jueves, 14 de enero de 2021

POEMAS DE MIHAÏ BENIUC

(20 de noviembre de 1907, Sebiș/  24 de junio de 1988, Bucarest, Rumanía)


En mi sangre

Nada más tengo que decir,

que vengan otros, si así quieren,

a pescar en esta agua turbia.

Yo he vuelto las espaldas al poniente.

 

Como una peonía de corola arrancada,

miro el árbol gigante con asombro:

Veo un hombre pender de cada rama.

Yo no hubiera querido -¡no!- combatir aquí.

Vosotros, insaciables de las guerras,

¡venid, gustad sus frutos!

 

Sobre el mapa, el Espíritu del Mal está inclinado,

mordido en las entrañas de una sed insaciable

de espacio y sangre joven.

"¡Venid!", aúlla, oscura, la boca del abismo.

 

Nada más tengo que decir.

Hierven charcos de agua corrompida,

a cada paso yace alguno,

alguno del levante o del poniente.

 

¡Oh, hermanos míos, en mi sangre

llora la historia de mi tiempo!

 

1942 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

 

La guerra

 

Están los que juegan con su propia cabeza,

como una pelota única,

lanzada al alto,

contra la tierra,

atrapada en la mano,

golpeada con el pie,

pero no mas que una sola pelota.

 

Otros juegan con las cabezas ajenas,

con muchas cabezas a la vez, con todas.

Las agarran al vuelo, las tiran al aire

diestramente, sin que caiga ninguna,

tan bien que el horizonte se llena de cabezas

y el cenit

y los puntos cardinales. 

1966

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

 

La huida

 

Ten cuidado, no pierdas un instante,

el más terrible perseguidor

de ti eres tú mismo.

Huye, huye, huye de ti, huye con todas tus fuerzas

porque nada puede haber más terrible

que sentir que nos agarramos nosotros mismos, furiosos,

por los hombros, por la cintura.

¡Detente! ¿A dónde vas? Porque tú has robado

y derrochado sobre todos los caminos

todas las monedas del amor, del orgullo.

¡Responde! ¡No huyas! Aturdido

te miras en tus propios ojos como en un espejo.

Quisieras mentir, pero ninguna mentira

es posible ante tu propio yo

cuando en verdad yo ignoro si hay alguna ventaja para ella en tales circunstancias

y para el que la dice, para aquel que la escucha,

aunque fuese mejor comprendida que en otro momento.

¿O conoces quizás otra salida? Párate, de pronto,

porque tu yo te adelanta

a fuerza de correr a tus talones,

y vuélvete de prisa y da marcha atrás.

1966

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

 

La naturaleza habla

 

Cuando lloras, soy prado cuajado de rocío,

cuando tú ríes, soy la más feliz cascada,

a la noche, yo soy para ti luna nueva,

soy viñedo, en otoño, de sazonado fruto.

Si tú llamas, respondo lo mismo que la gruta

con una voz en ondas repetidas;

de cuanto tú me dices no olvido una palabra,

hasta cuando parezco a veces estar muda.

Cuando tu boca está cargada de amargura,

sobre tu labio exprimo el dulzor de las flores;

cuando tu corazón es un carbón,

yo pongo en tu deseo los diamantes

que cortan el cristal de las tinieblas

que te cercan y hacen levantar

una llama en las cimas de la nieve,

para que al subir veas y oigas cómo se calla

la eternidad velando tu camino

cuando estás explorando el universo.

Yo soy la cuna de tu infancia y soy

la urna de la hora de la angustia,

esa última que queda

cuando del hoy te pasas al mañana.

Sé tú el vuelo que sube de la arcilla,

sé tú la antorcha que en sí misma arde,

sé tú canto e impulso hasta el final,

sé tú el alba sin desfallecimiento

que escoge en su crepúsculo los nuevos

ojos que miran ante sí guardando,

sé tú venablo de estrellada punta

que va el amor llevando por el mundo.

 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

 

La sombra de Hiroshima

 

Grabada en los peldaños hay la sombra de un hombre.

Estampada en la piedra estará para siempre.

Ha sido inscrita allí por los dueños del átomo.

Como cuando a la muerte un perro aúlla,

así el recuerdo ladra entre los muros,

aúlla hacia una torre negra, triste y quemada.

 

El hombre ya está muerto, pero la sombra grita:

¿En dónde está mi hombre? ¿ Quién lo ha matado?

Las ruinas se callan, un alambre se enreda

en un cerezo que entreabrió sus flores.

Quiere la primavera, con las piernas quebradas,

lanzarse impetuosa fuera de los escombros,

 

¡Hiroshima! ¡Quemados, bellos senos

de mujer, en el centro de las llamas, sangrantes!

Tus niños están huérfanos. La sombra grita: "¿ Dónde

están los despiadados que llevando

antorchas cegadoras descendieron

y destruyeron cunas, libros, palas y padres?"

 

¡Hiroshima! La sombra de un hombre está grabada

sobre una roca, y siempre estará ya en la piedra.

Crece la hoja, luego cae del árbol,

solamente la sombra no puede separarse.

Queda. No se acostumbra a esta ausencia de un hombre

entre los calcinados escombros de las ruinas.

 

"¿Eres mi hombre, dime?", les pregunta

a todos los que pasan a su lado.

Y ensombrecidos todos le responden:

"No sé, mi pobre sombra, no soy yo... "

Y la sombra contempla, mira siempre

a todo aquel que pasa cerca de ella...

 

Pasan los transeúntes con su sombra,

unos veloces, otros lentamente.

Queda, sola, la sombra, sin premura.

Miradla, ya sin hombre que la lleve al trabajo.

¡De todos estos seres no hay ninguno

que bajo el sol camine sin su sombra!

 

La sombra, centinela, está en su puesto,

para siempre jamás está velando

a fin de que no vuelva lo pasado,

de que jamás estalle la tormenta,

de que la llama nuclear no queme

la flor de nuestra humana primavera.

 

1956

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

 

Las llaves

 

He llegado a ser tu caja de caudales,

tu caja de secretas cerraduras,

y me has llenado de años,

moneda a moneda.

 

Ábreme, tiempo,

toma tus años,

todos,

o al menos algunos,

los últimos,

algunas decenas.

 

Yo te ofrezco a cambio

la plata de mis sienes,

las ricas pinturas

sobre los muros de mi alma,

mis sufrimientos

petrificados como en Pompeya,

bajo la lava, bajo las cenizas ardientes

de mi corazón,

las estatuas de mármol

-recuerdos de mujeres amadas-.

Yo te hago el don

de Castalia,

de mis lágrimas no lloradas,

y de todo,

a cambio de algunas docenas de años

que tú me has confiado,

y yo te ruego

de rodillas

que me los tomes de nuevo...

 

¿Por qué este silencio?

Parece como si no escuchases nada,

ni siquiera me miras...

En definitiva, esos años son los tuyos,

no los quiero;

tú me conoces, no soy un usurero,

no me gustan las riquezas.

¿Odié a los ricos

por ser yo

tan rico....

Abre,

vuelve a tomar los años,

vete, no te pido ningún alquiler,

aunque los haya alojado

en mi carne...

Tiempo, ¿estarás sordo?

¿Ya no comprendes el rumano?

No finjas, yo tengo bastante

con ser el depositario

de los centavos

de los años...

¿Pensaste que no los iba

a contar?

Pues bien, no. Al principio,

cuando todo me parecía

una burla, sí;

hoy estoy harto,

tus años pesan cada vez más,

su metal es cada día más sombrío,

su canto dentado hiere,

el águila tiene el aire de una fiera,

con cabeza de muerto.

No quiero nada más.

Me pongo de rodillas,

beso los bordes de tu eternidad,

me humillo ante ti:

no me abandones,

vuelve a tomar tus años,

no me hagas levantar la voz,

escúchame,

¡ábreme!

 

¡ Ah, miserable,

has perdido las llaves!

 

1966

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

 

Tapiz

 

Los tapices de mis recuerdos están hechos

de lágrimas, de estrellas y de sangre.

Yo los tejí, bordándoles a través de los tiempos

ramajes con retoños de flores y de espinas,

y entre las hojas, en calientes nidos,

eduqué ruiseñores y tuve nuevos cantos.

Mis raíces tomaron, como garras, la arcilla

y al final busqué a tientas en lo desconocido

salpicado de astros y busqué

con paso alado entre las tempestades.

Yo soy como una arena de fósiles, de conchas,

de indescifrables y olvidadas páginas,

un cementerio de tumbadas piedras

con los nombres grabados en idioma extranjero.

Yo soy la queja que se esparce al viento

cuando la piedra pesa ya sobre el ataúd.

Soy el montón informe de vasijas quebradas

allí donde habitaron los más antiguos hombres.

Soy la gruta manchada por imágenes

que retratan la fauna de otro tiempo.

Con crueldad mis abuelos abatieron las bestias

trazando con los sueños y la sangre un camino

que del fondo del tiempo marcha hacia no sé dónde,

pero que sin embargo debe desembocar

en el claro de un bosque donde haga calor siempre...

Pero el rastro es muy largo y viene de muy lejos.

y parece que el claro, de pronto, está y no está,

sobre la boca abierta de una roca escarpada.

Hemos robado al sol el fuego y su secreto,

que se torna en pesada carga para nosotros

lo mismo que un peñasco suspenso en el camino

del muchacho y la joven que en sí llevan

tentadores placeres en la carne

igual que en los toneles reposan las soleras.

¿Aplastará la roca la vida y en los campos

floridos dejaremos que persista la niebla?

¿La geometría de las nuevas fábricas

consentiremos luego que se hunda

sobre los mismos que la construyeron?

La fe, con sus encantos incansables, trabaja

el llano de la duda. Hemos mandado ya

cohetes a la altura que se embriagan

con los espacios cósmicos y han ido a buscar nuevas

pruebas de que la vida ya no tiene poniente

para el hombre impulsado a vencer combatiendo.

 

Aquellos que en tu rostro han escupido,

se tragarán la afrenta. Fuiste dado

a innumerables hombres, te ofreciste

por su felicidad y por tu gloria,

¡tú, agudo acero, tú, mi flor suave!

Los tapices de tantos recuerdos has sembrado

de resedas, haciéndolos florecer para mí.

 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

 

Tú gritas

 

Tú gritas hacia el hombre que se esconde en ti,

él no vuelve la cabeza.

Tú le agarras por el hombro,

él sigue hacia adelante.

Tú vienes a su encuentro por caminos disimulados,

sus ojos te miran ciegos.

¿Adónde va el hombre en mí escondido?

No responde, pero sigue hacia adelante,

por un camino sin camino,

a paso igual,

a paso rápido

y coge con su mano

alguna estrella caída de tus párpados,

que traga sin masticar

y sigue hacia adelante.

Tú le pones un obstáculo,

tropieza pero no se detiene.

Tú le cavas un foso en su camino,

sin mirarlo alarga el paso

y sigue más lejos.

Tú haces rodar piedras sobre él

desde tu cima rocosa y calva.

El cae, se levanta

y continúa andando.

Tú le dejas partir solo

y lo miras alejarse

hasta perderse de vista.

Pero siempre tú oyes el ruido de sus pasos

seguro, infatigable

en la cadencia de tu corazón.

Tú corres detrás de él

sin alcanzarle.

Tú no oyes más que sus pasos, nada más que sus pasos

trotando dentro de ti a través de la noche.

¿Dónde estás, hombre mío?

Espérame, yo te sigo.

Tengo miedo, detente,

no puedo dejarte solo,

iré donde tú vayas,

no importa adónde,

no importa cuánto tiempo.

Hasta si no es a ninguna parte,

hasta si es para siempre.

Quiero ayudarte,

en tus ojos ciegos

encenderé las llamas de mis miradas,

a tus oídos pasaré mi oído,

acostumbrado a oír la tormenta a través de los silencios.

Y yo te cantaré

canciones de embriaguez y de amor,

canciones viejas,

las más nuevas canciones

para expulsar tu tedio

a través de tu viaje sin fin.

 

Espérame, no me dejes en estos parajes,

llévame contigo.

 

¿Se detuvo?

Yo posé la mano sobre mi corazón,

apenas si latía.

 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

Ediciones Era, S.A. 1966

Tomado de:

http://amediavoz.com/beniuc.htm

 

En mi siglo (traducion de Un Vallekano en Rumania)

 

Hemos pasado ya una epoca, me parece,

porque no hay mas boyardos en los campos

y ni el oro ni la ciudadelas, señores,

no son solo desiertos para los pobres.

 

Con tulnic y gaitas hemos domado a las fieras

hemos dejado que los otros

se diviertan, mientras trabajaban duro

las hoces y los martillos.

 

Hoy quizas seamos en la bandera roja

un punto entre millones de gotas vino

o quizas una ola rompiendo como en un asalto

en grandes turbinas hidroelectricas

con el ruido de romper eslabones y cadenas

y espumeando desde arriba

 

Bandera en el horizonte (traduccion de Un Vallekano en Rumania)

 

Los que pudieron llegaron por la bandera

era suficientemente roja para ser vista

y algunos se pararon ante el umbral

presos de su propia impotencia

 

Yo sigo caminando, pero cuando ya no pueda,

andar adelante en la vida tempentuosa

la brillante bandera la lanzare al horizonte

como el hermoso sol rojo sobre el mar en las mañanas claras,

brilla en las extensiones verdes plateadas .

 

Estrella roja (traduccion de Un vallekano en Rumania)

 

Se chocan las nebulosas

los sistemas solares,

las estrellas,

los astros se apagan y devienen

materia muerta

y resucitan despues como una supernova,

los átomos murmuran..

 

Las esferas cantan,

y millones de años luz atraviesan,

o vienen, ¡Quien sabe!

Limitado por el infinito

esta el hombre, en el cabo de Buena Esperanza.

Nombra las estrellas sin numero

mide la lejania sin fin

y corre con su pensamiento,

a veces delante, otras detras,

construyendo efimeras verdades y grandes sueños

sobre incertidumbres cada dia mas grandes.

El sueño esta lejos.

Como las rojas estrellas inmensas,

que son miles de veces

mas fuertes que nuestro sol

en cuanto a su luz, en cuanto a su calor.

La libertad es una estrella roja

y el hombre la observa, soñador,

a traves de su telescopio.

Tomado de:

http://espina-roja.blogspot.com/2011/04/mihai-beniuc-poeta-socialista.html

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