lunes, 4 de enero de 2021

POEMAS DE GERARDO DENIZ (Juan Almela)

(14 de agosto de 1934, Madrid, España - 20 de diciembre de 2014, Ciudad de México, México)


Mariposas

 

Y en los vasos empañados un gusto distante como en frío

crisol del alba. Qué afán incurable de hojas secas en las

luces, ahí arriba,

de antifaces marcados con polen y ceniza

de otra lumbre. Del susurro a las pausas, toda la noche

un quehacer inacabable —jirones cobrizos, zozobra rumbo a

las grandes lluvias

siempre posibles.

Dijera el día

en qué cortezas o sinsabores,

en qué ciudades hindúes devoradas hace siglos por la selva

son a las alas oscuras clemencia los derroches del sol

egoísta, y al rumor

medida cierta este lance de espadas que empieza.

 

(Notuelles)

 

Duda

 

Mercurial,

suma de alboradas en la frecuentación del silencio,

ciervo cercado de rigor y bruma

y de esa envidia que al caer la noche,

mientras se oyen todavía los niños afuera,

se pone en la garganta —el pájaro vuela en círculos,

desciende,

y al llegar tiende las garras anhelantes—, desde cualquier

retorno,

desde quién sabe qué amistad.

 

Porque creerlo es fácil, sí,

aun en estas fechas que a veces huelen como el agua de

flores que se tiran, como el agua

del manglar, fría en lo hondo y que se pudre sin prisa. Feliz

lenguaje

y la paciencia de la lluvia en los cristales, esta certeza de

climas y de floras

o la figura hermosa de muchacha huesuda sacudiendo sus

sandalias en la playa. 

 

Hueledenoche

 

Terrestre la noche abierta en tantos lagos redondos

(comparten sin saberlo las cosas del cielo)

y ahora también, de pronto,

en esa flor de las afueras,

esa flor hecha casi de aire,

aroma sólo y que tal vez no existe

—o es la vocal más honda, ya silencio; es un monarca débil

recorriendo a tientas

la quietud de su reino amenazado

—carencias del idioma y erosiones despacio,

escándalo del sueño cuando el pezón despierta en la punta

de la lengua bajo su túnica de pétalo marchito.

 

Ante las fronteras pernocta el mar y por su piel salada

discurren ciertos signos,

dédalos de algas pardas.

Cosas son de lo oscuro.

 

(Turtle Island, 1974)

 

Siesta

 

O salir sin hacer ruido al golpe del día, a palpar la humedad

que vive en los muros, detrás de trepadoras y tallos

volubles,

quemarse pies y manos con barandales blancos y baldosas

muy secas,

mirar desde abajo una ventana de hotel igual a tantas

mientras en este minuto dejado solo la brisa reacia sigue

vuelta hacia el mar

—y por este mar se va hasta Borneo—,

ni las velas respiran y llegan despacio al puerto

las supersticiones de la tarde.

Dejar aquí

en trance vegetal el cargamento de géneros y frutos

empedernidos, sargazo de sal y penumbra, los talones fríos,

entre ese olor a pintura nueva en los rincones

y a cedro inmortal en el armario —prosodia que el sol

desconoce. Y ahora

apartar despacio de la piel el oído

con un sonar de espuma en la ribera.

 

Por las terrazas desiertas, infinitivos clavados como insectos

pacíficos.

 

Duermevela

 

Y ante el foro negro de la bahía y su círculo de

constelaciones obedientes

cuánto rumor en una vasta ausencia de palmeras (y está el

sitio opaco de la ravenala),

el vaivén y su gemido en el cuero acre de barcas sin luces,

una larga retórica en pilas y estrídulos

—las cosas incesantes

al pie de la ventana. No lloverá esta vez,

ni el viento trazará sobre el flanco del agua sus renglones

huidizos,

mas será una ley de licores pausados en todas las frondas,

gutación y ligamaza en las estancias abiertas,

como la ofrenda que fermenta en el templo a oscuras.

 

Por el hilo de araña del descenso

llega otra vez a la almohada el perfil seguro.

 

Sentimental

 

Mientras en el telar caliente de la lluvia se labra un manto

de barro para el mundo

y de las azoteas a lo negro, allá abajo, escurren castos

vocativos (mañana

habrá hojas y mangos por el suelo, en el camino;

agua oculta en lugares que nadie descubre —tibia ya—

hasta muy entrado el día)

—en la cercanía malva de unos labios esa fragancia de

Damasco quemada por Tamerlán, y dura aquel barrio de

nombres

positivistas —y lo es el nombre mismo

con que vuelves los ojos de almendra oscura

y levantas las cejas tú conmigo:

—Navegar es necesario.

Tomado de:

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/poesia-moderna/16-poesia-moderna-cat/251-107-gerardo-deniz?showall=1

 

Secreto

Ponderan mi memoria de cosas variadas

(—Tiene usted una memoria felicísima,

me dijo a mis diecisiete un viejo químico),

pero el secreto que sólo yo conozco

es que más y mejor recuerdo todo

lo que atañe a cierto olfato y cierto tacto

(no hablo de zonas erógenas pues son el cuerpo entero),

y que estos rastros mnémicos

me asaltan a mano armada en mil circunstancias.

De pronto mi órgano de Jakobson, mis manos y lo demás

despiertan, desvergonzados y simultáneos,

ante la estantigua de las ausencias,

quienes, por si fuera poco, cargan a la espalda

sentimientos, palabras, preguntas sin respuesta o respondidas,

más toda la tramoya necesaria

para seguir existiendo sin perder lo existido

que siempre concluyó de igual manera,

pero dejando todos los detalles tragicómicos.

Huellas dactilares, indicios de ADN,

parafernalia caduca, pero ello,

lo puedo asegurar, no tiene gracia ninguna.

 

Sintomatología

Esto va de mal en peor.

Hace unas horas te encontré en una pieza de Scriabin

que, por tanto, en adelante será tuya.

En mi poblacho habrá esta noche una luz

y en adelante continuarán siendo más, bien lo sé:

son las metástasis que sin querer desparrama tu existencia.

No sólo por el andar se denunció la diosa.

Es ello, estoy seguro.

Tomado de:

https://hombreaproximativo.wordpress.com/2016/09/07/tres-poemas-ineditos-de-gerardo-deniz/

 

S’agapóo

 

Te me mueres de seria, cual chiquilla,

estoy convicto, amor, estoy confeso

de que, evitando algún desleal beso,

te acaricié el cariz de una orejilla,

 

donde una chispa de oro en seda brilla;

mas desde aquel dulcísimo suceso,

la aurícula, de escrúpulo y de peso

rojea y se enfurruña, la muy pilla.

 

Flor: di a Miguel Hernández que he olvidado

sus tercetos, con íntimo decoro

(supones) y te apartas de mi lado

 

a sestear en la Mezquita Azul

de Estambul, mientras yo mi culpa ignoro

—ay, corola del Cruzeiro do Sul.

 

Qué importa cómo seas si eres tú.


Palinodia del rojo

 

No cantes ésa, rojo, porque ya no se estila.

Sólo algunas pazguatas piden perdón por ti,

pero la mayoría te reciben serenas

y hacen bien. Saben oscuramente

que, si bien a unas cuantas das algún dolor,

en desquite haces a muchas más ardientes [confidencia de dos]

y pones una fascinadora inflexión

en los deleitosos alientos femeninos.

Jáctate mejor, rojo, de que fue el doppleriano

batocrómico corrimiento de las líneas espectrales

en conjunto hacia ti

lo primero que reveló la expansión del universo

(lo cual no es una cuestión de poca monta).

Piensa también, oh rojo, que si en ruso tu nombre

se funde con lo bello

(lo cual no es, por supuesto, lo que cree gente babosa)

es por algo —dímelo a mí, que vehemente acuso todavía

a la que siempre de rojo iba vestida

y cuyos ojos, oscuros teobromos deseados,

aún llevo en mis entrañas dibujados.

Para no ser prolijos, en fin, oh rojo contempla a tu poeta

confiando en que lo ayudes en su triangulación

de la topografía divinal de un blanquísimo Chaco,

ruega por nosotros los rojos y los verdes,

así como por algún Rangoni malhadado.

Tomado de:

https://luvina.com.mx/foros/index.php?option=com_content&task=view&id=1799

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