viernes, 12 de enero de 2024

POEMAS DE GRISELDA ÁLVAREZ PONCE DE LEÓN


Anatomía superficial

 

Oreja, mano, brazo, pierna, ojo,

tu mitad que se ajusta con la mía

en la superficial anatomía

donde corren tu audacia y mi sonrojo.

 

Para la sed, en tu belleza mojo

los ojos insolados de alegría

y convencida de mi paganía

el árbol del asombro te deshojo.

 

Apariencia no más. Por dentro explora

tu oscuridad, tu sal, tu vericueto,

virus, microbio, célula y espora;

 

sangre y poder total es tu sujeto:

la fealdad adentro te decora

y te tiembla de muerte el esqueleto.

 

 

Lejana arquitectura

 

Vejez, llévate todo: cutis terso

donde viajaron manos persuasivas,

ojos radiantes, lámparas votivas

que iluminaron noches de universo.

 

Llévate aquel andar que como en verso

mis firmes piernas eran decisivas.

Yo buscaba las cosas sustantivas

quizá muy lejos de un afán perverso.

 

Llévate de la avispa mi cintura,

dimensión increíble, lozanía,

llévate de mis senos la blancura

 

y el negro de mi pelo en armonía.

Llévate mi lejana arquitectura.

Pero déjame entera mi alegría.

 

 

Viento

 

¡Qué fantasma es el tuyo! Qué presencia

derrama exacto cuando lo convoco:

reconstruye tu olor, tus pasos, toco

la superficie de tu residencia.

 

¡Qué forma de copiarme tu apariencia!

Qué completo tu abrazo si lo evoco

y cómo se disuelve poco a poco

en esta larga noche de la ausencia.

 

Y así paloma en llanto la neblina

se sacude la noche despeinada

mientras que tu fantasma se esfumina.

 

No sé si fue tu sombra enamorada

la que dentro hoy se me ilumina.

Afuera: viento sólo viento. Nada.

 

 

Vello

Césped infante cubre tu llanura

a tornaluz tal vez rubio de paja

que ahí donde la luz se resquebraja

en bosque limitado se inaugura.

 

Alfombra tierna, dime ¿de qué hondura

nació la sangre que en tu piel trabaja,

para que germinaras con ventaja

y más seda se hiciera tu envoltura?

 

Sutileza del aire con que roza

tu ligero vellón en desaliño,

quizá en algún lugar selva tortuosa,

 

quizá en algún lugar prado lampiño.

A mis dientes corderos suelto ansiosa

para que trisquen en tu césped niño.

Tomado de:

https://www.poemas-del-alma.com/griselda-alvarez-ponce-de-leon-mexico-de-mi-vida.htm

 

 

Boca

En donde la sonrisa es un suceso,

agresor el contorno de castigo,

el labio al rastrear, como enemigo,

la mordida ritual y nido el beso,

en donde tiembla el corazón opreso

porque al salirse quiere estar conmigo,

de otra finalidad su fin desligo:

forjada solamente para el beso.

Y sube el beso a tientas escalones

de miedo entre las vértebras oscuras

y se llena de eléctricas razones

al llegar de tu boca a las alturas.

¡De par en par se abran los pulmones

por alargar la dicha que inauguras!

 

 

Cuello

Algo de orgullo, mucho de eficacia.

Por sostener con propiedad la cumbre

el cuello toro se alza en reciedumbre

y afina los contornos de la gracia.

El sol de todos vuelca democracia

y en la nuca te da besos de lumbre,

mientras la voz naufraga por costumbre

en el silencio de tu idiosincrasia.

Se te cruzan las lianas de la vida:

donde un árbol de sangre te engalana,

donde un árbol de fuerza me intimida,

donde un árbol en viento se desgrana,

mientras al frente luces, malcomida,

cual testigo de cargo, la manzana.

Tomado de:

https://lalecturayelvuelo.files.wordpress.com/2014/01/poemas-griselda-alvarez.pdf

 

 

POEMA LETANIA EROTICA PARA LA PAZ

 

Amado, ven, asómate al principio del mundo.

Somos los mismos, mismos de hace cincuenta mil años.

Somos aquellos, estos, los de allá, los de siempre

y los que han de seguirnos y los que vendrán luego.

 

Eras solo. Eras entonces solo.

En el pecho llevabas un hueco.

Las auroras eran amargas

como niños ciegos que quieren saber de qué color es el viento.

Eras entonces solo.

A veces la arena te subía hasta los ojos.

En cambio el agua te daba en los pies imágenes truncas.

Corrías por las orillas de todos los horizontes

y sobre el filo de las tardes

le gritabas al abismo.

Él recogía tu voz, la adornaba con matices raros

y la maduraba en ecos para que no te sintieras solo.

El abismo era tu amigo.

 

 

Pero eras entonces solo.

 

Otras veces llevabas tu soledad hasta el crepúsculo

y aquel incendio mudo se te iba para adentro.

Después te barnizaba un malestar luminoso.

 

La noche era tu enemiga.

Inacabable, sabía estirarse en dimensiones inauditas, adelgazarse

hasta ser como un hilo cortante y molesto,

con rumores de sordos quejidos.

A veces te golpeaba en monorritmos

con un nombre que no conocías, como si fuera hecho de lluvia.

 

 

Es que la noche vivía sola.

 

El lecho era también tu enemigo. Sin ojos te miraba con fijeza.

te escarbaba con sombras.

Te enardecía con desprendimientos.

Tejía brazos como trenzas para sofocarte.

Inventaba respiraciones cálidas,

tactos imposibles.

 

Había más: tu pensamiento no te dejaba descansar.

No podías separarte de él. Con su maleza de preguntas

te enredaba el día.

Tu pensamiento sin palabras, incomunicado

en la cárcel de tu cabeza.

Tu pensamiento absorto ante la carcajada del trueno.

Tu pensamiento sorprendido ante lo inútil del relámpago,

 

 

ante el por qué de la tormenta o de la tranquilidad.

 

 

Tu pensamiento girando azotado por un tema idéntico.

Tu pensamiento construido de insatisfacción.

Tu pensamiento que presentía la renuncia forzada de lo que no poseías.

 

Tu pensamiento recorriendo la montaña

hasta la punta de su ávido pezón.

Tu pensamiento dando tumbos por la llanura y buscando nada.

Tu pensamiento.

Tu pensamiento siempre.

 

 

Pero un día enfebrecido, te me abriste del pecho.

Te nací desde un grito.

O tal vez desde un largo silencio.

 

Mansa, como una cuerda que se arrastra,

torpe, como una virgen,

como un larga cifra enredada en tus huesos,

como un llanto continuo que goteara en lo oscuro,

como ronda el aullido al tope del silencio,

como el agua primera,

definitiva como amante muerta,

pero viva y levantada desde el polvo para tu compañía,

simple mitad y complicada fuente,

vine a tu encuentro.

 

Vengo de donde quiera, del aire o del espanto

soy la siempre llamada en tus noches sin tregua,

soy horda primitiva arrasando tu calma,

soy ya la mejor bestia mientras mi vientre gime,

la del pecho callado,

perdida en un ovillo de humildad y de cielo.

Para cuando me quieras tendré en los ojos luna

y en los brazos tendidos un racimo de cantos.

 

 

Aquí estoy, bienamado,

aquí estoy, compañero.

 

Soy sola en mi naufragio y vengo a tu ribera.

Soy la medida exacta salida de tu barro,

el sabor de la brisa, la lucha de tu cuerpo,

la fragancia inasible para tus fuertes dedos,

pero el trayecto corto para tu beso largo.

No sé hasta donde siento que mi ansiedad te alcanza,

ni hasta donde, cautiva, tu inmensidad me toca.

¡Qué simple nuestro encuentro y qué definitivo!

¡Oh tú, vaso riente, ganador de la espuma!

Rostro deshabitado que instala su sonrisa.

La mañana comienza a subir alegría

mientras maduro el mundo palpita su trabajo.

 

Vamos hacia el principio.

Asómate al abismo

y mírate en los siglos:

tus iniciales viven desde antes que existieras.

Mi cuerpo te recibe desde el fondo del caos.

Bebo en tus ojos y en tus manos bebo,

hueles a intensidad como la noche,

y en este olfato ciego sé que te pertenezco.

 

 

Acoge mi esplendor y conviértelo en ruina,

porque me doy entera como un día de sol,

porque soy la constante,

porque soy la distinta,

porque me llenas de amor hasta las lágrimas,

porque estamos en este mundo construido para nosotros

por nosotros,

porque en el lecho edificamos la muerte

al dar vida.

 

Este animal que dormía en mí en su bosque de ternura,

este albor que me brilla por los poros,

estos conos truncados de las frases,

esta tu soledad urgida que se prendió en el desierto

esperando el sonido de bocas silenciosas,

la caricia colgada de las manos dormidas,

el cabello hacia el viento,

esta antorcha de tactos que nos quema los huesos,

es el mundo de siempre

en que estamos viviendo.

 

No podemos borrar la palabra que escribieron los abuelos,

porque hemos borrado la palabra asco,

porque hemos borrado la palabra miedo,

porque hemos borrado la palabra olvido

y hemos colmado los porqués del orbe.

 

 

Húmeda compañía engendradora,

hombre desde el principio

y mujer de la esencia.

 

 

Somos los dos y estamos llenando el mundo.

 

 

Afuera dicen que la muerte llueve.

Caminamos y de trecho en trecho la sangre se agolpa.

El viento trae el rumor de todas las angustias.

Innumerables hocicos anuncian sus colmillos.

 

 

Alguien pregona la destrucción,

alguien quiere tragarse la palabra humanidad,

porque los cerebros fríos se están calentando con odio.

Dicen que la muerte llueve

y en alambres de púas se clavan las preguntas.

Piensan hoy que comemos muerto a diario

y en esta muerte transformada somos.

Una noche animal da al horizonte

y en él

arden los niños y los hombres arden.

El desaliento curva las espaldas

las frentes miran hacia abajo,

sobre la piel se unta el miedo,

los ojos se llenan de vidrios

y el corazón, caracol de pánico, ensancha su locura.

Empequeñecidas,

las madres son gusanos que piden misericordia

en este breve infierno,

mientras el aniquilamiento silba como víbora.

Porque la inconciencia ha pedido nuestro uniforme final.

 

Dicen que la muerte llueve y estamos ya pisando polvo de hombre,

que nos hundimos en inmensa herida

y que hace mucho Dios está cansado.

 

No podemos sentarnos y ver como crece la angustia

donde antes crecía la hierba.

No vamos a reconstruir el llanto.

No aceptamos la tarea de morir.

Tenemos que decir algo.

El relato sencillo de las mujeres que seguirán poblando el universo.

El canto de los hombres de cuyo vigor saldrán las demás generaciones.

 

Porque es mentira esta isla de muerte

que nos vamos haciendo,

donde no hay un 'te acuerdas'

que no hayan mutilado.

Porque no ha de romperse el mundo. Hemos de seguir siendo.

Porque estamos aquí. No hay todavía.

Somos los dos.

Quemados por la misma llama,

ungidos con el mismo aceite,

sucios por la misma ceniza,

doblados por la misma lluvia,

amados por el mismo viento.

 

 

 

Los mismos desde el principio,

los de siempre,

los de después.

Somos la pareja que aquella tarde doblegó a la hierba.

Somos la que hizo sangrar olor a la tierra,

la que finge pescados al amarse bajo el agua,

la que inventa pájaros al sentirse las alas,

la que siente el río del tamaño de su sed.

Somos la que aquella mañana defendiera su adiós con lágrimas.

La que se ama sin saciedad.

La que no cree en la costumbre o el desamor.

 

 

Somos la que no se explica cómo puede haber tanta felicidad en tan corto tiempo.

 

El soplo igual de una sola llama.

 

Los dos ojos de un solo rostro.

 

 

La que una noche contaba inútilmente las estrellas.

 

 

Somos la que conjugó todos los verbos

hasta caer vencida en su victoria.

Somos la que no padece el vacío del vocablo soledad.

La que piensa que un hijo es la propia dimensión.

La que comprende que el amor es una conversación sostenida,

la que mezcla también su propio silencio,

la que piensa que un brazo será siempre la mejor almohada,

la que goza con su maligna ingenuidad.

La que también sabe vivir sin hijos.

La del simple derecho.

Somos la pareja que no puede acabarse con el griterío de la calle,

la que protege a cada momento su dicha,

la que muerde su angustia frente al hijo muerto.

La que puede hundirse en la pobreza

porque ha tasado su oro.

La que se estrecha en el bosque hasta adelgazar

las sombras haciéndolas una,

la que pesa la importancia de haberse conocido.

La pareja precursora de toda civilización.

Somos la que contuvo su adolescencia abundante,

la pareja que alargó su ancianidad en compañerismo,

la que derramó su fértil madurez,

la que no mira el color diferente de la piel,

somos la que llevó su unión hasta lo Desconocido,

porque piensa que la muerte

sólo es un cambio en el tiempo de los verbos,

somos la misma generación repetida

tantas veces como el 'yo te amo',

porque somos dos mil generaciones pero también un solo ser.

La pareja que camina a tientas para encontrarse siempre,

porque ciñe en su abrazo universal

el límite del tiempo.

 

 

Somos la misma, misma de hace cincuenta mil años,

la de allá, la de siempre, la que ha de seguirnos

y la que vendrá luego.

Tomado de:

https://diarioinca.com/poema-letania-erotica-para-la-paz-griselda-alvarez-ponce-de-leon

 

 

Casa de sol

 

Esta isla de sol, ésta es mi casa.

Aquí comparto la verdad del trigo,

porque en verdad, es el amor amigo

que alimenta mejor mientras abrasa.

 

Estoy bien si es que ardiendo como brasa

hallo en contrasentido paz contigo

y teniendo calor busco tu abrigo,

brazo de fuego que mi sien repasa.

 

Casa de sol, nirvana del sentido,

planta que crece sin querer cosecha.

Yo soy la habitación donde has vivido

 

el tiempo corto que no tiene fecha,

donde el cuerpo se duerme poseído

y el alma se levanta satisfecha.

Tomado de:

http://poesiabreve-briefpoetry.com/griseldaponcedeleon.html

 

 

Desayuno

 

Si es que me siento sola, no me importa.

Con el ego me baño narcisista,

ante el espejo me hago una entrevista

y escribo lo que el vidrio me reporta:

 

 

la vejez asomada que soporta

un espíritu fuerte y optimista,

hay mucho más de risas a la vista

porque el dolor la vida nos acorta.

 

 

Tengo amigos y amigas; más de alguno

por teléfono a veces me resiste.

Espanto algún recuerdo inoportuno

 

 

como si fuera mosca. Y si persiste

le invito un poco de mi desayuno.

Sé que estoy sola. Pero nunca triste.

 

 

México de mi vida

 

Yo te miro en un niño de la calle,

cofre arriba limpiando un parabrisa

con la carita ayuna de sonrisa,

(ni una razón a que la risa estalle).

 

 

El vidrio diáfano ‘¡qué no se raye!’.

Mientras el porvenir del sin camisa:

violado por cualquiera, droga, prisa,

ganador de la vida en bocacalle.

 

 

Oscura piel de mugre sin aseo,

mirada con dureza que me embiste,

un sólido rencor que deletreo,

 

 

huesos al aire, niño que resiste.

Y ahí, aún en pie, ahí te veo

México de mi vida, imagen triste

Diciembre 4 de 1995

 

 

Sueño

 

Estás bajo mi lámpara dormido

y en sueños luchas, gimes, te retardas,

estás bajo mi lámpara y te guardas

como si bien despierto fueras ido.

 

 

Huyes quizá, tu pecho está vencido,

pero buscas mi mano y te resguardas,

respiras hondo y el aliento tardas

como en rotunda vocación de olvido.

 

 

Porque el sueño y la muerte son hermanos

me asusta tu conciencia de esqueleto,

de relámpagos, hielos y veranos,

 

 

tu ya no ser tan siendo tan completo,

tan paradoja fragua de gusanos.

Y dormido te quiero y te respeto.

Tomado de:

https://blogpoemas.com/griselda-alvarez-ponce-de-leon/


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