domingo, 7 de agosto de 2016

POEMAS DE YEVGENY YEVTUSHENKO


(Unión Soviética, 1932)


Babi Yar*



I

No existe monumento en Babi Yar;
sólo la agria ladera. Y tengo miedo.
Hoy me siento un judío en el desierto
que de Egipto escapó. Me crucifican
y mis manos conservan los estigmas.
Me parece ser Dreyfus, condenado,
al que juzgan, escupen, encarcelan;
pero de pie resiste la calumnia
y el grito filisteo. Con la punta
de sus sombrillas en mi rostro vejan
mi indefensión mujeres que se acercan
con vestidos de encaje de Bruselas.


O también soy un niño en Bielostok.

De pronto estalla el pogromo.
La sangre derramada cubre el suelo.
Los que huelen a vodka y a cebolla
salen de la taberna y gritan todos:


"Mata judíos: salvarás a Rusia".

Un tendero se ensaña con mi madre.
Otro hombre me patea. En vano rezo
plegarias que se pierden en la nada.


Me siento dentro

de la piel de Anna Frank que es transparente
como un ramo de abril.
No hacen falta palabras. Siento amor
y sólo necesito que uno a otra
nos miremos de frente.
Separados del cielo y el follaje.


Solamente podemos abrazarnos

en este cuarto a oscuras.
Quiero besarte una vez más, acércate.
Ya vienen. Nada temas: el rumor
es de la primavera que se anuncia
y del témpano roto en el deshielo.


Y en torno a Babi Yar suena la hierba

que ha crecido salvaje desde entonces.
Los árboles nos juzgan. Todo grita
pero el grito está hecho de silencio.
Al descubrirme observo mi cabello.
También ha encanecido. También grito
por los miles de muertos inocentes
masacrados aquí. En cada anciano
y en cada niño al que mataron muero.


Pueblo ruso, mi pueblo: te conozco.

Tú no odias ni razas ni naciones.
Manos viles trataron de infamarte
al usurpar tu nombre y al llamarse
"Unión del Pueblo Ruso".** No perdono.
Que La Internacional llene los aires
cuando el último
antisemita yazga bajo la tierra.
No soy judío. Como si lo fuera,
me odian todos aquéllos.
Por su odio
soy y seré un verdadero ruso.


*Babi Yar o Baby Yar es un barranco en las proximidades de Kiev. En dos días de septiembre de

1941 más de treinta y cinco mil judíos fueron asesinados allí por las tropas nazis.
En esta versión de 1997, tomada del libro "Adiós bandera roja" (Selección de poesía y prosa de 1953 a 1996) 
se tomaron en cuenta los cambios introducidos por el propio Yevtushenko de la traducción inglesa de Robert Milner.


**La Unión del Pueblo Ruso fue el grupo antisemita que actuó en Rusia entre el asesinato del zar

Alejandro II y el comienzo de la primera Guerra Mundial. Sus miembros organizaron pogromos
-linchamientos de judíos rusos y destrucción y robo de sus propiedades- e, infiltrados en la policía secreta zarista, 
fabricaron los apócrifos Protocolos de los sabios de Sión.


Versión de Heberto Padilla







Cae la nieve pura

                                                          para A.W. Bouis


Cae la nieve pura como

si resbalara por hilos.
Quisiera vivir, vivir
pero sé que no es posible.


Algunas almas se pierden

sin huella en la lejanía,
suben, suben hacia el cielo
como hace la nieve pura.


La nieve pura se disuelve...

yo también desapareceré...
No me preocupa la muerte,
nadie vive eternamente.


No creo en esos milagros.

No soy ni nieve ni estrella,
yo jamás volveré a ser
jamás, jamás, nunca más.


Y pienso yo, pecador:

¿Qué hiciste con tu existencia?
En su torbellino, ¿qué
amaste más que la vida?


Quise con mi sangre a Rusia

como el tuétano de mis huesos,
quise sus ríos creciendo
y debajo de los hielos.


Quise el humo de sus casas,

el aire de sus pinares,
amé a Chejov, Pushkin
y a sus gloriosos ancianos.


Si tuve mis contratiempos,

fue sin lamentarlos mucho.
Qué importa si viví locamente,
por Rusia fue que viví.


Dolorido de esperanzas

(lleno de oculta inquietud),
creo que tal vez un poco
también yo he ayudado a Rusia.


Aunque a mí Rusia me olvide

cuando el tiempo se devane,
el caso es que Rusia viva
para siempre, eternamente.


Cae la nieve pura, cae

como caía en los tiempos
de Pushkin, de Chejov,
como caerá cuando muera...


Cae la nieve, cae la nieve

con cegadora blancura,
borrando todas las huellas,
las que yo dejo y las otras...


Nadie vive eternamente,

pero tengo una esperanza:
si Rusia vive, es decir
que yo también viviré.


Versión de Rafael Alberti y María Teresa León









Ciudadanos, oídme




                                                                              Para John Updike



Estoy a bordo del barco Friedrich Engels,

pero en mi mente hay tal herejía
de pensamientos que rompen las puertas.
No comprendo, ¿qué oigo?,
llena de confusión y de dolor, la invocación:
"Ciudadanos, oídme".


La cubierta se inclina y se lamenta,

mezcla de concertina y charlestón,
pero en el puente, queda, suplicante,
intenta abrirse paso con violencia
la imponente canción:
"Ciudadanos, oídme".


Sentado en un tonel hay un soldado.

Su pelo cuelga sobre su guitarra 
mientras rasguea despacioso.
Y enardecido como su guitarra 
de sus labios escapa con tormento:
"Ciudadanos, oídme". 


No nos quieren oír los ciudadanos.

Preferirían comer, beber, bailar.
Y no les interesa lo demás.
Sin embargo, dormir es importante.


¿Y por qué ese estribillo interminable?

"Ciudadanos, oídme".


Alguien echa sal a un tomate,

otro tira unas cartas grasientas,
otro golpea el suelo con las botas,
otro despliega ansioso el acordeón;
mas, cuántas veces a cualquiera de ellos
el grito o el susurro, le brotó:
"Ciudadanos oídme".


Y cuántas veces nadie lo escuchó.

Hinchando el pecho y retorciéndose,
no pudieron decir lo que sentían.
Reaccionando con alma indiferente,
oyen a los demás con dificultad:
"Ciudadanos, oídme".


Mira, soldado encaramado en un tonel:

Yo soy igual que tú, mas sin guitarra,
sobre ríos, montes, mares,
soy un vagabundo de manos extendidas,
la voz ya ronca repite sin cesar:
"Ciudadanos, oídme".


Terrible si no quieren escuchar.

Terrible si comienzan a oír.
¿Y si al final la canción no valiera la pena?
¿Y si nada en ella tuviera sentido
salvo el tormentoso y sangrante estribillo:
"Ciudadanos, oídme"?


Versión de Heberto Padilla









Duérmete, amada mía




Gotas salobres

brillan sobre los hierros de la verja.
La puerta del jardín quedó cerrada.
Y el mar,
en torbellinos encrespados
que golpean los muelles,
ha estrechado en su seno el sol salado.
¡Duérmete, amada mía,
no atormentes mi alma!
Van cayendo en su sueño la estepa y las montañas,
y nuestro perro cojo
dormita arrebujado en la maraña
de su pelo y lame su cadena salada.
Y las ramas murmuran
y las olas trepidan
y apagando la antorcha de su vieja experiencia,
el perro se ha dormido atado a su cadena.
Susurrando palabras, apenas cuchicheando,
después con mi silencio, te pido que te duermas.
¡Amada mía, duerme...!
Olvida que reñirnos.
Imagina mejor que paseamos
y la tierra está fresca.
Tendidos sobre el heno aún tenemos sueño.
Parte de nuestro sueño,
el aroma de la agria crema
que llega desde allá, de la bodega.
¿Cómo hacer que imagines todo esto,
cómo lograrlo si en nada crees?
Amada mía, duerme...
Deja tu llanto y con sonrisa leve,
sueña que juntas flores
y tratas de encontrar dónde ponerlas
con tu rostro oculto entre ellas.
¿Algo dices durmiendo? Palabras sin sentido.
¡Es porque estás cansada
de moverte y moverte mientras duermes!
Envuélvete en tus sueños como si fuera un manto
en que buscas abrigo.
Cuando se quiere puede hacerse en sueños
todo aquello que a medias
admite la vigilia.
Una culpa secreta que clama en lo profundo
nos atormenta el sueño.
Hay cansancio en tus ojos y hay en ellos
inmensa multitud de gente extraña.
Cúbrelos con tus párpados
y sentirás alivio.
Duérmete, amada mía.
¿Qué te causa este insomnio? ¿El mar rugiente?
¿El ruego de los árboles al viento?
¿Algún presentimiento?
¿El mal que alguien te ha hecho?
¿Y si ese alguien fuese yo?
Duérmete, amada mía...
Yo nada puedo remediar,
pero sabrás un día
que no he sido culpable de este mal.
Perdóname, ¿me escuchas? ¡Aunque sea en tus sueños!
¡Aunque sea soñando!
Duérmete, amada mía...
No olvides que viajamos encima de esta tierra
que enloquecida vuela
y amenaza saltar convulsionada
de su impasible ruta
y tenemos que abrazarnos para no caer.
Y si hemos de caer, caeremos juntos.
Duérmete, amada mía...
No alimentes la ofensa
que vengan en silencio
los tiernos sueños a poblar tus ojos.
¡Cuesta tanto dormir sobre esta tierra!
A pesar de todo, amada mía, ¿me oyes?
Duérmete al fin, duerme, amada mía...
Y las ramas murmuran
y trepidan las olas
y apagando la antorcha de su vieja experiencia
el perro se ha dormido atado a su cadena.
Cuchicheando palabras, después medias palabras,
después con mi silencio, te pido que te duermas.








El ajedrez de México




El sol amodorrado.

El polvo amodorrado se derrumba por el camino.
El tañido amodorrado del espejismo.
El gemido amodorrado de un buey.
Flotan bamboleándose con modorra
un sombrero y otro sombrero;
el primer peón,
el segundo peón,
el tercer peón.


En castellano el peón es el campesino más pobre.

Y es también
la figura más pequeña del ajedrez.
Sacrificar al peón es una ley de todos los partidos.
El triste ajedrez de América Latina
es una burla amarga para ustedes:
primer peón,
segundo peón,
tercer peón.


Los pedacitos de la tierra campesina

son las casillas de este tablero tan cruel.
Con ustedes, los héroes del machete,
juegan desde los tiempos más lejanos
las manos sucias que no huelen nunca
como huele el mango salado del machete.
Juegan con el primer peón,
con el segundo peón,
con el tercer peón.


¡Qué lástima, señores socios del ajedrecismo político,

que este tablero no sea liso!
¡Sería magnífico nivelar estas incómodas montañas!
¡No dejan jugar!
¡Afuera estas torpes palmas y estas cabañas!
Y la muerte mete en su sombrero,
brillante por fuera, pero negro por dentro,
los mete a ustedes:
el primer peón,
el segundo peón,
el tercer peón.


¡Traición, hermanos peones!

¡Quitaron del tablero a Emiliano Zapata y Pancho Villa!
El peón que cumplió su papel
no es necesario para los señores ajedrecistas.
Nos sacan a todos del tablero
o el puño de hierro,
o -dos dedos, tan tiernos,
quitan al primer peón,
al segundo peón,
al tercer peón.


Cuántos peones cayeron

sin cantar hasta el fin La cucaracha.
Ellos no se convirtieron en reyes.
¡Las patadas son tan duras!
Pero dentro de los muertos
se ocultan los reyes,
asesinados en los peones;
en el primer peón,
en el segundo peón,
en el tercer peón.


¿Cuándo cambiaremos las reglas

de este maldito juego?
¿Cuándo?
La respuesta es como machete en su vaina.
¿Cuándo cambiaremos las reglas?
Contestadme;
el primer peón,
el segundo peón,
el tercer peón...


¡Viva el quinto peón!



Escrito originalmente en español










El último intento




                                                                                     A Masha



El último intento de ser feliz

ciñéndome a todas tus curvas, todas tus sinuosidades,
a la blancura trémula y balbuceante
y a las bayas con el opio del saúco.


El último intento de ser feliz

como si mi fantasma, al filo del abismo,
quisiera saltar huyendo de todas las ofensas,
allá donde hace mucho estaba yo arruinado.


Allí sobre mis huesos rotos

se posa una libélula,
y las hormigas visitan tranquilamente
las cuencas de lo que ayer fueron mis ojos.


Ya me hice alma. Ya no estoy en mi cuerpo. 

Escapé a mi prisión de huesos
pero me hastían los fantasmas
y otra vez me llaman los abismos. 


Un fantasma enamorado ahuyenta más que un cadáver.

Pero tú no te asustaste sino que comprendiste
y juntos nos hemos arrojado como a un abismo
y el abismo desplegó unas blancas alas
que nos levantó sobre la niebla.


Y estamos tendidos juntos, no en la cama

sino en la niebla que apenas nos sostiene.
Soy un fantasma. Ya no se quiebra mi cuerpo
pero tú estás viva y temo por ti.


Otra vez revolotea el cuervo fúnebre

en espera de carne fresca, como en el campo de batalla.
El último intento de ser feliz.
El último intento de amar.

Traducciones de Javier Campos

El soliloquio de zorro azul


Soy un zorro azul que vive en una granja  gris.
Condenado a la muerte por mi color,
detrás  de estas rejas de alambres a prueba de mordiscos
no me siento nada de contento  con mi color azul.

Oh Dios, ¡yo quiero cambiarme de piel! Quemarme
como un demente hasta descuerarme a mí mismo,
pero mi exuberante  y tieso pelo azul se filtra por mi piel.

¡Cómo aúllo! ,  ¡desesperadamente lanzo alaridos!
igual que las peludas trompetas del Juicio Final
implorando a las estrellas deseando ser libre para siempre
o al menos sacarme esta piel de una vez por todas.

Alguien que paseaba por aquí oyó mi aullido
y lo metió en un máquina grabadora. ¡Qué estúpido!
¡Él no sabe ni siquiera aullar pero seguro
comenzaría a aprender si lo agarran y lo encierran aquí!

Me caí al suelo, moribundo.
Y quien sabe por qué no me morí.
Me vino una depresión como si tuviera mi propio Dachau  (*)
pero ya lo tenía muy claro:  jamás escaparía.

Una vez, después de comerme un pescado podrido,
me di cuenta que la jaula estaba entreabierta
y me lancé hacia el abismo
con la imprudencia de un ingenuo cachorro.
Una cascada de perlas lunares pasaron por mis ojos.
¡La luna era un círculo! Y ahí me di cuenta
que el cielo no estaba dividido en segmentos cuadrados
como yo me lo imaginada viviendo dentro de una jaula.

Pedazos de hielo flotantes de Alaska había por todas partes
de los que logré esquivar  aún  estando enfermo
pero sabiéndome libre algo cambió dentro de mis pulmones
por todas las estrellas que me había tragado.

Hice travesuras, ladré cosas hacia los árboles
que no tenían ningún sentido. Fui yo mismo.
Y hasta la misma brillante nieve tenía miedo
de que yo tuviera un color tan azulado.

Mi madre y mi padre no se amaban
pero se casaron de todas maneras.
Cómo me gustaría encontrar una hembra
con la que pudiera rodar y volar por la nieve.

Ahora me siento cansado. Hay demasiada  nieve por todas partes.
No puedo levantar mis pesadas patas.
No he conseguido amigos ni tampoco hembras.
Un niño cautivo es muy débil para ser libre.

El que nació en una jaula  sentirá nostalgia por su jaula.
Horrorizado me di cuenta de cuánto  la amaba
y el espacio donde me escondían detrás de una reja,
ese lugar que era una industria de pieles,  mi tierra natal.

Entonces regresé exhausto y golpeado.
Un poco después la jaula fue sellada
y mi sentimiento de culpa se transformó en rencor
pero el amor me protegió mágicamente contra el odio.

Es cierto, las cosas han cambiado en la granja de pieles.
Acostumbraban  a  asfixiarnos  en sacos.
Ahora nos matan de una manera más moderna,
nos electrocutan. Todo es maravillosamente ordenado aquí. (**)

Contemplo a la cuidadora que es una muchacha esquimal.
Su mano se posa amigablemente sobre mí.
Sus dedos rascan la parte detrás de mi cuello.
Pero una tristeza parecida a la de Judas hay en sus ojos angélicos.

Ella me cuida de mis enfermedades
y por nada me dejará morir de hambre,
pero yo sé que cuando llegue la hora, implacablemente
ella me traicionará cumpliendo su trabajo. 

Con un poco de humedad en sus ojos
ella sacará el collar de mi cuello cantando bajito:
“¡Hay que ser humano con los empleados! En la Oficina
de Ejecuciones del Instituto de la Granja de Pieles. 

Me encantaría ser ingenuo como mi padre
pero nací en cautiverio: yo no soy él.

El que me da de comer, me traicionará
El que me cuida como animal doméstico, me matará.
(1967)
*N del T. Dachau fue el primer campo de concentración nazi para prisioneros políticos abierto en marzo de 1933. Estaba situado en el pueblo de Dachau a 16 kilómetros de Múnich. Fue uno de los mayores símbolos de inhumanidad.  Dachau y muerte eran sinónimos.
**N del T. La estrofa número catorce, localizando la escena específicamente en Alaska, fue censurada y sacada después de la primera publicación de este poema de Yevtushenko en la entonces Unión Soviética.

En el país llamado Más o Menos  (1)



Vivo en el país llamado Más o Menos,
donde,
muy extrañamente,
no hay ningún partido oficial llamado “Masomenosista”…
donde ellos
leen a nuestros escritores clásicos… más o menos.
                     
Donde a veces,
hasta los distinguidos ciudadanos
se enamoran (más  o menos),
pero a veces,
después de algunos meses
ya no hay  besos,
los unen  sólo los pesos.
Entonces  no son ajenos,
           más o menos.

“¿Es verdad, señor, que todos  beben en su  país Más o Menos??”
Hay algunas personas que no beben  nada…
 Más  o menos…”
“Difícil de creer, señor,”
Ni siquiera algo así como…
una gota. Más o menos.”

“¿Qué tipo de gente es aquella, la de su amado pueblo
del país llamado Más o Menos?”
Son más o menos agradables…
Más o menos honestos…
Unas veces menos, otras veces más…                

“¿Está Usted, señor, orgulloso de su gran país,
llamado Más o Menos?”
Hmmm…
Más o menos...
Por lo general, somos generosos más o menos..                                                                        
suficientemente amistosos… menos o más...

Por supuesto, todos estamos por la paz…
un tanto más, un tanto menos..
Por supuesto, tenemos algunas pequeñitas,
pero más o menos                                          
desagradables guerras.

En cada esquina,
en cada cocina de cada casa
cuando las esposas y los esposos están algo
así como peleando discretamente,
tenemos nuestra propia Chechenia doméstica,
y un Irak privado,
ondeando un trapo húmedo de cocina
como una bandera nacional,
cuando  las  sandalias  y las planchas
a veces vuelan por encima de las cabezas
como ovnis…
sin embargo, apreciamos nuestros valores de familia..
Más o menos…

En nuestras cortes de justicia  tenemos
más o menos  incorruptibles jueces,
en nuestros centros de investigación
hay pensadores, más o menos insobornables.

Una  más o menos  bella mujer me susurró:
“Estoy más o menos enamorada de Ud.
Más o menos para siempre…”
                            
Me gustaría pararme frente a Dios,
así como soy,
no algo así como más o menos.

No estar  más o menos feliz
En esta más o menos vida…                                  
En esta más o menos  libertad.
(2004)
1. En los últimos años, el idioma ruso fue invadido por una muy pegajosa y ambivalente expresión: “kak bi”,que en español se parece  al  expresión “Más o menos”.  Esta expresión  a mucha gente le sirve  para más o menos esconder su más o menos conciencia. 

La ejecución de Stenka Razin



En Moscú, en la blanca y amurallada ciudad,
un ladrón calle abajo arranca con un pan de centeno.
No tiene miedo de ser linchado.
No hay tiempo para panes…
                                  ¡Es que ya traen a Stenka Razin!
El Zar está bebiendo vino dulce de malvazia,
ante un espejo suizo
                                 se aprieta una espinilla en la cara,
y se pone el anillo real de esmeraldas
y en  la plaza…
                                ¡Ya traen a Stenka Razin!
Como un pequeño barril
                                       que sigue a un barril más grande
un bebé corre hacia su madre
mascando un dulce con sus dientes de leche.
¡Hoy día es feriado!
                                  ¡Es que ya traen a Stenka Razin!
Un comerciante entra a empujones
                                             echando flatulencias con olor a arvejas.
Dos bufones irrumpen apurados galopando como caballos.
Borrachos pícaros llegan tambaleándose
                                   ¡Ya traen a Stenka Razin!
Unos viejos, cubiertos de costras por todo el cuerpo,
                                                        casi muertos,
llevando gruesos cordeles amarrados a sus cuellos
murmuran algo,
                           y caminan casi arrastrándose…
                                     ¡Ya traen a Stenka Razin!
Y también muchachas bien despabiladas
saltando un poco ebrias de sus camas
embadurnadas con  pedazos de pepinillos en sus caras
entran trotando
                        con una picazón en sus muslos
¡Ya traen a Stenka Razin!
 Y con gritos de las esposas de la Guardia Real
escupiendo para todos los lados
en una destartalada carreta
él
   como si estuviera arriba de un barco
               aparece en camisa blanca.
Viene en silencio,
                            cubierto con los escupitajos de la muchedumbre,
que él no se limpia ni le preocupa,
sólo sonríe con sarcasmo
y se ríe de sí mismo:
“ ¡Stenka, Stenka,
                       tú eres como una rama
que ha perdido todas sus hojas!
¡Y querías entrar a Moscú!
Y pues ahora tú estás entrando a Moscú …
Pues muy bien entonces,
                         ¡escúpanlo
                             ¡escúpanlo!
                                ¡escúpanlo!
Es una farándula  gratis después de todo.
Buenas gente,
                       ustedes siempre escupen
a esos
                quienes les desean el bien.
El escribano del Zar me golpea deliberadamente entre sus dientes,
repitiendo,
                  implacablemente:
“Decidiste lanzarte contra el pueblo, ¿no es así?
¡Tú sabrás ahora contra quienes lo hiciste!”
Me contuve pero sin bajar mis ojos.
Escupí mi respuesta con mi propia sangre:

“¡Contra los dueños de la tierra,
                                               es cierto!
¡Contra el pueblo,
                              nunca!
No reniego de mí mismo,
¡He elegido mi propio destino!
Ante ustedes,
                    el pueblo, me arrepiento
pero no por lo que el escribano del Zar desea.
Es  mi cabeza la culpable.
Ya lo veo,
               y me he sentenciado  a mí mismo.
Estuve siempre a medio camino
                           contra las cosas
cuando realmente debí haber llegado hasta el final.
He pecado en esto,
                           porque en un mundo guiado por el demonio
yo fui un gran estúpido.
Soy un pecador
                        porque siendo un enemigo de la esclavitud
fui realmente un esclavo de mí mismo,
He sido un pecador
                           al querer levantarme en rebelión
para tener un mejor Zar.
¡No hay Zares nobles!
                              ¡fuiste un loco
Stenka!
              ¡tú ahora  morirás  por nada! ”
Pero sobre los hocicos,
                             las caras de cerdos de la gente
                                   las sucias cajas
de los recolectores de impuestos
                       y los cambiadores de dinero,
como una luz a través de la neblina,
Stenka
           vio
                 los rostros.
Vale la pena verlos sin una lágrima en sus ojos,
estar sobre el patíbulo al lado de la horca,
porque más pronto que tarde
los rostros
crecerán amenazantes
 en la propia cara de los rostros anónimos…
Y tranquilamente
              (por cierto que él no había vivido en vano)
Stenka dejó caer su cabeza doblada
y su mejilla cayó hacia el hueco cortado de su cuello
y desde la parte de atrás de su cabeza ordenaron:
                                           “cortar, el hacha…”
La cabeza comenzó a rodar,
                                           ardiendo en su propia sangre,
y con una voz ronca la cabeza habló:
                                          “no muero en vano…”
Desde el ensangrentado lugar de ejecución,
allí,
      donde estaban los pobres,
la cabeza lanzó una mirada
                      como hacia unas anónimas cartas…
Espantado,
                  el pobre sacerdote que temblaba corrió sobre la cabeza
deseando cerrar los ojos de Stenka.
Furiosos,
                    parecidos a la reacción de una bestia salvaje
sus ayudantes la apartaban de su manos.
La cabeza del Zar
                               temblaba al ver esos ojos diabólicos,
el capitán de Vladimir Monomakh comenzó a estremecerse
y cruelmente,
                     regocijándose de su triunfo,
la cabeza de Stenka
                          explotó en carcajadas
                                                        sobre la cabeza del Zar!

(1964)
N del T: Stenka Razin (1630-1671) fue un líder cosaco que organizó una rebelión en el sur de Rusia contra la nobleza y la burocracia del Zar Aleksey Mikhailovich. Fue apresado y ahorcado en la Plaza Roja de Moscú  en 1671. El compositor ruso Dmitri Shostakovich compuso un poema sinfónico basado en este poema de Yevtushenko y con el mismo título: “La ejecución de Stenka Razin”
  


La hamaca con sabor a sal 


             
                           Para Ye. Rein


Como el  tiempo es la inteligente arena,
el tabaco cruje en la bolsita…
Y como la madera podrida de un viejo barco ballenero,
así también  ocurre con la gente y con las redes para pescar.

Y feliz como un hombre viejo
esas transparentes vallas
hechas de viejas redes
escuchan las ruidosas voces de los niños.

Ellas han hecho muchas veces su trabajo
y aunque están fuera de práctica todavía pescan
algo de basura, lluvias y fósforos gastados.

Ahora una estrella quedó atrapada en ellas
ahora el balbuceo de un amor juvenil
ahora unas malas palabras de alguien
ahora un fugaz  suspiro.

Ellas agarran de todo, la ráfaga del viento
una frase o la canción que alguien canta
y,  pescando un botón de ropa,
lo sueltan levemente  pero sin mucho apuro.
Y un viejo pescador
(esos seres robustos que esquivan la muerte)
comienza  él mismo a hacerse una hamaca
de viejas redes de pescar que hace mucho tiempo usó.

Y escondiendo un dolor dentro de si
iba reconociendo en los aislados pedazos
de la grisácea red y sus nudos
un sabor salado que se impregnaba en sus dientes.

Se mece  la hamaca con sabor a sal
en el suave susurro de los pinos.
Cada pescador que se jubila
en algún momento viene a ser algo atrapado.

Cuando somos viejos vivimos en una calle estrecha
desde la cual miramos hacia nuestro pasado
y nos retorcemos
en nuestras olvidadas redes.

Tú eras un conversador, un derrochador de dinero.
Pero ahora no hay tiempo para peleas. Tu cuerpo tiene costras.
Se mece la hamaca con sabor a sal
creando una ilusión de las aguas del mar.

Pero el mar no llegará a tus orillas
y el cielo permanece traicioneramente despejado.
Mecerse porque uno lo desea es muy diferente,
eso requiere algo mucho más que ser sabio.

Y él quiere vientos huracanados y tormentas
¡al diablo con toda esta comodidad!
Pero si su juventud volviera de nuevo.
Sin embargo él ha renunciado a toda su sabiduría.

Pero es falso que tú no seas feliz.
Quien no ha conocido las tormentas no ha sido afortunado.
Y tú eres tan distinta
a cualquier otra hamaca que cuelga en una casa de campo.

Tú has conocido cada  golpe de las tormentas
te arrastraron los huracanes más fuertes .
Deja que las hamacas de agua dulce envidien
esta hamaca con sabor a sal.

Hay un sabor especial cuando se mece esta hamaca
aún cuando traiga mala suerte.
Mécete, hamaca con sabor a sal
mécete,
             mécete
                         mécete…
(1971)


Versión de Rafael Alberti y María Teresa León




ME GUSTARÍA...


Me gustaría
nacer en todos los países,
tener un pasaporte
para todos
que provoque el pánico de las cancillerías;
ser cada pez
en cada océano
y cada perro
en las calles del mundo.
No quiero arrodillarme
ante ídolo alguno
ni hacer el papel
de un ruso ortodoxo hippie,
pero me gustaría
hundirme
en lo más hondo del Lago Baikal
y salir resoplando
en otras aguas, 
¿por qué no en las del Mississippi?
En mi maldito universo amado
me gustaría
ser una hierba humilde,
nunca un Narciso delicado
que se besa
en el espejo.
Me gustaría ser 
cualquiera de las criaturas de Dios,
incluso la última hiena sarnosa,
pero nunca un tirano,
ni siquiera el gato de un tirano.
Me gustaría
reencarnar como hombre
en cualquier imagen:
víctima de una cárcel de tortura,
un niño vagabundo en los tugurios de Hong Kong ,
un esqueleto viviente en Bangladesh,
un pordiosero sagrado en el Tíbet,
un negro de Ciudad del Cabo,
pero nunca encarnar
la imagen de Rambo.
Sólo odio a los hipócritas,
hienas sazonadas en espesa melaza.
Me gustaría tenderme
bajo el bisturí de todos los cirujanos del mundo,
ser un tullido, un ciego,
sufrir todo mal, toda deformidad y herida,
ser un mutilado de guerra,
o el que recoge las colillas del suelo,
con tal de que no las penetre
el infame microbio de la prepotencia.
No quisiera formar parte de la élite,
ni, por supuesto, del rebaño de cobardes,
ni perro de manada,
ni pastor servil al abrigo de su rebaño.
Y quisiera ser feliz,
pero no a costa de los infelices.
Y quisiera ser libre,
pero no a costa de los que no lo son.
Quisiera amar
a todas las mujeres del mundo,
y ser también una mujer
sólo una vez. ..
La madre naturaleza ha menospreciado al hombre.
¿Por qué no lo hizo capaz de ser madre?
Si se agitara un niño
bajo su corazón,
acaso el hombre
sería menos cruel.
Quisiera ser el pan de cada día,
digamos,
ser la taza de arroz
de la sufriente madre vietnamita,
el vino barato
en las tabernas de los obreros napolitanos,
o el tubito de queso
en la órbita lunar.
Que me coman
que me beban,
dejadme ser útil
en la muerte.
Quisiera pertenecer a todas las edades,
atolondrar la historia
y atontarla con mis travesuras.
Quisiera llevarle a Nefertiti
en una troika á Pushkin.
Quisiera multiplicar
cien veces el espacio de un instante
para que al mismo tiempo
pueda beber vodka con los pescadores siberianos,
y junto a Homero,
Dante,
Shakespeare
y Tolstoi
sentarme a beber cualquier cosa,
salvo, por supuesto,
Coca-Cola.
Y bailar al ritmo de los tam-tam en el Congo,
estar en huelga en Renault,
jugar a la pelota con los muchachos brasileños
en la playa de Copacabana.
Quisiera hablar todas las lenguas,
como las aguas ocultas bajo la tierra,
y hacer todo tipo de trabajo de una vez.
Me aseguraría
de que sólo fue poeta un Yevtushenko,
el otro un clandestino
en alguna parte,
no puedo decir dónde
por razones de seguridad.
El tercero, un estudiante en Berkeley,
y el cuarto un entusiasta huaso chileno.
El quinto sería tal vez
un maestro de niños esquimales en Alaska,
el sexto
un joven presidente
en cualquier parte, modestamente digamos Sierra Leona,
el séptimo
podría entretenerse en la cuna con un sonajero,
y el décimo,
el centésimo,
el millonésimo...
Para mí, ser yo mismo no es bastante,
¡dejadme ser todo el mundo!
Estaré en miles de ejemplares hasta mi último día
para que la tierra vibre conmigo
y las computadoras enloquezcan
procesando mi censo universal.
Quisiera combatir en todas tus barricadas,
humanidad,
y morir cada noche
como una luna exhausta,
y amanecer cada día
como sol recién nacido
con una suave mancha inmortal
en la cabeza.
Y cuando muera,
un Francois Villon siberiano,
que no descanse mi cuerpo
ni en la tierra francesa,
ni italiana,
sino en la tierra rusa, amarga,
en una colina verde,
donde por vez primera
me sentí todo el mundo.

(Evgeni Evtuchenko
Poema escrito originalmente en español)


DÉJALO... 


Déjalo...
     Todo es fantasmagórico:
          la oscuridad de las ventanas empañadas
y la nieve escarlata entre las luces rojas de los coches.
Déjalo...
     Todo es fantasmagórico
          como en un jardín en marzo envuelto en niebla,
sin hombres ni mujeres,
          sino sólo con sombras de hombres y mujeres.
Déjalo...
     Estoy cerca de un árbol,
          en silencio, sin engañar a nadie,
miro las luces dobles de los faroles
y toco levemente,
          pero sin romperla,
una fina estalactita
          que envuelve con su hielo a una rama.
Déjalo...
     Acaso en un tranvía, saltando soñoliento,
y en cuyas ventanillas
          Moscú salta sin vida,
tú, la mejilla apoyada en tu mano enguantada en manopla infantil,
me recuerdes con rabia femenina.
Déjalo...
     Un día serás una mujer
          cansada inteligente,
hambrienta de palabras de consuelo y de caricias.
Llegará el mes de marzo
          y algo un muchacho te susurrará
y la cabeza te dará vueltas con pena.
Déjalo...
     Que esto te cueste tan caro como a mí.
No vayas con él por el hielo de marzo,
no le pongas
          en sus hombros tus manos inseguras como yo no te las pongo ahora.
Déjalo...
     No creas, como yo no creo,
          en una ciudad fantasmagórica,
porque, si no,
          volviendo en ti,
               sentirás horror del vacío.
Di “Déjalo”
     bajando la cabeza,
lo mismo que yo
          te digo ahora
               “Déjalo”. 

EVGUENI EVTUCHENKO
Siberia-1933


LA CÓLERA

Me dicen,
moviendo la cabeza:
"Tienes que cambiar...
Eres muy colérico..."
Yo he sido bondadoso.
Pero no mucho tiempo.
La vida me hizo añicos.
Me golpeó en la boca.
Viví
como un estúpido cachorro.
Me pegaban,
y yo ponía la otra mejilla.
La cola de la bondad,
para hacerme más colérico,
de un solo golpe
alguien me la cortó.
Les voy a hablar ahora de la cólera,
de esa cólera con la que se va de visita
y se sostienen conversaciones ceremoniosas,
mientras, con unas pinzas, al té se le echa azúcar.
Cuando me invita usted a tomar té,
yo no me aburro:
le estudio.
Me bebo humildemente hasta el té del platillo,
y, ocultando las garras,
le estrecho la mano...
Les hablaré también de otra cólera...
Cuando, al comienzo de una reunión, me susurran:
"Déjelo...
Es usted muy joven,
lo mejor es que escriba.
No tenga prisa por buscar pelea",
¡yo no cedo en absoluto!
Sentir cólera ante la mentira es ser bueno.
Les prevengo
que mi cólera no cederá.
Sepan
que hay en mí cólera para mucho tiempo.
Ya no tengo la timidez de antes.
Y, además,
¡es tan interesante vivir
cuando se es colérico!



ENTRE LA CIUDAD SÍ
Y LA CIUDAD NO
Soy un rápido tren
que hace años va y viene
entre la ciudad Sí
y la ciudad No.
Mis nervios están tensos
como cables
entre la ciudad No
y la ciudad Sí.
Todo está muerto y asustado en la ciudad No.
Es como un despacho empapelado con tristeza.
Fruncen el ceño en él todas las cosas.
Hay recelo en los ojos de todos sus retratos.
Cada mañana enceran con bilis su parquet.
Son sus sofás de falsedad, sus paredes de desgracias.
Jamás en él un buen consejo te darán,
ni un ramo de flores, ni un simple saludo.
Las máquinas de escribir teclean, con copía, la respuesta:
“No-no-no... no-no-no... no-no-no...”
Y cuando al fin se apagan todas sus luces
los fantasmas inician su lúgubre ballet.
Jamás, ni aunque revientes, billete lograrás
para escapar de la negra ciudad No.
La vida, en cambio, en la ciudad Sí, es un canto de mirlo.
Carece de paredes la ciudad, es como un nido.
Las estrellas te piden acogerse en tus brazos.
Y, sin avergonzarse, los labios solicitan tus labios
con un quedo susurro: “Todo son tonterías...”
La reseda incitante solicita ser cortada,
y ofrecen los rebaños la leche en sus mugidos,
y en nadie hay un asomo de recelo,
y adonde quieras ir, te llevarán al instante trenes,
[barcos, aviones,
y, con rumor de años, va el agua murmurando:
“Sí-sí-sí... sí-sí-sí... sí-sí-sí...”
Sólo que, a veces, en verdad, es aburrido
que todo se me dé apenas sin esfuerzo
en esta ciudad Sí multicolor y deslumbrante.
¡Mejor ir y venir hasta el fin de mi vida
entre la ciudad Sí
y la ciudad No!
¡Mejor tener los nervios tensos como cables
entre la ciudad No
y la ciudad Sí!


TERNURA
¿Dónde y cuándo se puso de moda decir:
"Indiferencia para los vivos,
interés por los muertos"?
La gente va apagándose,
bebe.
Uno tras otro van desapareciendo,
y ante la historia se pronuncian
discursos de ternura sobre ellos
en el cementerio...
¿Qué es lo que a Mayakovsky le quitó la vida?
¿Qué es lo que puso en su mano la pistola?
A él,
con su voz
y su terrible aspecto,
le habría hecho falta en vida
un poco de ternura.
La gente viva es molesta.
Con la ternura se condecora el mérito de haber muerto.



Esperando





Mi amor vendrá.
abrirá de repente sus brazos, me envolverá en ellos,
comprenderá mis miedos, vigilará mis cambios.
Desde la noche que anda, desde la dura oscuridad,
sin detenerse a cerrar la puerta del taxímetro,
ella cruzará el viejo umbral, subirá corriendo la escalera
encendida por el amor y la felicidad del amor,
subirá, entrará sin llamar,
tomará mi cabeza entre sus manos
y cuando deje en una silla su abrigo,
él habrá de caer como un montón azul.



BUSCANDO FRESAS



Tres mujeres,
....................dos niñas
y yo...
..........Corría raudo el camión lleno de heno
por los campos con un ronco rumor.
Mientras atrás quedaban las máquinas segando,
los caballos
..................y espigas,
..................................las gorras y pañuelos,
sacamos bocadillos de la cesta,
bebimos leche fresca.
Alzando el vuelo ante las ruedas, las codornices
nos aturdían con sus gritos.
Era el mundo un vibrante,
.....................................verde
.............................................clamor.
Y yo escuchaba todo,
...............................todo lo miraba.

Tiraban piedras a un arroyo unos chiquillos.
Caía un sol de fuego.
Y las nubes se iban cargando de lluvia,
avanzaban despacio,
..............................sin aliento.
Todo se oscurecía en el silencio creciente.
En el almiar se refugiaban los koljosianos.
Y al chaparrón llegamos de repente,
entre relámpagos
.........................y bosque.
Buscamos un refugio por la caja,
entre la carga que llevábamos,
cubriéndonos con heno.
...................................Tan sólo una mujer
de unos cuarenta años no quiso guarecerse.
Iba siempre mirando con aire fatigado.
A la hora de comer, comió en silencio.
Pero, de pronto, ahora, levantándose,
como volviendo a ser una muchacha,
de la cabeza se arrancó el pañuelo blanco
con un silencio malicioso,
movió los hombros
...........................y empezó a cantar,
alegre y empapada:

Una muchacha descalza
en medio del bosque verde.
No coge frutos pequeños,
que sólo los grandes quiere.


Con la cabeza alta,
ofreciéndose toda
..........................- su corazón,
..............................................sus ojos-
y sintiendo en la cara
...............................las ramas llovidas de pino,
y en las pestañas
..........................lágrimas y lluvia.
"Pero ¿qués estás haciendo?
...........................................¡Te vas a enfriar!",
tiraba de su falda otra mujer.
Pero ella se entregaba a la lluvia
y la lluvia se entregaba a ella.
Agitando sus trenzas con la mano morena,
a lo lejos miraba,
.........................como si
.....................................en la lejanía,
mientras cantaba,
..........................hubiera visto algo
que sólo ella, entre nosotros, ver podía.
Era
......como si en el mundo sólo existiera
aquel volar
...............en el camión mojado,
aquel viento
.................que en el rostro nos golpeaba,
el chaparrón furioso
............................y la mujer cantando...
Para dormir tuvimos un granero.
Era de techo bajo,
...........................con olor sofocante
a pieles de cordero,
.............................a setas secas,
a brezo remojado y a semillas.
También olía a escobas recién hechas,
y, entre los rayos y la oscuridad,
como enormes murciélagos,
en el techo colgadas negreaban las colleras...
No podían dormir.
.........................Eran los rostros blancas sombras.
Una voz de mujer entre la oscuridad.
Presté atención.
........................"¡Oh, Lisa, Lisa!
¡Si pudieras saber lo que es mi vida!
Tenemos un jardín, estufas holandesas
y un tejado de cinc maravilloso.
Todo está limpio,
........................blanco,
..................................reluciente...
Tengo hijos,
..................marido...
...............................Pero también un alma.
¡Y en ella tengo un frío espantoso!
Mi madre dice:
......................"¿Es que es malo tu Pedro?
Pegarte, no te pega, ni se va con mujeres.
Es cierto que bebe,
.............................pero ¿qué hombre no bebe?"
¡Ah, Lisa! Cuando, por la noche, vuelve borracho,
me grita, y yo me siento atada a él para siempre,
me tumba brutalmente, y todo lo hace en silencio
como si yo no fuera un ser humano.
Antes, recuerdo que lloraba sin poder dormir.
Pero ya he aprendido a quedarme dormida.
¡En lo que me he convertido!
..........................................Cuarenta años represento,
¡y sólo tengo, Lisa, treinta y cinco!
¿Qué va a ser de mi?
...............................Me faltan ya las fuerzas...
¡Ah, si pudiera amar a alguien!
¡Cómo le cuidaría!
¡Y no me importaría que me pegara
con tal que me quisiera!"

Sí, era ella, la que entre el viento y la lluvia,
volaba en su canción, simple y ardiente.
¡Y yo
........que le tenía envidia
....................................y la creía
tan llena de espontánea libertad!
Hubo una pausa.
........................Se escuchó el ruido de la noria,
que fue apagándose.
...............................Todo se durmió en el pueblo.
Sólo llegaba el ruido de las ruedas
hundiéndose en el barro de la carretera...

Muy temprano, un zagal nos despertó,
sin camisa bajo la chaqueta.
Tenía la nariz despellejada
y en la mano llevaba una tetera de cobre.
Nos miró con desdén a una mujer y a mi,
y a todos los que aún dormían en el suelo:
"¿Vais a ir a por fresas, ciudadanos?
Entonces, no comprendo
....................................por qué dormís aún..."
Tras el rebaño iba una vaca rezagada.
Cortaba leña una mujer descalza.
Lanzó su canto un gallo.
...................................Y salimos del pueblo.
Cantaban las chicharras aturdiendo a los prados.
De los carros inmóviles se erguían las varas.
Sobre la tierra, azul y sólo azul...
Cruzamos campos, luego un monte bajo,
acompañados por el brillo frío de la mañana,
por la continua agitación de pájaros.
Ya nos llamaba el rubus,
ya la tierna frambuesa, como ahumada,
destacaba, escarlata, en los arbustos.
Nos invitaba a revolcarnos el arándano.
Los brezos nos pinchaban en los pies.
Pero nosotros íbamos en busca de la fresa,
del mejor de los frutos.
Alguien que iba delante, de repente gritó:
"¡Aquí, aquí!
..................¡Hay muchas, muchas...!"
¡Alegría de ser sencillos,
....................................ávidos,
..............................................ansiosos!
¡Golpes de las primeras fresas en el cubo!
Mas nuestro guía nos hacía alzarnos
y había que obedecerle, aunque era un niño:
"Me hacéis reir,
......................ciudadanos...
¡Si aún no hemos llegado a las fresas de verdad!"
Y, de repente, a un claro se abrió el bosque,
lleno de sol alegre, de fresas y de flores.
Nos parecía estar soñando. Nos quedamos
inmóviles de asombro y de silencio.
¡Fresas dormidas de incitante olor!
Corrimos hacia ellas con los cubos ruidosos,
caímos
..........y, embriagados con su olor,
las íbamos cogiendo con los labios de las ramas.
Exhalaban vapor por las colinas de hierba.
El bosque era rumor de pinos y zumbar de moscas.
Y, olvidando las fresas, yo miré
de nuevo a la mujer.
Alegre, se afanaba,
caído hasta las cejas el pañuelo.
Cogiendo fresas se reía al cogerlas.
Olvidado de todo, pensaba sólo en ella.
Y desde entonces llevo en la memoria
al camión volando por la taiga,
rompiendo ramas,
..........................salpicando barro,
bajo la blanca luz de los relámpagos.
Y a la mujer cantando,
................................mientras la lluvia hacía
regueros de agua en el cristal mojado...

¡Yo quiero
..............saber cantar así
por muy difícil que la vida sea!
¡Quiero ir por el mundo con la cabeza alta,
ofreciéndome todo,
............................mi corazón,
.............................................mis ojos!
¡Y en la cara sentir
...........................las ramas mojadas de pino,
y en las pestañas
..........................lágrimas y lluvia!


1953-1956. Estación Zimá
Del libro "Saludando con la mano"
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)





LA MIEL



Voy a contarles algo de la miel.
Alguno se dará por aludido.
Mas no importa que alguien no comprenda
que se refiere a él.
Escuchad
..............esta historia de la miel.
En el cuarenta y uno,
...............................en Tchistopol,
año sin pan ni sol,
en el mercado
....................nevado
.............................sacaron un tonel,
un enorme tonel
.......................de miel.
Era un canalla el vendedor,
un negociante del dolor.
Y el dolor formó cola,
sencillo,
...........amargo,
......................desvalido.
No cobraba en dinero,
...............................sino en jerseys,
en relojes
..............o en cortes de traje.
Su mano ensortijada de entendido
despreciaba con gestos harapos evidentes.
Todo lo examinaba a la luz, atentamente.
Mientras con una mano un pintor viejo
desataba el cordón de sus zapatos,
con la otra
...............tendía una botella.
Miró caer la espesa miel en ella,
sin protestar, curvado,
y luego, con su miel,
.............................preciada mercancía,
se alejó por la nieve en calcetines remendados.
Formando un cerco de miradas frías,
mejeres de oficiales y soldados
esperaban de pie con tarros y con vasos,
silenciosas y tensas.
Y una niña,
...............con mano transparente,
como en un sueño extraño,
tendía una copa diminuta
con un anillo de mamá en el fondo.
De pronto se acercó
.............................el ruido de un trineo
de costados ornados con rosas.
Poniendo un ceño en su importante frente,
se bajó del trineo un hombre
.........................................alto,
...............................................imponente.
Tan solemne
...................como un retrato
..........................................desde el marco,
sin una sombra de pesar, habló:
"Dame todo el tonel.
...............................Te pagaré en alfombras.
Date prisa, buen hombre.
Ya nos pondremos de acuerdo después.
Ayudad a subirlo, hermanos. Venga".
Y se marcharon juntos.
Ellos siempre se pondrán de acuerdo.
Quedó la cola inmóvil y sombría
como si aquello nada le importase.
Y el anillo cayó de la copita
al surco que el trineo había dejado...

¡Qué muerto está ya aquel cuarenta y uno,
año de penas y de retiradas!
Aún vive, sin embargo,
................................aquel goloso de miel,
ha vivido hasta hoy, y dulcemente.
Cuando muestra con aire sosegado
su tripa bien henchida,
cuando mira el reloj,
cuando el bigote satisfecho se acaricia,
yo recuerdo aquel año,
recuerdo aquella miel.
Aquella miel que, entonces,
........................................de ese mismo bigote,
abundante escurría.
Jamás podrá limpiárselos
.....................................de miel,
siempre
............le escurrirá
.............................de los bigotes.


Del libro "Ternura", 1962
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)




SIEMPRE SE ENCONTRARÁ



Siempre se encontrará una mano de mujer
que, freca y leve,
compadeciéndote, con un poco de amor,
como a un hermano te consuele.

Siempre se encontrará un hombro de mujer
para tu respirar acalorado,
donde, apoyando tu cabeza loca,
confiar puedas tu rebelde sueño.

Siempre se encontrarán unos ojos de mujer
que al ver tu sufrimiento,
te calmen el dolor
o un poco del dolor al menos.

Pero hay una mano de mujer
dulce como ninguna
cuando la frente atormentada toca
como la eternidad, como el destino.

Pero hay un hombro de mujer
que, sin saber por qué, se ha dado a ti,
y no por una noche, sino para siempre,
y hace ya mucho tiempo que lo comprendiste.

Pero hay unos ojos de mujer
que siempre miran con tristeza:
los ojos que serán, mientras tú vivas,
los ojos de tu amor y tu conciencia.

Y tú vives, a pesar de todo,
pero esa mano no es bastante
para ti, ni ese hombro, ni esos ojos sagrados,
a los que tantas veces traicionaste.

Y al fin llega el castigo para ti.
"¡Traidor!", te abofetea la lluvia.
"¡Traidor!", las ramas te fustigan en la cara.
"¡Traidor!", resuena por el bosque el eco.

Te agitas, te atormentas, te entristeces.
Ni siquiera tú mismo puedes perdonarte.
Sólo esa mano transparente te perdonará
aunque la ofensa es grave.

Sólo ese hombro cansado
te ha de perdonar, ahora y siempre.
Sólo esos ojos tristes
perdonarán lo que perdón no tiene.


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)




LA LLAMADA DEL UROGALLO



La caza no es la caza.
Pero ¿qué es? Tampoco yo lo sé. Es algo
que no podemos comprender nosotros solos.
Aún a pesar de haber leído muchos libros,
nos llama el gran rito ancestral de los antepasados,
rebelde y poderoso.

Deja mezquinas riñas, peleas sin sentido,
y corre al bosque a la llamada del urogallo.
Acecha inmóvil en la noche, tenso como un muelle.
Deja que te penetren rumores y ruidos,
murmullos de aves, quejas y chasquidos,
todo el temblor del cielo y de la tierra.

Después, el cielo empezará a clarear
como santificado misteriosamente.
Tras las oscuras ramas despeinadas,
enrojeciéndose despacio, sonará,
primero tímido, muy leve, un toc-toc,
como el ruido de una uña golpeando una petaca.

Toc-toc: el primer paso todavía tímido.
Toc-toc: más decididoya, el segundo.
Toc-toc: se lanza entre los árboles caídos.
Toc-toc: por entre los arbustos, como un loco.
Toc-toc: y se calla, y tú quedas inmóvil,
muy cerca del invisible urogallo.

Pero de nuevo toc-toc, un crujido, un susurro,
y tú te hundes en el barro podrido,
y no te limpias la sangre de las picaduras de mosquitos,
como si allí, desesperadamente, oyeses el reclamo
de ese yo desconocido
que añora a tu persona, desdoblado.

Ves algo ya, distingues en un claro,
entre pinos, un resplandor oscuro.
Un salto, y el altivo señor del bosque
surge ante ti contra la luz naranja.
Doblando ramas a su paso, con plumas de carbón,
como una luna negra brilla el urogallo.

Gruñe, despliega su cola,
emite un susurro sibilante,
mueve el cuello, satisfecho,
y lanza el canto de sí mismo.
Tú estás de pie, desconcertado...
Y las manos, heladas, temblorosas,
alzan sin darse cuenta la escopeta.

Pero a él no le preocupa la escopeta.
Lanza su anuncio en dulces convulsiones.
Se agita susurrando. Hierve en él
el generoso don de la naturaleza.
Y tú disparas. Y al hacerlo, sientes
que ese prodigio
matándolo lo puedes conservar.

Así la voz de nuestra sangre nos empuja
a la llamada del amor. Nos lanza sobre unos labios
para hacerlos totalmente nuestros.
Pero en vano queremos conservar el amor.
Al irrumpir en la sagrada esencia del misterio,
lo único que hacemos es matarlo.

Así nos lleva hacia vosotros,
lienzo, barro, papel, un loco impulso,
para conservar la belleza de la naturaleza.
Pintamos, esculpimos o cantamos, pero al hacerlo,
lo único que hacemos es matarla.
Y el impotente esfuerzo nos cubre de sudor.

¿Por qué estás triste, cazador afortunado,
igual que un delincuente detenido,
cuando desciendes por la arena hacia el río
arrastrando las botas, en silencio,
con la escopeta absurda sobre el hombro
y en la mano el misterio muerto?


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)




BALADA DE LAS FOCAS



Duerme papá foca como un lumpen
y mamá foca adora a su hijito:
como si fuera un caramelo,
lleva en sus dientes un pececito
a su foquita de ojos castaños
a la que llama "Mocosita".

¡Ah, focas semejantes a niños!
Podríais vivir en este mundo tranquilas,
pero en el programa comercial
ya hace mucho que fuisteis incluidas.
Y no saben las mamás focas
que hay cables telegráficos
volando de Moscú a nuestro barco.

Y que, ahora, en un lugar de Boston,
en una gran subasta de pieles,
hay un comerciante radiante
extendiendo cheques cordialmente
y exclamando: "¡Paz y amistad!
¡Paz y russian foca!"

Para que una dama
delgada como un palo
pueda envolver con pieles sus huesos,
alguien de rostro importante
por el morse nos envía
órdenes que se clavan en los sesos.

¡Ah, focas! Os amamos,
pero os golpeamos con porras
porque el país lo exige.
Os pegamos en los ojos con saña
porque sois divisas, oh focas,
y las divisas nos hacen falta.

Lloran y lloran las focas,
a sus hijos protegen bajo la panza,
pero no les podemos tener lástima.
Y otra vez les pegamos con las porras.
Lamiendo nuestras botas,
nos miran suplicantes los ojos de las focas.

Lloran y lloran las focas...
Si hiciéramos el mundo otra vez
(pero es, al parecer, algo imposible),
¡ah, cómo os amaríamos, focas!
No os pegaríamos nunca, focas.
Os invitaríamos a vodka
y jugaríamos al dominó con vosotras.

¡Todo ha ido bien! ¡Doblamos el plan!
Nos felicitarán en nuestro gremio.
¿Por qué estás triste como un arenque?
¡Con dinero no hay nunca tristeza!
Con tu sueldo te podrás comprar
el mejor de los televisores.
¡Que te levante el ánimo el partido
de fútbol que se juega hoy en Madrid!

Pero con pena amarga,
borracho, a tu mujer,
le alzas la mano, amenazándola,
y tus nervios no pueden ya aguantar...
Y tiemblas, porque sus ojos suplicantes
te miran como los ojos de una foca.


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)



LA TERCERA MEMORIA



Todos tenemos un instante en que
nos entra una tristeza pegajosa,
y la vida, quedándose al desnudo,
se nos muestra como algo sin sentido.

Frío de muerte llena las entrañas.
Pero, para vencerlo, golpeamos
sin fuerza apenas a las puertas de la memoria,
como quien va a una hermana de la caridad.

A veces, sin embargo, hay dentro de nosotros
tanta noche y es tanta la ruina,
que ayudarnos no puede la memoria,
ni la del corazón, ni la de la razón.

Se nos apaga el brillo de los ojos.
Y la conversación, los movimientos...
todo se apaga. Pero existe aún
la tercera memoria: la del cuerpo.

Que recuerden los pies
el polvo y el calor de la carretera,
la hierba fresca
cuando descalzos caminaban.

Que recuerde la mejilla con ternura
cómo, tras una riña, la consolaba
la agradable aspereza de la lengua
del perro, que todo lo comprende.

Que recuerde la frente, avergonzada,
cómo, bendiciéndola,
un beso la rozaba, apenas la rozaba,
descubriéndole toda la ternura de madre.

Que los dedos recuerden los pinos, el trigo,
y la lluvia casi imperceptible,
y el temblor del gorrión,
y las crines nerviosas del caballo.

Que los labios recuerden otros labios.
Hay hielo y fuego en ellos. Hay tinieblas y hay luz.
Todo el mundo contienen, impregnado
de aroma de naranjas y de nieve.

Y entonces pedirás a la vida perdón,
y le dirás: "A ciegas te acusaba.
Absuélveme del grave
pecado de mi absurda irritación".

Y si la maravilla de este mundo
es preciso pagarla
con un precio cruel,
no importa, yo lo acepto.

Pero ¿acaso el capricho del destino,
los golpes y las pérdidas,
son un precio tan alto por gozar
las maravillas que la vida ofrece?


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)




TRAS LA PARED LA GENTE SE REÍA


A E. Laskina


Tras la pared la gente se reía.
Y yo miraba a la pared
con el alma lo mismo que una niña enferma
que poco a poco se me fuera entre las manos.

Tras la pared la gente se reía
como si se burlara
de mí.
¡Y con qué desvergüenza se burlaba!

En realidad, los invitados,
cansados de bailar sobre el parquet,
sencillamente se reían,
pero no se reían ni de mí ni de nadie.

Tras la pared la gente se reía,
excitada por el vino,
sin sospechar, en medio de sus risas,
ni mi existencia ni la de mi enferma.

La gente se reía... ¡Cuántas veces
me había reído yo también así,
mientras, tras la pared, se iba apagando alguien
y yo penosamente me resignaba a ello!

Y ese alguien, empujado por la desgracia,
sumido casi en ella,
pensaba que de él yo me reía,
que me burlaba de él.

Así es el mundo,
así será eternamente:
tras la pared alguien solloza mientras nosotros
despreocupadamente nos reímos.

Pero el mundo es así
y por eso es imperecedero.
Tras la pared alguien se ríe
mientras nosotros casi sollozamos.

Cuando estés destrozado y abatido,
no manches tu alma con el pecado
de tomar, por envidia, como ofensa
la risa de alguien tras la pared.

La vida es equilibrio.
Tu envidia es para ti tu propia ofensa.
Pues, para tu desgracia,
la dicha ajena es expiación.

Y desea que, en el último instante,
cuando al cerrarse huya la vida de tus ojos,
tras la pared ría la gente,
ría la gente a pesar de todo.


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)



QUIERO SER UN POCO ANTICUADO



Quiero ser un poco anticuado
para que el tiempo no me borre,
para que no se avergüencen los muertos de mí,
ellos, que conocían el antiguo y buen sentido de la vida.

Quiero ser escrupuloso, un poco raro
y cortés, a la manera antigua,
pero, conservándome sensible y refinado,
quiero mantener frente a la ruindad la antigua y buena opinión.

Quiero ser erudito y fino,
vivir sin creer en el brillo de las frases falsas,
escuchando tan sólo la voz de la conciencia,
la que nunca traiciona, antigua y buena voz.

Quiero ser eternamente joven,
pero de los que recuerdan las lecciones de los años pasados.
Quiero aconsejar como un antiguo y buen abuelo
a los jóvenes que aún están soñando.

Así escribo, hundido en mis pensamientos.
Y, para transmitirles todo esto a ustedes,
acude en mi ayuda un yambo, ya cambiado,
pero que sigue siendo el antiguo y buen yambo.


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)



¡ANIMO, MUCHACHOS!



Yo era cruel,
..................desenmascaraba con brío,
sin preocuparme de mis propios defectos.
Me parecía
................que a la gente enseñaba
cómo hay que vivir
...........................y que la gente aprendía.
Pero
.......empecé a perdonar...
......................................¡Signo alarmante!

Y cierta vez, en una intervención mía,
una encantadora ayudante de laboratorio con gafas
me dijo que yo veía las cosas con liberalidad.
Vienen muchachos
...........................altivos y autoritarios.
Apretando sus tiernos puñitos,
con el sofoco del placer supremo,
intrépidamente desenmascaran
.............................................mis debilidades.
¡Animo, muchachos!
..............................¡Animo!
.........................................¡Sed firmes!
Sencillamente, soy mayor que vosotros en saber.
Al dejar de ser crueles con los demás,
dejamos de ser jóvenes.
Avergonzado,
....................me doy cuenta
..........................................de que soy más listo.
Vosotros sois menos razonables,
.................................................pero no es nada malo,
porque hasta en vuestra injusticia
sois justos a veces.
¡Animo, muchachos!
..............................Pero sabed
...............................................que cuando seáis mayores
y juréis no volver a equivocaros,
os cansaréis de vuestra propia crueldad
y poco a poco seréis más bondadosos.
Otros muchachos
..........................altivos y autoritarios
vendrán
...........apretando sus tiernos puñitos
con el sofoco del placer supremo
y arremeterán
....................contra vuestras debilidades.

Y
..os profetizo
...................que sufriréis,
y llegaréis a enseñar los dientes de rabia,
pero, a pesar de todo, conseguiréis tener
el valor de decir,
........................por mucho que os cuesta:
¡Animo, muchachos!


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)



ASÍ SE FUE EDITH PIAF



París ante nosotros, una sala y, en ella,
un ser haciendo gracias y moviendo el trasero
que el arte desterró una hora con sus saltos.
Todo esto era el complemento de Edith Piaf.

De repente entró ella, semejante
de una forma incréible a un tosco ídolo,
lo mismo que si entrara la tragedia cansada,
confundiendo las puertas, en un alegre sketch.

Y sobre aquella algarabía de feria
se elevó pálida, sin fuerzas, como
un mochuelo con los ojos enfermos
y torpe por sus alas destrozadas.

Raquítica y pequeña, mal pintada,
su tos disimulando, más muerta que viva,
se mantenía en medio de la época
sosteniéndose apenas sobre sus pobres piernas.

Nos miraba lo mismo que si mirara al Sena
y parecía a punto de arrojarse.
Sentí deseos de subir al escenario
para evitar que se tirara al agua. 

Pero, a un gesto preciso de su mano arrugada,
la orquesta comenzó... Ella avanzó
hasta el borde... Irguiéndose increíblemente,
temblando, recogió su espalda, recogió la música.

Y comenzó a cantar, igual que si volara,
cayendo, separándose de sus ojos, que pesaban más
que el cuerpo destrozado por los cirujanos,
emitiendo ronquidos, revolviéndose ante nosotros.

Su cuerpo volaba, sollozaba, se carcajeaba,
susurraba como el delirio de la hierba en el bosque de Bolonia,
resonaba como un carro en Saint-Germain,
aullaba como una sirena. Esta era Edith Piaf.

En ella se mezclaban toques de rebato, chaparrones, cañonazos,
juramentos, gemidos, voces de sombras...
Como gigantes con una liliputiense, antes
habíamos sido, sin querer, bondadosos con ella.

Pero de su garganta manaba dolor, fe,
salían de su garganta estrellas y campanas.
Y ella en sus manos nos cogía jugando
igual que un gigante a pobres Gulliver.

Pero en ella, auténtica actriz, lo más importante
era que, a pesar de la muerte cercana,
salían de su garganta nuevos artistas
dejando en la garganta nudos de lágrimas.

Retumbaba Edith Piaf, al salir de la escena,
profetizándonos con frenesí.
El mochuelo cantaba igual que cantaría una quimera
caída al escenario desde Notre-Dame.


Del libro "La lancha de enlace", 1966
(Versión de Jesús López Pacheco
sobre la traducción directa del ruso
de Natalia Ivanova)


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