miércoles, 23 de febrero de 2022

POEMAS DE GABINO-ALEJANDRO CARRIEDO


A VECES, CUANDO LLUEVE

 

A veces llueve en el rincón del patio

y entonces pienso que el gentío se moja.

Se siente frío, es la verdad, no todos

comprenden que estar solo no es alegre.

 

A veces llueve, es cierto, en la alameda

donde los chicos juegan en verano

con sus fusiles que recuerdan cosas

que nunca quiero recordar ni debo.

 

A veces es abril; otras, otoño.

A veces cuando escribo a la familia

o bien sentado sueño en la ventana,

contemplo cómo pastan las ovejas.

 

Y a veces me despeno cuando llueve;

entonces me imagino en la colina

con la paz en los ojos divisando

la tranquila ciudad que abraza el Duero.

 

Pero estoy en la cama simplemente

y escuchando llover tras los cristales

con una soledad no compartida

que nunca puedo digerir del todo.

 

Dibujo —entonces, seres no nacidos

que buscan a su padre en mi despensa,

figuras de latón junto a la estufa,

madres que hacen carbón con los cartones.

 

A veces, cuando llueve, no distingo

la luz pintada y, entre tanto, nada

me impide ver el mundo y su amargura,

la vida y su desnuda realidad.

 

Pero a veces, también, contemplo el mundo,

cuando llueve, con ojos comedidos,

y leyendo los diarios de la tarde

las horas paso haciendo crucigramas.

 

Cuando llueve es mejor poner la Radio

Nacional y escuchar al locutor:

un pato que se ha ahogado en el estanque

y un discurso del Papa alas monjitas;

 

una revista en el Martín, pantanos

que se inauguran cada dos por tres,

una venta de restos post-balance,

Gibraltar, muebles López y un refresco.

 

Pero a veces, también, y cuando llueve

contemplo que no hay cómodas ni mesas

en la casa, ni nadie que te mire

con ternura y te vele por la noche;

 

ni leche que tomar por la mañana

cuando. despiertas, como en un susurro,

ni quien —novia— te dé los buenos días

ni nada cuando llueve en el alféizar.

 

Por eso lloro amargamente entonces...

 

 

ENVÍO A CARLOS EDMUNDO EN ESTA HORA PRECURSORA DEL SILENCIO

 

¡Oh, amigo, el de las blandas ligaternas,

el imberbe barbado, el verde monje,

mira por dónde estoy, tú, el que me miras

con los ojos perversos, tú, el incauto!

 

¡Oh, amigo, el de las pronas multitudes,

el de comer terreno a los pinares!

¿Sabes dónde están, tú, las madreselvas,

dónde el cierzo de marzo, ¿dónde, dime?

 

Por los muros de todos los retretes

está escrito mi nombre; en los caminos

están las ramas de este arbusto seco,

¡y tú me has preguntado todavía!

 

¡Oh, amigo, el boquiabierto, el almenado,

el que ha manado luz, el sudoroso,

el oso que se escuda y aparece

gentil pasando láminas y pájaros!

 

Tú, el que anochece con el sol tardío,

mezcla de papa y moscas. ¡Pena impune!

¡Oh, liso pope de epopeya y gallo

que puso encima de las crestas cristos!

 

Te diré mi secreto: estoy contrito,

un mito me acontece y me destroza,

persevero en el éxtasis y arguyo

que los ancianos piensan margaritas.

 

Una cosa es verdad: que la mar crece,

que el llanto es puntiagudo y que la arcilla

es fábula no hablada, es pino seco,

es moco de titanes y es tiniebla.

 

Ven que te cuente el sucedido innoble,

el dicho y hecho en caridad, el sísmico

batir alas del cerdo, el holocausto

verdinegro de todas las criaturas.

 

Oh, amigo, el que pulsaba los rabeles

con hilos de su pelo, el tenebroso

que tiene brasas en los dedos, dados

para jugar al rododendro, ¡escucha!

 

 

BREVE HISTORIA DE LOS MUERTOS

 

Los hombres que murieron se aparecen

en el transcurso de las santas noches.

Llevan como un son lento de campanas

en las peladas piernas

y, si hablan, aseguran que hay un mundo

que nadie conocemos.

 

Vienen de lejos y andan por las trochas

como dolientes algas;

verdes están los hombres que murieron

lo mismo que estálo el río;

guardan recuerdos que no olvidan

y, lentos, cruzan lentamente

aquella esquina oscura que descubren,

aquella calle fría y solitaria

el patio aquel de la mansión,

el corredor envuelto en nubes,

la habitación aquella en que soñaron,

la vida toda, espeluznante y tonta.

 

Los muertos salen por la noche

acicalados y recién planchados

y con temor se acercan de hacer ruido

para tocar la silla en que sentaban,

la mesilla de noche y el tintero

y hasta el plumero para el polvo.

 

Luego, como si nada sucediera o hubiera

sucedido una vez,

abren las cartas que llegaron tarde,

concluyen la lectura del periódico

del día de su fallecimiento,

hurgan un poco en la despensa,

contemplan a los hijos que reposan

y se van por la puerta, sigilosos,

un algo tristes, pero confortados

porque no hay novedad, porque aun sin ellos,

parece que todo marcha,

pues está recogida la cocina

y el grifo no gotea.

Tomado de:

https://www.poesi.as/Gabino-Alejandro_Carriedo.htm

 

INFORMANDO

 

 

 

Por la mañana vino a parar este señor,

 

a preguntar por usted,

 

a llevarse su libro,

 

a llevarse las cosas que había encima de la mesa

 

donde puso la carta escrita anoche,

 

donde estaba el tintero,

 

la pluma estilográfica, el llavero,

 

y donde vagos recuerdos de amigo había

 

y la fotografía de una mujer

 

que dijo servían de prueba.

 

 

Ha venido por sus pasos al patio,

 

entró hasta el comedor,

 

se detuvo mirando los tapices,

 

lo registraba todo

 

y después ha vuelto nuevamente al despacho

 

donde había montones de papeles,

 

montones de carpetas,

 

montones de notas sospechosas como de negocios

 

(nunca me advirtió nada usted).

 

 

 

Más tarde ha preguntado por su madre,

 

la pobrecita apenas tenerse puede en pie

 

y ni siquiera pudo hablar.

 

 

 

A mí me ha dicho que si era yo algo suyo,

 

que cuánto tiempo hacía de una cosa

 

y qué visitas recibió.

 

 

 

Después de concluido el atestado

 

se han llevado el cadáver de usted en la ambulancia.

 

Había demasiada gente en el portal.

 

Daba tristeza, puede usted creerlo.

 

Yo estoy roto de llorar y no doy pie con bola.

 

                            De Del mal el menos, 1952

 

EL AIRE MALO DE MI VIDA

 

       La vida plena calla.

        Los hombres se han dormido en la tiniebla

        y aguardan, impasibles.

        La vida bella acata.

        Los pájaros, los álamos

        esperan en la noche.

        Los hombres cuerdos que se duermen dicen.

        Los cuervos no hablan, callan.

        Toda calla en silencio doblemente,

        pero nadie renuncia.

        Impasibles estamos aguardando:

        el beso, el soplo, el despertar, la nueva

        que llega presurosa.

        Pertenecemos al difuso marco

        de la noche.

        Por eso hablan los pájaros primero;

        después habla la voz de la conciencia.

        La vida repercute,

        la boca se agiganta, el labio agrandase,

        se pronuncian las sílabas con miedo.

        Somos los hijos plenos

        de la noche que calla.

        Los pájaros, los álamos

        y el viento que se duerme en la tiniebla.

        Pero callan las horas, calla el hombre,

        callan los goznes de las puertas muertas

 

        La vida bella acata.

        ¡Oh, es forzoso decir que éste es el mundo!

 

        Lo inevitable huele,

        se palpa en la mejilla el color póstumo,

        se adivina el temblor que termina.

        Por eso es preferible salir pronto

        saludando al pañuelo que se pudre.

        ¡Los sin remedio, amigos, que se cierne!

 

 

 

DEFINICIÓN DEL ÁNGEL

 

 

 

Primero fui testigo de la guerra; luego, caballeroso.

 

Desde el principio de las cosas tiemblo,

 

por esos huesos húmedos cabalgo,

 

no estoy dispuesto a nada.

 

Temor de ser cuando se suena y miedo

 

de encontrarse sin voz; no escribo, digo;

 

miedo de ser mortal.

 

Sin curación posible habito el mármol,

 

el ala blanca de mi norma cierta,

 

mi celebrado porte.

 

Quieto, partido en dos, sin plumas, crezco, sudo

 

me doy a la oración y caso ruidos

 

debajo de la manta y en la alfombra;

 

(desde el principio tiemblo).

 

Extranjero. Rebelde. Temo mucho.

 

Miedo a ser eficaz, un miedo previo

 

y alucinadamente lo revoco,

 

me lo convierto en sal. Ángel no cura:

 

la razón de la vida está en la muerte.

 

            EL HOMBRE ES UN PEDAZO DE ANIMAL

 

 

 

Hablo al final del hombre, ingenuo gato

zafándose por la teja

como un difunto más.

 

 

 

Hablo del hombre transitivo,

con sus patas pedestres

y las otras sus dos patas

agresivas.

 

 

 

Hablo del hombre,

 

que amanece impertinente,

 

digamos se confunde superior.

 

 

 

Que come, esculpe y pernocta

como cualquier mosca enferma.

 

 

 

Es el hombre este que digo

cuasi perfecto bruto.

Veámosle cuando le dicen vamos

y viene si le dan un aliciente.

 

 

 

El hombre, que no cree (lo que se dice),

 

que miente su palabra por un pan,

 

que falta como Herodes,

 

que por el grajo siente envidia

 

y es capaz de matar si se lo dieta

 

su conciencia,

 

qué es lo que espera?, ¿(qué hace

este puro pedazo de animal?

 

 

EL PERRO   

 

 

 

              El perro.  Es curioso.  Siempre el perro

              con su cabeza espesa de codorniz.

             El misterio durar podrá no mucho

             pero ahí está el perro.

             Es curioso, hace como que mueve la cola

              y en realidad vuela si le asustan.

Tomado de:

http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/espanha/gabino_alejandro_carriedo.html

 

Soneto de la mujer gorda

Perfil de cama tienes, mujer hueca.

¡Qué lástima tener perfil de vaca!

Estás más gorda cuanto más destaca

tu empecatada mole de ama seca.

 

No saques el perfil de hilo de rueca,

más bien tu enorme culo de oca saca;

saca ese saco de tu cuerpo, Paca,

trueca la oscura roca de tu peca.

 

No peca quien se obceca un poco y toca

boca con mueca donde cuelga el moco

que abre la saca loca del tabaco.

 

¡Tú empecatada mole de acre foca!

¡Qué lástima tener perfil de coco,

mujer de cama hueca o hueco saco!

 

Teoría de la construcción

A vuestros materiales sometidos.

 

P. N.

 

Siento y me crezco y me recrezco oyendo

gemir la grúa, el compresor, la hormigonera

dentro de mí. Venía

tu material, oh pueblo, a punto.

Se levantaba el edificio

—jácenas y pilares, riostras y bovedillas—.

Iba creciendo la estructura,

los paramentos de ladrillo visto,

los enlucidos de tu yeso negro,

las manos empeñadas y rendidas

a vuestros materiales sometidos.

 

Yo me crecía al ver a las cuadrillas

los cercos recibir. Los oficiales

alicataban la pared. Yo hacía

como que no veía, pero abría

tu primer saco de cemento

y, oh pueblo, ¿para qué?

Contemplando me paso ese trajín

de los camiones que descargan áridos,

oigo también los cantos digitales

de las manos partidas y entregadas.

a vuestros materiales sometidos.

 

Más tarde —lo recuerdo—iba en aumento

la popular indignación. Tenemos

de común las baldosas, el forjado,

los tubos de la luz, la cal, la noble

carpintería de taller, quién sabe,

pero, pueblo, quién sabe la herramienta

que habrá que manejar. Si gimo,

si tú gimes, si él tiembla, si gemimos,

si vosotros gemís y si ellos tiemblan,

tarde o temprano habrá que abrir las puertas

a vuestros materiales sometidos.

 

Siento y me crezco y me recrezco oyendo

chirriar la grúa, el compresor, la hormigonera

dentro de mí. Y está,

tu voluntad, oh pueblo, apunto.

y el edificio crece

—jácenas y pilares, riostras y bovedillas—,

crece pausadamente, pero crece

e inevitablemente irá creciendo

hasta adquirir la forma de la estrella

que ha de prestarles dimensiones válidas

a vuestros materiales sometidos.

Tomado de:

https://www.poeticous.com/gabino-alejandro-carriedo?locale=es

 

 

 

 

 

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