibrí del
sentido; sentido y noción de falta
Fábrica de frutos
de oro y frutas de plata: ¿el silencio?, ¿la bocona palabra?
Maduran como
nísperos las risitas felices en las azucaradas y venenosas máscaras.
Las hormigas
negras con su grano de cocaína y falsa:
Sea que no pudiese
más leer el unido abecedario.
Sea que paternar
fuera un techo caduco y maternar las aguas que suavemente lo hundieron...
Sea que tuvieras
que aceptar disimuladamente la unánime desdicha de ser hijo del texto.
Violento espejo
del tiempo.
(¿verdad?: juguetes,
entropías en
amor). Y sólo un gradual movimiento espiralado que corresponde a los efectos
inexactos de una cara del saber: la más enigmática, la más maravillosa. Sea que
tuvieras que aceptar nuevamente, disimuladamente, la dicha de tener
Madres-Tiempo: hijas de espolonados pelos y ojos chinche; hijos que nos exponen
copo papagayos en la percha de las frecuencias pálidas: en abanicos, en
hilillos, en culebrillas de marfil: obesos de gelamón, bateleras sordas, enanas
tanatóforas y gemelos plurivitelinos.
RECUERDA:
"no.............................................................................................................y
sí.
Bálanobanal es el
apagón moebiano: agón, agonía, de los here mana herr
n`anos................................................................................."
-Ah,
no.....................
-...corte
aquí...par ... fratría... el cielo....
.........................................circular.
No es a mi falso
pie (que ablando enhiesto) del ser. Higuera que amamanta aún a sus sarmientos.
Oh, leche, échele
más vida.
No son las
pirografías serenas de una areola banal.
Es la succión
irresponsable de un "sujeto" varón.
Y.
Un cuadro
representando a un león que rasguña un Retrato.
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
Sea que no
tuvieras qué fingir y que la certidumbre más remota no fuera el parco
nacimiento.
Sea que morir
fuera parir un poco desgarrando la mascarilla quemada del sentido.
Sea que no
pudieses afrontar la conjunción necesaria: es por este temblequeo de la lengua
que bailan esos huesos solteros y es por esta travesía itifálica que se
disuelve tu esqueleto en mi lengua.
¿Cantan?
––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––
agua plegada sobre
nuestra mirada
agua entera como
un fresco dosel suspendido
¿pibe? ¿nene? ¿chiquito? ¿chiquita?: los títeres perversos del guante blanco en la avalancha de la luz en nuestra
cara sepultada: ciego y envarado dije: Im Park, Im Park, Im Park, Im
Park..........................
colgado,
de un huesito
menhir
y sacro. Colibrí
raspando los muros de una florecilla fugaz: raspada tumba. Del niño cuya huella
fui: de laminillas de oro volador retrocediendo y ombligo del sol: no cubriría,
brillaría, no en este sitio, no aquí.
Tomado de:
https://www.poemas-del-alma.com/arturo-carrera.htm
Alguien no podría verlas
más que en las siluetas. Sombras que
en cuclillas contra un muro proyectaban
cisnes, conejos, gallitos,
un burro.
Más que cuando se dormía.
Más que cuando se lavaba la cara.
Mientras la voz de quien aún lo ama
volvía
y volvía todavía.
Cuesta creerlo.
Cuesta creer que una sensación se comporte
inhumanamente;
que una sensación sea una piedra,
crezca imperceptiblemente, como las piedras,
como las formas
en el estilo de las piedras.
Cuesta creer en el "estado" del poeta.
En sus aserciones y en las imágenes que a veces
confusamente imita;
¿dónde está la evidencia de su verdad,
la continua animación y movimiento
del deterioro o crecimiento
de su estilo?
Dornkirk: rara vez la televisión
con la cara pegada a la armadura te pide: ¿activás el robot?
A través del arco gótico (dos manos que a fuerza
de estar juntas lo hicieron) pasa un camello.
Y los Tres Reyes Kanzaki: Chabón, Minita, Traba.
Y la cometa queda,
como mancha de aceite
dorado en el cielo...
6 de enero.
la miniserie, la minifábula,
la minichica, el minicabro.
Y que yo escriba y no entienda,
que sueñe y no viva,
la a, la e, el leopardiano apelotonamiento de vocales.
Abuelo, Abuelo, papá, Papa.
al girar de los siglos, duele
el misterio. El misterio que los poetas jóvenes
no quieren nombrar de viejos.
La niebla cubría la cara
de los otros chicos.
No le veíamos la cara tampoco a la maestra.
El fauno reviejo visitó la rescuela.
En el repatio plantaron un reárbol.
Borges plantó otro en La Casa de la Cultura.
El pozo lo hizo Raúl, el portero Raúl,
que a veces nos dejaba tocar aquel timbre
del final del recreo. «A mí, a mí...» –se oía.
Nos alzaba, firme,
para que alcanzáramos el botón
de baquelita oscura.
Tomado de:
https://nuevaprovenza.blogspot.com/2018/03/cuatro-poemas-de-arturo-carrera.html

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