domingo, 8 de julio de 2018

POEMAS DE CLEMENTINA SUÁREZ


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(12 de mayo de 1902, Juticalpa, Honduras - 1991, Tegucigalpa, Honduras)


Sexo


Sexo,
encarnada rosa,
flor de lujuria
por donde salta mi juventud.
Ánfora llena
de sensaciones
y vibraciones,
arpa que vibra,
que llora y gime
voluptuosidades.
Lirio encendido
en el altar de fuego
de roja estancia…
Desgarrado fuiste
por su loca furia
en aquella tarde.
En que la divina flor
de vida y amor,
en ofrenda a su amor yo di.
Pero yo te bendigo
gruta maravillosa
porque la vida me diste
y porque en esa flor estropeada
una nueva vida
yo también di…

Creciendo con la hierba (IV)

Despacio,
que está madurándose
la criatura de espuma
que se queja en mi entraña.
Copo a copo
voy cubriendo
de alta atmósfera
lo que vivirá,
aun detrás de la muerte.
La urgencia de mi paso
es un puro símbolo
—nada es mío—
una flecha me curva
dentro de tu amor.
¿No sientes deshojarse
pétalos dentro de mis sienes?
¿No sientes que mis manos
te adelantan la rosa,
el aroma y el tacto?
Y que mi sueño
es una arteria abierta
que calcina al gusano.
Y que precisas otro nombre
para encontrarte
con la sonrisa
de tu primera niñez.
Era eso lo que me faltaba decirte,
antes que tu amor
la boca me consuma.
Hablarte
de este doble vivir
en la noche y la trasnoche
de una sollozante bruma.
Nunca esperes que te traiga
una espina en la mano.
Para venir y para buscarte,
ya había dejado
todos los abrojos.
¡Flota en la luz de mi relámpago!
No olvides
que el paso frágil
de un milagro rápido huye.
Y que la vida que te pido,
no es tu vida,
sino que la copiosa,
inagotable,
la inmortal vida.
Buscando
voy dentro de tu fondo
al árbol que te viste
y te abraza y te estrecha.
Y tal vez hasta te separa
de tu mejor forma.

Lamentos en el espacio

Afuera ruge el viento. Tu cabeza está
en mis piernas.
La noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.
Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.
La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor. Tú estás dormido
—sin darte prisa por salir de la noche—
mientras yo atajo lamentos
de madres y de niños.

Mágicamente iluminado como en un paraíso

Me salí de mi vestido
y fui a dar con mi cuerpo,
y pude comprobar entonces
el valor de mis pies, mis manos, mis piernas,
mi estómago, mi sexo, mis ojos y mi cara.
Supe del deleite que cada uno de ellos me ha dado
y me he dicho de improviso:
¡qué contorno mágico el de mi costado,
qué antiguos y nuevos ecos en el hilo de mis venas,
que voz en la garganta,
qué sílaba impronunciable en el labio
y que sed detenida en la garganta!
Apresuradamente he salido por la puerta
disparada a caminar,
a tocar el suelo con mis pies,
a lanzar flechas encendidas por los ojos,
a devorar paisajes,
a enredar mis manos en jeroglíficos de relámpagos,
a dejar detenida aquí en mi sexo
—árbol fructificado—
el aroma de la vida.
He absorbido, he olfateado, he gritado
vivir, vivir, vivir.
Como si despertara una y otra vez
y fuera abeja laboriosa
que libara su miel astral.
Alba que cuajara aquí en el pecho,
armero que trabajara día y noche
su cumplida labor.
Abro precipitadamente
las puertas de mi aposento
y tiro lejos la sábana.
Me asomo al espejo como una morada
que no habrá de retenerme.
Como un propósito alucinado,
brilla mi anillo de piedra color malva,
mi lámpara, mi reloj,
detenidos en los umbrales del tiempo.
Mis zapatos desvelados a la orilla del lecho
y mi rostro deambulando por el sueño
como una decoración para un poema
escrito en las líneas de la mano,
o en el destello metálico de mis sentidos
tulipanes siempre ardiendo.
Mi perfil de arcángel
danza con el rayo,
detiene sus reflejos en la frente
y derrumba con su fuego el corazón
como en un paraíso mágicamente iluminado.

Poema del hombre y su esperanza

Ahora me miro por dentro
y estoy tan lejana,
brotándome en lo escondido
sin raíces, ni lágrimas, ni grito,
—intacta en mí misma—,
en las manos mías
en el mundo de ternura
creado por mi forma.
Me he visto nacer, crecer, sin ruido,
sin ramas que duelan como brazos,
sutil, callada, sin palabra para herir,
ni vientre que rebase de peces.
Como rosa de sueño se fue formando mi mundo.
Ángeles de amor me fueron siempre fieles,
en la amapola, en la alegría y en la sangre.
Cada caracol supo darme un rumbo
y una hora para llegar.
Y siempre pude estar exacta.
A la cita del agua, de la ceniza y la desesperanza…
Frágil, pero vital, fue siempre mi árbol.
Al hombre y al pájaro les fui siempre constante.
Amé como deben amar los geranios,
los niños y los ciegos.
Pero en cualquier medida
estuve siempre fuera de proporciones,
porque mi impecable y recién inaugurado mundo
tritura rostros viejos
modas y resabios inútiles.
Mi caricia es combate,
urgencia de vida,
profecía de cielo estricto
que sostienen los pasos.
Creadora de lo eterno,
dentro de mí, fuera de mí,
para encontrar mi universo.
Aprendí, llegué, entré,
con adquirida plena conciencia
de que el poeta que va solo
no es más que un muerto, un desterrado,
un arcángel arrodillado que oculta su rostro,
una mano que deja caer su estrella
y que se niega a sí mismo, a los suyos,
su adquirido o supuesto linaje.
De esta ciega y absurda muerte o vida,
ha nacido mi mundo,
mi poema y mi nombre.
Por eso hablo del hombre sin descanso,
del hombre y su esperanza.

Yo


Canción de pena,
lema que nadie descifrar pudiera,
ensueño obscuro,
mente entristecida,
en un proceloso mar vivo la vida
bogando sin oriente,
con las alas abiertas
siempre para el poniente.

Explicaciones


Animal sidéreo,
bello amado mío,
hunde tus esplines
entre mis jardines.
¡Escúchame, escúchame!
Como otras, yo no ansío
ser hombre ni un momento.
El mundo es los Mil y un Misterios
etéreos,
sutiles,
divinos,
que requieren ojos femeninos.

Yo soy Scherezada,
Que lo sabe todo,
Tú el Rey tremendo
Que no sabe nada.
Mi espíritu es llave
que abre todas las puertas,
que abre todas las cajas
milagrosas que guardan
el perfume de las estrellas
y las gemas de los soles,
todas las cosas bellas.
Abre el corazón,
abre el alma
y ese estuche de topacios;
la canción
que lanza hálitos de nardos
a todos los espacios
en lumínica vibración.

Mi sabiduría
es la fragancia
de la rosa de mi ignorancia.
Mi ciencia
es la ciencia del lirio;
vivir,
perfumar,
lucir
amar
las piedras, las aves
el cielo azul
nido magnífico
de las pálidas constelaciones miríficas.

El arte mío
tiene sus raíces
en la undívaga inquietud
de mi débil ser
y florece versos
con el rojo de mis besos,
pompas cristalinas,
fuentes de vida.

Todo lo tuyo se mueve
porque tus elencos
y ordenamientos
no siguen el curso sidéreo
Del Gran Plan Divino.

Tu sabiduría
es melancolía,
tu ciencia  un completo
esqueleto,
tu arte es un lago
que copia el temblor de las estrellas,
el nevado lirio,
el hada;
pero no es la estrella,
pero no es el lirio,
pero no es el hada.
Bello amado mío,
soy Scherezada,
hunde tus esplines
entre mis jazmines.
Acércate, acércate,
recuerda que eres
animal sidéreo.
Yo quiero explicarte esta noche
los Mil y un Misterios;
yo quiero mostrarte
el tesoro fúlgido
que existe en el Beso,
del cual tú conoces solamente un décimo
y yo los diez décimos.
Yo quiero decirte
de qué sol del cielo
es el fuego que arde
en mi aliento fébrido;
como vivir siglos
en la cárcel de oro
de un leve segundo.
Sabio de lo inútil
entierra tus ansias
en mis suavidades.
Pégate a mi cuerpo,
sé leño aromado
aumentando el fuego,
llama de topacios
de mi ser de lirios.
Yo tengo el sentido
del Todo en mi alma.
Soy el grito lírico
que entusiasma al Mundo.
Soy Scherezada
que lo sabe todo,
tú el Rey tremendo
que no sabe nada.


Animal sidéreo,
bello amado mío,
hunde tus esplines
entre mis jardines.



Hombre Montaña



Su cuerpo moreno y duro, está por el sol bruñido,
para domar atletas parece haber nacido.
Como el árabe indómito en su veloz corcel
capturar las amadas es su mejor laurel.

El, que es todo rudeza, sabe amar con ternura;
la carne femenina le ofrece su dulzura.
En la pasión es fuego; en el ardor triunfal;
y del placer conoce la delicia inmortal.

Para siempre su voz en mi alma resuena,
hay vida en su palabra tan vibrante y serena,

que en su alma todo es gracia, ritmo, luz y color,
resúmenes eternos del absoluto amor.

Es el Hombre Montaña, con su mirar risueño,
y es el hombre que amo, mi señor y mi dueño.




Compréndeme


Al rededor de mi cuerpo
Las Substancias Primeras
son boas estelares
regando sus caricias
terriblemente eléctricas.
Me besa el fuego,
me besa el agua;
me besa el viento;
me besa la tierra.

Y el beso luminoso;
o el beso tembloroso;
o el beso impreciso;
o el beso angustiado;
enciende mi carne;
enciende mis nervios;
enciende mis huesos;
enciende mi alma.

Por eso soy inquieta como una pira;
por eso soy vibrante como una lira.

Comprende, comprende,
pobre hombre que  juzgas
conforme a tus leyes humanas.

El Arcano ha querido
que glorifique al Mundo,
riente como rosa
en la cruz del beso.
Lo frívolo mío
es el ardor mirífico
de los cuatro Puntos,
es el gemido lírico
del fuego, del agua,
del viento y la tierra,
boas estelares
que me vuelven mítica.

¡Vaya! No me juzgues
conforme a tus leyes humanas.
Yo soy la llave de oro
con que abrirás las puertas
sublimes de la vida
verdadera y eterna,
sin la carroña sucia
de las poses sociales creadas por tu mente.

Sabe que existe un mundo
sin leyes ni preceptos,
donde todo se irisa
con los vapores tenues
del ritmo sideral.

Compréndeme ahora,
por qué el fuego y el agua
por qué el viento y la tierra
me llena de besos terribles y astrales:
la carne,
los nervios,
los huesos,
el alma.

Mírame: soy de pétalos.
Óyeme, soy de ritmos.
Mi carne es tu deseo
donde mi fuerza y tu miseria veo.
Mi pentagrama es la brisa
donde asciende y desciende mi risa

Más allá, más allá, más allá,
mucho más del etéreo cristal
de mi alma se halla la causa
de mi vanidad.
Habla, grita, protesta, lamenta,
llora, ruge, blasfema, maldice,
si pretendes saber las razones;
si ambicionas saber el arcano
y estupendo organismo del Todo,
sube al antro en que el astro divino,
bella araña entreteje su maya,
bajo el fondo tremendo y obscuro,
o anda luego, ignorante, sin miedo
por el hilo muy fino y muy níveo
del suspiro que tiembla en mis labios
y regresa y explica la altura,
el asiento pedestre del antro,
y di a gritos si aquello es más grave,
y más fuerte, y más hondo, y más sacro
que la causa de mi vanidad,
copo de humo intangible que se halla
más allá del cristal de mi alma,
mucho más, más allá, más allá...

Ahora compréndeme,
pobre hombre que juzgas conforme
a tus leyes, blancos esqueletos.

Lo frívolo mío es el ardor mirífico
de los cuatro Puntos.
Al rededor de mi cuerpo
las  Substancias Primeras
son boas estelares
regando sus caricias
terriblemente eléctricas.


Yo fui Leda


Yo sé del beso olímpico de Zeus;
su pico sonrosado lo he sentido
idealmente subiendo por mis muslos,
por mi vientre de alburas cuyo ombligo
parece un ojo ciego, por mis senos
en demasía túrgidos y blancos,
por mi cuello delgado, por mi boca...

¡Que bello es Zeus cuando se hace cisne!
He sentido sus alas envolviéndome
y suaves y tibias poluciones
germinar en mi entraña hecha de fuego.
Después... he visto al mundo tan amable,
sintiéndome dichosa como nunca
con la sonrisa triste de la enferma
que vuelve a ver la vida, por saberme
fecundada del padre de los Dioses.

¡Que bello es ser la hembra de un Olímpico!

Mi útero gestó  dos huevos blancos,
carne de  él, carne mía, de mi arcano
salieron a la luz dulce y gloriosa
a reventar como si fueran rosas
de blancura impoluta y refulgente.

Fui madre de unos hijos tan excelsos
que llenaron al mundo como un canto.

¡Que bello es tener hijos de inmortales!

Grande es hoy la nostalgia de mi carne
porque maldita degeneró en humana;
como ansío sentir el suave pico
sonrosado subiendo por mi cuerpo
de alburas de cortezas del gran bosque.
Cómo ansío sentir su ala de nieve
sobre mis senos túrgidos temblando
por el goce sidéreo, junto al roble.

¡Sólo pienso en las nieves del Olímpico!

Y crees mi desgracia una ironía
para ti que deseas estrecharme
entre tus largos brazos como boas
y arderme con tu boca muy humana.

Respeta mi viudez, hazme el favor,
vete lejos y dile a tu pobre alma
que su amada, una ninfa en otros tiempos,
sueña con el abrazo de dos alas.


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