viernes, 19 de agosto de 2016

POEMAS DE JORGE GARCÍA USTA

(Colombia 1960 - 2005)

ORTOGRAFÍA DE HOJAS.


Hace meses que las hojas
copian sin margen
las huellas
que en letras urgentes
deja en tu cuerpo mi mano.

(Así, sin embargo,
sólo aprenderá a leer el bosque)

DECLARACIÓN DE AMOR DE DEMETRIO SPATH(1934)


No sé cómo vine
a estas tierras tan anchas.
Las voces son más solas,
los cielos más ansiosos.

El verde no limita: se derrama y duele.
El rio responde, a lo lejos,
por todo destino
pero la selva ya no se sabe esperanza.

Someya Báladi,
me gustan sus manos con costumbres,
su parentesco con la lluvia,
su oficio de sombra.

La veo salir y entrar a la luz
como puñal de leyenda.

Puedo prometerle, apenas,
una cosa con lámparas,
cinco hijos correctos,
almacén y hombrías.

Usted, Somaya Báladi,
es mi tercera patria.



Del silencio


Cuando ella puso la mano de él
en su sexo intacto
y él usó su mano como quien roza
un fuego nunca prometido
Cuando ella lamió su ombligo
con aquella sed súbita y antigua
y él vio brillar sus nalgas
como una zanja de pedernal en la noche de la selva
ambos supieron que sus abuelos tenían razón.
La mayor pobreza está en las palabras


Crónica de Gauguin

Porque él conoció las ansias de ese mar

que hace de un hombre, por siempre,
un ángel endeudado,
o alienta el dios solidario
que silba por las noches
los rencores de las islas.
fundó el amarillo del enigma,
labio a labio, robando la brasa primordial
que puede fundar varias iglesias en un párpado
y regala a cada día un animal milagroso.
entonces, el pobre pájaro,
el flanco de la muchacha que inventa vanidades
aaaaaaaaaaaaaaaa partir de su trenza,
y amarillo augural
el grito del día
con su jeta cínica o cantante,
y amarillo de deleite
la perversión del girasol
y amarillo de tinaja
la paz del pubis de la tahitiana
que pensó en él
como un animal cansado
aaaaaque perfumar y servir.
Así fluía cada día suyo
trabajando por ser ofrenda,
trombón o rapsodia.
El cielo
era aquella vulgar contraseña de la arena.
pintando azufres pueriles,
pero vinieron las islas y sus plegarias,
y un pájaro, como héroe mestizo,
funcionando en el mar.
si ya tenías mar y mujer a la mano
para qué París otra vez,
la deliciosa perfección de sus mugres.
en el otoño
producen espejismos de tul.
y hace resplandecer el tiempo,
y unos amores montunos
gimen y se eternizan, con patadas rotundas,
en los talleres de pintura.
por las islas, quedó una forma de vida
lentamente distribuida en nalga briosa
que salva del hombre
aasus espléndidas escorias.
a partir de la sombra sonora
y la precisión del sol
para originar escándalos.
y el dedo purgatorial
revisando labios recientes
y luego el beso ocupó la noche
con sus patentes de lluvia desamarrada.
cuentan que el baile
no fue más que un simulacro de besadores
en época de prohibición
y que allí el beso alcanzó
la dignidad del agua bien usada.
un paisaje del éxtasis.
y la muerte se aleja, esperando.
hacer la crónica del beso,
es documentar un fulgor.
besos galantes con límites
en frote y tiempo
no sirven a quienes saben
que mañana
la guerra romperá la casa,
el comisario reemplazará los atavíos del queso
y morirán muchos funcionarios de buen amor.
hay que besar con las normas del caballo:
con la peligrosa mansedumbre del loco,
las manos trabajando en la distancia
y el temblor enlunado de siempre.

Instrucciones de uso


I 
Tantas teorías rotundas
para los amantes callejeros,
tantos límites para el vuelo de la brasa,
tantos libros contra el beso y su poquito de aurora.
Banderas, pues, al paso
que hace de la luz
otro modo del tumulto.
Rompan toda luna, ocupen el mar posible.
Libre de amor,
ellos harán con sus vidas
un arte de caballos.

II 
Denles brisas cantoras
Échenlos a la calle sin sombreros
Pónganlos frente a los estadios de la noche
Sean sus bocas como escorpiones entre llamas
Sean sus mordiscos como
espadas contra pomelos
Todos los atavíos del sol
a los amantes callejeros
que hacen flotar los parques
con la orientación de los párpados.
Préstenles un cuarto el gran domingo
y el lunes volverán destruidos intactos
en paz con el primer anuncio de sus muertes.


III 
Perpetua contraseña
la del llanto.
Ya ellos tienen la sangre contada.
Y ni el mar los consuela.

IV 
Miran la noche
con una devoción que interrumpe
el verano numeroso.
Ella tiene en el cuerpo
ansia y llanuras.
Él prepara, incierto,
el mapa del tránsito.

V 
Don de las ventanas cerradas:
los amorosos se surten de luz
abriéndose los ojos.

VI 
Oh, guerra santa
de ensangrentar las manos
en la más endeble distancia.
Buscando un aire sin cárcel
el primer gemido
certifica el futuro de la fiesta.
La furia se resuelve
en un labio exhausto
y el cielo de desliza como reunión de delfines.
Pero en la memoria del amado
late ya la nueva llaga.

VII
Paradoja industrial:
son ellos
los que mejor empleo
dan a la idea de progreso.
En la distancia
sus manos cogidas
purgan y lavan toda la ciudad.

VIII 
Paisajes
últimos
del mundo:
Amantes solos
calman al mar
con las sobras de su respiración.
a su hijo(1898)
Por Jorge García Usta
cuándo comenzará a arar destino,
a cantar agua en las manos,
a consumir os motivos del vuelo.
Volveremos
a vernos,
tal vez, en dos mil años,
y no seré Elías, su padre,
sino un brillo gastado por la ausencia.
Aproveche estos ríos salvajes
donde la luna
como en Ramalha
es comida para el extraño.

Balada de Teresa Dáger


como Teresa Dáger
mitad cedro, mitad canoa.
Era bella, inclusive, al despertarse
Y después de comer ese pobre trigo
nativo.
En las esquinas, a su paso,
Hombres sudorosos
interrumpían las liturgias del comercio
y maldecían la muerte.
Era una forma ansiosa.
Procedía de una furia vegetal.
No la salvó tampoco su belleza.
Ahora, a los 80 años,
a diferencia de otras que fueros feas y
felices,
Teresa Dáger sueña sola en le piso 15,
rodeada de zafiros derrotados.
Y solo piensa en ese arriero de Aleppo
que el 7 de agosto de 1925
La miro con ganas y en silencio
Tres segundos antes de que su padre
la enviara al destierro de la trastienda.



Del silencio





Cuando ella puso la mano de él
en su sexo intacto
y él usó su mano como quien roza
un fuego nunca prometido

Cuando ella lamió su ombligo
con aquella sed súbita y antigua
y él vió brillar sus nalgas
como una zanja de pedernal en la noche de la selva
ambos supieron que sus abuelos tenían razón.

La mayor pobreza está en las palabras

La Tribu interior (1995)

I
El viento de diciembre, Madre,
Trae, otra vez, la culpa,
La Usura de la culpa,
el botín de la culpa.
La culpa, que rompe mi rostro
en espejos que vuelan.
La culpa, que empieza en tu dedo,
dibujo y destrucción de todo aire.
Ahora que la noche es una verdad extranjera. 

II
La culpa vuelve a mí,
Por escaleras enfermas, por violentas 
[azoteas.]
El peso de la culpa
Sale de las albercas y endulza las [cebollas.] 
Me ataca la culpa, Madre,
Me deja sin compadres.
Cuando nadie en la ciudad 
entiende el abismo de un susurro.
A cuatro patas del deseo,
Amarillo de amor,
Qué soñaba antes, indagan los pregoneros,
Entonces, mal viejo,
Catedrales de ocio
La mujer de la lluvia trae la brasa y el sonido
Se sabe ahora que lejos de sus cartas
y esa fértil lepra del mar


Crónica del beso y del besar

En el principio fue el beso.
El beso fue inventado un día de dioses arrechos,
En el principio fue el auge de la nariz
Crónicas de piedra viva
El nuevo arte hizo de los perfiles,
Y allí, todo hombre suda y se purifica
Más que escribir una historia,
Por eso,
Por eso - lo manda la crónica original

LAS COSAS EN EL OJO DEL GAITERO

Mírale el ojo al gaitero
mientras sopla la música.
Míralo a fondo.
Oyes el agua invicta,
los preparativos de la muerte.
La mujer es mujer
entre todas las flautas.
El abeto ayuda
al cantor
a bien morir.
Vuelve
y mira el ojo del gaitero.
Mira cómo grita el hombre
en todas las pieles del río,
cómo tiembla el día
con sus hamacas extremas.
Mira el ojo del gaitero
y quiere tu sombra.
Has visto al dios posible y es tuyo.


Amantes callejeros 


Consejos de Elías Rumié
a su hijo(1898)
Por Jorge García Usta

Y usted, mijito, criatura de oro,
cuándo comenzará a arar destino,
a cantar agua en las manos,
a consumir os motivos del vuelo.

Volveremos
a vernos,
tal vez, en dos mil años,
y no seré Elías, su padre,
sino un brillo gastado por la ausencia.

Aproveche estos ríos salvajes
donde la luna
como en Ramalha
es comida para el extraño.

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