A VECES, CUANDO LLUEVE
A veces llueve en el rincón del patio
y entonces pienso que el gentío se moja.
Se siente frío, es la verdad, no todos
comprenden que estar solo no es alegre.
A veces llueve, es cierto, en la alameda
donde los chicos juegan en verano
con sus fusiles que recuerdan cosas
que nunca quiero recordar ni debo.
A veces es abril; otras, otoño.
A veces cuando escribo a la familia
o bien sentado sueño en la ventana,
contemplo cómo pastan las ovejas.
Y a veces me despeno cuando llueve;
entonces me imagino en la colina
con la paz en los ojos divisando
la tranquila ciudad que abraza el Duero.
Pero estoy en la cama simplemente
y escuchando llover tras los cristales
con una soledad no compartida
que nunca puedo digerir del todo.
Dibujo —entonces, seres no nacidos
que buscan a su padre en mi despensa,
figuras de latón junto a la estufa,
madres que hacen carbón con los cartones.
A veces, cuando llueve, no distingo
la luz pintada y, entre tanto, nada
me impide ver el mundo y su amargura,
la vida y su desnuda realidad.
Pero a veces, también, contemplo el mundo,
cuando llueve, con ojos comedidos,
y leyendo los diarios de la tarde
las horas paso haciendo crucigramas.
Cuando llueve es mejor poner la Radio
Nacional y escuchar al locutor:
un pato que se ha ahogado en el estanque
y un discurso del Papa alas monjitas;
una revista en el Martín, pantanos
que se inauguran cada dos por tres,
una venta de restos post-balance,
Gibraltar, muebles López y un refresco.
Pero a veces, también, y cuando llueve
contemplo que no hay cómodas ni mesas
en la casa, ni nadie que te mire
con ternura y te vele por la noche;
ni leche que tomar por la mañana
cuando. despiertas, como en un susurro,
ni quien —novia— te dé los buenos días
ni nada cuando llueve en el alféizar.
Por eso lloro amargamente entonces...
ENVÍO A CARLOS EDMUNDO EN ESTA HORA PRECURSORA DEL SILENCIO
¡Oh, amigo, el de las blandas ligaternas,
el imberbe barbado, el verde monje,
mira por dónde estoy, tú, el que me miras
con los ojos perversos, tú, el incauto!
¡Oh, amigo, el de las pronas multitudes,
el de comer terreno a los pinares!
¿Sabes dónde están, tú, las madreselvas,
dónde el cierzo de marzo, ¿dónde, dime?
Por los muros de todos los retretes
está escrito mi nombre; en los caminos
están las ramas de este arbusto seco,
¡y tú me has preguntado todavía!
¡Oh, amigo, el boquiabierto, el almenado,
el que ha manado luz, el sudoroso,
el oso que se escuda y aparece
gentil pasando láminas y pájaros!
Tú, el que anochece con el sol tardío,
mezcla de papa y moscas. ¡Pena impune!
¡Oh, liso pope de epopeya y gallo
que puso encima de las crestas cristos!
Te diré mi secreto: estoy contrito,
un mito me acontece y me destroza,
persevero en el éxtasis y arguyo
que los ancianos piensan margaritas.
Una cosa es verdad: que la mar crece,
que el llanto es puntiagudo y que la arcilla
es fábula no hablada, es pino seco,
es moco de titanes y es tiniebla.
Ven que te cuente el sucedido innoble,
el dicho y hecho en caridad, el sísmico
batir alas del cerdo, el holocausto
verdinegro de todas las criaturas.
Oh, amigo, el que pulsaba los rabeles
con hilos de su pelo, el tenebroso
que tiene brasas en los dedos, dados
para jugar al rododendro, ¡escucha!
BREVE HISTORIA DE LOS MUERTOS
Los hombres que murieron se aparecen
en el transcurso de las santas noches.
Llevan como un son lento de campanas
en las peladas piernas
y, si hablan, aseguran que hay un mundo
que nadie conocemos.
Vienen de lejos y andan por las trochas
como dolientes algas;
verdes están los hombres que murieron
lo mismo que estálo el río;
guardan recuerdos que no olvidan
y, lentos, cruzan lentamente
aquella esquina oscura que descubren,
aquella calle fría y solitaria
el patio aquel de la mansión,
el corredor envuelto en nubes,
la habitación aquella en que soñaron,
la vida toda, espeluznante y tonta.
Los muertos salen por la noche
acicalados y recién planchados
y con temor se acercan de hacer ruido
para tocar la silla en que sentaban,
la mesilla de noche y el tintero
y hasta el plumero para el polvo.
Luego, como si nada sucediera o hubiera
sucedido una vez,
abren las cartas que llegaron tarde,
concluyen la lectura del periódico
del día de su fallecimiento,
hurgan un poco en la despensa,
contemplan a los hijos que reposan
y se van por la puerta, sigilosos,
un algo tristes, pero confortados
porque no hay novedad, porque aun sin ellos,
parece que todo marcha,
pues está recogida la cocina
y el grifo no gotea.
Tomado de:
https://www.poesi.as/Gabino-Alejandro_Carriedo.htm
INFORMANDO
Por la mañana vino a parar este señor,
a preguntar por usted,
a llevarse su libro,
a llevarse las cosas que había encima de la mesa
donde puso la carta escrita anoche,
donde estaba el tintero,
la pluma estilográfica, el llavero,
y donde vagos recuerdos de amigo había
y la fotografía de una mujer
que dijo servían de prueba.
Ha venido por sus pasos al patio,
entró hasta el comedor,
se detuvo mirando los tapices,
lo registraba todo
y después ha vuelto nuevamente al despacho
donde había montones de papeles,
montones de carpetas,
montones de notas sospechosas como de negocios
(nunca me advirtió nada usted).
Más tarde ha preguntado por su madre,
la pobrecita apenas tenerse puede en pie
y ni siquiera pudo hablar.
A mí me ha dicho que si era yo algo suyo,
que cuánto tiempo hacía de una cosa
y qué visitas recibió.
Después de concluido el atestado
se han llevado el cadáver de usted en la ambulancia.
Había demasiada gente en el portal.
Daba tristeza, puede usted creerlo.
Yo estoy roto de llorar y no doy pie con bola.
De Del mal el menos, 1952
EL AIRE MALO DE MI VIDA
La vida plena
calla.
Los hombres
se han dormido en la tiniebla
y aguardan,
impasibles.
La vida
bella acata.
Los pájaros,
los álamos
esperan en
la noche.
Los hombres
cuerdos que se duermen dicen.
Los cuervos
no hablan, callan.
Toda calla
en silencio doblemente,
pero nadie
renuncia.
Impasibles
estamos aguardando:
el beso, el
soplo, el despertar, la nueva
que llega
presurosa.
Pertenecemos
al difuso marco
de la noche.
Por eso hablan los pájaros primero;
después
habla la voz de la conciencia.
La vida
repercute,
la boca se
agiganta, el labio agrandase,
se
pronuncian las sílabas con miedo.
Somos los
hijos plenos
de la noche
que calla.
Los pájaros,
los álamos
y el viento
que se duerme en la tiniebla.
Pero callan
las horas, calla el hombre,
callan los
goznes de las puertas muertas
La vida
bella acata.
¡Oh, es
forzoso decir que éste es el mundo!
Lo
inevitable huele,
se palpa en
la mejilla el color póstumo,
se adivina
el temblor que termina.
Por eso es
preferible salir pronto
saludando al
pañuelo que se pudre.
¡Los sin
remedio, amigos, que se cierne!
DEFINICIÓN DEL ÁNGEL
Primero fui testigo de la guerra; luego, caballeroso.
Desde el principio de las cosas tiemblo,
por esos huesos húmedos cabalgo,
no estoy dispuesto a nada.
Temor de ser cuando se suena y miedo
de encontrarse sin voz; no escribo, digo;
miedo de ser mortal.
Sin curación posible habito el mármol,
el ala blanca de mi norma cierta,
mi celebrado porte.
Quieto, partido en dos, sin plumas, crezco, sudo
me doy a la oración y caso ruidos
debajo de la manta y en la alfombra;
(desde el principio tiemblo).
Extranjero. Rebelde. Temo mucho.
Miedo a ser eficaz, un miedo previo
y alucinadamente lo revoco,
me lo convierto en sal. Ángel no cura:
la razón de la vida está en la muerte.
EL HOMBRE ES UN PEDAZO DE ANIMAL
Hablo al final del hombre, ingenuo gato
zafándose por la teja
como un difunto más.
Hablo del hombre transitivo,
con sus patas pedestres
y las otras sus dos patas
agresivas.
Hablo del hombre,
que amanece impertinente,
digamos se confunde superior.
Que come, esculpe y pernocta
como cualquier mosca enferma.
Es el hombre este que digo
cuasi perfecto bruto.
Veámosle cuando le dicen vamos
y viene si le dan un aliciente.
El hombre, que no cree (lo que se dice),
que miente su palabra por un pan,
que falta como Herodes,
que por el grajo siente envidia
y es capaz de matar si se lo dieta
su conciencia,
qué es lo que espera?, ¿(qué hace
este puro pedazo de animal?
EL PERRO
El
perro. Es curioso. Siempre el perro
con su
cabeza espesa de codorniz.
El
misterio durar podrá no mucho
pero
ahí está el perro.
Es
curioso, hace como que mueve la cola
y en
realidad vuela si le asustan.
Tomado de:
http://www.antoniomiranda.com.br/iberoamerica/espanha/gabino_alejandro_carriedo.html
Soneto de la mujer gorda
Perfil de cama tienes, mujer hueca.
¡Qué lástima tener perfil de vaca!
Estás más gorda cuanto más destaca
tu empecatada mole de ama seca.
No saques el perfil de hilo de rueca,
más bien tu enorme culo de oca saca;
saca ese saco de tu cuerpo, Paca,
trueca la oscura roca de tu peca.
No peca quien se obceca un poco y toca
boca con mueca donde cuelga el moco
que abre la saca loca del tabaco.
¡Tú empecatada mole de acre foca!
¡Qué lástima tener perfil de coco,
mujer de cama hueca o hueco saco!
Teoría de la construcción
A vuestros materiales sometidos.
P. N.
Siento y me crezco y me recrezco oyendo
gemir la grúa, el compresor, la hormigonera
dentro de mí. Venía
tu material, oh pueblo, a punto.
Se levantaba el edificio
—jácenas y pilares, riostras y bovedillas—.
Iba creciendo la estructura,
los paramentos de ladrillo visto,
los enlucidos de tu yeso negro,
las manos empeñadas y rendidas
a vuestros materiales sometidos.
Yo me crecía al ver a las cuadrillas
los cercos recibir. Los oficiales
alicataban la pared. Yo hacía
como que no veía, pero abría
tu primer saco de cemento
y, oh pueblo, ¿para qué?
Contemplando me paso ese trajín
de los camiones que descargan áridos,
oigo también los cantos digitales
de las manos partidas y entregadas.
a vuestros materiales sometidos.
Más tarde —lo recuerdo—iba en aumento
la popular indignación. Tenemos
de común las baldosas, el forjado,
los tubos de la luz, la cal, la noble
carpintería de taller, quién sabe,
pero, pueblo, quién sabe la herramienta
que habrá que manejar. Si gimo,
si tú gimes, si él tiembla, si gemimos,
si vosotros gemís y si ellos tiemblan,
tarde o temprano habrá que abrir las puertas
a vuestros materiales sometidos.
Siento y me crezco y me recrezco oyendo
chirriar la grúa, el compresor, la hormigonera
dentro de mí. Y está,
tu voluntad, oh pueblo, apunto.
y el edificio crece
—jácenas y pilares, riostras y bovedillas—,
crece pausadamente, pero crece
e inevitablemente irá creciendo
hasta adquirir la forma de la estrella
que ha de prestarles dimensiones válidas
a vuestros materiales sometidos.
Tomado de:
https://www.poeticous.com/gabino-alejandro-carriedo?locale=es
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