Crimen
¡Qué puñalada
le ha propinado el viento
a la granada!
1928
Debo llegar...
Para el poeta Carlos Montemayor
Cuento las horas: fuga indetenible,
vendado navegar en mar sin agua:
incesante caer de vida inerte
en el hambre insaciable del vacío,
Cuento las horas: gotas agotadas,
creciente angustia en resignado avance
que rueda en la cascada del olvido;
rostros que emigran y no vuelven nunca.
Ya se acerca el final. ¡Playa a la vista!
La orden de bajar vibra en el aire.
Debo llegar... Pero llegar ¿a dónde?
y si llego sin mí... ¿para qué llego?
Crece mi duda ante el dilema trágico
en que debo sufrir el desenlace:
de abandonar mi cuerpo a la deriva,
o morirme con él, eternamente.
Sin mi cuerpo no hubiera yo tenido
el infierno carnal que me dio temple,
por eso en él me quedo, hasta que juntos,
al mismo tiempo nos volvamos tierra.
Décimas de amor
I
Amor, amor traicionado
por mí -que tanto te quiero-
al imponerte el sendero
en que has sido desdichado.
Amor, por mí atormentado:
ya no puedo remediar
mi culpa y hacer llegar
lo que tu anhelo esperaba.
Amor, mi vida se acaba,
ya no es tiempo de empezar.
II
Amor: avidez errante,
torbellino incontenible,
esencia de lo terrible
en incendio alucinante.
Con tu codicia incesante
en mí vives arraigado
y exiges que, enamorado
me entregue cuando me doy.
Amor: ¿no sabes que estoy
sólo de ti enamorado?
III
Eres, amor: sed y anhelo,
hambre, delirio, locura,
azúcar de la amargura
y amargura del desvelo.
Eres infierno, eres cielo,
la esperanza enardecida,
el desangre sin herida,
lo que nos forma y deshace.
Eres la muerte que nace
continuamente en la vida.
IV
Amor: has amado tanto
y sin embargo te siento
férvido, puro, sediento,
sin decepción ni quebranto.
No te mina el desencanto
por lo que has sufrido ya,
ni te importa si será
mentira lo venidero:
porque eres como el venero
que existe por lo que da.
V
Amor, inaudita hoguera
e la entraña del invierno
de mi vida, atroz infierno:
¡cómo crecerte quisiera!,
mas sin dicha y sin espera
a mi muerte me adelanto
y preso en el desencanto
es mi corazón senil:
hielo en martirio febril
descongelándose en llanto.
Décimas al corazón
I
Corazón: no te atormentes
porque traicionen tu amor,
espera un tiempo mejor
y jamás te desalientes.
Soporta el dolor que sientes
hasta que tu vida obtenga
la rebelión que te abstenga
de añorar lo que se fue,
y a solas medita que
no hay mal que por bien no venga.
II
Corazón: no estoy cansado
de tanto querer amar
y de amar para buscar
el amor que no ha llegado.
Sigue conmigo enraizado
en un pacto que persista
mientras la esperanza exista,
que aunque Suframos engaños
no hay mal que dure cien años
ni cuerpo que lo resista.
III
Corazón: ¡cómo has sufrido
por mi culpa!, yo lo sé;
pero no pierdas la fe
ni ya te des por vencido.
El amor que no ha venido
pronto vendrá, ten confianza,
y sin medir la tardanza
que en mí tu vigor perdure:
que mientras la vida dure
lugar tiene la esperanza.
IV
Antes, al verte sufrir,
corazón, yo no entendía,
y aunque tus penas veía
nunca las pude asumir.
En cambio, hoy sé compartir
el suplicio que te enciende,
porque ya mi vida entiende
que existen, en conclusión:
razones del corazón
que la razón no comprende.
Dentro de mí
Con los ojos
altamente asomados a la noche
contemplo las estrellas
y, dentro de mí,
en el río incansable de mi sangre,
las siento y las descubro
reflejadas,
luminosas y hondas,
como si mi entraña fuera
el mismo cielo
en donde están ardiendo.
Desasosiego
El fuego quemo y consume.
El hielo quemo y conservo.
I
Esta inquietud indomable
de estar sin querer estar
y al pisar otro lugar
regresar inconsolable.
Este anhelar incansable
de partir para llegar
sin nunca poder llenar
mi soledad inmutable.
Este meditar extremo
que inquiere, desesperado,
a lo invisible que temo.
Y en mi fuego, congelado
solo y a solas me queme
en deshielo enamorado...
II
Esta esperanza encendida
que me lanza a caminar
en un constante buscar
la emoción desconocida.
Esta lucha sumergida
de creer y de dudar
y, a mi juventud perdida,
sin que la pueda olvidar.
Este pensar que no sabe
nada de nada y que quiere
que ya la vida se acabe,
y la muerte que no hiere,
y el alma que ya no cabe
y en lenta asfixia se muere.
En la sombra
Era sed de muchos años
retenida por mi cuerpo,
palabras encadenadas
que nunca pude decir
sino en los labios del sueño.
Era la tierra agrietada,
reseca, sin una planta,
que espera sentir la lluvia
en un afán de caricia
que le sacie la garganta.
Era yo vuelto hacia ti
que nunca te conocía,
porque fuiste de mil modos
en los sueños, en las horas
y en los ojos de la vida.
Eras todo lo que encierra
una expresión de belleza:
la rosa, el fruto, los ríos;
el color de los paisajes
y la savia de los pinos.
Y de pronto, junto a mí,
al alcance de mi mano,
como manojo de trigo
que pudiera retener
sobre mi pecho guardado.
¡Todo tu cuerpo en mi cuerpo,
por el sueño maniatados,
y tan cerca de la muerte
que la vida no sabía
cómo volver a encontrarnos!
Erotismo de mente
De desnuda donde está,
brilla la estrella
Rubén Darío
Cuando en noches anuentes
de intimidad celeste
contemplo las estrellas
desnudamente bellas:
me invaden arrebatos
de cósmica lujuria
y sufro y desespero
al no poder siquiera
coger alguna de ellas.
Imposible
Mi corazón se pierde en la nevada
ascensión de tu cuerpo, sin consuelo,
y enfrías la fuerza del anhelo
en medio de tu carne congelada.
Cada día te ofrezco una alborada
de ilusión y de vida, todo un cielo
palpitante de sol, que funda el hielo
y transforme tu cuerpo en llamarada.
Pero toda mi vida es poca vida
para matar la muerte que se esconde
y circula en tu sangre adormecida.
Has desatado el nudo de tus brazos,
tu voz a mi llamado no responde,
y es sólo un eco el paso de tus pasos.
Tomado de:
http://amediavoz.com/nandino.htm
Nocturno a tientas
A oscuras, yacentes
en el mismo lecho,
somos brasas despiertas
que vigilan
el pulso de sus lumbres.
Me animo y aventuro
mi mano por su cuerpo:
voy encontrando
laderas y llanuras,
asomo de pezones
y un par de lomas redondas
que en un precipicio
aparta,
haciendo entre las dos
una cañada.
A tientas
en su fondo palpo
un inasible vello
casi sueño…
Parece que ando cerca
de las puertas del cielo.
El merodeo prosigue
y después
de subidas y bajadas,
bajadas y subidas,
doy con algo
inédito y matrero.
– ¡Hallazgo afortunado
que al fin me queda
como anillo al dedo! -
Amor sin muerte
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Quevedo
Amo y al amar yo siento
que existo, que tengo vida
y soy mi fuga encendida
en constante nacimiento.
Amo y en cada momento
amar, es mi muerte urgida,
por un amor sin medida
en incesante ardimiento.
Mas cuando amar ya no intente
porque mi cuerpo apagado
vuelva a la tierra absorbente:
todo será devorado,
pero no el amor ardiente
de mi polvo enamorado.
Tomado de:
https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-elias-nandino/
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