miércoles, 16 de diciembre de 2020

POEMAS DE JOSÉ FORNARIS

(18 de marzo de 1827, Bayamo - 19 de septiembre de 1890, La Habana, Cuba)



La Bayamesa

¿No recuerdas, gentil bayamesa

Que tú fuiste mi sol refulgente,

Y risueño en tu lánguida frente

Blando beso imprimí con ardor?

¿No recuerdas que en un tiempo dichosos

Me extasié con tu pura belleza,

Y en tu seno doblé mi cabeza

Moribundo de dicha y amor?

Ven, y asoma á tu reja sonriendo;

Ven, y escucha amorosa mi canto;

Ven no duermas, acude á mi llanto;

Pon alivio a mi duro dolor.

Recordando las glorias pasadas

Disipemos, mi bien, la tristeza;

Y doblemos los dos la cabeza

Moribundos de dicha y amor.

 

El arroyo en creciente

Ayer corrió el arroyo de linfa transparente

en reducido lecho con lánguido rumor;

hoy surge caudaloso y arrastra en su creciente

los juncos de la orilla, las hojas de la flor.

 

Ayer perdió el arroyo sus olas y sus giros:

vio pálido el nenúfar, marchito el alhelí;

hoy vuelven las palomas con férvidos suspiros,

y mojan en sus aguas su pico carmesí.

 

Hoy altos los retoños ostentan frentes blondas,

hoy pinos acopados agitan su dosel,

y alzando su cabeza, rompiendo por 1as ondas,

hoy tiende relinchando sus crines el corcel.

 

¡Qué bello entre las güijas con tardo movimiento

se arrastra en las arenas torcido caracol!

¡Qué cantos alza el ave! ¡Qué espumas riza el viento!

¡Qué cisne cruza el agua! ¡Qué flores dora el sol!

 

Sus límpidas espumas no encuentran un escollo,

da el alba con sus rayos esmaltes al cristal;

al borde las espigas despliegan su pimpollo,

al centro el lirio ofrece su seno virginal.

 

Aquí, preciosa Julia, bajo frondosa jagua

dichosos reposemos: no te detengas, no;

¡la sed me abrasa tanto! ¡Tan fresca corre el agua!

¡Haz copa de tus manos, y en ellas beba yo!

 

La madrugada en Cuba

I

 

¡Qué hermosos brillan los campos

de mi Cuba idolatrada,

coronados de rocío

y mecidos por las auras,

cuando la luna ilumina

allá por la madrugada!

Alegres los estancieros

dejan sus pobres hamacas:

el uno el terreno siembra

de plátanos y de caña,

el otro a sus mansos bueyes

unce coyunda pesada,

y el sitiero enamorado,

lleno de amorosas ansias,

con melancólico acento

así a su sitiera llama:

«La luna está como el día

y yo velando a tu puerta:

despierta, mi amor, despierta,

ven, acude a mi agonía.

Salta del lecho, María,

que la luz brillante baña

desde la erguida montaña

a la callada laguna:

espléndida va la luna,

y el astro que la acompaña»

 

II

 

Y en tanto que al son del tiple

de pie junto a su ventana,

el venturoso sitiero

despierta así a su adorada,

otra va por el camino

sobre un potro de crin blanca,

ojo vivo, casco duro,

y dobles y llenas ancas.

Él también su canto entona,

que el sitiero que no canta,

que no siente, ni se inspira,

no es hijo de estas comarcas.

Mira la luna, y doliente

un hondo suspiro exhala,

al recordar que es su gloria

un corazón que lo engaña.

Y tras el hondo suspiro

quejumbrosa voz levanta;

y así revela su agravio

en canción apasionada:

«Pálida luna que un día

en amoroso desmayo,

alumbraste con tu rayo

la frente que yo quería.

Aquella sitiera mía

me inmola con dura saña…

¡Pérfida, mi nombre empaña!

¡Ella, toda mi fortuna!

¡Qué triste brilla la luna,

y el astro que la acompaña!»

 

III

 

¡Oh, qué magnífica escena!

¡Qué seductor panorama!

¡Cómo reluce en las hojas

la luna de madrugada!

Sobre los verdes guayabos

tiende el perico las alas,

que parecen con la luna

abanicos de esmeralda;

de revoltosos totíes

las negras plumas resaltan,

como ramas de azabache

sobre los mangos y jaguas.

En el cafetal vecino

por todas las guardarrayas

del africano guardiero

suena la rústica flauta;

tenor campestre el sinsonte

sus trinos de amor ensaya;

seduce con blando arrullo

la tórtola enamorada;

atados a sus cadenas

rabiosos los canes ladran;

el grillo chilla, el cordero

con tímido acento bala;

en el árbol duerme el ave,

en el bosque el toro brama,

y en el batey canta el gallo

precursor que anuncia el alba.

Mas yo dejando la tierra

busco del cielo las galas,

y entre sus blancos celajes

la luna de madrugada.

No hay duda que es este cielo

aún más bello que el de Italia,

pero si fuese tan triste

como es el de la Bretaña,

lo quisiera por ser mío,

por ser el de mis hermanas,

por ser el mismo que un tiempo

con mi madre contemplaba.

Aquí ardió en mi fantasía

del primer amor la llama,

y con lirios olorosos

ceñí la sien de mi amada.

Bajo este cielo se mecen

estas ceibas, esas palmas

que me dieron sombra amiga

allá en mi risueña infancia.

Bajo este cielo he crecido

en mis selvas y cañadas,

y va en mi sangre, en mis venas,

y clavando en mis entrañas.

En fin sabed que lo adoro

con todo el fuego del alma,

porque no hay cielo en el mundo

como el cielo de la patria.

Tomado de:

https://www.isliada.org/poetas/jose-fornaris/

 

EN LA MUERTE DE MI HERMANA JUANA FORNARIS DE CESPEDES

 

Fuimos dos flores de un ramo,

 

 Fuimos dos aves de un nido…

 

¡Cuan injusto el hado ha sido

 

En separarme de ti!

 

Nacimos en una misma orilla

 

 I con la misma suerte…

 

 ¡Debió el golpe de la muerte

 

 Herirme tambien a mí!

 

 

 

Antes de morir, bien mio,

 

Yo te dejé en mis hogares;

 

 La ausencia, montes i mares

 

 Interpuso entre los dos:

 

Pensé verte en otros días

 

A la luz de nueva aurora;

 

 Mas entre los dos ahora

 

Coloca una tumba Dios.

 

 

 

  Una lagrima de amores

 

De un vivo dolor nacida,

 

A mis ojos encendida

 

Viste asomar al partir;

 

Tal vez lloraba tu muerte

 

 En este pesar impío;

 

Tal vez el alma, anjel mio,

 

Reposaba en el camino

 

 De verde yerba en la alfombra,

 

 Entre flores, a la sombra

 

 Del frondoso cuajaní;

 

 I viendo saltar las aves,

 

 I evaporarse el rocío,

 

 I correr sereno el rio,

 

 Me puse a pensar en ti.

 

 

 

Cruzé la márjen del Yara,

 

 I sediento y fatigado

 

Sobre una roca sentado

 

Miraba el limpio cristal:

 

Vi la garza en sus orillas,

 

Oí trinar el sinsonte,

 

 I ví a la falda del monte

 

 Estenderse el yareyal;

 

 

 

Surqué la mar borrascosa,

 

Divisé tierras estrañas,

 

 I gigantestas montañas

 

 Entusiasta recorrí;

 

 I por las tardes de Julio,

 

 Alzando triste la frente,

 

 Con la luz del Sol poniente

 

Me puse a pensar en ti.

 

 

 

 

 

 

Cruzé las ondas del Cáuto

 

 Sobre la barca lijera,

 

 Por cojer en la ribera

 

El dorado caracol;

 

 Ví que los remos batían

 

 Otras índcas piraguas,

 

Resbalando por las aguas

 

Al postrer rayo de Sol;

 

 

 

    Al fín, llorando mis penas

 

 En mis noches de vijilia,

 

Recordando mi familia

 

De la Habana el cielo ví;

 

Miré las serenas aguas

 

Del cristalino Almendáres,

 

 I al soñar con mis hogares

 

Me puse a pensar en ti.

 

 

 

Brisas de Agosto, en moribundos jiros

 

Antes que el pecho de dolor sucumba,

 

 Vosotras que la visteis en la tumba

 

 Llenadme de sus últimos suspiros.

 

 

 

  Anjeles que velais por los despojos

 

De una mujer tan pura i hechicera,

 

Dadle a mi corazón siquiera

 

El llanto postrimero de sus ojos.

 

 

 

  Impresa permanece en mi memoria,

 

Como ántes vive, en mi interior la siento;

 

Como el sueño dorado de la gloria

 

Inunda con su luz mi pensamiento.

 

 

 

Unidos a llorar nuestros pesares,

 

Venid, venid, familia sin ventura,

 

 Entre tristes delirios de ternura

 

Venid a estar con ella en mis cantares.

 

 

 

 Como el fuego puro i sacrosanto

 

Vírjen Vestal cuidaba en otro día,

 

¡Siempre guardemos su recuerdo santo!

 

¡Siempre lloremos a la hermana mia!

 

Habana, 1853.

Tomado de:

http://fornaris-cespedes.info/poes-a-de-jos-fornaris.html

 

Su voz

 

Envuelta en alba túnica la veo

radiante de esplendor, alta la frente,

canta, y despierta con su voz ardiente

de ignota dicha el íntimo deseo.

 

Calla, y la sigo en grato devaneo

por un mundo de luz, y dulcemente

me parece que escucho en el ambiente

resonar el tiernísimo gorjeó.

 

Se aleja, y oigo el eco que distante

cual himno triste de perdida gloria

suspira lleno de pasión y llanto:

 

Sueño, y la miro hermosa y palpitante,

y con su imagen fija en la memoria

torno a escuchar su delicioso canto.

 

 

Mi adoración

 

Aquí alzando patrióticos cantares,

de estas orillas en la blanca arena,

y no en la margen del helado Sena,

ni al blando murmurar del Manzanares,

 

vivo feliz. Prefiero en mis hogares

el claro arroyo que entre guijas suena,

y la que grata los espacios llena

música de mis cedros y palmares.

 

¿Qué puede haber en el Antiguo Mundo

comparable a mis céfiros y cañas,

y al follaje sin par del bosque mío?

 

Adorar sólo sé mi sol fecundo,

mis colinas, mis vírgenes montañas,

y la fértil ribera de mi río.

Tomado de:

http://poesiabreve-briefpoetry.com/josefornaris.html

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