miércoles, 7 de noviembre de 2018

POEMAS DE JOSE REVUELTAS

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(20 de noviembre de 1914, Municipio de Canatlán, México - 14 de abril de 1976, Ciudad de México, México)

LAS OREJAS DEL PADRE SILENCIOSO ...

Los ojos del padre silencioso!

Tamo era ruidoso
vides siempre oscuras;
su secreto habló
como si no lo fueran,
abedules dormidos

Por la tarde, en los jardines del desierto,
palabras inocentes
una luna clara.
Escucharon, no vieron el día,
limpio y blanco,
Corazones blancos, en silencio.

No amaneció más amanecer,
renunciar
Con los primeros rayos dorados.
Y en medio del desierto,
tímido y gentil,
mi cancion suena


EN TRACIA, ENTRE LOS CAMPOS SONOROS ...

En tracia

clase casual dorada
el alma se ahoga
y ando

Y estoy caminando, amada por las olas.
de aviones frutales.
Entre los anillos polares nativos.
El consuelo de los días de felicidad.


La suave lluvia de primavera
La suave lluvia de primavera 
sonó sobre mi techo, ¡ 
Con la suave lluvia de primavera, 
surgieron miles de sueños!

La suave lluvia de primavera 
Oye la tierra y se estremece, 
La suave lluvia de primavera 
Susurra historias de renovación.

En la suave lluvia de primavera 
Lágrimas, arrebato y carga; 
Con la suave lluvia de primavera, 
Myriad Sparks murió silenciosamente!



[Si el aire…]


Si el aire no tuviera sangre
si el agua del océano fuera pura
y no trajera jóvenes despedazados
si las playas fueran limpias, serenas
y en ellas no la muerte sino el amor golpeara…
Enloquecidos pájaros del viento
han llegado hasta aquí para no alejarse nunca.
Todo mundo nos está gritando
en el filo mismo de la Historia
en la frente escupida de las cosas que existen.
Hay que saber, irrevocablemente, de nuestra eterna eternidad.
Más que la hormiga, más que el siglo y que el arado,
más que las lenguas del tiempo y el caer de los hombres
durarán nuestras manos de huesos y agonía.
Saben ya los roncos pájaros de nuestras lágrimas despiertas
lágrimas sonando tercamente sobre los tercos tambores
que anidan en el fondo.
Y nuestro par de rotos corazones vivos
nuestro par de ojos que ven cuando se cierran
se habrán unido ya
al rumor de los brazos, eternos como piedras,
como piedras duros, y amorosos, y tristes.
Mi pobre corazón es inútil para toda la tristeza.
Dejo de sufrir a cualquier hora
cuando todos lloran cuentas vivas de cal, granos amargos.
Se pueden hacer versos que sean un grito solo,
se pueden cantar canciones con los labios mudos.
Hay que llorar por todos nosotros
y yo no he llorado todavía.
Hablad, mirtos de hierro y desventura, junto a los niños.
Hay niños.
Hay hermanos vivos y destruidos con el alma quebrada
y una luz en la frente.
Si mi pobre corazón no fuera tan pequeño
y pudiera tener una gran casa abrigada
y una dulce, larga superficie de trigo y sollozos.
Si mis labios fueran agua, manos y peces soñadores
y no tristes vocablos y silencio.
He llorado todo esto, yo.
Pero oíd que no he derramado una sola lágrima todavía.
Duraremos duramente más que la larva, más que el espanto
porque somos eternos y condenados,
somos de tierra, y de tierra de la tierra.
Nuestros hermanos quebrados,
más puros que Jesús,
más olvidados,
quedan gritando con los pájaros del viento.
Porque el aire tiene sangre
y el agua del océano es impura
y en las playas sólo la muerte golpea
podemos hacer versos todos juntos
hasta que la tierra se parta
hasta que nuestras lágrimas derriben al mundo
hasta que brote de la nada una paloma.
Sordo estoy y puedo todavía humillarme,
puedo tomar un cuchillo y enseñar mis abismos
mis glorias, mi desamparo.
Podemos.
Para llover del cielo
virtuosamente limpios, desnudos y dispuestos.
Mérida, Yucatán, mayo de 1938.  
 

Nocturno de la noche

Para Efraín Huerta

Cuando la noche;
cuando los espejos reciben el asombro culpable de los adulterios
y las sillas saben de las torpes pisadas;
cuando los libros se quedan abiertos como una película de pronto detenida
y los cigarrillos sólo son un recuerdo de angustias y desvelos, quemados para siempre;
cuando los números Palmer del mediocre joven meritorio
son un feroz y enloquecidamente acariciado anhelo de abrazarse por sorpresa
a la Amparito o a la Chole
en un mentido vuelco aéreo del Luna Park;
cuando las prostitutas ofrecen su seco y taciturno sexo a los inspectores
o a las escalofriantes agujas de los que le ponen Roberto o Gustavo;
cuando una gringa en lo alto de un hotel lleno de cafiaspirina
bebe el horroroso brandy desesperadamente sin parar
con el triste frenesí salvaje que cuenta Duhamel;
cuando en las abandonadas conserjerías de latón sólo se sabe ya
del chillido de la niña loca del conserje;
cuando la rubia insidia de la Western Union grita con las pipas
de los colonos que ya no se escriba
sino se cablegrafíe,
que ya no se sueñe
sino se asesine,
que ya no se llore
sino se pisoteen los vientres embarazados;
cuando la noche;
cuando las pistolas de aire y la soldadura autógena
que cada vez parece más una enfermedad de los dientes,
entonces oigo torrentes furiosos de semen que corre por las calles
como entre caños de sombra y de injurias:
semen impuro y vicioso de horrendos señoritos,
destilado en las esquinas oscuras, en los pasillos de los cines
y en los mingitorios.
Semen con la decrepitud alucinante del ojo que mira por la cerradura
en el cuarto del hotel donde la joven pareja se ha sepultado para siempre.
Semen cien veces maldito de las sombras de los jardines.
Cuando el crimen y los papeleros se duermen en la calle.
Se sucede sin fin, ignorándose a sí mismo atormentado,
con una falsa alegría de labios relamidos y de placer gratuito,
sin pensar en la sangre derramada,
sin pensar en el limpio, puro y desvestido espacio,
sin pensar en la música y el aire,
sin pensar en la vida.
Es preciso, es preciso, es preciso que se caigan los muros,
que cesen los venablos de angustia que nos han atravesado,
que quede nada más un grito clamando, herido eternamente,
y una sobrehumana colérica voluntad como ramas de un árbol furioso
para golpear hasta el polvo y el aniquilamiento.
Cuando lo noche.
Cuando la angustia.
Cuando las lágrimas.
Octubre de 1937


[Antes de que me vaya…]

Antes de que me vaya, antes de que me mueras y me llores, quisiera poseer ese pedazo de sombra en que estabas detenida la última vez, donde no cabías, aquel espacio puro en el que te negabas a estar, pero tan anclado por tu presencia, donde te pisaba el aire y doblaban tu cuerpo aquellas esquinas del tiempo, y tú no hablabas ni reías, detenida, amarga mía, maravillosa y sola.
Pero déjame, antes de que me vaya, antes de que me dejes, antes de que tu sangre comience a salir de mis dedos y te tome y se embriague para decirte adiós.
Enero de 1955.

CANTO IRREVOCABLE


Yo, que tengo una juventud llena de voces,
de relámpagos, de arterias vivas,
que acostado en mis músculos, atento a cómo corre y llora mi sangre,
a como se agolpan mis angustias
como mares amargos
o como espesas losas de desvelo,
oigo que se juntan todos los gritos
cual un bosque de estrechos corazones apretados;
oigo lo que decimos todavía hoy
todo lo que diremos aún,
de punta sobre nuestros graves latidos,
por boca de los árboles, por boca de la tierra.

Yo, que irrevocablemente sé de nuestra eternidad definitiva
de nuestra juventud de atentos sueños
y lágrimas despiertas;
de los tercos tambores tercamente sonando
que hay en nuestro oscuro fondo.

Que tengo un par de rotos ojos vivos,
mirando, aún no calcinados,
y unos brazos largos inmensos, eternos como piedras,
como piedras duras y varoniles y tristes.

Que con esos ojos abiertos y sufriendo
sé ver nuestra tierra por la sal blanqueada,
blanqueada por la amarga leche de los senos,
cómo se apaga con los huesos.

Y cómo se apaga y se seca de ceniza la sed
y se pudren las manos, y se curva el silencio.

Yo, que tengo un pobre e inútil corazón
para toda la tristeza
que dejo de sufrir a cualquier hora,
he visto a las madres arenosas y clavadas,
las madres de tezontle, las madres de piedra de metate,
llorando cuantas vivas de cal,
granos amargos,
gotas de plomo.

Lloran piedras de río
sentadas como viejas raíces,
las madres de tierra de la tierra.

He visto y llorado todo esto, yo.
Pero no he llorado todavía.
Hay un océano grande de tristeza.

Quisiera tener un corazón lleno de trigo
y mi pobre corazón es muy pequeño.

Hay que hacer un gran río del mundo,
juntar nuestros pulsos hasta formar un gran cielo.

Un cielo del que llovamos redivivos,
nuevos, virtuosamente limpios y dispuestos.

Mérida, Yucatán, mayo de 1938

LA PALABRA

Alguien, derribado, pide palabras:

Pero no hay; la asamblea ha terminado
Ha terminado él en cuanto usó de la palabra
pues la palabra no debe usarse porque es muerte
Todo está prohibido: ante todo el cuerpo
más aún la mirada
Ya nadie debe ser;
hay una manera de tener silencio
y otra de no tener palabras
Yo te espero donde nadie espera:
en donde todo está habitado
y alguien vaga sin cuerpo, pero
a veces con sollozos
No lo detengas No Esa es la nada
marzo de 1968



DISCURSO DE UN JOVEN FRENTE AL CIELO

Nos está ya azotando en los muros,
pateando en el filo de los dientes
hasta hacer las manos trémulas
y los ojos vacíos
y perdernos en la más concreta de las nadas
Nos está mordiendo la noche hasta sus raíces,
hasta derrotar las esferas,
descolgar caracoles de los anuncios
y las manzanas de marzo
Nos ha desnudado la carne opaca de los gritos
con turbia alegría de llanto degollado,
poniéndonos de pie la espesa cárcel
y la despedazada tortura
¿No seremos ya sino la angustia,
la hondura sin relieve,
y la sombra?
No, con todas mis fuerzas,
con todos mis siglos, ¡no!
Aquí están sin moverse la gracia del aire
y las palomas que se nos nievan en el hueco de las manos
Hay que oír nuestro cuerpo asombroso
componiendo paisajes
Oír la infinita dimensión del poro,
y este correr ardiente de la sangre,
los oídos pegados a las venas
31 de marzo de 1937



Algo debo vivir


a Ema (La Conejita)

Algo debo vivir, un solo día.
Algo me espera al fin.
No puedo esperar de alguna esperanza.
Todo despertar es sollozar.
No puedo Conmigo. Soy una cruz hablando.
No tengo sombra ni consuelo. Soy una cruz hablando.



EN ESTE SITIO.

Que cierren los ojos, que tapen con siglos las edades
y nieguen la tierra y la aborrezcan y la escupan
si no quieren saber nada de la luz y la santa agonía.
Yo estoy aquí como la hormiga, como el arado,
porque no soy nadie y estoy de boca al suelo, besando todo loque pasa.
Si me invitan a morir lejos digo que no,
que mi sitio es el de la muerte aquí donde todos los planetas lloran
y los niños estan con las plantas esperando que amanezca.
Sé que debe amanecer y no en el cielo
sino entre las piedras y entre las manos de las gentes,
que debe amanecer antes de Cristo, después de Cristo,
en esta era y en este verbo que nos sale destrozado y dando gritos.
Que se tapen, que se queden cerrados, que nadie les dé auxilio,
que la voz les estalle antes de la palabra, que no puedan llorar nunca,
que no lloren jamás y la vida les sea alegre, horrorosa,
atrozmente alegre sin una sola lágrima,
si no levantan las manos y no se piden perdón
y no tienen la soberana, hermosa virtud de la agonía.
Yo estoy aquí sentado, yo estoy aquí caminando.
Yo estoy aquí.
Nadie me quiere aquí, yo lo sé.
Nadie quiere que me vaya de aquí, lo sé también.
No quiero que nadie venga y nadie se retire.
Estoy aquí.
México, D.F., mayo de 1938

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