lunes, 1 de enero de 2024

POEMAS DE TRAIAN T. COȘOVEI

 

ESTACIÓN SECA

 

Las palabras más encantadoras son los silencios.

 

Y el sueño más hermoso — el insomnio.

 

 

 

Después de estos siguen los detalles de tus recuerdos —

 

sumados en la aritmética de parpadear

 

más a menudo que una lluvia de verano en un campo seco.

 

 

 

Cuando llega la lluvia, podría preguntarte:

 

¿Qué recuerdos tienen tus párpados?

 

 

 

¡Cállate un segundo,

 

para que podamos escuchar juntos

 

cómo florecen los árboles!

 

 

EL PASEO DE LA MAÑANA

 

al pie de la escalera

 

vi al perro descendiendo los mil y un escalones

 

el perro viejo que sacaban a pasear con correa

 

el perro viejo que sacaban a pasear de rodillas en el esplendor

 

de la mañana de invierno

 

 

 

tenía mis ojos, mis años que pasaron y mis ojeras

 

su correa sucia tenía escrito mi nombre

 

su sombra se deslizaba entre los barrotes de latón de la escalera

 

con un resto de ternura, con un comienzo de ferocidad

 

 

 

en sus ojos vi las luces de la isla de ellis

 

y las hordas de sedas haciendo girar la inmensa ruleta de la noche

 

en sus ojos muertos vi el brillo del apocalipsis

 

y mis deudas impagas y mi vida invivible

 

(y, ¡Dios, tenía mis años y mis lágrimas!)

 

el perro viejo que sacaron a pasear en el esplendor de la última

 

mañana de invierno,

 

empujado a lo largo de mil y un escalones, uno por uno,

 

hasta el final y más allá,

 

desde donde no hay

 

vuelta atrás

 

 

ESTADO DE ÁNIMO

 

Pasan segundos con faros antiniebla

 

(en su nombre viviré, viviré)

 

con la cabeza clavada en las nubes de hielo

 

del año dos mil.

 

En la calle crecerán envejeciendo sobre el asfalto

 

hombres de hierro, cruzadas de niños

 

llevados lentamente, decapitados

 

por los músicos del año dos mil…

 

 

 

Ah, los acontecimientos del   n i n g u n a   p a r t e   y   el   n u n c a

 

serán recuerdos azules y rojos

 

tallados en una alta lámina de piedra

 

para los dioses del año dos mil.

 

Mi juventud arderá con una llama azul

 

en la ciudad abandonada por fantasmas —

 

donde nos sonreían, cayendo de las ventanas,

 

los maniquíes del año dos mil.

 

 

 

En una casa con paredes de cristal

 

tú me preguntabas: ¿qué será? ¿qué será?

 

El bufón se reía pintando en el ladrido del perro

 

la tristeza del año dos mil.

 

 

NÍQUEL

 

Esta hora es tan tarde que parece

 

descansar su fragilidad en los afilados hocicos de los galgos.

 

 

 

Nada es real, pero ¿qué es verdad?

 

Tal vez este mundo de níquel que no se parece a mí.

 

Tal vez esta tristeza que no se parece a mí.

 

(Tal vez esta hora de la noche que se extiende como el cuello de

 

un pájaro bajo el tibio cuchillo del carnicero.)

 

Pero ¿qué es verdad?

 

 

 

Níquel, níquel, tanto níquel como sea posible cerca de ustedes.

 

A veces el amor vuelve como el recuerdo del hermano muerto

 

en una guerra desesperada y absurda.

 

Nada es real — ruge el aire deslizándose a

 

mi lado, girando el mecanismo, la biela, la manivela

 

un sol azul reposa su absurdo mecanismo,

 

la biela, la manivela, en la hierba.

 

Nada es real. Ni siquiera estas horas de la noche

 

cuidadosamente guardadas en frío por otros siglos.

 

 

 

¡Níquel, níquel, tanto níquel como sea posible cerca de ustedes!

 

Nada es real.

 

Níquel,

 

níquel, tanto níquel como sea posible.

 

 

DIME

 

Dime que mi vida seguirá existiendo,

 

dime tú, boca de las sílabas magnéticas,

 

aliento como una cúpula de aire

 

tú, planeta con dientes en las órbitas del dios de neón.

 

Pasaremos sobre los cuerpos helados

 

de los segundos.

 

Por supuesto que pasaremos.

 

He aquí el dios del sueño,

 

el dios-canguro con la garganta cortada.

 

He aquí la mujer amada, la mañana

 

inclinada sobre tu cuerpo como a través de una ventana abierta.

 

¡Dime que mi vida seguirá existiendo!

 

Dime tú, átomo de miedo de mi corazón,

 

tú, lágrima de metal

 

en la mejilla del hermoso espejismo helado de las ideas,

 

¡dime que mi vida seguirá existiendo!

 

Nuevas pirámides de niebla se elevarán al cielo,

 

nuevos himnos de gloria como cuchillas de vidrio.

 

Para mí el payaso besa el espejo,

 

para mí la hierba muere tristemente.

 

Ven y dime,

 

brilla en mi hombro, en mi frente,

 

arriba,

 

por poco interesante que parezca

 

que los antiguos veteranos duermen en los parques de la ciudad

 

y que la Iglesia de San Jorge se levanta en el mismo lugar,

 

electrificada.

 

 

 

Yo también soy joven.

 

Podrías domar una nueva edad de hielo

 

con tu encanto

 

podrías dar la vuelta a la tierra en ochenta días…

 

Yo aquí soy un joven — un posible

 

coriolan drăgănescu* montado en una estatua de pequeñas palabras resbaladizas

 

Y pasado por columnas mundanas. Por sábanas con monogramas.

 

Por botas con gorra o por el rayo de los caballeros del Apocalipsis.

 

Por todas las experiencias —

 

misionero de la belleza y los humos de la vanidad…

 

Como una boca con áticos hambrientos.

 

Como un lobo que vuelve a sus ovejas. A la Caperucita del corazón que atraviesa/ golpea

 

valles y praderas

 

abofeteándolos salvajemente en las bocas

 

en

 

sus hocicos de verdura descarada.

 

Y cada palabra mía es un lago lleno de yates de placer

 

y pensamientos ocultos

 

que florecen alrededor de tus tobillos como brazaletes de ansiedad.

 

Yo también soy un joven.

 

Vivo parte de mi vida en tu nombre.

 

Pero tú bailas,

 

bebes limonada — detrás de ti, la Torre inclinada de Pisa se mueve en el camino correcto.

 

También inflamas a los dioses. Y también les das

 

un puñetazo en la nuca.

 

En los riñones, en el hígado… En su razón de ser.

 

¡En tu aliento de alcohol se emborrachan todos los camioneros

 

del Espíritu Santo!

 

 

 

Yo aquí soy un joven. Una ballena blanca en un estuario de silencio.

 

Una superestrella.

 

Un cruzado de la santa idea de Coca-Cola. Y de Blue-Jeans.

 

Un misionero de los espacios verdes, democráticos.

 

Un objetivo sobrevolable…

 

Un individuo, es a decir nada. Un decimal en tu cifra de negocios.

 

Aquel a quien se recomienda volver a la naturaleza.

 

Y el motociclismo y el autostop

 

y el budismo Zen. Es a decir nada…

 

Yo también soy un joven.

 

 

 

¡Oíd, hermanos, miradme también!…

 

* Coriolan Drăgănescu — el prototipo de víctima convertida en verdugo en la obra del gran dramaturgo rumano Ion Luca Caragiale (1852-1912) — n. tr.

 

 

CANCIÓN DE CUNA

 

No llores, una lágrima cuesta más que un puente de ferrocarril, no llores

 

(te mirarían con desprecio por el espejo retrovisor

 

o sospecharían que inventaste una nueva bomba atómica).

 

En el borde del campo,

 

siempre en el borde de un campo,

 

bajo el cielo atravesado por petardos y paracaídas luminosos,

 

escuchas instrucciones de protección contra incendios con música

 

o la producción de tornillos en metro alejandrino:

 

grandes elegías para moler tu café matutino —

 

No llores,

 

hay otros entrenados para esto

 

o para soñar con campos segados con los ojos perdidos

 

en las vitrinas con pescado de mar.

 

No llores: mira,

 

las habitaciones ahora abren todo tipo de puertas

 

a los estados de ánimo de las sombras: no llores —

 

Mañana estaremos en otra estación

 

bajo otra lluvia libres y ligeros como siempre

 

entre los globos de hidrógeno de las grandes fiestas

 

como lágrimas de niño en el cielo azul.

 

 

CADENAS DE ORO AL (RELOJ DEL) ATARDECER

 

 

A veces las tardes descienden como máscaras etéreas sobre los dolores del mundo.

 

Y ningún cuadrado de asfalto recuerda la huella de tu paso.

 

Ningún rayo de neón quiere conocer tu efímero brillo.

 

El hotel se llenó de un bullicio fragante.

 

Ojos, muchos ojos perdidos en el azul apocalíptico

 

de tus vestidos.

 

Tiras de tiempo, harapos de memoria con los que, ¡ay!, no puedo

 

ocultar mi pasado.

 

En el aire el alcohol encendía fuegos para el invierno en el blanco de tus ojos.

 

Los ceniceros soplaban vapor por las fosas nasales.

 

Los sillones te fumaban en silencio.

 

Y yo — escondido en el cono de sombra de tu existencia —

 

un planeta de hielo proyectado en una infinidad de espejos

 

paralelos.

 

¡Cuántos adornos para un viaje

 

[debajo de las ventanas, largos convoyes de trenes — interminables

 

cadenas de oro al (reloj del) anochecer deslizándose hacia otro mundo]!

 

Aquí tú, la soñada por los dioses, por fin estás sola.

 

Por encima de tu hombro, la bombilla ciega del techo lee tus pensamientos.

 

Las calles de una ciudad dormida se lavan las manos; nada vieron.

 

A partir de ahora la última civilización florece a miles de kilómetros de distancia

 

en el humilde esplendor de la época.

 

 

 

Y yo — escondido en el cono de sombra de tu existencia — esperando

 

poder soñar finalmente con la paz desde el blanco de tus dientes.

 

A veces, cuando ningún cuadrado de asfalto

 

recuerda la huella de tu paso y los atardeceres descienden

 

como máscaras etéreas sobre los dolores del mundo.

 

 

LA PATRULLA NOCTURNA

 

Solo la orquesta seguía tocando

 

por un trozo del yate —

 

No más emoción intenta la anciana señora

 

que ha sido purgada de todos los recuerdos,

 

no hay emoción por las hojas que caen del techo,

 

no hay emoción por los planetas que mueren y se convierten

 

en agujeros negros,

 

no hay emoción por los hombres-sándwich que mueren y

 

se convierten en agujeros negros,

 

no

 

no

 

no

 

no

 

no

 

y no hay emoción cerca de la cinta transportadora de la calle.

 

De repente, una pariente anciana vino a mí

 

(me mostró un uniforme viejo y algunas postales)

 

— “… nuestro hijo viajó mucho por Siberia y Alaska —

 

A veces recibimos postales suyas

 

que representan las interminables nieves y los campos polares…”

 

Ah, la doncella de helio que destella su cuerpo hipnótico

 

a través del castillo de hojalata colgante

 

donde las campanas blancas golpean el aire magnético

 

para una nueva sensibilidad.

 

Ah, la doncella de helio rodeada de tigres

 

y elefantes,

 

sobre su hombro ahora viene un pájaro ciego,

 

luego un golpe en la puerta

 

para los soldados en los carros de batalla y los batallones de ceniza.

 

Marchando en cadencia suspendidos el uno del otro —

 

el pariente anciano y el hijo,

 

suspendidos el uno del otro —

 

los hombres-sándwich y los tigres y los elefantes,

 

el castillo de hojalata y el pájaro ciego

 

pasan una y otra vez

 

en una extraña procesión…

 

Un dos tres, un dos tres, un dos tres, un dos tres…

 

Hasta que la orquesta pierde el ritmo,

 

hasta que los músicos caen en los cajones fríos de la noche,

 

hasta que se abre la puerta

 

y aparece mi cartero

 

con una urna en los brazos…

 

— “Llévame, por favor llévame,

 

estoy perdido, estoy presionando por el tiempo

 

estoy en gran necesidad, en gran ausencia —

 

de hecho, también estoy muy solo,

 

 

 

muy solo,

 

muy solo,

 

muy sola,

 

muy sola y te quiero mucho…

 

y (¿por qué me muerdes?) te quiero mucho…

 

¿por qué me muerdes? ¿por qué me muerdes? …”

 

— “No, no,

 

tal vez solo querías que gritara,

 

tal vez yo solo estaba tratando de aullar,

 

no, no, por supuesto que no,

 

por supuesto que no…

 

tal vez todavía yo estaba tratando de gritar,

 

tal vez yo estaba tratando de aullar…”

 

 

EL ÚLTIMO ESPECTÁCULO

 

 

A RPD

 

Este es la escena y estos son los tragallamas

 

ardiendo en los aplausos de la muchedumbre…

 

 

 

Estos son los actores pintados en las paredes.

 

Y las mismas paredes están pintadas en las paredes,

 

con la sangre que fluye de las bocas apretadas: porque nadie pronuncia una palabra

 

sobre los detalles mantenidos en silencio.

 

 

 

Silencio sospechoso, y yo demasiado aburrido

 

para esculpir muñecos con narices grandes

 

para mentirme.

 

Así que seguiré siendo una estatua de sonidos

 

predicando en el desierto.

 

 

GIRASOL —  LA INDULGENCIA DE UN SENTIMIENTO

 

Dime,

 

¿qué más esperas de la vida, girasol

 

criado en la tierra baldía entre dos vías del tren —

 

lejos del mundo y sus fantasmas imaginados,

 

esperanza de la semilla que cayó del vagón,

 

montada por trenes de placer, de mercancías y de tantos

 

crímenes y amores que viajan sobre ruedas?…

 

 

 

¿Y qué esperas todavía,

 

girasol perdido en el egoísmo de una tarde

 

en que mi vida se despide de ti

 

y en que tu amarillo tenso se separa de un mundo pequeño

 

 

 

que gira con el sol?

 

 

 

Acostarte en el polvo

 

con esa precisión que te dan la indiferencia y la inexistencia.

 

Como un resorte de reloj que el tiempo quita lentamente, —

 

como mecanismo infernal que la soledad desmonta.

 

Esperar en una estación tu ascensión al cielo, —

 

girasol que empezaste a hablar contigo mismo

 

y a contar los trenes como amantes perdidos y olvidados.

 

 

 

Aquí,

 

donde mi miedo a la oscuridad es un grillo guardado en una

 

caja de fósforos, —

 

aquí nadie te encontrará, en la tierra de nadie entre dos rieles

 

por donde corren los batidores-los sabuesos-la presa de la gente apresurada.

 

 

 

Tú no viajarás ni en tren ni en barco,

 

te quedarás en casa con mamá y te marchitarás.

 

Y un olor a fuel oíl hirviendo, metal ardiente

 

y civilización aplastada

 

te vestirá con vestidos coloridos y calientes.

 

 

 

Ya es tarde:

 

arriba — sólo estrellas de luz estéril, tenue

 

(puertas cerradas en las caras de las almas levantadas al cielo).

 

En la lejanía que levanta fantasmas del calor de la tierra

 

eres la indulgencia de un sentimiento.

 

 

 

¡Sólo ten cuidado que no pase la noche

 

como una pobre anciana y te recoja

 

y te mastique en sus encías retraídas

 

como esta luna hambrienta!

Tomado de:

https://www.revistaaltazor.cl/traian-t-cosovei-2/

 

 

navidad azul

 

 

Visto desde el tercer piso,

 

Tus palmas dejaron sombras tan largas.

 

que un pájaro empezó a cantar

 

pensando que la nieve estaba en camino.

 

 

 

Ya no veo nada.

 

 

 

¡Amor mío, hazme sopa azul!

 

 

Versos de amor

 

¿Por qué te has vuelto tan hermosa?

 

En este momento

 

en este invierno

 

¿Sin nieve?

 

 

 

Mi amor,

 

Si yo fuera un secreto

 

¿Qué harías conmigo?

 

 

 

¿Me mantendrías o me hablarías?

 

 

La guerra de las fresas

 

 

Las fresas lucharon toda la noche:

 

en el armario, en la mesa de la cocina,

 

en el pequeño botiquín del baño.

 

Hicieron un escándalo y un perfume indescriptible.

 

 

 

Hasta la mañana, cuando vino mamá

 

y los convertí en mermelada de rosa mosqueta.

Tomado de:

http://eratiopostmodernpoetry.com/Cosovei.html

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