(17 de marzo de 1917, Pirgos, Grecia - 25 de abril de 1981, Atenas, Grecia)
EL que Arde
Mirad ¡entró en el fuego! dijo alguien de la multitud.
Nos volvimos rápido para ver. Era
en verdad aquél que volteaba el rostro cuando
le hablamos. Y ahora se quema. Pero no pide auxilio.
Nos volvimos rápido para ver. Era
en verdad aquél que volteaba el rostro cuando
le hablamos. Y ahora se quema. Pero no pide auxilio.
Titubeo. Pienso ir allí. Tocarlo con mi mano.
Por naturaleza estoy hecho para dudar.
Por naturaleza estoy hecho para dudar.
¿Quién es él que se consume orgulloso?
¿De su cuerpo humano no se duele?
¿De su cuerpo humano no se duele?
El país aquí es oscuro. Y difícil. Temo.
Fuego ajeno no lo revuelvas me dijeron.
Fuego ajeno no lo revuelvas me dijeron.
Pero él se quemaba solo. Muy solo.
Y entre más se destruía más relucía el rostro.
Y entre más se destruía más relucía el rostro.
Se volvía sol.
En nuestra época como en épocas pasadas
unos están en el fuego y otros aplauden.
unos están en el fuego y otros aplauden.
El poeta se reparte en los dos.
Versión de Francisco Torres Córdova
Fue entonces
Fue entonces cuando broté de mi
corazón abierto , armado
con carne y luces.
Mi sangre es una oscuridad
inmóvil
y aquí.
Eres la primavera jugosa.
La barbilla me tiembla de
hambre negro.
corazón abierto , armado
con carne y luces.
Mi sangre es una oscuridad
inmóvil
y aquí.
Eres la primavera jugosa.
La barbilla me tiembla de
hambre negro.
Y mis sueños se
rompieron - perros y piratas.
Y
mi cuerpo - el polvo.
rompieron - perros y piratas.
Y
mi cuerpo - el polvo.
CENA FÚNEBRE PARA ELPÉNOR
A Nikos Stavros
La noche aquella era pesada calurosa e inmóvil.
El aire alargaba las llamas de las velas
Hacia el cielo. Cortinas rojo oscuro
tapaban las ventanas y un Silencio riguroso
con paso silente se paseaba en la desierta
sala cerrada.
Cuando ya cansado del sabio libro
alcé los ojos vi de pronto alrededor
una multitud de caras mudas que miraban impasibles
profundo y crecían serenas mirando
sin cesar. Entonces pregunté con voz seria:
amigos a qué se han reunido y qué buscan aquí?
No respondieron sólo miraban de frente
y detrás sin cesar aumentaban como viento
que llenó toda la sala.
De alguna parte caras vistas figuras encontradas
en el rodar de la vida en los más duros años
en brumas subterráneos en sendas de asesinos
en la sangre diestra en la navaja en la violación.
Y pregunté otra vez con voz certera:
Qué aguardan en silencio cómo entraron aquí?
Y como no respondían me arrebató la furia:
Perros malditos qué buscan? Hablen.
Tú, despojo ciego, qué quieres? responde ahora
que mi mano impaciente me violenta.
Entonces respondió sereno: amigo recuerda
hace años incontables me cegaste. La luz
devuélveme que me has robado. De pronto rugió
en mis adentros una ira roja y dije: ciego
desaparece de mi vista antes de que te venza la muerte.
No habló sólo me miró hondamente con insistencia.
No resistí giré y me vi mirando a cierto Lucas
muerto hace ya cuarenta años con una horrorosa
úlcera en su cara. Más atrás a Isaac
tísico que recibió una bala amarga en Albania
al lado a Marcelo más allá a Alexandros
al que arrojé una noche a una noria oscura.
Y todos ellos me miraban inmóviles y mudos
con sus ojos hinchados según se iban juntando
y se multiplicaban alrededor dentro de la sala.
Entonces se me erizaron los pelos pero sin embargo pude
gritar con voz potente: Perros
demonios váyanse y desaparezcan de aquí. Para ustedes
no tengo nada. Y hablando entré al dormitorio
con la secreta esperanza de librarme.
Pero entonces la ira y el furor oscuro
me hincharon las narices. Incontables figuras
aguardaban allí e inmóviles miraban.
Por las ventanas abiertas el aire silente
con un murmullo sordo las acrecentaba
en derredor y se apretujaban sin cesar en el cuarto.
Y entre ellos vi, de caqui a Bilias
a ese Bilias que era tan cochino en el frente
y hesité profundamente y le pregunté con voz trémula:
Bilia, ¿qué haces aquí? ¿cómo viniste a esta hora?
No habló, sólo sonrió con dulzura
y luego taciturno se abocó a preparar la mesa
con un larguísimo mantel negro que apoyaba
sus flecos por el suelo y encendió encima tres
cirios blancos en tres candeleros de plata.
Entonces el terror me aflojó las rodillas y la memoria
moviéndose profundamente en mi existencia extrajo
así como el buzo desde el fondo de la mar una vieja
olvidada promesa al amigo muerto Elpénor.
Y de pronto, así como una luz mínima en la ciega
oscuridad de una galería se acerca aumentando sin cesar
así creció en mi turbada mente su imagen
y se alzó lleno de vida ante mis ojos Elpénor.
Sus ojos me miraban dulces e impasibles.
Sus labios se movieron y luego de nuevo se cerraron
y juraría que escuché llegar hasta mis oídos
su voz sorda cual murmullo: Amigo
hace tiempo me olvidaste. Ni una cena de difuntos
ni una misa de recuerdo ordenaste para Elpénor.
Mi amarga muerte todavía continúa
y me tortura más amarga incluso y más negra
a medida que pasa el tiempo. Libérame, amigo.
Así escuché y el remordimiento se alzó como nube
frente a mi y mis ojos se me empavonaron
de pronto de oscuras lágrimas como el río
que se hincha en invierno con la copiosa lluvia.
Y cuando ya se agotaron y enjugué
mis párpados con las palmas y levanté la vista
para mirar a Elpénor no vi nada.
Y la habitación y la sala se habían vaciado de repente.
Por las abiertas ventanas soplaba un aire cálido.
La luz acicalada y mortalmente turbia
se derramaba por doquier y el enfermero
de punta en blanco en su delantal profundamente inmaterial
aseguraba con cuidado las hierbas mágicas
una a una en la repisa superior.
TRADUCCIÓN: PEDRO IGNACIO VICUÑA
ESE FILIPPOS
No tiene pues, ni carne ni huesos
Homero
Muerto en los años difíciles
un día de repente en que vio
las rojas hayas más abajo
su casa ahogada en el río.
Ahora papel secante tinta compases.
Me extraña cómo llegó sin afeitar al momento
en que daba cuerda al gran reloj de péndulo
y le llamé como si lo viera
limarse como antaño las uñas
con la navaja. Eh, Filippos
llena por favor mi pipa. El tabaco
está a la derecha más allá en el ropero.
Entonces alrededor se apretó un inmemorial sigilo.
Y giré. Extraño
estaba seguro de que era Filippos
cerca de la punta de la mesa con ese
hoyo en la garganta que lo hacía
parecer un cadáver.
Ahora no debe tener ni carne ni huesos.
Su barba sin embargo debe estar tremenda.
(TRADUCCIÓN: PEDRO IGNACIO VICUÑA)
ODISEO EN EL RÍO
Una luna toda la noche viajaba
por encima de tu cuerda de plata
río taciturno
río.
Un sol sereno se extiende ahora en la tierra
te entibia la sangre con luz.
Luego vendrá la muchacha liviana
golpeará luminosas palmas
la piedra del sueño rodará por tus ojos
te alzarás en el silencio verdiblanco
y las ninfas se asustarán
huirán por el valle con pies veloces
y la muchacha blanca será fresca
como un árbol bajo la luz
más allá los otros árboles y el silencio
girarán mirarán
el árbol con el vestido de la primavera
inclinarse sereno a tocar el río
tu plateada cuerda
río taciturno
río.
Pero tú ahora hablando frente al rey
-y el árbol blanco escuchando en las estancias.
Hablando con el modo en que hablan
los vivos recuerda.
En el mar los ahogados viajando
buscan su patria y siempre miran abajo.
(TRADUCCIÓN: PEDRO IGNACIO VICUÑA)
LA VENTANA
Bloqueamos la ventana, el viento soplaba desde el basural, qué ganamos? qué perdimos?
Caminando taciturnos en estos difíciles descuajaringados años.
Estaba el cuarto, tanta desnudez. En el muro la lámpara y la luz iluminando una vez el rostro, otra la mentira.
Nos rayamos durante el tiempo del recuerdo.
Sólo un pequeño río, su nombre perdido en el silencio de los arenales.
Cerramos la ventana. La tierra afuera inquieta y el árbol delirando con la media luna.
Desde el sueño emergía, pesada con su terror, la verdadera luna.
(TRADUCCIÓN: PEDRO IGNACIO VICUÑA)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario