miércoles, 11 de junio de 2025

POEMAS DE ARTURO CARRERA


Escrito con un nictógrafo

 

 

 

El escriba ha desaparecido

 

Señaló el sitio vacío

donde los muertos se divierten

 

La noche penetrando

y el glande inflado de tinta, penetrando

hacen el mismo ruido

que la muerte penetrando

 

Asisto a su duración en lo instantáneo

SILENCIO DESORBITADO

 

su fiesta en lo opaco, en lo pleno, en lo plano

 

la atención lleva un blanco en la frente

lleva una capa de lirones

despiertos

 

Es la época en que la muerte entra en muda

Mudo mi cuerpo

Yo me impongo en tu muerte

Yo guarezco tu muda

 

tiempo de atenuación

tiempo de purificación

tiempo de lluvias constantes

 

lo insensible vibra

lo insensible soporta la noche

brota flores en mitad de la noche

en mitad de la página

sobre la panza de la muerte

 

la orfandad lleva un blanco en la frente

 

E L P O E M A S E A B R E

esa es tu fuerza

 

la orfandad es fascinada

comandada, subida a la barca

invadida, hundida de muertos

 

Yo en la prosa de tu libro

En el barco de los muertos

Entre volúmenes huecos

mi cuerpo/ grafía

a otro páramo

descargando letras

huesos huecos

 

El poema se abre

Esa es tu fuerza

El poema toma contacto

Se desliza con brazos extendidos

por las dos orillas:

esa es tu fuerza

 

-Me hablabas de una trampa del lenguaje

 

el poema se abre

SALTAN TUS MUERTOS

C L O W N S

 

D A N Z A S

interferencia de danzas

palimpsesto de danzas

en lo oscuro

 

la oscuridad polarizada y danzas

como las danzas de las abejas

invariables

te atraen

con sus movimientos minuciosos

para extenuar un lugar

 

para desocultar otro lugar

para fingir invadir

para informar

 

DANZAS

voces tácitas

didactismos

espacios acopiados

sismos

 

-estos muertos son míos

(señalando las palabras)

-estos muertos son míos.

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/arturo-carrera-escrito-con-un-nictografo/

 

 

 

La tardecita

Se acerca la primavera,

 

Marcia me odia, tanto

como yo amo a Lesbia, y

Catulo la amaba...

 

Ella dice que es obscena

la manera de referirme a mis amigos;

que soy, en resumidas cuentas de collar,

una máscara ya obscena y amenamente

indeseable

 

Una máscara del teatro de la infelicidad.

 

Pero estamos en el campo.

 

El sol alto y tardío.

El sexo en los cogollos del almendro.

La luna por despuntar...

 

...el durazno japonés relampagueante,

brillante rosado como nunca ví. Vacío,

 

vacío vertiginoso como tu voz brillante

contra el viento iluminado y el infierno musical

de tus estupideces.

 

Tu voz brillante. Tu voz ¡poética!

 

¿Recuerdas que dijiste que la prioridad del artista

estaba en hacerse reventar por los chongos

de Floresta y después "narrarlo" mientras

se posa, ante un pintor, como una mariposa

americana?

 

El cielo es una lámina que finge un color,

una desgracia, unos dibujos maravillosos para el feliz

 

embaucamiento de unos niños que involuntariamente

suspenden la credulidad; coléricos.

 

Oh poeta,

el pequeño vestigio de una tormenta atormentadora

te alimenta con su rayo

 

Te arrimás a los pies de un fulgor que quema como aquel

caballo blanco que veo, ahora, pegado a su destello

 

Estúpido caballo criollo del lenguaje.

 

Una mujer entrevé tu Vacío en su boca estrepitosa

 

Oh inebriante perrito faldero

llorando aún por la pérdida de su mamá

en las letrinas de Roma en una época cruel, en una época

de niños Heligábalos tan putos como él,

tan degenerados superiores como él. ¿Debí decir que

citaba a Pessoa (mucho más, mucho más inteligente que

yo. Más claro y menos oscuro en las razones de la amistad

obscena con la tierra y el aire y el sol y la eternidad)?

 

¿se acerca la primavera?

 

Sí, se acerca la revolución

de las florecillas de la amable locura

con sus sospechas escarlatas, con su Rimbaud, con sus

mejores mujeres y sus lolitas en flor también

a la sombra de un despertar anaranjado del verano

en medio de cada insoportable estación.

 

De todas maneras,

una carcajada embrujada por la dicha "engama" los

colores;

unas manos frágiles precipitan la luz que sostiene

las formas de unas serranías y unos árboles amarillos,

 

¿Vendrá?

 

Todas las formas en todas las formas y la cabeza en la

pica de la certidumbre,

 

la angustiosa serenidad momentánea de la certidumbre,

 

Una cierta sombra en las fantasías del amor. Unas

sombrías

 

siluetas en la cabeza abigarrada y pulsante,

la cabeza, la cabeza del amante

 

sea quien sea. La primavera.

El cielo como una lámpara en la mesita de luz y

el día como una noche dispuesta para el obsceno Dolor

y siempre unos niños bailando en un claro de mi sangre:

un arco iris del deseo en mis venas.

 

El cuerpo estratificado en el lecho ácido del pino,

las semillas turgentes bajo sus madres arraigadas;

el silbo de unas perdices mientras avanzo hacia la casa

cerrada y el galgo y las tunas mordidas por los toros.

 

El secreto en el aura de Alicia, la casera, que espanta

las vacas con su Citroën amarillo y sus alaridos

expertos.

 

El celo. Tres rojas muchachas y yo. El celo sereno,

el celo en la cabellera solar de la mujer

 

¿El hombre de mármol

quejumbroso?

 

¿Vendrá?

 

Todas las parteras oirían su nacimiento

si se decidiera a verse nacer,

estímulo de la pintura. Estímulo de las

estéticas anarquistas de la pasión...

Confuso esclavo de la maldad evaporando en la sombra

toda la Literatura y todo el Mal.

 

-Pero no pronuncies esa palabra obscena, por favor,

Arturito...

 

Ni dispongas puntos suspensivos donde políticamente

no hay suspenso.

Estamos en el campo y aquí me quedaría hasta ver

amanecer y que la vaca me dé la teta con sus innumerables

pezones...

 

Terco poeta como la luna en el agua que se agita,

el día se agita como yo.

Estamos en el campo.

 

- ¿Qué somos?

-A-mi-gui-tos...

 

Sonrisa en el coral de las sonrisas que miradas

difícilmente se disuelven en el aire obsceno.

Obsceno el tacto del pico de los patos.

Obscena la algarabía de la quietud.

Obscena la tarde con sus mates lavados.

Obscena la invitación a la pintura en caballete.

Obsceno el caballete en el desván del campo.

 

Obsceno el diálogo más que el monólogo y más obsceno

que este coloquio entre perros de interior...

 

Obscena la mirada a la leña y el hacha,

obsceno el conejo con sus orejas enterradas en el barro;

obsceno el juego de repetir

la hartura de la pintura...

Del campo.

 

¿Vendrá?

 

Su caballito volvió solo al lugar

 

Espacio perfumado

no importa con qué

Estiércol de la atención humeante y perfumada

 

La mirada bosta circular de las vacas

como un cráter lunar en el aire

en el verde del aire-césped

 

Sangre en la pared.

 

Sangre en la nariz de la niñita que sale del agua,

 

Sangre escondida en los hilillos equidistantes

de las venas poéticas

 

Y es todo lo que no nos debería faltar.

 

 

Un balcón

Tomás tiene dos años,

vive en Buenos Aires

en un exiguo Dpto. de la calle

Defensa.

 

Cuando llegó al campo

dijo: "¡balcón, mamá, balcón!"

 

El campo como un balcón

infinito,

con sus terrones azules y sus pastos

infinitos,

con sus perfumes y sabores infinitos

y los enormes perros, los cañones

enterrados, las esfinges de piedra

entre los abedules y la casa de noche

con su galería encendida,

su resplandor de arroz en la humedad

 

de noche de caza acuática,

rosada

 

Pero llegamos casi al mediodía.

Los árboles arrojaban de sus copas

ácidos sagrados:

la untuosa fragancia de los verdes

vacíos

 

la luz en rayas frases de los gnomos

silenciosos,

en los baldíos inesperados,

en los incendios donde recorren niños

bajo el crujir del sol

las cenizas

que al llegar nos miraban...

 

Debería insistir.

 

Nos esperaban las flores dispuestas

en los candelabros de hielo,

las bolas de nieve siempre

nunca tan blancas sino ligeramente verdes

y aplastadas al tapiz donde cruzan un río

niños chinos

cotorras y cacatúas petrificadas,

lavadas en azul, los picos rojos, las crestas

como moños de niñas embalsamadas

 

- ¿Puedo fumar? -dijo Alicia

Y así comenzaron a reir

los comensales

 

Tomás invadía la mesa. Jaime lo mimaba.

Tomás invadía lentamente las cosas indiferentes

y las muequeantes salas,

los retratos,

del comedor los retratos, las pinturas,

las piedras bajo la estufa, los preciosos

vacíos, caracoles, y los ojos de Pupa,

saltones y verdes como de libélula

espantada.

Las voces italianas, francesas, el inglés

de los huesos de las tentadoras

comidas, sustancias

almibaradas

 

Arturito comía y comía

levantando sistemáticamente su ceja casi

postiza y el rabillo ciliado,

el cristalino visor camaleónico

y el ojillo esmerilado

 

Sonar, radar del ojo

 

Y la nodriza elemental que allí guiñaba

 

Arturito sin escribir nada.

Hundido en los espejos.

Tendía el puente colgante de una complicidad

con ibis; pájaros y picos que picoteaban

el vidrio; el vitral del goce; goce...

 

En sobremesa más pequeña, redonda, y sobre

sillones de mimbre enfundados, chillones,

Jaime (50 años) se arrojó sobre

Tomás que se reía. Los rulos de

la ceniza de oro en la luz y los ojitos

sombríos: fuertemente iluminados por

otros ojazos que de adentro salían más locos,

chorrera de millones, hipnotizados niños,

celestiales, amarillos, verdes, el mar

junto a un gato zarco: y las manitas aferradas

a ese tumulto de falsas imágenes: las mismas

que leo: las velocísimas cruzadas por umbrales

 

y a la risa las manos de Jaime, otra vez,

"Aquí, aquí" -decía. Le hacía cosquillas en el

pitito, en las ingles, la pancita...

"Aquí, aquí" -decía. "Esto es la realidad. Esto

es la vida. Esto". Y señalaba acariciándole

la espalda al niñito que reía felicísimo,

 

"Está vivo, viviente..." -repitió, corrigió.

"Todo esto es la realidad" -repitió una vez más

y ajeno a todo estímulo

y a toda realidad gimió: "¡Viva!"

 

Un frío me recorrió ¿la médula?

Y me hundí un poquito

en el crujido de mimbre.

Tuve un raro pudor ante tanto reconocimiento.

Una nostalgia muy pueril y pétrea

me oprimía.

 

Y siguió murmurando, para su cabeza y la mía

(no recuerdo, no ví lo que hacían los otros

convidados...)

murmurando entre cortadas tiras un pensamiento

célibre, agudo, agrio, triste, sutil entre los

escombros de las palabras que metía,

y acaso harto triviales para él, que acaso

todo lo concebía (la apreciación es mía)

como Belleza: una aristocracia

de la cultura...

 

Nini miraba en Vogue los Rolls Royce japoneses.

Jaime pudo saltar de pronto, desprenderse,

y cayó como una brasa en la palma de un ciego:

"Son japoneses, y uno debería entrar y hacer

¡Tac! Y quedar sentado en ellos".

 

Las rimas internas, ía, ía

La pura monotonía de nuestra

enorme desdicha.

Enorme desdicha usada como se "usa"

el cuerpo.

 

Jaime y Nini que hablaban

dándose la espalda, súbitamente pálidos,

como adultos siameses. Que decían y amaban

con cascabeles e improntus de otros

idiomas de otras lenguas, sus chistes,

lapsus y bacanales, festines desnudos con

guiños y muchas mímicas y acertijos

cruzados, rebus,

donde cortaban pequeñas imágenes

las brevísimas encantadas, conductas fuga-

císimas o historiolas de la historiola

del Arte:

 

que leer a Gide o Dostoievsky, aburría

hoy.

que una obra alcanza el apogeo de su

trascendencia en la misma época en que

"trasciende". No va más allá.

 

¡No estoy de acuerdo! -dijo Nini. Yo ante

un Donatello... Y me miró guiñando...

Y Jaime se atrevió a decir: "En todo caso,

acepto hoy, la vigencia de los arcaísmos."

"Sos tarada -prosiguió- si te embelesás

con el Quijote: está escrito en un pésimo

castellano. No obstante, Shakespeare...

 

-dudó-.

 

"vengan -dijo-: en mi cuarto tengo todo

lo más arcaico que amo,

y todo lo que deseo."

 

Atravesamos una biblioteca escarlata:

los dos escritorios vestidos, de

brocato escarlata. Cortinados es-

carlata. Los libros encuadernados

color escarlata.

Toda la estética de la pieza se desmoronaba

ante una chimenea cuasi barroca, de piedra

peinada, herencia de unos huéspedes

arquitectos benedictinos.

-Es horrible -dijo Jaime-. Es del mismo

autor de San Benito, en Belgrano.

 

Los pájaros estrenduosos en el silencio

nublado de la siesta.

Nos alejamos con Alicia hacia una porqueriza

donde gozaban a los gritos dos animales

pintados o disimulados, los hocicos y los

flancos erizados de barro.

 

Hablábamos con Alicia,

de los mosquitos, que nos picaban, y en ese

ardor y sopor, de envenenados, todas las cursile-

rías de la ética y estética improbables

de los matrimonios...

Hacía 4 meses que ambos, por distintos motivos,

de nuestros amantes nos veíamos separados.

Tristezas y terrores, asperezas y esperanzas,

odiosos ojos y dudosas aserciones, acechanzas

de lo venidero como una epopeya inmóvil

bajo ámbar del deseo.

 

Invasora jerga de nuestra suspendida cháchara

también inmóvil.

 

Y la naturaleza como una alfombra voladora

detenida: balcón para las cinco mil Hetairas

que nos amedrentaban con sus vaselinas y

arpas y ese kool para cuervos en la laguna

fosca. De agua amarga.

 

Pupa -la condesa veneciana

que se casó con Jaime -me pregunta al servirme

una presa de pollo: "¿Prefiere negro o blanco?"

 

Blanco, dije, estimulado por mi lectura de la

mañana. Y ella agregó: "Claro, como buen descendiente

de italianos, gusta el blanco de pollo."

Señalando la carcaza dorada y crocante

del resto, Nini exclamó: "Yo amo, fijate,

el negro". Y añadió mirando fijamente

el dorado del plato: "¡Parece un transatlántico!"

 

El campo no. Ya. El mundo. Océanos.

Las palomicas no. Ya. Las cigüeñas y las garzas

plateadas.

Las calandrias tampoco.

Los ruiseñores al alba.

¿Se despierta, Pupa, entre ruiseñores?

No sé -dice Jaime-, si todavía quedan. Los he

escuchado. Preciosos, ¿no?

 

Nini con su dulzura habitual nos trae el

desayuno a la cama.

Alicia sonríe. Tomás refunfuña.

Me despierto a las risas.

Toda Nini invita a una noble y catártica

carcajada.

Desde muy temprano comienzan sus trabajos

con relatos de sueños, piezas de amena

conversación y ámbitos mágicos, embrujados.

¿Sarcasmos?

Imágenes del placer milenario apenas ella dice:

¡Qué placer!

 

Secreto triunfo de la risa

sin que en su aspecto feliz

nada de ella ridículo nos

invite a reir.

 

La simpatía crece en su boca. Su palabra

nos envuelve y nos llena de estupor y sorpresa,

como en el carnaval de antaño la ligera

serpentina.

 

Pero hay una palabra oscura que pasa por sus

labios y va penetrando como un fruto obsceno

en nuestra imaginaria boca: c o n g o j a.

Pero no esta congoja que notamos

una lentitud extrema en el desplazamiento del sol

y que el poeta Girri, señalaba como una "cualidad"

desde el tiempo...

 

Pues si de ella aprendí las mil maneras imposibles

de creer, de "esbozar", de inventar

para experimentar algo que fuera el modelo

o el mimo de otras congojas,

¿para quién retuve, entonces, la sordina

de la imaginación?

 

Nuestra amistad austera.

Nuestra congoja agámica.

El paso veloz sobre las piedras

de nada parecido al sexo, ni al amor,

ni al fuego de la irrisoria congoja.

La urticante y nocturna congoja.

La deliciosa piel de sabandija que deshace

los guantes de vivísimos élitros

en realidad. Y en deseo,

 

el paso de Tomás en el balcón de la hojarasca.

El oído de Minerva (la perra Dogo) y lo que de

sus pisadas escucha Tomy,

confundido por la infinita escala de murmullos

y de alas.

 

Y la Señora con su aire de domadora de jirafas.

 

¿Yo escribo en este claustro de muros encalados?

 

El cuadro que miro dice: Doménico Theotokopuli:

El Greco (1547-1614). En el espejo veo mis pies,

que los mosquitos deformaron: hormas gigantescas

y máquinas de planchar; esa misma ojiva metálica;

las variadas y envenenadas

 

manos tergiversadas,

efímeras formas:

 

el cuerpo

el espejo

El Greco.

los pies.

 

Oigo a Minerva que se arrastra por los pasillos

hacia otro claustro.

Alicia tose.

Nini duerme.

 

¿Sueña Tomás? Las hojas gigantescas

y los kinotos como turgentes tetillas pintadas,

mojadas naranjas... Mujeres anaranjadas

en los superpuestos e impalpables balcones

 

El pingüino de yeso que Nini trajo un día

del pueblo. Enano cabizbajo.

 

Tomás lo toca.

El olor lo sueña.

 

El agua cenagosa de la pileta y acaso mi cara

gorda y barbuda.

Mi horrible cara gorda y mi

terca sonrisa o

 

Acaso mi sonrisa sin cara pero barbuda,

suspendida allá en el claqueteo

de las hojas: Arturo...

 

El sátiro hipnotizado por las velocísimas

hojas

agitadas y rosigantes

 

con sus decibeles

y sus secretas acústicas

 

¡Oh, monjes y poetas!

 

Nini vuela alto, lejos,

en la escoba de Rauchemberg

con sus pajas ornamentales.

 

Jaime hojea Vogue y se detiene ante

la contessa Marta Marzzotto, fotografata

da R. Granata.

 

Arturito lee un libro que tomó

de la biblioteca luciferina: "A la sombra

de los monasterios tibetanos" -un libro

de Jean M. Rivière.

 

Jaime dormita, ahora, un poco.

Se sobresalta por la llegada de Tomás.

 

En el paseo Nini repitió "embaumée"

La tierra -el balcón ambomé... con

todos los estiércoles, con todos los

osarios de flores. Acacias, jazmines.

Contó una historia de merengues y otra

de profiteroles.

 

Pupa pasa silenciosa portando en sus

blanquísimas manos una llavecita y enredadas,

dos pequeñas copas de cristal ahumado

 

Forzado el ideograma de la alegría.

 

Forzada la faz silenciosa de la memoria

en este campo.

 

El ánade canta como un ventrílocuo en un

ejemplar "demasiado estudiado" de

Liquid Ambar. Todo lo que ellos conocen

acerca de él se va vidriando en mi resentida

memoria;

se va endurenciendo como un dulce que lentamente

decolora, azucara, envenena.

 

Hipóstasis de la perfección

del campo en su "paz", en su melancolía

focalizada...

 

Pero de pronto yo sé

que en todo este silencio no estás.

No están tus movimientos

secretamente envueltos en la impostura

de tu papel de caramelos

 

Y no sabemos por el sol

ni por el follaje plateado

en los árboles, donde tu risita

se expande y envejece y donde

despierta unánime tu alegría colmándome,

 

donde tus manos en la cabeza del amigo

celebran los trabajos y el amor como

los días sus noches

el campo.

 

donde la obligación con sus destrezas

parte de mí y te ocupa:

último secreto de la luz en la tarde

y último parte del secreto

en mí

sepultándote.

 

Olvido, pero intermitente.

 

De pronto tu mirada se enciende para mí

iluminando cada hoja de cada rama,

cada corteza de cada ramaje vacilante:

los árboles: los claros ínfimos donde

se abalanzan a besos las palomas

 

la mirada extraviada en el vapor

de los árboles celeste; celeste;

desconociendo para mí y

desconociendo todo en mí

para este campo

 

Una nueva manera de amarnos

arrojados por todos los convidados

incluido yo,

en el secreto que ya no nos escucha

 

que ya no retrocede

que ya no hiere

 

¿Más?

 

 

 

Madres o dreams

¿Madres o dreams?

 

 

 

colibrí del sentido; sentido y noción de falta

 

Fábrica de frutos de oro y frutas de plata: ¿el silencio?, ¿la bocona palabra?

 

Maduran como nísperos las risitas felices en las azucaradas y venenosas máscaras.

 

Las hormigas negras con su grano de cocaína y falsa:

 

Sea que no pudiese más leer el unido abecedario.

 

Sea que paternar fuera un techo caduco y maternar las aguas que suavemente lo hundieron...

 

Sea que tuvieras que aceptar disimuladamente la unánime desdicha de ser hijo del texto.

 

Violento espejo del tiempo.

(¿verdad?: juguetes,

entropías en amor). Y sólo un gradual movimiento espiralado que corresponde a los efectos inexactos de una cara del saber: la más enigmática, la más maravillosa. Sea que tuvieras que aceptar nuevamente, disimuladamente, la dicha de tener Madres-Tiempo: hijas de espolonados pelos y ojos chinche; hijos que nos exponen copo papagayos en la percha de las frecuencias pálidas: en abanicos, en hilillos, en culebrillas de marfil: obesos de gelamón, bateleras sordas, enanas tanatóforas y gemelos plurivitelinos.

RECUERDA: "no.............................................................................................................y sí.

Bálanobanal es el apagón moebiano: agón, agonía, de los here mana herr n`anos................................................................................."

-Ah, no.....................

-...corte aquí...par ... fratría... el cielo....

.........................................circular.

No es a mi falso pie (que ablando enhiesto) del ser. Higuera que amamanta aún a sus sarmientos.

Oh, leche, échele más vida.

No son las pirografías serenas de una areola banal.

 

Es la succión irresponsable de un "sujeto" varón.

 

Y.

 

Un cuadro representando a un león que rasguña un Retrato.

 

––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

 

Sea que no tuvieras qué fingir y que la certidumbre más remota no fuera el parco nacimiento.

 

Sea que morir fuera parir un poco desgarrando la mascarilla quemada del sentido.

 

Sea que no pudieses afrontar la conjunción necesaria: es por este temblequeo de la lengua que bailan esos huesos solteros y es por esta travesía itifálica que se disuelve tu esqueleto en mi lengua.

 

¿Cantan?

 

––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––––

 

agua plegada sobre nuestra mirada

 

agua entera como un fresco dosel suspendido

 

¿pibe? ¿nene? ¿chiquito? ¿chiquita?: los títeres perversos del guante blanco en la avalancha de la luz en nuestra cara sepultada: ciego y envarado dije: Im Park, Im Park, Im Park, Im Park..........................

 

colgado,

de un huesito menhir

y sacro. Colibrí raspando los muros de una florecilla fugaz: raspada tumba. Del niño cuya huella fui: de laminillas de oro volador retrocediendo y ombligo del sol: no cubriría, brillaría, no en este sitio, no aquí.

Tomado de:

https://www.poemas-del-alma.com/arturo-carrera.htm

 

 

Alguien no podría verlas

más que en las siluetas. Sombras que

en cuclillas contra un muro proyectaban

cisnes, conejos, gallitos,

un burro.

 

Más que cuando se dormía.

Más que cuando se lavaba la cara.

 

Mientras la voz de quien aún lo ama

volvía

y volvía todavía.

 

 

Cuesta creerlo.

Cuesta creer que una sensación se comporte

inhumanamente;

que una sensación sea una piedra,

crezca imperceptiblemente, como las piedras,

como las formas

en el estilo de las piedras.

 

Cuesta creer en el "estado" del poeta.

En sus aserciones y en las imágenes que a veces

confusamente imita;

 

¿dónde está la evidencia de su verdad,

la continua animación y movimiento

del deterioro o crecimiento

de su estilo?

 

 

Dornkirk: rara vez la televisión

con la cara pegada a la armadura te pide: ¿activás el robot?

A través del arco gótico (dos manos que a fuerza

de estar juntas lo hicieron) pasa un camello.

Y los Tres Reyes Kanzaki: Chabón, Minita, Traba.

Y la cometa queda,

como mancha de aceite

dorado en el cielo...

 

6 de enero.

la miniserie, la minifábula,

la minichica, el minicabro.

 

Y que yo escriba y no entienda,

que sueñe y no viva,

la a, la e, el leopardiano apelotonamiento de vocales.

Abuelo, Abuelo, papá, Papa.

 

 

al girar de los siglos, duele

el misterio. El misterio que los poetas jóvenes

no quieren nombrar de viejos.

La niebla cubría la cara

de los otros chicos.

No le veíamos la cara tampoco a la maestra.

El fauno reviejo visitó la rescuela.

 

En el repatio plantaron un reárbol.

Borges plantó otro en La Casa de la Cultura.

El pozo lo hizo Raúl, el portero Raúl,

que a veces nos dejaba tocar aquel timbre

del final del recreo. «A mí, a mí...» se oía.

Nos alzaba, firme,

para que alcanzáramos el botón

de baquelita oscura.

Tomado de:

https://nuevaprovenza.blogspot.com/2018/03/cuatro-poemas-de-arturo-carrera.html

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