martes, 10 de junio de 2025

POEMAS DE HELCÍAS MARTÁN GÓNGORA




Mujer negra

 

El agua te hizo a imagen y semejanza suya.

Puso en tu acento ríos y en tu silencio estrellas.

Te dio ese andar de nubes descalza por los cielos

y ese cuerpo que nombra, sin voz, a las palmeras.

 

Eres el paraíso que comienza en la fruta.

Paisaje con tus ojos que hacen el mediodía.

La música navega por todas tus arterias

y hasta cuando te callas el sueño es melodía.

 

Eres la primavera que se muere de aromas.

Constelación de luto, mariposa de llamas.

La rosa del poema sostiene tu hermosura

porque en tu vientre azul comienzan las crisálidas.

 

Yo escribiré, en la página de tu piel de obsidiana,

baladas con el pulso de luz de las fogatas,

canciones de la sangre. Mi ser, como una tea,

señalará encendiendo los límites del alba.

 

Mujer, mayor que todas las islas: ¡Continente!

El mar y los deseos te circundan callados.

Con mi voz te descubro. Sobre esta tierra virgen

amor, tú sembrarías caricias como árboles!

Tomado de:

https://elarpadormida.com/helcias-martan-gongora/

 

 

Nocturno 5

Llueve la noche

sus ángeles de infancia,

en mi sueño sitiado por campanas.

Labios de luz despiertan

guitarras suspirantes.

Las ¡palabras me llegan

desde un lejano tiempo

- ondas de un río puro donde mi madre florecía estrellas.

Oleaje de palabras,

donde mi corazón -delta desierto se adelanta al silencio de las flautas.

Aquí, la voz -es <blanca,

·como purificada por un fuego

de inefables distancias.

Llueve la noche

su juventud de ángeles en mi alma.

Labios de amor despiertan

guitarras suspirantes.

Las palabras me llegan

desde un cercano tiempo,

-ondas de un claro río donde floreces, alta,

novia imposible, estrellas.

Oleaje de canciones,

donde mi corazón - delta de ausencias se adelanta a tu voz enamorada.

También mi voz es blanca,

como purid'1cada por un fuego

de olvidos y nostalgias.

 

Elegia

(Omar Clarkson, 1945)

Ornar Clarkson tenía las miradas

siempre como al regreso de un naufragio

y aunque sus ojos venían del crepúsculo

aún no sabía decir por qué mueren las rosas.

Su voz, honda de ausencias, se despertaba en un recuerdo.

Y era clara la ola de su palabra lenta

para nombrar un puerto o añorar una isla.

Yo veía a Ornar Clarkson remar en la bahía

y me olvidaba, entonces, de todas las distancias.

Al mirarlo ninguna doncella habría podido

dejar de suspirar, porque era bello

y tenía la fuerza de una espiga colmada.

 

Omar Clarkson, esbelto marinero del trópico,

moreno como el sueño, alto como el silencio,

que podías fijar el rumbo de tu nave,

lo mismo que decir: una estrella me duele

y aunque lo sabes, novia, miras el claro Cielo ….

Omar Clarkson, que siempre que tocabas un pétalo

pensabas en sus labios o hablabas del rocío.

Y era hermoso escucharte decir: en su sonrisa

el jardín educaba margaritas de gozo.

 

El último domingo del Puerto, los marinos

hablaron de la muerte con voz de cercanías.

Y en alguna ventana del puerto, una muchacha

era como una rosa abierta en la elegía.

Ornar Clarkson, Ornar ....

Tomado de:

https://revistas.upb.edu.co/index.php/revista-institucional/article/download/4131/3827/7522

 

 

La canoa

 

La canoa es el principio y el fin de las distancias.

 

Abecedario de la lejanía, cómo es de fácil aprender en ella

 

la lección del paisaje. Sobre su vientre hondo el nativo se siente

 

como en el corazón del universo.

 

Todos los hombres ribereños la aman. Las doncellas la quieren,

 

porque saben que es el vehículo que ha de traerles el ósculo

 

esperado. Los niños la veneran, porque comprenden que es

 

el mejor juguete.

 

La canoa es el agua, que va donde el deseo lo ordena.

 

Por eso:

 

Bendigamos, hermanos de la costa,

 

a la canoa, que es nuestra mujer,

 

la que vela en la noche con el boga

 

y en el día labora junto a él.

 

Canoa marinera, de chachajo,

 

de chimbuza, de cedro o tangaré,

 

que en lino azulino de los mares

 

borda rutas de antigua intrepidez,

 

aguja que en los ríos cose viajes

 

con hilo de agua de la fe,

 

la imbabura que sueña en los esteros

 

entre nubes nocturnas de jején.

 

Bendigamos, hermanos, la canoa,

 

amén.

 

 

El canalete

 

Porque el canalete es el campeón de las jornadas…

 

En la diestra del boga, hiere el vientre castísimo del agua;

 

impulsa la canoa y le rinde su ayuda, como si fuera su hijo.

 

Porque el canalete es una madera, cuya sabiduría yo deseo

 

para muchos hombres, y es criollo, sin la falsa aristocracia del remo…

 

El canal…ete tiene un nombre fluyente y sabe navegar, por ello:

 

Bendito sea el canalete del pescador,

 

el canalete de los bogas

 

y la mulata en la flor.

 

Bendito el canalete

 

libertador,

 

que acorta la distancia

 

del mar menor.

 

El canalete tiene

 

forma de corazón,

 

por eso los mareños

 

son como son:

 

hombres que nunca niegan

 

su corazón.

 

Bendito el canalete,

 

porque nació

 

de la misma madera

 

que el leñador quiso hacer

 

la canoa

 

del pescador

 

y el potrillo

 

de la mulata en flor.

Tomado de:

https://choco7dias.com/recordando-al-poeta-del-mar-cuatro-poemas-de-helcias-martan-gongora/

 

 

1

En el principio fue el paisaje, verde y azul, como la tierra niña y

como el mar infante. Por entonces, los hombres litorales que

hoy pueblan estas comarcas promisorias no habían soñado

descubrirlas.

Eran los mismos ríos e idénticas las vegas; los árboles los mismos

e idénticos los cielos, enjaezados de estrellas marineras y de

crepúsculos distantes.

La brisa vagaba perdida en el silencio. Y el viento se hizo música y

habitó entre nosotros.

Después, vinieron gentes de África y de España. Y la música se hizo

labio y habitó en nuestra alma mulata y melodiosa, como si fuera

un cascabel de júbilos, modelado en arcilla por las manos de un

cholo.

 

 

14

Van las cogedoras de arroz.

Yo las miro pasar.

En las canastas el grano canta su canción sencilla.

Hablan:

–Adiós prima…

–Adiós primita.

Y se pierden en la distancia.

El viento finge brazos de hombres erguidos y se agarra a las cinturas

cimbradoras.

Las canastas son a modo de surcos armónicos; el grano canta.

Y en la mañana queda vibrando un eco.

Se van las cogedoras de arroz.

Yo las miro pasar.

 

 

los abuelos

Los remotos abuelos de la Francia armoniosa

que ya de Dios gozando en la gloria estarán

deshojaron los pétalos de la métrica rosa

que el poeta maldito heredó de Satán.

Bajo el cielo de invierno de la tarde brumosa

el aguijón sintieron del migratorio afán:

Porque América es verde, nuestra sangre gozosa

aquí tiene horizontes que no se nublarán…

Y aquel mancebo de barba florecida

halló en el nuevo mundo la tierra prometida

y el río de la savia no cesa de correr…

Hoy retornan a Francia, a bordo de mi verso,

 mientras voy repitiendo con acento diverso,

la estrofa que solían decir de Baudelaire.

 

 

Gorgona

Isla de la Gorgona,

lección de lejanía,

rescatada corona

de la marinería.

El mar que la aprisiona

es honda melodía

en la celeste zona

de su clara bahía.

Isla transfigurada

en la llama sagrada

del tácito arrebol.

Isla incaica y helena,

mitad hecha sirena

y mitad caracol.

 

 

Berejú

Yo siento en lo más profundo

este cantar de mi gente.

La sangre da vuelta al mundo

como el mar al continente.

No tengo plata en baules

ni en las venas sangre azul.

Currulao, Makerule,

Makerule, berejú.

Popayán y Cartagena,

Cartagena y Popayán.

Pena del negro es más pena

y el pan del negro no es pan.

Aunque ahora tú me adules

vengo de la esclavitud.

Currulao, makerule,

makerule, berejú.

Bailo con negra soltura

en Tumaco y Ecuador,

en Guapi, en Buenaventura

y en la costa del Chocó

El cantar que tú modules

nunca tendrá la virtud.

 

 

Suroeste de ríos

Suroeste de ríos, vasta prisión del agua,

paraíso del viento rumoroso de hojas.

Llega la luz del día cantando con los barcos

y se aleja cantando cuando vuelven las sombras.

Suroeste de palmas. Cuántos ecos fluviales

que van de mi sangre, jinete de las olas.

El corazón lo sabe, lo saben las estrellas

y lo sabe la noche detenida en mi boca.

Suroeste de islas, la claridad marina.

Yo soy, acaso, un río que nunca desemboca;

estuarios amorosos, deltas de mi existencia,

islas que en la distancia son azules gaviotas.

Suroeste de ríos, venas del corazón:

el Guapi que semeja el cuerpo de una novia,

el Timbiquí de oro fundido en resplandor,

en Saija que solloza como una flauta india,

el Guajuí que en marimbas apacienta el rumor

y el Micay que desciende desde la cordillera

como aquella doncella que va tras del amor.

 

 

Carta de navegar

Carta de navegar,

Dios promulgó su texto

iluminado por la tempestad.

Le dictó las palabras

con voces de huracán

a un capitán fugado

desde otro litoral

que iba escribiendo islas

con el nombre auroral

de mujeres amadas

sobre el lecho del mar.

 

 

Canción

La mar es mía, digo

desde este paquebot,

en la noche de estrellas

a babor y estribor.

¡Cuántos lirios de estrellas

florecen en mi voz:

la mar es mía, digo,

dádiva azul de Dios!

En la noche callada

Dios guía mi canción.

Tomado de:

https://babel.banrepcultural.org/digital/collection/p17054coll7/id/10/rec/9

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