Poeta en el Edén
No, Señor,
nunca huiré del Paraíso, tengo en mí
la leche eterna de los padres y los hijos,
y escribo poemas para la nostalgia.
No, Señor,
nunca seguiré el rumbo imprudente
de los cuatro ríos, el que impele a los nautas
hacia el mar de monstruosas criaturas.
Habían podado las ramas de oro
que brillaban en el árbol de la vida.
Y ahora me llaman como almas.
No, Señor,
nunca comeré del árbol prohibido.
Apreté tantas veces en mi mano
las frutas suculentas. Aspiro
los perfumes seductores,
—Et d´autres, corrompus, riches et triomphants—
Nada sabes de mis íntimos
paraísos artificiales, y te ofrezco las costillas
húmedas y turgentes
para que sigas modelando al mundo
mientras duermo.
Soy un niño inmenso
escribiendo dócilmente en el barro del Edén.
Tengo un muñeco de porcelana blanca.
Balbucea.
Paréntesis
Cuando nací el sexo fue un destino. No se puede elegir ser
poeta.
De las mujeres nunca amé a ninguna sin duda porque las amé
en bloque. Fue un amor largo y sin alegría. Ellas también me amaron sin deseo y
sin gozo.
Las miré con la nostalgia de una vida más bella. Cuando
quise ser mejor quise ser mujer.
Después me olvidé. Devoré la costilla de Adán en la
travesía del desierto. Fui hombre, poeta, amé a otros hombres. Tuve hambre.
Llegué a la playa de este mar eterno, al sur del Brasil.
Mi olor es de sal virgen y de yodo azul. Sé que una mujer devolverá al mar el
pez con una moneda en la boca.
Ella escribe mi poema. Yo aguardo.
Tomado de:
https://circulodepoesia.com/2018/03/poesia-uruguaya-alfredo-fressia/
EL ENDECASÍLABO
A ti,
Julio Herrera y Reissig
Hay quietud en tu alma,
las palabras, piensas,
vienen del silencio
y amaneces siempre hecho poema.
De día es tu secreto,
escribirás de noche:
"morir así, sin haber hecho nada"
FALSAS VERDADES
Soy un poeta con piel de cordero,
tejo con lana las falsas verdades.
De mí doy a elegir las variedades
y cuando miento soy hombre sincero.
Confío en la trampa, juego al desespero,
confundo el Paraíso con el Hades
y hasta un libro escribí con inverdades:
de un vago Edén fui el cantor más certero.
Fue larga y honda mi amistad por Eva.
Puso en mi pecho mustios agapantos
y dejó en mis sonetos como prueba
rancio el perfume, mordaces los llantos.
Y la serpiente que cebo en la cueva
solaza a cada rima mis quebrantos.
PIE QUEBRADO
I
Soy el poema. Me digo. Ya estoy listo.
Vibro y resueno como un metal que tiembla.
En mí palpitan las rimas y resuella
el verso que piafa:
ya salta al vacío.
(Y le sobró poeta. Y le faltó un tema)
II
CIRCUNSTANCIAS
Nadie puede decir que escribiría versos
para comer un manjar y tomar oporto.
Nadie, o casi nadie.
SOBRE LA PIEL DE LA NOCHE
Con Juan Introini y Jean-Francis, mis dos Juanes,
que ya no son de este mundo.
Me desliza la piel de la noche, soy arcaico
por nacimiento. Traigo conmigo el abismo aterrado
al borde de los astros y un planeta al acecho.
He visto mi perfil al carbón, la parte
sideral de la vida, tragada
en el agujero negro de los días
y yo escribía poemas buscando la salida
al laberinto de los huesos.
Me desliza la piel de la noche, restos
de los cuerpos, mechones de cabello
como el de la cinta azul en la caja repujada,
el diente de leche engarzado en un anillo,
y perdido en cajones que daban siempre
al más allá, mis preguntas al polvo
gris que fue Jean, el que sostuve en mis manos
y que voló con el viento del mar.
Ya nadie leerá en mi mano los secretos
de las líneas como rutas, huellas, guías.
Cubre la piel de la noche
el polvo dulce de los muertos. Cubre
a Juan, la calle Libres, la de los paraísos
que entonces declinaban los días en latín, y yo los recito
desde los años 60. Y enumero los días
de salvar sanantonios, poemas, tréboles
para la buena fortuna, las cruces
de sal gruesa contra el mal de ojo.
Y la alarma del sexo que se erguía
sobre la piel de la noche,
el deslizarse suave del amor
que acababa y no acababa. Como los versos.
Como mi tiempo. Como hoy deambulo entre mis muertos
como astros y escribo
los últimos poemas, al fin la noche
abrupta de este mantra.
IMAGEN DIGITAL
A Jean-Francis Aymonier, In Memoriam
En la última foto
beso tu cabeza, enorme
como la de un elefante
(hoy tu cabeza ya no existe más).
Estamos en la soledad de una sabana
(tampoco era el París de nuestra juventud)
Los dos sonreímos, incluso con los ojos.
Mi mentón está pegado a tu cráneo
y tu boca se cierra para respirar
por la traqueotomía.
Ya no esperamos nada, bramamos en el flash,
espléndidos como el orgullo
al borde del abismo.
(Mi boca mortal sigue deslizando
sobre la piel de tu cráneo)
El amor era un arte hecho de polvo y huesos
como nuestras tallas trabajadas en marfil.
Y hoy me resta este poema narrativo
(que apunta la escopeta a los recuerdos
y no acorta mi espera).
BOTÁNICA, BÚSQUEDA EN GOOGLE
Los
tamariscos o tamarices (o aun tamarises) son arbustos o arbolillos del género
Tamarix. Pueden vivir en suelos salinos, tolerando hasta 15.000 ppm de sal
soluble. Se caracterizan por ramas finas y follaje gris verdoso. Crecen tanto
en las playas de Montevideo como en las orillas del Jordán 1.
Soportan el bochorno de los veranos 2 y la perenne soledad de su especie
3.
En
Montevideo sobreviven a los inviernos debido a su pertinacia, se aferran a la
arena y desafían a los vendavales. Los vientos del Sur doblegan sus ramas de
apariencia endeble, pero no logran arrancarlas. También resisten a las mareas y
soportan las lluvias torrenciales en primavera. No son de apariencia
particularmente agradable a la vista. Tampoco presentan perfume. Existen para
resistir.
1 Abraham es quien planta los tamarindos (Génesis 21:33) y
Saúl y sus hijos fueron enterrados a la sombra de esta especie (1 Samuel
31:13).
2 Las hojas son perennes, pequeñas, parecidas a escamas y
muy pegadas a las ramas, de modo que pierden muy poca humedad por la
transpiración, lo que permite a estos árboles vivir en regiones desérticas y
hasta sobre dunas de arena.
3 Limitan la competencia con otras plantas mediante la
absorción de la sal de las capas, la que acumulan en su follaje y desde allí
van depositando en la superficie del suelo, donde se concentra, siendo esa sal
letal para muchas otras plantas.
HORIZONTE
Más allá de los pinos está el Uruguay.
¿Y después?
Después vienen mis muertos.
SOUVENIR D’AUTOMNE
Fue en Praga, allá por el otoño
del año 1980, a la hora del té en el Café Europa
y él se llamaba Hyacinthe, como los gatos
deberían llamarse. Olía a jazmín
y me decía “je l’aime encore”.
Nunca te olvidé, Hyacinthe
aux yeux verts, aux cheveux noirs, y hoy
sentado frente a la playa, entre los jazmineros
del Boulevard de la Mer, al borde
del Atlántico en América del Sur, digo
“je l’aime encore” en voz alta
y me río solo mientras dos muchachos
se vuelven para mirar a un viejo que ríe sin motivos, dice
“je l’aime encore” y también huele a jazmines.
CANDILEJAS
Es un hombre. Está
sentado en el muelle y mira al mar
como si el mar le prometiera una respuesta
o un consuelo.
Inmóvil, ve desfilar pasajes de su vida
sobre la línea del horizonte.
Se ve a sí mismo en la ilusión de óptica,
es una de las figuras trémulas de esa linterna mágica
o gira como una sombra chinesca.
Parado junto a una roca de la playa, un segundo hombre mide
el tamaño de la ensenada que los separa.
Para este, el primer hombre también es una sombra
chinesca sobre la línea del muelle:
no distingue sus rasgos y no imagina
qué historia se desliza en las escenas
-escurridizas como peces-
que el del muelle ve en el horizonte.
Un hombre mira a otro que mira el brillo del horizonte.
Distraídos ambos por las luces de la hora
tampoco sospechan que un día serán las siluetas
de un poema fantasioso entrevisto por un poeta venido de
Uruguay
una tarde límpida al fin del otoño
junto a las rocas de la playa en Santos
mirando hacia el muelle de los pescadores.
GAY PORN BUSINESS
Con ser más bellos que sus propios cuerpos, tanto así
que nada saben de amor y sólo se desean, con deslizar
sobre esos cuerpos húmedos, ya bellos si de hecho
la belleza fuera materia del sexo y seña unánime de los
untuosos
orificios, y aun más codiciados que Ganímedes
por ser objeto del deseo de un tercer y ávido voyeur,
y con lucir siempre jóvenes y listos
para entregar su juventud del Middle West a los crueles
altares del Bondage o a los otros
cuerpos ágiles en la gimnasia de luces
reflejadas de la caverna gay, más flexibles
que el músculo inmemorial y vigilante
de Príapo implacable en las aras
del gozo, y no por el efímero placer de los mortales
sino por obediencia, como los ritos pertinaces del incesto
calculado en el Dad-Boy, vueltos ora adolescentes
ora audaces objetos del dolor o de un Rape-sex o el mero
Spanking,
y con ejercer su disciplina en palacetes de utilería
o bastidores de castillos kink, a sabiendas
de que sólo cuentan los rostros del olvido, sus errantes
recodos habitados por fantasmas, esos
que precedieron a estos hombres
más bellos que sus propios cuerpos,
white, black, Russian, latino, Asian, interracial
sex, melting pot del gay porn,
ellos beben impasibles del semen de Zeus
y observan, eternos, tu ser mortal y obsceno
reducido al acabar a esta náusea pasajera.
UN SIGLO EN ATUNTAQUI
El
Ecuador, la noche callada, los Andes. El firmamento, las galaxias que giran
hechizadas sobre este pueblo reclinado en la montaña y entregado a las alturas.
Se llama Atuntaqui, sé que vine a leer poesía en la ciudad cercana y alguien me
trajo al hostal de este pueblo.
Vine de
día. Vi los bungalós que dan a un largo patio pulcramente enjardinado.
Aprenderé que los jardines en la cordillera son una respuesta en dimensión
humana a la pregunta infinita de la noche.
Y de
pronto, el silencio de esa noche, el que hiere los oídos, el que duele. Al
principio un gato llora en el tejado, su maullido escribe en el silencio, es
hambre, o tal vez esté en celo. Salgo al patio bajo una fina luna menguante y
toda la noche helada de los Andes, ateridos de estrellas. Lo llamo, dejo una
galleta sobre un paredón. Y de repente lo veo. Es amarillo, me observaba desde
el alero y ahora huye, tal vez venga después por la galleta. Ya no lo oiré más.
Ahora
estoy solo, ahora es apenas mi pensamiento quien escribe en el puro silencio de
la noche andina. Me pregunto por todo lo que fue preciso para que una noche yo
estuviera aquí, en el silencio de este pueblo que se llama Atuntaqui, este
pueblo meticulosamente auscultado por los astros, bajo la línea del ecuador, a
dos mil quinientos metros de altura. Me formulo la pregunta para dibujarla
sobre el papel blanco del silencio, hacer volutas con el pensamiento, porque la
respuesta no importa. También siento miedo y llamo a mis muertos, para que me
acompañen una vez más, ahora grabados en el silencio mineral. Pero mis muertos
no me oyen.
No quiero
dormirme todavía, y entra en mí como en un trance el silencio prístino de
Atuntaqui, soy suyo desde siempre. Voy disolviendo mis pensamientos, hasta no
saber qué estoy haciendo en esta noche ni reconocer siquiera quién soy.
Había llegado el momento de detener mi escritura y anularme.
Y fui silencio en Atuntaqui y duró un siglo.
Tomado de:
http://www.laotrarevista.com/2015/08/alfredo-fressia-poemas-rioplatenses/
NO
(…)
Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,
Qui m’est une province, et beaucoup davantage?
Joachim du Bellay
Ni cuando se olviden todos mis poemas
esqueletos del alzheimer,
secos como los tamarindos de la playa, el año
que los encontramos hechos pasto de termitas,
y porque el tiempo hace girar lenta la cuchara
en el plato de sopa de los viejos,
y son 26 letras impasibles de alfabeto.
Y cuando acabe de morir el mártir que me habita
atravesado por el venablo cierto
del que cambió los años por monedas
y registra los segundos que me restan
y aunque el ángel pertinaz de mi pobreza
vuelva otra vez como los mitos
o el perdón y la sangre
por la mano extendida con que espero.
Ni aun así.
LIMPIEZA
Y ahora procede a retirar
la tristeza del mundo, ¿no era esa
la función vigorosa de la salud?
Mírala, está en esas capas de polvo
macilento que encubre los objetos.
Se acumula con frecuencia en ciertas calles
y sin excepción en todos los zapatos. Suele ser
el comienzo de todos los males
así del cuerpo como del alma.
Sóplalo. Verás levantarse las nubes de polvo
que ahogarán a los frágiles, a los perplejos
y a los poetas lánguidos, hongos blancos
crecidos a destiempo en ese polvo húmedo. La naturaleza
prefiere a los más fuertes, siempre lo supiste,
y ella cuenta con tu perecedera lozanía.
Tomado de:
https://www.revistaaltazor.cl/alfredo-fressia-5/
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