Los farsantes
Para ir decapitando monumentos
hace falta el silencio,
los santones hicieron sus columnas
pero no tienen estandartes.
Qué lugar daremos a cada quién
en nuestra historia?
Ya ni siquiera importa,
los héroes están muertos
y cada quien fabrica sus hazañas.
El tiempo es un invento malévolo,
nunca aprendió a creer
en la verdad
porque nació desnudo como los hombres,
y, además, es que existe la verdad?
Muerte en el tiempo
Telarañas oscuras,
cárcel amarga,
sombras luctuosas,
arena,
tumba que adviene
en cada escalón
sin sentido
bajado
a escondidas,
ocultando el rostro
para negar
un nuevo amanecer.
Mis manos
Estas manos mías conocen la ascensión suprema
y la más burda ignominia.
Son como dos relámpagos audaces
o como dos humildes golondrinas cautivas.
Se entrecruzan en una plegaria o aman
con santidad o con delirio
y se asustan del fuego
y chocan contra un rostro.
Estas manos mías saben mentir
y son urgentes. Me han dado la pasión sublime
y la ternura de un ángel de luz.
Tienen reminiscencias de ala desteñida
y saben de los surcos del vuelo
Conocen todas las fiebres.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-isabel-de-los-angeles-ruano/
Alas de mi nombre
Alas, tengo alas en la lengua,
mi cuerpo está cubierto de alas,
son miles de alas que me crecen,
una multitud de pequeñas alas sonoras.
Mis palabras son alas blancas,
alas, alas de espuma o nube,
alas tremendas que me cubren, que me laceran.
Y sin embargo no vuelo con mis alas.
Alas de mis ángeles,
dulces alas que me renuevan,
alas tristes con que me envuelvo,
aladas alas por las que vivo.
Soy un árbol de alas
con alas que me brotan como hojas,
con hojas muertas que me vuelan como alas.
Soy un mar de alas,
un cielo de alas que resuenan.
Alas de mi nombre,
Sinfonía de alas en mí misma.
¡Cómo suenan mis
alas!
¡Cómo intentan mis
alas batir el vuelo!
¿Cómo estoy en la
tierra con mis alas a cuestas?
¿Cómo estoy en el
viento sin volar con mis alas?
Soy un ala gigante,
soy millones de alas minúsculas,
soy un porvenir, un destino de alas,
y junto al infinito de mis alas peregrinas
pronuncio esta oración de alas aleteantes
para redimirme en nombre de esas alas sonoras.
Tomado de:
Hora sin soporte
Hoy pierdes un objeto, mañana otro,
como si te arrancaran a pedazos la vida;
te mutilan la voz, te quedas sin lágrimas
te cuentan del suicidio de un amigo.
Mueres a pausas tu también.
de ayer a hoy
cada dolor es una nueva llaga,
en cada instante hay una herida
El mundo de las cosas, caprichoso,
no responde a tus ideas, se te escapan los
objetos
como pequeños tiranos, se te esconden,
y te hacen girar y girar, golpearte la cabeza,
o mascar trozos de papel con ira desbordada.
Pierdes todo lo que has amado,
te hundes sin retorno en cada pliegue del
pasado
Y de súbito un caos interior,
la tempestad, la locura, toda la rebeldía,
lo indescriptible se te mete dentro,
tensos los nervios, los dientes encorajinados…
… y el tedio invencible de las horas vacías…
La noche
Qué edad, qué frío, qué tormenta
puede ser más terrible
que una noche
a solas,
una noche sin nada, una caverna
olvidada, un pasaje secreto,
de hielo.
Y digo una noche a solas
una noche de tiempo.
Y no hablo de sexo
ni del calor de un cuerpo,
no hablo de alguien, de algo,
hablo de una noche a solas
frente al universo,
en el infinito,
a solas con el cosmos chispeante,
con preguntas fósiles,
con nosotros mismos,
con todo.
Los del viento
Nosotros, los del viento,
los que llevamos versos incrustados
al centro del timón de nuestra sangre.
Nosotros, los portadores de enredaderas turbias
nacida en lo incierto de la raza.
Sí, los que llevamos el destino broquelado
más allá del color de nuestro sexo,
más allá de las voces de la herencia,
más allá del dolor de nuestro grito.
Sí, iremos cantando, cantando,
como si germinaran las palabras
y no fuera prestado nuestro aliento;
como si en verdad la luz nos recubriera
y no tocara la muerte a nuestra puerta.
Desde el corazón al alma
nos vemos royendo nuestras propias ansias,
nosotros, los seres de la tarde aniquilada,
los del perdido otoño, los del viento,
los que llevamos nuestra vida
más atada a los cielos que a la tierra
y que vamos cantando, desde siempre, cantando.
Caricatura de la verdad
Vengo de mitos desbaratados
donde se quiebra el tiempo.
Armo en mi ser nuevas estructuras.
necesito el mármol de las viejas creencias
para apoyarme en algo.
Definitiva ha sido mi luz y mi ceguera,
ha sido tajante su alucinada escarcha
y mi intento triste de huir de cualquier dogma.
Así, regreso a buscar el techo de una casa,
el calor de las mentiras conocidas,
el cristal que deforme una visión
con los gastados sueños rosa.
Huí de falacias acreditadas,
me despojé de su facilidad y sus cristales,
y de pronto en la gruta de Platón vi mi silueta
terriblemente deformada.
Cinematógrafo
Luz azulada y besos distraídos,
amnesia momentánea, afuera llueve.
Siluetas, siluetas de días desaparecidos,
alardear de vida, sin telones, con butacas
inmóviles.
Humo de cigarrillos, almas calladas
con espirales de sonrisas anestesiadas.
Afuera llueve, los carros encienden sus faroles
pero la sala quieta
se estremece ante sueños encadenados con ceniza.
Tomado de:
https://laparadapoetica.blogspot.com/2018/06/isabel-de-los-angeles-ruano.html
LA CASA NO TIENE PAREDES…
La casa no tiene ni paredes
ni puertas,
pero es mi casa,
como mi caballo sin cascos,
mi caballo sin silla,
como mis sueños agrestes
y la palabra al aire, volandera,
como esta garganta de nardos,
mi garganta.
Me monto sobre el alba
y descuartizo a las rosas en la nada.
Mi rosa no tiene pétalos,
sólo espinas
pero es mi rosa.
Mi palabra es áspera
y montaraz
yo no tengo requiebros para nadie,
puedo regocijarme con las rosas
monto mis sueños y mi caballo.
Vivo en mi casa
y hablo con mi palabra.
«Mi casa y mi palabra, 1», de Tratados de las olas, en Torres y tatuajes, 1988.
MENDIGARÉ…
Mendigaré
a través de las increíbles ciudades del otoño.
Mendigaré la sal, el agua
y el día venidero.
Mendigaré no importa
porque ahora que provengo de territorios
olvidados
puedo decir con verdad a mis hermanos
me cortaron la lengua y me pusieron marcas al
rojo vivo
pero en nombre de ustedes yo sufrí en el
silencio.
Mendigaré en los parques la luz y los colores
mendigaré la risa de los niños
y el sobresalto y el júbilo de tu corazón.
Y esta tarde en que el llanto entrecruza mi
pecho
sólo puedo decirles en nombre de mis versos
mendigaré, mendigaré para dejar regada la
canción
y hacer que mis palabras sean un arco iris de mi
ser ante ustedes.
De «Los muros perdidos», en Torres y tatuajes, 1988.
Tomado de:

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