sábado, 13 de enero de 2024

POEMAS DE GUADALUPE GRANDE


Bodegón

Las nueve y la cocina está en penumbra:

estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,

ante unos alimentos que no sé cómo mirar,

y si les preguntara, ¿qué me contestarían?

 

Son naranjas de una cosecha a destiempo,

     mandarinas sin imperio,

     acelgas verde luto,

     lechugas verde olvido,

     apios sin cabeza,

               verde nada,

                              verde luego,

                                        verde en fin.

 

      (Bandejas de promisión

     en el condado del desamparo.)

 

La tarde se dilata en la cocina

y aquí no llega el sonido del mar.

La soledad de las naranjas se multiplica:

no hay pregunta para tanta opulencia,

aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,

rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,

una legión de plátanos sin mácula,

un bosque de perejil más frondoso

que la selva tropical.

 

Alimentos mudos y sin perfume:

os miro y sólo veo una caravana de mercancías,

el sueño de los conductores,

una urgencia de frigoríficos

y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.

 

Es tiempo de la cosecha del humo

     Ha llegado el momento de trasegar con la ceniza      hacer pan con las pavesas y repartir esta ausencia que nos queda entre las manos Es un epitafio el rostro de los días

 

                         Y también mi rostro es un epitafio

unas pálidas palabras    que una vez estuvieron llenas de furor   y ardieron con más tenacidad   que tu rencor    Padre

 

      Era necesario quemarse    era necesario dejar que ardiera mi rostro de boca en boca hasta llegar al hueso y luego calcinarlo hasta llegar al humo y su desolación

 

      Vino antes el vuelo de las polillas    y mi nombre se preñó de oscuridad. Dicen que he engendrado la estirpe de la furia pero no lo creo así

      No toda oscuridad es alimaña    ni toda     luz arcángel

 

      Mi rostro es un epitafio    mis palabras se han deslizado en el desierto dejando unas huellas que son harapos de fugacidad unas huellas más temblorosas que el diminuto rastro del escarabajo sobre la arena

 

      Inauguré un páramo en el que impera el aliento del desahucio

 

      Lo que una vez fue irreverencia es hoy amargo cansancio

 

 

Oficio de crisálida

Durante un tiempo estuve muerta:

hubo hambre y cansancio,

y el sonido del mar y el aroma de los alimentos

y la luz de la vida poblándose, reuniéndose;

pero algo estuvo muerto.

 

   (nada existe más allá del instante

         nada germina     nada surge

            las horas pasan sin hacer ruido

               niebla que empaña cuanto toca)

 

Fue imposible rastrear los pasos en el tapiz

y ni siquiera hubo obstinación,

pues lo primero que un muerto pierde es la memoria;

comencé a olvidar sin ningún plan ni itinerario

y no hubo signo premonitorio

que advirtiera la llegada de esa calamidad.

 

(acariciaste mi sombra afanosamente     amor

   pero entonces ya estaba muerta

      hilachas de deseo en la piel y espuma muerta en

         la boca

            que estar muerto es triste y dura mucho e indigna a

               quien lo presencia)

 

Durante un tiempo estuve muerta

como una crisálida guardada en una caja de cartón,

detenida en el umbral, olvidada del gusano y de la mariposa.

Instante perpetuo, cómo duele despertar de tu sosegada indiferencia,

de tu dócil y atónita bondad.

 

La vida nos sabe a poco

el mar no nos basta

Somos un signo de interrogación

que ha perdido su pregunta

 

Azogue

Vivimos de costado

          pasamos de puntillas

          Gracias a dios nadie quedará para recordar

          en nombre de quién

          habrá de dirimirse la venganza

 

Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos

dejando un polvo amarillo en el azogue

es menester estar atentos.

Cuando los días huyen a hurtadillas

despreciando nuestro estupor

(mientras se pudre el grano en el almiar)

es menester ser precavidos.

Cuando la vida se oculta en los rincones

y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro

solícitos acudimos a las puertas del miedo.

 

                    El bosque de certezas ardió hace tres noches.

                    Y yo he venido a pregonar

                    la escarcha de la duda.

 

 

 

El rastro

Somos materia de extrañeza

quién nos lo iba a decir nosotros

que hemos sufrido tanto

Pero nuestra memoria no arde

y ya no sabemos morir

 

Memoria de la vida,

memoria de los días y la vida,

cuchillo que abre el mundo

esparciendo unas vísceras que no consigo descifrar.

 

Memoria de las tardes y la luz,

alumbras la mirada

eres el vigía implacable,

la brújula severa, el testigo carcelario

que anuda el tiempo en su mazmorra.

 

Qué buscas, memoria, qué andas buscando.

Me sigues como un perro hambriento

y tiendes a mis pies tu mirada lastimera;

husmeas, perniciosa, en el camino

el rastro de los días que fueron,

que ya no son y que jamás serán.

 

Te arropan los andrajos de la dicha

y la desolación te ha vuelto precavida;

memoria de la vida, memoria de los días y la vida.

Tomado de:

https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Revista/ultimas_ediciones/74_75/grande.html

 

 

JUNTO A LA PUERTA

 

 

La casa está vacía

 

y el aroma de una rencorosa esperanza

 

perfuma cada rincón

 

 

 

Quién nos dijo

 

mientras nos desperezábamos al mundo

 

que alguna vez hallaríamos

 

cobijo en este desierto.

 

Quién nos hizo creer, confiar,

 

—peor: esperar —,

 

que tras la puerta, bajo la taza,

 

en aquel cajón, tras la palabra,

 

en aquella piel,

 

nuestra herida sería curada.

 

Quién escarbó en nuestros corazones

 

y más tarde no supo qué plantar

 

y nos dejó este hoyo sin semilla

 

donde no cabe más que la esperanza.

 

Quién se acercó después

 

y nos dijo bajito,

 

en un instante de avaricia,

 

que no había rincón donde esperar.

 

Quién fue tan impiadoso, quién,

 

que nos abrió este reino sin tazas,

 

sin puertas ni horas mansas,

 

sin treguas, sin palabras con que fraguar el mundo.

 

Está bien, no lloremos más,

 

la tarde aún cae despacio.

 

Demos el último paseo

 

de esta desdichada esperanza.

 


LETANÍA SIN NOSOTROS

 

 Es en este tiempo incierto, intacto,

 

es en este instante desnudo,

 

sin palabras, sin nosotros, tan sólo

 

tendido suavemente en el olvido.

 

Es bajo esta lluvia muda y ciega,

 

esta lluvia sin nosotros,

 

esta hora sin nosotros,

 

Este agua sin sed.

 

Es. Es sin siempre, es sin memoria,

 

es sin llanto y sin risa,

 

es sin miedo y sin gracias te sean dadas.

 

Es, como si eso fuera poco,

 

sin causa y sin remedio,

 

a pesar nuestro,

 

Y es, desde luego, sin calles ni avenidas,

 

sin fuentes ni estaciones,

 

sin la tristeza que da mirar el firmamento.

 

 

INSTANTE

 

Caminar no es suficiente

 

el polvo del camino no hace vida

 

La mirada se aleja

 

Agua sobre el papel

 

y espuma sobre la palabra

 

 

 

Eres una grieta en el tiempo, Padre:

 

nada en ti dura y todo permanece.

 

 

 

Pronunciar la primera palabra

 

y acudir el desastre fue todo uno,

 

en aquel instante en que te dibujamos

 

el rostro de los días.

 

 

 

No pudo ser,

 

nunca pudo ser,

 

nunca habría podido ser,

 

y sin embargo, tenaces son las sombras

 

en su vocación de carne,

 

obstinado su aliento

 

y terca su palabra.

 

 

 

Vivir no tiene nombre.

 


LA CENIZA

 

Diccionario inventario

 

lista número preciso

 

cómputo de un idioma

 

que no podemos entender

 

 

 

Digo que no existe el olvido;

 

hay muerte y sombras de lo vivo,

 

hay naufragios y pálidos recuerdos,

 

hay miedo e imprudencia

 

y otra vez sombras y frío y piedra.

 

 

 

Olvidar es sólo un artificio del sonido;

 

tan sólo un perpetuo acabamiento que va

 

de la carne a la piel y de la piel al hueso.

 

Así como las palabras primero son de agua

 

y luego de barro

 

y después de piedra y de viento.

Tomado de:

https://laparadapoetica.blogspot.com/2021/11/guadalupe-grande-9-poemas.html

 

 

METAFÍSICA DEL DROMEDARIO

 

 

Piedras en los bolsillos para perderse

 

y tres palmeras acompañan al moribundo sin asombro sin aflicción.

 

 

 

Esa caravana de violines y dromedarios desborda el horizonte sin corifeos sin chocolatinas

 

Alforjas de arena en la arena, es lo que hay

 

No digas que no lo sabías señor de la montaña en busca de salud

 

 

 

Algo tenía que ver todo esto con el arte la sanación

 

Algo con la astrofísica de los salmones

 

Algo en letra pequeña del río de Parménides

 

 

 

Y los caracoles de la nostalgia lazarillos de musarañas de la historia

 

Y los indios perseguidos por chacales confederados

 

Y los girasoles de la abominación fertilizados en la caja fuerte del heroísmo

 

Y el pan sin pan y la cuchara con hambre

 

Y la cantinela en el filo del convenio donde la liebre persigue la sombra de la discordia

 

 

 

Nada se precipita y esa es su desmesura, Heráclito.

 

Anda comiendo zanahorias la tortuga a lomos del dromedario

 

Persiguen el mar

 

Esa fenomenología del destino expuesta a la historia

 

Y tres palmeras acompañan al difunto sin asombro sin aflicción.

 

 

AZOGUE 

 

Vivimos de costado

 

pasamos de puntillas

 

Gracias a dios nadie quedará para recordar

 

en nombre de quién

 

habrá de dirimirse la venganza

 

Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos

 

dejando un polvo amarillo en el azogue

 

es menester estar atentos.

 

Cuando los días huyen a hurtadillas

 

despreciando nuestro estupor

 

(mientras se pudre el grano en el almiar)

 

es menester ser precavidos.

 

Cuando la vida se oculta en los rincones

 

y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro

 

solícitos acudimos a las puertas del miedo.

 

 

 

El bosque de certezas ardió hace tres noches.

 

Y yo he venido a pregonar

 

la escarcha de la duda.

Tomado de:

https://www.vallejoandcompany.com/caminar-no-es-suficiente-5-poemas-de-guadalupe-grande/

 

 

Estas ruinas…

Estas ruinas que una vez fueron carne y voz

están hoy abandonadas a nuestro cuidado

somos los responsables de su eternidad

Después de cocinar el adobe

llegó la alegría de los muros

y el aliento de las ventanas

caía la tarde

como por la cuchara resbala la miel

atardecía despacio

dándonos tiempo para entender la noche

descendían las horas

en la desnudez del aire

el viento aromaba las sombras

caída la tarde

el miedo no tenía nombre

 

De: «El libro de Lilit»

 

 

Postal III (vista aérea)

Es en los tejados,

lo que importa sucede en los tejados;

es decir,

bien poca cosa.

Pero tú te asomas a la ventana

y observas un horizonte de antenas,

seres aún más esbeltos

que la radiografía de nuestras almas.

¡Qué terribles son las antenas,

qué regias e inasibles,

siempre de perfil!

Erguidas contra el tiempo

ocultan bajo una fronda

de hojas perennemente caducas

su descorazonamiento vertical.

Aun así,

lo que importa sucede en los tejados.

Es decir,

bien poca cosa,

tan solo

esta conversación de arquitectura y sombra

tan inerte como la radiografía de nuestras almas.

 

 

Naufragio intermitente

He visto tres pájaros muriendo en pleno vuelo

y la tristeza del agua cuando se evapora

 

He sobrevivido al silencio de su huida

 

He oído a la tierra romperse

mientras el hielo echaba raíces

en su más honda carne

y mi carne ha sobrevivido al ruido de la ausencia

 

He contemplado la sequía y su desolación

en las cuencas vacías del animal

y he llorado los estragos de la inundación

el lodo invadiendo la cocina y petrificando el pan

 

He sobrevivido a la sed y a su rencor

y a la putrefacción del llanto

 

Las horas son muy largas para quien sobrevive

 

(De El libro de Lilit. Ed. Renacimiento, 1996)

Tomado de:

https://poesiaenlared.wordpress.com/category/guadalupe-grande/

 

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