martes, 16 de enero de 2024

POEMAS DE VINCENZO MONTI


A la muerte de Judas

(Traducción de Marcelino Menéndez Pelayo)

 

I

 

Arroja el precio vil; desesperado

El vendedor de Cristo al tronco asciende;

El lazo estrecha, y pronto abandonado

El yerto cuerpo de las ramas pende.

 

Rechinaba el espíritu encerrado

En son rabioso que los aires hiende;

De Jesús blasfemaba, y su pecado

Que el poder del Averno tanto extiende.

 

Salió de vado, al fin, con un rugido;

Aferrole Justicia, y con potente

Dedo en la sangre de Jesús teñido,

 

La sentencia escribió sobre su frente:

Sentencia de inmortal llanto infinito,

Y lanzó su alma al Aquerón hirviente.

 

II

 

Descendió el alma a la infernal ribera,

Y oyose gran rumor, ronco lamento;

El monte vacilaba, ondeaba al viento,

La carga en alto estrangulada y fiera.

 

El ángel que la seca calavera

Del Gólgota dejaba, en vuelo lento,

A lo lejos le vio, y en el momento

Con las alas veló su faz severa.

 

Los demonios el cuerpo conducían

Por el aire, y sus hombros encendidos

Al pecador de féretro servían.

 

Así, con estridores y alaridos,

El vagabundo espectro sumergían

De la Estigia en los valles maldecidos.

 

III

 

Después que recobrado el alma había

La carne y huesos que en la muerte arroja,

La gran sentencia apareció en la impía

Frente, en arruga transparente y roja.

 

A aquella vista, como débil hoja

La multitud infiel se estremecía:

Cual en las plantas que el Cocito moja,

Cual en el hondo lago se escondía.

 

Vergonzoso intentaba aquel precito

Arañando su rostro con la mano

Borrar la tersa marca del delito,

 

Más y más la aclaraba su afán vano:

Que Dios entre sus sienes la había escrito;

Ni sílaba de Dios borra el humano.

 

IV

 

Un estrépito en tanto resonaba

Que a Dite atruena en son alto y profundo;

Era Jesús que, redimido el mundo,

De Averno el reino a debelar bajaba.

 

El torvo pecador que le miraba,

Ni aun osó articular leve sonido;

El llanto de sus ojos descendido

Como lava de fuego le quemaba.

 

Fulguró sobre el negro cuerpo obsceno

La etérea lumbre y torva llamarada

Humeó al sonar el pavoroso trueno.

 

Puso entre el humo su fulmínea espada

La justicia: alejose el Nazareno,

Apartando de Judas la mirada.

 

 

El día que en tu faz la gloria entera

(Traducción de Clemente Althaus)

 

El día que en tu faz la gloria entera

Del grande sacrificio fulguraba

Y una luz de los cielos hechicera

En tus ojos extática brillaba.

 

A tu oído la queja lastimera

De tu doliente Juventud sonaba

Y sobre tu cortada cabellera

La despreciada Libertad lloraba.

 

El placer lisonjero te ofrecía

Sus deleites funestos y a la entrada

Con mano audaz tu veste removía;

 

¡Mas tú las puertas, invencible y fuerte,

Cerraste de tu mística morada

¡Y le diste las llaves a la Muerte!

 

 

En otra profesión

(Traducción de Clemente Althaus)

 

¡Oh Libertad! ¡Oh de héroes madre santa,

Y de los hombres principal derecho

Que está grabado en todo noble pecho

¡Y nuestra parte superior levanta!

 

¿Pues cómo así con atrevida planta?

Te deja incauta virgen y su techo

Nativo trueca por el claustro estrecho

¿Y eterno cautiverio no la espanta?

 

Mas no; que, aunque parece que te huella

Al hierro dando su dorado pelo,

Quien más te busca, Libertad, es ella;

 

Más libre la hace su ceñido velo,

Porque la misma servidumbre es bella

Si eterna Libertad nos da en el cielo.

Tomado de:

https://grandespoetasfamosos.blogspot.com/2009/01/vincenzo-monti.html

 

 

Vaticinios, de El bardo de la selva negra

 

"El tronío de Marte conspiró sobre el

atrofiado mar, atormentado por el perjurio

de Hercínico, el bardo, heredero del espíritu

canta estruendoso, pues amarga es la respuesta y

temido lo arcano.

 

El valle cristalino desde el meandro de la distancia

se reúne en su pensamiento, las cadenas del poeta son

agradables y descienden al corazón, estéril es el

viaje en el horizonte lejano.

 

Arduo es el camino que desatan las Furias, muge el

orgulloso e injusto remolino de la guerra, vestida de luto,

ensangrentada se sienta a la diestra de las nubes,

hermanas dolorosas del hombre, cuya virtud es una tristeza desventurada. "

 

 

Soneto

 

"El día que en tu faz la gloria entera

del grande sacrificio fulguraba

y una luz de los cielos hechicera

en tus ojos estática brillaba.

 

A tu oído la queja lastimera

de tu doliente Juventud sonaba

y sobre tu cortada cabellera

la despreciada Libertad lloraba.

 

El placer lisonjero te ofrecía

sus deleites funestos y a la entrada

con mano audaz tu veste removía;

 

¡mas tú las puertas, invencible y fuerte,

cerraste de tu mística morada

y le diste las llaves a la Muerte!"

Tomado de:

https://www.epdlp.com/escritor.php?id=7535

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