Dentro de una esmeralda
Junto al plátano sueltas, en congoja
de doncella insegura, el broche al sayo.
La fuente ríe y en el borde gayo
atisbo el tumbo de la veste floja.
Y allá, por cima de tus crenchas, hoja
que de vidrio parece al sol de mayo,
torna verde la luz del vivo rayo
y en una gema colosal te aloja.
Recatos en la virgen son escudos,
y echas en tus encantos, por desnudos,
cauto y rico llover de resplandores.
Despeñas rizos desatando nudos
y melena sin par cubre primores
y acaricia con puntas pies cual flores.
A un profeta
¡Santa la poesía
que a los parias anuncia el nuevo día
y es tan consoladora!
A tu ensueño de bardo el sol ya sube:
el astro por vecino enciende aurora
y desde abajo del confín colora
de topacio la nube.
Mas encorvas el pecho
y abates la cerviz. ¡Nunca derecho
en surco el labrador que siembra el grano!
¡Creyérase que inclinas los tributos
parecido al banano,
que dobla la cabeza con los frutos
y muere por servirlos a la mano!
Al ciego y al insano
brindas luz y razón, y al hambre a veces
multiplicas los panes y los peces.
¡Y lloras amargura!
¡E imprecas y te corres!
¡Y elevas los dos brazos en figura
de templo que sublima un par de torres!
Y estímulos de pena
fecundan más la vena.
Ondas acuden a la sed que abrasa,
tienen un surtidor en cada herida
y no al flujo de vida
fierezas ponen con injurias tasa:
¡el río bulle y se desborda y pasa!
Virtud o vicio el estro
saca del corazón dulce o siniestro
e induce al himno deleitable o torvo.
¡Brisa cambiante que del medio asume
el hálito en el sorbo!
De mecer un jardín toma el perfume
y de rasar un lodacero el morbo.
¿Laureles? No de iluso los demandes:
ascensiones comienzan por caídas
para las desmedidas
envergaduras y los pesos grandes.
Así de cresta de tajada loma
el buitre de los Andes
brinca, y por un momento se desploma.
Buena la lid si al cabo
en el broquel del bravo
la gloria brilla hirsuta de saetas,
y propicio el volcán del horizonte,
si nevadas y grietas,
para linfas y vetas,
dañan la cumbre y el estribo al monte.
Pero no de la ira
traigas a la canción chispa que prenda
en la turba tremenda
furor que acuse de maldad la lira.
¡No al árbol de la senda,
no a la encina sagrada el trueno enrosque
llama que cunda por el viento al bosque!
En oscura contienda
la bronca Rebeldía
pugna con la implacable Tiranía.
¡Oh, que tu alma en su prez, hijo de Apolo,
se ostente al mundo cual antorcha pía
y en la batalla de la fe y el dolo,
arda y no queme sino alumbre sólo!
Los peregrinos
Ambos justos recorren la campiña serena
y van por el camino conducente a Emaús.
Encórvanse agobiados por una misma pena:
el desastre del Gólgota, la muerte de Jesús.
El soplo de la tarde perfuma y acaricia,
y aquellos transeúntes hablan de la pasión.
Y en cada tosco pecho desnudo de malicia
se ve saltar la túnica, latir el corazón.
A los cautos discípulos la fe insegura enoja
y los míseros dudan, como Pedro en el mar.
Ocurre que aun los buenos olvidan de congoja
que la virtud estriba en creer y esperar.
Cadena de montículos, cuadros de sembradura
y sangrando en la hierba la lis y el ababol,
y entre filas de sauces de pródiga verdura,
la vía que serpea, encharcada de sol.
La pareja trasuda, compungida y huraña,
en la impúdica gloria de tan pérfido abril,
y el susurro que suena en las hojas amaña
siseos cual de turba profanadora y vil.
Los pobres compañeros se rinden al quebranto
y de súbito miran a su lado al Señor...
Pero los ojos, turbios al arbitrio del Santo,
se confunden, no aciertan a pesar del amor.
El Maestro, venido en sazón oportuna,
acrimina y exhorta más dulce que cruel,
y enseñando cautiva, pues en la voz aduna
armonía y fragancia y resplandor y miel.
Y pregunta y responde a la gente sencilla...
Marcha rizos al viento y razona la cruz.
El pie bulle y se torna, y la planta le brilla
como al remo la pala, que surgida es de luz.
Los andantes arriban al villorio indolente
que salubre y bucólico huele a mística paz,
y las mozas, que acuden al pretil de la fuente,
los acogen con risas de indiscreto solaz.
Y los tres se introducen en humilde casona…
Y en la rústica mesa, la Sagrada Persona
parte, bendice y gusta la caliente borona…
y disípase luego, como el humo fugaz.
Tomado de:
A MIS VERSOS
Insensibles á fiestas y grimas
y con alas de luz de centellas,
pero esquivos á cautas doncellas,
difundíos por gentes y climas.
No sois gemas inmunes á limas
y con lampos de fijas estrellas,
sino chispas de golpes y mellas
y ardéis lascas de piedras de simas.
Pero haj' siempre valer en las rimas.
¿Por qué duran refranes? Por ellas,
y no Suelen llevarlas opimas.
Id, las mías, deformes ó bellas:
inspirad repugnancias 6 estimas,
pero no sin dejar hondas huellas.
MUSICA DE SCHUBERT
Crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece á mis ahogos humo en fogata;
y del harpa desprendes la serenata
divinamente triste, como la luna.
Y del celo ardoroso despides una
fragancia de resina; y él te dilata
ojo que resplandece con luz de plata,
como en la sombra el vidrio de la laguna.
Mas tu marido llega, con su fortuna,
nos dice dos lisonjas, va por su bata,
y al dormido chicuelo besa en la cuna.
Y mientras que te tiñes en escarlata,
crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece á mis ahogos humo en fogata.
EL MUERTO
Como tronco en montaña venido al suelo.
Frente grandiosa y limpia, soberbia y pura.
Negras y unidas cejas, con la figura
del trazo curvo y fino que marca el vuelo
de un pájaro en un croquis que apunta un cielo.
Nariz igual á un pico de halcón. Albura
de canas. ¡El abeto, ya sin verdura,
dió en tierra y está en parte cinto de hielo!
El ojo mal cerrado tiene abertura
que muestra un hosco y vitreo claror de duelo,
un lustre de agua en pozo yerta en su hondura.
Moscas espanto y quito con el pañuelo;
y en la faz del cadáver sombra insegura
flota esbozando un cóndor al par que un velo.
Veracruz. El 5 de enero de
1,895
MUSICA FUNEBRE
Mi corazón percibe, sueña y presume.
Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.
Y frío de alta zona hiela y entume;
y luz de sol poniente colora y rasa;
y fe de gloria empírea pugna y fracasa,
como en ensayos torpes un ala implume!
El sublime concierto llena la casa;
y en medio de la sorda y estulta masa,
mi corazón percibe, sueña y presume.
Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.
Diciembre de 1,899.
A TIRSA
¡Ah! ¿Qué mucho que al Sol que subía
se pluguiera en divino esplendor
alma en quieto remanso la mía,
por abril, entre ramos en flor?
No cayera por brusca pendiente,
y sería, como antes quizá,
linfa pura y festiva el torrente
que frenético y túrbido va.
Envidiosos me culpan con saña
y me niegan al par honra y fe.........
¡Estupenda y horrible patraña
triunfa, puesto en mi cólera el pie!
Y un consuelo has escrito á mis penas;
y la tinta consagra el favor,
si es carmín que ha corrido en tus venas
y por mí no ha pintado un rubor.
¡Con qué brotes la planta retoña!
La fortuna es infausta y no cruel,
pues que al mísero escancia ponzoña
y unge al vaso en el borde una miel.
Un misterio me asombra é infatua:
la ternura de un buen corazón,
y que un viento derribe la estatua
y no logre apagar el blandón.
¿Esperanzas? La suerte me abruma.
El olaje deshizo el bajel;
y á la orilla del ponto la espuma
sólo arroja marchito laurel.
Trovo aún por venganza en la escoria.
A rivales mi prez causó mal,
y en mi afrenta redoro mi gloria
y en la herida reclavo el puñal.
Sueño y rimo. La noche adelanta.
Su prestigio parece de tí.
A lo lejos un pájaro canta
y ¡ay! me dice que lloras ¡>or mí.
Una estrella fugaz viene al suelo,
deshilando en la sombra un fulgor.........
Una lágrima rueda en el cielo.........
¡Es del ángel que acude al dolor!
Cárcel de Veracruz.
Noviembre de 1,892.
A UN JORNALERO
Lírica gracia exorna y ennoblece
¡oh proletario! tu mansión mezquina:
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.
Sospechoso el tugurio no parece,
cuando hay en él, como señal divina,
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina.
¡Lúgubre la morada que guarece
miseria que no luce, por mohína,
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina!
¡Siniestro el pobre que de hogar carece,
6 á su triste refugio no destina
el tiesto con la planta que florece,
la jaula con el pájaro que trina!
i AUDACIA I
Basta de timidez. —La gloria esquiva
al que por miedo elude la pelea
y con suspiros lánguidos rastrea,
acogido á la sombra de la oliva.
Sólo una tempestad brusca y altiva
encumbra la pasión y la marea,
y en empinados vórtices pasea
el abismo de abajo en el de arriba!
¡Oh rebelde! Conquista la presea;
goza de la hermosura inebriativa
y horror á los demás tu dicha sea!
Arrostra por la gracia la diatriba,
y en empinados vórtices pasea
el abismo de abajo en el de arriba!
A LA SEÑORITA
SOFIA MARTINEZ
Traigo por la cadena un bello tigre hircano
que á tu neurosis, harta de júbilos de miel,
inspira un acre gusto: el de pasar la mano
por la incitante felpa de la vistosa piel.
Felino que figura el estro á que sonríes,
el numen que me alienta, gallardo y fiero al par,
y que gruñendo lame tus breves borceguíes,
cual por el flujo á veces en la ribera el mar!
Xalapa, 1,899.
Tomado de:
https://www.cervantesvirtual.com/obra/lascas-poesias-971646/

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