sábado, 5 de febrero de 2022

POEMAS DE JOSÉ CADALSO

 



AL PINTOR QUE ME HA DE RETRATAR

Discípulo de Apeles,

si tu pincel hermoso

empleas por capricho

en este feo rostro,

no me pongas ceñudo,

con iracundos ojos,

en la diestra el estoque

de Toledo famoso,

y en la siniestra el freno

de algún bélico monstruo,

ardiente como el rayo,

ligero como el soplo;

ni en el pecho la insignia

que en los siglos gloriosos

alentaba a los nuestros,

aterraba a los moros;

ni cubras este cuerpo

con militar adorno,

metal de nuestras Indias,

color azul y rojo;

ni tampoco me pongas,

con vanidad de docto,

entre libros y planos,

entre mapas y globos.

Reserva esta pintura

para los nobles locos

que honores solicitan

en los siglos remotos;

a mí, que sólo aspiro

a vivir con reposo

de nuestra frágil vida

estos instantes cortos,

la quietud de mi pecho

representa en mi rostro,

la alegría en la frente,

en mis labios el gozo.

Cíñeme la cabeza

con tomillo oloroso,

con amoroso mirto,

con pámpano beodo;

el cabello esparcido,

cubriéndome los hombros,

y descubierto al aire

el pecho bondadoso;

en esta diestra un vaso

muy grande, y lleno todo

de jerezano néctar

o de manchego mosto;

en la siniestra un tirso,

que es bacanal adorno,

y en postura de baile

el cuerpo chico y gordo;

o bien junto a mi Filis,

con semblante amoroso,

y en cadenas floridas

prisionero dichoso.

Retrátame, te pido,

de este sencillo modo,

y no de otra manera,

si tu pincel hermoso

empleas, por capricho,

en este feo rostro.

 

LETRILLAS SATÍRICAS

Que un sabio de mal humor

llame locura al amor,

ya lo veo;

pero que no se enloquezca

cuando otro humor prevalezca,

no lo creo.

 

Que una doncella guardada

esté del mundo apartada,

ya lo veo;

pero que no muera ella

por salir de ser doncella,

no lo creo.

 

Que un filósofo muy grave

diga que de amor no sabe,

ya lo veo;

pero que no mienta el sabio

con el pecho y con el labio,

no lo creo.

 

Que una moza admita un viejo

por marido o por cortejo,

ya lo veo;

mas que el viejo en confusiones

no dé por cuernos doblones,

no lo creo.

 

Que un amante abandonado

diga que está escarmentado,

ya lo veo;

pero que él no se desdiga

si encuentra grata a su amiga,

no lo creo.

 

Que una vieja ya se asombre

hasta del nombre del hombre

ya lo veo;

pero que ella no quisiera

ser de edad menos severa,

no lo creo.

 

Que una mujer a su amante

jure ser siempre constante,

ya lo veo;

pero que se pase un día

y ella quiera todavía,

no lo creo.

 

Que de todas las mujeres

no importen los pareceres,

ya lo veo;

pero de que la que amamos

el parecer no sigamos,

no lo creo.

 

Que la mujer, cual cristal,

la quiebre un soplo fatal,

ya lo veo;

pero que pueda soldarse

si una vez llega a quebrarse,

no lo creo.

 

Que al espejo las coquetas

estudien mil morisquetas,

ya lo veo;

pero que sea el cristal

el objeto principal,

no lo creo.

 

Que bastante he murmurado

en lo que está criticado,

ya lo veo;

pero que mucho no pueda

criticarse en lo que pueda,

no lo creo.

 

Que la novia moza y linda

al novio viejo se rinda,

ya lo veo;

pero que crea el barbón

que ella rinde el corazón,

no lo creo.

Tomado de:

https://www.poemas-del-alma.com/jose-cadalso.htm

 

A la muerte de Filis

[Poema - Texto completo.]

 

José Cadalso

En lúgubres cipreses

he visto convertidos

los pámpanos de Baco

y de Venus los mirtos;

cual ronca voz del cuervo

hiere mi triste oído

el siempre dulce tono

del tierno jilguerillo;

ni murmura el arroyo

con delicioso trino;

resuena cual peñasco

con olas combatido.

En vez de los corderos

de los montes vecinos

rebaños de leones

bajar con furia he visto;

del sol y de la luna

los carros fugitivos

esparcen negras sombras

mientras dura su giro;

las pastoriles flautas,

que tañen mis amigos,

resuenan como truenos

del que reina en Olimpo.

Pues Baco, Venus, aves,

arroyos, pastorcillos,

sol, luna, todos juntos

miradme compasivos,

y a la ninfa que amaba

al infeliz Narciso,

mandad que diga al orbe

la pena de Dalmiro.

 

Epigrama a Júpiter, Neptuno y Plutón

[Poema - Texto completo.]

 

Ufanos con el gobierno

del infierno, cielo y mar

los tres dioses no han de estar.

Amor con ser niño tierno

a los tres sabe mandar.

 

Sobre el poder del tiempo

[Poema - Texto completo.]

 

Todo lo muda el tiempo, Filis mía,

todo cede al rigor de sus guadañas:

ya transforma los valles en montañas,

ya pone un campo donde un mar había.

 

Él muda en noche opaca el claro día,

en fábulas pueriles las hazañas,

alcázares soberbios en cabañas,

y el juvenil ardor en vejez fría.

 

Doma el tiempo al caballo desbocado,

detiene el mar y viento enfurecido,

postra al león y rinde al bravo toro.

 

Sola una cosa al tiempo denodado

ni cederá, ni cede, ni ha cedido,

y es el constante amor con que te adoro.

 

 

A la peligrosa enfermedad de Filis

[Poema - Texto completo.]

 

Si el cielo está sin luces

el campo está sin flores

los pájaros no cantan

los arroyos no corren

no saltan los corderos

no bailan los pastores

los troncos no dan frutos

los ecos no responden…

es que enfermó mi Filis

y está suspenso el orbe.

Tomado de:

https://ciudadseva.com/autor/jose-cadalso/poemas/

 

¿Quién es aquél que baja

ANACREÓNTICA

 

¿Quién es aquél que baja

por aquella colina,

la botella en la mano,

en el rostro la risa,

de pámpanos y hiedra

la cabeza ceñida,

cercado de zagales,

rodeado de ninfas,

que al son de los panderos

dan voces de alegría,

celebran sus hazañas,

aplauden su venida?

Sin duda será Baco,

el padre de las viñas.

Pues no, que es el poeta

autor de esta letrilla.

 

Sobre el anhelo con que cada uno trabaja para lograr su objeto

Pierde tras el laurel su noble aliento

el héroe joven en la atroz milicia;

supúltase en el mar por su avaricia

el necio, que engañaron mar y viento.

 

Hace prisión su lúgubre aposento

el sabio por saber; y por codicia

el que al duro metal de la malicia

fio su corazón y su contento.

 

Por su cosecha sufre el sol ardiente

el labrador, y pasa noche y día

el cazador de su familia ausente.

 

Yo también llevaré con alegría

cuantos sustos el orbe me presente,

sólo por agradarte, Filis mía.

 

El semidiós que alzándose a la cumbre

Al estilo magnífico de don Nicolás Fernández de Moratín en sus composiciones heroicas

Canción

 

El semidiós que alzándose a la cumbre

del alto Olimpo, prueba la ambrosía

entre la muchedumbre

de dioses en la mesa del Tonante,

y en copa de diamante

purpúreo néctar bebe

al son de la armonía

de los astros que en torno al cielo mueve;

si desciende algún día

al mundo, le fastidian los manjares

del huerto, viña, campo, monte y mares.

 

Desde que el campo elíseo al tierno Orfeo

oyó cantar su amor en tono blando,

y el ardiente deseo

de volver a lograr su dulce esposa

(cuya lira amorosa,

mientras duró sonando,

de Sísifo y de Tántalo un momento

paré todo el tormento),

ya no se admira cuando

algún mortal, al verse en tal delicia,

las gracias canta a su deidad propicia.

 

Quien vio surcado el mar, minas, gigantes,

sangrientas amazonas, gente extraña

y límites distantes

(de humana audacia no, mas sí del mundo)

y el piélago profundo

hiende con ancha nave;

volviendo rico a España,

en el tranquilo hogar vivir no sabe,

desprecia la cabaña,

la barca y red que le ocupó primero

antes que fuese osado marinero.

 

El joven que una vez del tracio Marte,

de pálidos cadáveres cercado,

tremoló el estandarte,

y en el carro triunfal fue conducido,

en su patria aplaudido

con bélico trofeo

y júbilo aclamado;

por volver a la lid arde en deseo,

y desdeña el arado,

hijo, esposa, padre, mesa y lecho;

sólo el guerrero honor le llena el pecho.

 

Y el que al divino Moratín oyere

los metros que el timbreo dios le inspira,

y el brío con que hiere

la cítara de Píndaro sagrada,

ya nunca más le agrada

la humana voz ni sones

de otra cualquiera lira,

por más que suenen ínclitas canciones

que necio el vulgo admira.

Canta, pues, entre todos el primero,

y calle Ercilla, Herrera, Horacio, Homero.

 

Canción, dile a mi amigo

que me falta el aliento;

y que cuando cantar su gloria intento,

callo mil veces más de lo que digo.

 

A la primavera, después de la muerte de filis

No basta que en su cueva se encadene

el uno y otro proceloso viento,

ni que Neptuno mande a su elemento

con el tridente azul que se serene;

 

ni que Amaltea el fértil campo llene

de fruta y flor, ni que con nuevo aliento

al eco den las aves dulce acento,

ni que el arroyo desatado suene.

 

En vano anuncias, verde primavera,

tu vuelta de los hombres deseada,

triunfante del invierno triste y frío.

 

Muerta Filis, el orbe nada espera,

sino niebla espantosa, noche helada,

sombras y susto como el pecho mío.

Tomado de:

https://www.poeticous.com/jose-cadalso?locale=es

 

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