sábado, 6 de enero de 2024

POEMAS DE MAX ROJAS

 

Soliloquio del suicida

Me voy, o hace tiempo

dejé que se pudrieran las manzanas.

Fui, pero no: siempre estuve de oscuro.

Silencio y sombra me habitaron.

Me acribilla tu luz, luz enemiga,

la rencorosa luz que de tu cuerpo llega.

En la noche me adentro. Allí me ahorco.

Navaja ya sedienta ya se acerca

 

 

Relación del sediento

Sed. Cuánta. Qué ansias. Cómo quema

este hierro en la garganta,

este alarido.

Qué de ansias de apagar esta llaga.

Esa mano. Clavo ardiente es tu mano.

Cuánta sed. Hace frio.

Sal es el agua. Sales del agua

hecha sombra hecha hierro que destroza.

Cuánto polvo. Qué de sed da ese polvo.

Vete, o no; ven; ven a mi lado.

Cuánta sed; cuánta. Qué de derrumbes.

Cuánto arde tu tizón; ese hierro.

Ven. Sé labio: empápame. O durazno, no sé.

Empápame. Sé jardín o paloma. Pero ven.

Otro hierro ya no, que ya es bastante

este que en tu impiedad hierro me está

mascando todo.

Esa mano ya no, que me destroza.

Cuánta sed da ese hierro. Qué de polvo.

Qué de remordimiento es ese hierro.

Otro ya no. Esas uñas ya no.

Piedad.

—¡Cuánto desastre!

Cómo, cómo troza. Cuánta sed da ese hierro, cuánta;

Qué de remordimiento en ese hierro.

Otro ya no, que ya mi llaga llaga mucho.

Esas uñas ya no.

Piedad.

 (Este desastre.)

 

 

Epitafio del perro

Fue de sombra.

Aquí no está sino la sombra

de la sombra de un hueco que una vez

cavó buscando el alba.

(Jardín pleno de luz le fue vedado).

Se devolvió a la sombra.

En soledad su sombra y su ladrido

siempre estarán huyendo entre la sombra.

Nunca jamás habrá perdón para él y su alarido.

Nunca hallará la paz su imagen de suicida.

 

 

Algo suena

Fuego o cuanta dulzura como lluvia

o fruta mordisqueada queda de tu sombra.

Quede vienes, callada, quedamente vienes,

llovizna o niebla. Apenas un sonido,

una guitarra que suena dulcemente

te aproxima.

dulce, o muy triste, tristemente yo estoy

o espina o me desgarro o quedarme quedo

soy sollozo.

Brasa o pasión. Como a ciruela herida

yo te masco.

Rescoldo, o qué. Fuiste cuerpo.

Aquella llama queda.

Queda, calladamente vienes, triste o dulce.

Yo te quiero.

Ceniza, o fue. Qué desolado está, sin ti,

éste o aquél mundo que formaste en la niebla.

Erizo en su sollozo espina este silencio.

Me fui.

Cuánto silencio hay, cómo te llama.

 

 

Son silencio

Pájaros son sarcófago: son silencio.

Trino ya no; aquel sollozo.

Laúd, o quién dolido ya no tañe,

sí solloza.

Son silencio.

Pájaros no; sólo ese trino.

Cítara fue: son neblina,

laúd que nadie tañe,

sí solloza.

Son silencio.

Trinos no son; pájaros fueron:

son sarcófago.

Esta neblina.

Guitarra, o quién, caído, ya no clama,

sí solloza.

Son silencio.

Pájaros son neblina; trinos ya no: silencio.

Dolido, o quién no exprime ya limones

sobre cítaras rotas o maderas de guitarra

carcomida, o ya laúdes ya no tañe,

sí solloza.

Son silencio.

Pájaros son sarcófago de olvido. Son silencio.

 

 

Vidrio Fuerza Cristal

Fue, o este desastre.

Se derramó la sed

—y cuánta lengua calcinada

bebe salitre o ansias de ser cuerpo.

Empapado de sed, vidrio fuerza cristal

o lame ya osamentas de paloma.

Caen cristales o venas.

La noche es ya crujir de qué mordiscos:

parió la noche canes,

campanas ya no sino desastre.

La muerte ya jardín

 —qué sed la que la acecha.

Tomado de:

https://asociaciondeescritoresmex.org/mx/archive/CP/Max_Rojas.pdf

 

 

ELEGÍA COMO GRITO PARA UNA TARDE DE DICIEMBRE

 

a María Elena

 

Vienen noticias del atroz invierno,

las traen veloces hojas amarillas,

dicen que pasa el frío las orillas

de la piedad, soplando del averno.

 

Que el norte salta de la luna al cuerno,

que los navíos crujen en astillas

y que las desoladas maravillas

no tienen fin, o puede que uno eterno.

 

Éste es el tiempo de no hacer derroche

y avivar la memoria de la hoguera

viendo que todo va color de muerto.

 

Pues el invierno es amo de la noche

y la tiniebla arrecia y ya no espera,

si es preciso soñar, soñar despierto.

 

Eliseo Diego

 

Desbaratado el grito, el silencio que cruje en la escalera,

el sonido que llega de repente para decir no hay nadie,

nadie grita tu nombre, nadie te espera, nadie camina

por la calle recogiendo tu sombra partida en pedacitos,

tu esqueleto partido en pedacitos, nadie te extraña,

puedes echarte a caminar mascando tu tristeza,

puedes perderte para siempre en tu tristeza,

nadie grita tu nombre, nadie te espera,

sólo el silencio que baja y te destroza,

sólo el silencio que baja y te aniquila,

el sonido que llega de repente para decir no hay nadie,

nadie camina desde la oscura zona del derrumbe,

nadie te espera, di buenas noches, estoy triste, busco a Elena,

la he buscado en todas las grietas de la tarde, no la encuentro,

la he buscado en todos los hoyos de la noche, no la encuentro,

estoy palpándome ceniza y no la encuentro,

busco a Elena, no vendrá nunca, dile que venga, no vendrá nunca,

llámala hasta que el musgo te nazca en la garganta,

llámala hasta que tu garganta sea de musgo, no vendrá nunca,

di su nombre, repítelo hasta que la lengua se te caiga,

repítelo hasta que los dientes se te caigan, no vendrá nunca,

sólo el silencio que cruje en la escalera te acompaña,

el sonido que llega de repente para decir no hay nadie,

nadie te espera, di buenas noches, tengo miedo, busco a Elena,

puedes echarte a caminar buscando tu tristeza,

puedes perderte para siempre en tu tristeza, no vendrá Elena nunca,

di su nombre, graba en la noche su perfil de sombra,

su rostro de neblina, su cuerpo sepultado en caracoles,

di su nombre, repítelo hasta que los dientes se te crujan,

clávalo en tu memoria como una enredadera de moluscos,

di su nombre, guarda lo casi nada que te queda, el último sollozo,

el recuerdo como una abandonada calavera, el llanto en pedacitos,

pregunta por Elena, desbaratado el grito,

desbaratados tú y tu sombra que se hunden bajo el grito crujiendo en la escalera,

el sonido que llega de repente para decir no hay nadie,

sólo tu soledad que llega crujiendo en la escalera,

no está Elena, besa la oscura zona de sus labios,

no está Elena, muerde su sombra fría, no vendrá nunca Elena,

seguirás esperando, seguirás caminando su oquedad con los dedos,

seguirás consumiéndote en tu furia, no vendrá Elena nunca,

recoge tu tristeza, envuélvela en su grito,

dile que busque a Elena por las calles,

dile que llame a Elena en las esquinas,

no vendrá nunca, seguirás esperando,

seguirás caminando los muros de la noche,

seguirás destrozando las paredes del sueño,

di su nombre, repítelo hasta que el miedo te derrumbe,

no hay remedio, bajarás con tu sombra al fondo de la tarde,

beberás en la tarde del grito que te ahoga, desbaratado el grito,

el sonido que llega de repente para decir no hay nadie,

no vendrá nunca Elena, desbaratado tú y tu cuerpo,

no vendrá Elena nunca,

sal a la calle y grita, búscala en donde sea,

rompe las puertas, destroza las ventanas, derriba las paredes,

no ha venido, pregunta a los que pasan, no ha venido,

asómate al espejo, Elena, ven, gritando al borde del espejo,

no ha venido, seméjate a su sombra, parécete a su ausencia,

no vendrá nunca, todo duele, nada importa,

desbaratado el grito, el sonido que llega de repente para decir no hay nadie,

nadie camina subiendo la escalera, no vendrá nadie,

sólo tu soledad que sube crujiendo a tu esqueleto,

sólo tu soledad crujiendo en tu esqueleto, desbaratado el grito,

desbaratados tú y tu cuerpo, y el grito con que gritan,

mira tu grito que se hunde en el espejo,

mira tu cuerpo que se hunde tras tu grito en el espejo,

entrarás al espejo, seguirás a tu cuerpo que se hunde

tras su grito en el espejo,

te hundirás tras tu cuerpo y tras su grito

en el cuerpo de Elena, oculto en el espejo,

volverás del espejo con el cuerpo de Elena metido entre tu cuerpo,

ámala y sálvate, ámala y quiebra tu alarido, no vendrá Elena nunca,

seguirás esperando, seguirás escarbando entre la noche en busca de su cuerpo,

no vendrá Elena nunca, quedarás para siempre roída la conciencia,

amargo el llanto, fúnebre el recuerdo, no vendrá Elena nunca,

sólo la sombra de su sombra habita en el espejo,

sólo la sombra de tu sombra baja crujiendo la escalera,

el sonido que llega de repente para decir no hay nadie,

no vendrá nunca nadie,

puedes echarte a caminar mascando tu tristeza,

puedes perderte para siempre en tu tristeza,

nadie jamás te llamará en la noche,

nadie jamás recogerá tu cuerpo partido en pedacitos,

tu esqueleto partido en pedacitos,

desbaratados tú y tu calavera abandonada,

un sonido de luna se derrumba, un sonido de espanto se desploma,

vete por el espejo, Elena, ven, gritando en el espejo,

ámala y sálvate, ámala y quiebra tu alarido, no vendrá nunca,

ámala y húndete en la furia, no vendrá nunca,

desbaratados para siempre tú y tu cuerpo,

desbaratado el grito, el silencio que cruje en la escalera,

el sonido que llega de repente para decir no hay nadie, no vendrá nunca nadie,

y cerrar esta puerta.

 

1965

 

 

EL TURNO DEL AULLANTE

 

a Lourdes y Antonio Gazol

A mi modo brutal, un poco manso…

 

José Martí

 

I

 

Lo furioso, lo verdaderamente animal

que me sostiene, lo que me guarda en pie

con el rencor crecido, esto como de hueso,

como de dientes que se muerden

después de haber mascado el polvo,

esto de sangre, esto de grito ahorcado

como un aullido en la garganta,

esto como un muro, como un sollozo

largo de noche sin hogueras, lo animal,

lo verdaderamente huraño que me duele en los ojos.

 

Dije que el mar es algo así como esa diaria muerte

de mi cuerpo. Hoy me sale lo bronco

y me revuelvo, hoy me sale lo herido

y me desgarro —perdón por esta forma

de amargura, pero es que hoy

de muy dentro me sale lo animal desbocado,

la verdadera furia que me empuja:

esto de maldecir espinas por la boca

lo formalmente triste,

lo exactamente amargo como el llanto.

Ahora me vuelvo y me despido y me regreso.

Voy a buscar mi sombra entre la sombra,

porque mordí sin tiempo un corazón de niebla,

y lo bronco,

lo verdaderamente animal que me sostiene

está dolido.

 

II

 

No he podido morir porque empezó a llover anoche,

pero, a decir verdad, ya no me duele aquello

tanto como entonces, ya no me tumba tanto el cuerpo

como antes. No he podido llegar, pero no importa;

han sucedido cosas a todo esto: nacieron gentes

y vinieron visitas y pasaron tranvías largos como la noche;

mi único traje se volvió ceniza, mi triste hueco

se largó a paseo, me atardeció de pronto,

no sé, sin enterarme; luego empezó a llover y no hubo tiempo,

no hubo manera de llegar a parte alguna; me encontré

de repente sin memoria, y olvidé todo aquello que me hería.

 

Debo decir que era una lluvia oscura la de anoche

(no sé si me entendáis, quiero decir que era una lluvia

venida de muy lejos, venida desde abajo de la tarde

como un montón de niebla sollozante, como un grito;

no sé si me entendáis, era como mujer que llega a despedirse);

debo decir que era una lluvia fría la de anoche,

un encontrarse de pronto en un espejo, llamando a no sé quién

con qué silencio, llamando a no sé quién con qué alarido.

Debo decir que era una lluvia hosca la de anoche.

 

No he podido morir, pero no importa. Me quedan otros trozos

de pellejo y otros dientes, y a lo mejor mi traje funeral

no está bien hecho. Olvidé tantas cosas desde anoche

que olvidé que mi cuerpo estaba roto y ahora está

no sé dónde, cayéndose de olvido; de esto, a veces,

me acuerdo con nostalgia: salgo por él gritando

como un loco, y acabo sin remedio tropezando.

Debo encontrar un cuerpo que me aguante: mi único traje

se volvió ceniza, y no me queda piel con que ir a mis entierros.

 

Para decir verdad, ya no me duele aquello como antes.

Tengo recuerdos de mujer trozándome los labios, y ganas

de llegar a alguna parte. No sé si me entendáis:

es un poco de polvo que me aguarda, un montón de silencio

que me espera. Traigo recuerdo de mujer crujiéndome

en los huesos y un hoyo, aquí, que me lastima.

No he podido morir, pero no importa:

desde anoche me duele el esqueleto,

y eso quiere decir que estoy llegando.

 

Han sucedido cosas, a todo esto: murieron gentes y se fueron

visitas y pasaron noches largas como tranvías y anocheció

de pronto, no sé, sin enterarme; yo me encontré metido

en un espejo (debo decir que era una lluvia fría,

decir que era una lluvia que golpeaba), llamando a no sé quién

con qué silencio, llamando a no sé quién con qué alarido,

con qué ganas de llegar a alguna parte.

 

Ya no me crece yerba en el olvido; me acostumbré, sin duda,

a tanto oscuro, y a lo mejor mi traje ya está listo:

es cosa de buscar en los armarios donde mi cuerpo,

a veces, se refugia.

Podría añadir algunas otras cosas, pero, a decir verdad,

aquello ya no duele como entonces.

Traigo recuerdos de mujer siguiéndome los pasos

y un hoyo aquí, bajo la piel, que no lo aguanto.

 

1965

 

 

 

VII

 

Descalabrado del lenguaje —y luego,

con quién hablar si a nadie

le importa mi gritada,

y nadie, en fin,

se va a dejar caer por estos huecos

en que anda mi bramido balbuciendo,

y más aún mi lenguaraje en busca

de qué decir o cómo y para qué,

si al cabo a mí lo de linguar

se me quedó una tarde apergollado

y dándose de topes contra el suelo,

en un lugar adonde para qué volver,

si pretender apuntalar mi lengua

es tanto o mucho más difícil

que pretender, ahora,

enseñarle a mascullar palabras,

y hoy la hablación me sale a punta

de trancazos,

y más que hablar

lo que me cuaja en la garganta es un aullido

y una ardición de las que escaldan la huesera

con un desmadre tal que ya no balbucir,

sino mover los labios duele,

y más acá el palabrerío pugnando

por salir —y cómo, si hay una trabazón

que ni manera de decir te amo

y mucho menos más lo que por dentro saja

y a empujonazos quiere hablar diciendo mucho

y sólo un dolorón se le amontona

a puñetazos en la boca;

por lo demás, si a quién le importa

un bledo hasta qué vertebraslinguales

me estoy desvertebrando

ni hasta qué tantos de mi carne

me ascua este alarido

mejor me guardo el descalabre

entre mi herrumbre, y esculco

alrededor por ver si me hablan.

 

1968

 

 

 

VIII

 

Anoche me dolió la esqueletada, de modo tal

y de manera triste, que al rato de crujir

se vino abajo;

ni para qué moverla —dije— de ese sitio

si al cabo he de acabar igual de caído:

la dentición ya me anda carcomiendo

y adentro el huesadal haciendo estragos;

mejor que de una vez se quede allí tirada

que pronto he de ir por ahi a recogerla;

me importa poco el hueserío que falte

porque de sobra sé que faltan muchos;

no por nada se me han ido cayendo,

a cada tropezón, un resto de ellos.

Si así de invertebral ha de quedarme,

mejor ya de una vez me angosto el alma,

y vale madre lo demás que venga luego.

Anoche me dolió la esqueletada, y a nadie más

que a mí me vino el crujimiento. Me entristo

un poco más y trago en seco, que al cabo sé

que he de acabar mi crujición a solas.

 

1968

 

 

 

IX

 

Mi lenguaraje hoscón y mis bastantes ganas

de entardecer de pura muina

hoy más que ayer me llevan de bajada

y, más que ayer también, me friegan todo;

y de remate, allá donde la lengua pare polvo,

un gran charcal de llanto ya se me hizo

y eso que queda todo por decir de tanto escombro

y tanta rabia como hay royéndome la carne.

Si un poco más de ayer logré medio salvar

lo que de mí y de mi pellejo andaba a tarascazos

por ahí, cayendo y siempre a punto

de darse el fregadazo, hoy de plano el dolor,

allá donde la lengua en su charcal se estanca,

pide esquina, diciendo: en esta de una vez

aquí me quedo; nunca jamás mi lenguaraje hoscón

y su tristeza encima jorobando

van a lograr que vuelva yo a más de antier

en que empezaba apenas mi ladrido

a embronconarse;

de pura rabia hoy vengo de bajada y, no que no,

jodiendo recio, un desgarrón me parte el espinazo;

me esculco y sé que estoy ladrando a falta de lenguaje

y que ya es hora de empezar a mordisquear mi osario:

de tanto como hay royéndome la carne,

a puro hueso carcomido estoy sonando.

 

1968

 

X

 

Era como si el fantasma de un hombre que se hubiera

ahorcado regresara al lugar de su suicidio, por pura

nostalgia de beber otra vez las copas que le dieron valor

para hacerlo y preguntarse, tal vez, cómo tuvo el coraje.

 

Malcolm Lowry, Bajo el volcán.

 

 

…y sepa dónde y cuándo apuñalearon mi cadáver.

 

 

 

Caidal mi pinche extrañación vino de golpe

a balbucir sepa qué tantas pendejadas;

venía dizque a escombrar lo que el almaje me horadaba,

y a tientas tentoneó para encontrarse

un agujero tal de tal tamaño que en su adentro

mi agujereaje y yo no dábamos no pie

sino siquiera mentábamos finar

de donde a rastras pudiera retacharse nuestro aullido.

Eso es lo que me queda —dije— de tanta extrañación

como he tenido; un hueco nada más, y ya me crujo

del tanto temblequear de que ese hueco

del mucho adolorar se me deshueque

y ya ni hueco en que caer tengamos

ni mi agujero ni mi yo

tan deshuecado invertebral volvido

que ni a madrazos mi almaraje quiera

ponerse a recoger su trocerio.

 

Caidal mi pinche extrañación se fue de golpe

luego de extremaunciar sepa qué tantas pendejadas;

no le entendí ni madres de todo lo que dijo,

pero sentí que era de cosas que desgracian.

A buena hora se te ocurre —dije—

venirme a jorobar con lo pasado,

cuando que a puro ferretear me atasco el alma;

si no fuera por tanto pinche clavo que me clavo,

ya ni memoria ni aulladar tendría.

A mí de sopetón una mujer me destazó en lo frío,

y desde entonces

a puro pinche ardor me estoy enfriando.

Ni lumbre en el finar del almaraje y sus trocitos queda

y sólo el agujero está y estamos dentro

mi esqueletada y yo y mis agujeros,

a trompicones tentaleando fondo

para por fin tener donde aventar el alma

y de una vez echar la moridera.

 

Luego de extremaunciarme el esqueleto,

mi pinche extrañación se fue de golpe;

a tales rumbos me aventó de lejos

que pura mugre soledad me fui encontrando;

de arrempujón en empujón llegué a mis huecos,

todo ya de oquedad hallado hoyado,

y sin huesaje ya y sin nada

en que la agonición llevar a cabo.

 

Es frío —me dije— lo de agonir que tanto escalda,

pero el asunto es memoriar lo que en trocitos

del almaje va quedando de esa mujer y yo memorio

de cuando me hoyancó y, luego, hubo un desmadre tal

que estropició la elevación de los San Ángel

y memoreo, también, que al destazarme

los huesos se me fueron hasta un deshuesadero tal

que, entonces, mi agujereaje y yo crujímonos de frío,

y a puro pinche enfriar hemos andado desde entonces.

 

Extremahumado ya,

ni un chinguirito de lumbre en el almaje y sus retazos queda

para lumbrar siquiera el huésar donde a tumbos

velorio a esa mujer que desahució mi almario

y cascajó, de paso, la ardidera.

Una llagada me dejó, y qué llagada,

y aluego hubo un friadal y un chingo más de casas

que a chingadazos, pues, me auparon la caída.

 

Si así —me dije—, sin nada de huesar

y a puro bújero velorearé por siempre a esa mujer

mientras chinguitos del almar me queden

y siendo como es de frío lo de agonir que tanto escalda,

mejor ya de una vez me descerrajo el alma

y a ver en qué lugar la moridera boto.

Ya ni mi triste corazón me aguanta nada

y ya que en éstas del morir me esculco muerto,

dada la extremaunción, el último traguito

mi agujereaje y yo nos lo echaremos solos.

Briagados ya, y a tarascazos dando fondo,

vidriaremos por ahí a ver en que mugre velorio

nos aceptan:

resurreccir como que está bastante del carajo

y este pinche camión de Tizapán que ya no pasa,

como que nada más hasta un barranco hubo llegado.

 

Junio de 1971

 

(De El turno del aullante)

Tomado de:

http://letras.mysite.com/mm200910.html

 

 

Memoria de los cuerpos

 

 

 

{CUERPOS Uno}

 

A Sofía Rodríguez

 

 

 

I

 

Cuerpos,

hay que abolir el tiempo,

regresar a la esfera.

Sólo el círculo salva

y no hay sino la urdimbre fantasmal

de los regresos y los viajes,

las huidas.

 

Se huye.

Uno se vuelve sombra fatigada

y se disloca,

se cuartea la huesumbre,

el alma se acongoja y pierde su condición

de almario

donde las penas y el amor que se extravió hace mucho

custodian su vigilia permanente

a la espera del sueño,

del regreso corpóreo de lo ido.

 

Sombra ya

como caída y yerta,

como badajo de campana que suena y suena

sin sonido alguno,

como camión destartalado y sin siquiera

pasaje funeral a los olvidos.

Sombra que ya perdió su propia sombra

en la búsqueda atroz de tantas sombras

–memoria fantasmal,

fantasmas al acecho

y en fuga circular hacia la nada.

 

Sólo el círculo salva,

Cuerpos,

su peculiar demencia de formas despiadadas

salva

y lo salvífico, después,

se expande en los infiernos,

se desarrolla y se machaca y clama

su condición desesperada de naufragio.

Sólo el círculo ofrece la certeza

de que lo huyente volverá algún día.

 

Fervor hacia los cuerpos,

las caídas.

La esfera es lo ejemplar de lo radiante,

la luz inmaculada y fría que se asesina

con mirada dura

–y mira,

los cuerpos tan amados que se abaten

en la niebla

hasta volverse sed o agua apenas

vislumbrada,

vislumbres que lo que ya dejó

de ser corpóreo ofrece en gesto de piedad

o desconsuelo

{no se sabe o se sabrá jamás

el peso de la noche cuando todo cae encima de uno

{y lo degüella.

 

Palpa el demente nada pero palpa,

con avidez, la nada

y sorbe

lo fantasmal que permanece de los cuerpos

cuando huyen

y sorbe entre los huesos el hueco que dejaron

y sorbe la caída

y sorbe los contornos de lo ido y lo quedado

–lo perenne,

lo fijo e inmutable,

pero también, lo que se pierde.

lo que se deja abandonado

o lo que se abandona a sí mismo

y desguarece,

lo extraviado, lo que se hizo a un lado

o se tiró porque ya no servía

pero de todos modos se quedó atorado

en la conciencia.

 

Conmiseración por el que yace

perdido entre la bruma,

Cuerpos,

el que deambula en los jardines

como lunático perdido en su inocencia

{fe perdida, razón de la añoranza},

en su rotunda necedad de ser cuerpo cercado

por los cuerpos sombríos del recuerdo.

 

Fe en la contemplación de cuerpos de mujer

que organiza el espíritu,

acechador de carne

y de zarpazo,

para el descanso de su ánima tristona.

Fe en el descenso de las aguas

y fe en la limpieza de la carne

y en lo pecaminoso que, a veces, se guarda

en el espíritu,

fe en la degustación de líquen y de pasto

entre lo impropio del perdón que llega

y la impiedad,

que se resiste a irse.

 

Manías del extraviado en los espejos

que contempla los cuerpos

congelados,

la salvación hecha un desastre

y envuelta en su envoltorio de cascajo,

la mortandad que avanza y que no cesa

de incrementar volumen.

Sólo el círculo salva,

Cuerpos.

No crujan,

no estampen la estampida en lo cuarteado,

lo que se desmorona y cae y se hunde

sin remedio.

Lo pasional escurre como un cilindro seco

y ya sin música,

y el que tocaba el instrumento falleció

hace ya tiempo

de afónica nostalgia y ahora tartajea

su adiós de cilindrero

ladrando en el silencio,

alma en crisis

que se integra a la noche y se sumerge en ella.

 

Sólo lo quieto salva y purifica,

Cuerpos,

lo móvil contamina y roe ácidamente

todo lo que semeja cuerpo

o imagen susceptible de volverse cuerpo.

 

(No hay salida.

Los muertos rondan los espejos

y no cantan,

palpan lo que oscurece y silban mucho).

 

No crujan.

La esfera es, dicho con toda propiedad,

lo eterno,

lo cristalino y puro que endurece

lo que llamamos lo eternal

–morada fija

o duradera pasión de allí quedarse siempre

y sin mudanza alguna,

vida y muerte quietas,

sombra ensimismada que se adentra en el cristal

y permanece entera,

crepitante

 

Crujan.

En lo eternal el tiempo no transcurre,

el devenir deviene en lentitud pasmada,

en detenida cualidad de nada,

en incorpóreo cuerpo de vidrio machacado.

 

No crujan,

pero chirrien,

cuerpos que están después de haberse ido,

como el aire,

como la luz,

inmóviles,

en detención suprema,

lejanos en el tiempo,

cautos,

a la espera de que algo los sostenga siempre

colgados de las sombras que salen de las lámparas,

fieles,

como estatua obligada a custodiar su sueño,

a ser eternamente igual que al tiempo de su origen.

 

Crujan,

pero no olviden que, a veces,

chirrian las ovejas

y que el metal, tiernísimo,

susurra vagamente o bala sus pesares

o su destino es triste.

Chirrien

o agiten las campanas

o cabalguen por el ancho mundo,

pero no olviden que el olvido es una cosa dura,

pegajosa,

difícil de olvidar aunque se quiera

 

(Cuerpos,

la esfera es lo abisal,

la condición de la demencia,

la sensación de que la nada es todo

y él todo es un señor que muere vuelto nada)

 

El círculo es la perfección palpable,

Cuerpos,

el tiempo que se va pero regresa siempre,

como agua que se estanca entre ladrillos viejos,

enmohecidos,

espejo de la sed de lo corpóreo

que permanece, inalterable,

inmune a los desgastes,

cuerpadamente míos,

eternales,

consumación de los amantes en lo abstracto.

 

 

(Amor, a fin de cuentas, es vacío)

Tomado de:

https://circulodepoesia.com/2009/12/foja-de-poesia-no-110-max-rojas/

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