1902, Buenos Aires, Argentina - 29 de noviembre de 1946
Al azar
¿Para qué echar la sonda?
¡Saber lo que el Destino te reserva!
¡Interrogar la Esfinge!
¡No, no hay poder humano que sorprenda
Sus obscuros designios.
Perseguir en la noche una luciérnaga
Para indagar la causa de su fosforescencia,
Cuando puedes llenarte las pupilas
Con el suave fulgor de las estrellas
Y vivir horas de quietud y gozo...
Hasta cuando amanezca!
Es mejor no inquirir. Hoy que la Vida
Ha querido mostrarte su faz buena,
Y en acto de humildad, contrita, viene
A verter en tu copa de su néctar,
Apúrala sin preguntarle cómo
Ni cuándo has de beberla.
¡No sea que en un sueño
La Realidad se pierda!
¿Para qué echar la sonda?
El más puro Ideal llama a tu puerta.
Anda. Abre. Contémplalo.
Extasíate en él, y luego cierra
Los ojos. ¡Que su imagen
Llegue a tu alma como hostia de belleza!
¿Interrogar la Esfinge?
¿Qué te diría su mirar de piedra?
Confíate a la Vida
Que ha querido mostrarte su faz buena
Y síguela sin preguntarle adónde.
¡Es mejor ignorar y andar a tientas!
¡Oh, poder despertarse de mañana
Y bendecir el día que comienza!
¡Saber lo que el Destino te reserva!
¡Interrogar la Esfinge!
¡No, no hay poder humano que sorprenda
Sus obscuros designios.
Perseguir en la noche una luciérnaga
Para indagar la causa de su fosforescencia,
Cuando puedes llenarte las pupilas
Con el suave fulgor de las estrellas
Y vivir horas de quietud y gozo...
Hasta cuando amanezca!
Es mejor no inquirir. Hoy que la Vida
Ha querido mostrarte su faz buena,
Y en acto de humildad, contrita, viene
A verter en tu copa de su néctar,
Apúrala sin preguntarle cómo
Ni cuándo has de beberla.
¡No sea que en un sueño
La Realidad se pierda!
¿Para qué echar la sonda?
El más puro Ideal llama a tu puerta.
Anda. Abre. Contémplalo.
Extasíate en él, y luego cierra
Los ojos. ¡Que su imagen
Llegue a tu alma como hostia de belleza!
¿Interrogar la Esfinge?
¿Qué te diría su mirar de piedra?
Confíate a la Vida
Que ha querido mostrarte su faz buena
Y síguela sin preguntarle adónde.
¡Es mejor ignorar y andar a tientas!
¡Oh, poder despertarse de mañana
Y bendecir el día que comienza!
Arcano
¿Qué mano misteriosa erizó de doradas,
Promisorias espigas, el siniestro abrojal?
¿Qué vendaval maldito derramó la simiente
Que hoy viste de esmeralda lujoso el cenagal?
¿Qué espíritu invisible llegó en la tarde lívida
A borrar con su magia la apariencia del mal?
¿Quién te dio esa sonrisa seductora y aviesa?
¿Quién te puso en los labios ese embrujo fatal?Arriba
Promisorias espigas, el siniestro abrojal?
¿Qué vendaval maldito derramó la simiente
Que hoy viste de esmeralda lujoso el cenagal?
¿Qué espíritu invisible llegó en la tarde lívida
A borrar con su magia la apariencia del mal?
¿Quién te dio esa sonrisa seductora y aviesa?
¿Quién te puso en los labios ese embrujo fatal?Arriba
Hannifa
Por destronar a Alah, Ibliis despliega
En labios del rumi, frase galana,
Y a saborearla, tímida, se entrega
Lalla Hannifa, la virgen musulmana.
El amor la deslumbra. Nueva aurora
Le presagia en sus fúlgidos destellos,
Y tiende el alma al alma que la implora
En el mirto que adorna sus cabellos.
Se olvida de su fe. Reta al Destino.
Mas huyendo en la noche solitaria,
Conjura a los fantasmas del camino
Susurrando enigmática plegaria.
Quiere sondear el porvenir, y vuelve
Los ojos hacia el golfo que dormita,
Y la ciudad en brumas se resuelve
En el albo esplendor de una mezquita.
Ya en el mar, al singlar hacia ese puerto
Con que soñó en instantes de extravío,
Siente el brusco aletazo de lo incierto
Sobre su rostro demudado y frío.
Es la noche beatífica y serena,
Y de las olas, rumorosa fluye
Esa fuerza invencible que encadena
El sueño en flor con el ensueño que huye...
¡Lalla Hannifa! ¡No más prisión ni reja!
¡No más velo celoso de tu encanto!...
Sigue al grito de amor una honda queja,
Y al quererla besar bebe su llanto.
Y la nave recoge su velamen...
Parece una mujer que se arrebuja
Trémula, al ver que sufran los que amen
Y el mar no se estremezca, ¡el mar no ruja!
De los ojos de Hannifa cae la venda
Y ante el temor de que su fe refluya,
Se transfigura en la suprema ofrenda:
"¡Por Alah gime mi alma y seré suya!"
Víctima al fin de sus caprichos vanos
Murmura resignada: "Estaba escrito".
Y siente que se templa entre sus manos,
El corazón glacial del Infinito.
En labios del rumi, frase galana,
Y a saborearla, tímida, se entrega
Lalla Hannifa, la virgen musulmana.
El amor la deslumbra. Nueva aurora
Le presagia en sus fúlgidos destellos,
Y tiende el alma al alma que la implora
En el mirto que adorna sus cabellos.
Se olvida de su fe. Reta al Destino.
Mas huyendo en la noche solitaria,
Conjura a los fantasmas del camino
Susurrando enigmática plegaria.
Quiere sondear el porvenir, y vuelve
Los ojos hacia el golfo que dormita,
Y la ciudad en brumas se resuelve
En el albo esplendor de una mezquita.
Ya en el mar, al singlar hacia ese puerto
Con que soñó en instantes de extravío,
Siente el brusco aletazo de lo incierto
Sobre su rostro demudado y frío.
Es la noche beatífica y serena,
Y de las olas, rumorosa fluye
Esa fuerza invencible que encadena
El sueño en flor con el ensueño que huye...
¡Lalla Hannifa! ¡No más prisión ni reja!
¡No más velo celoso de tu encanto!...
Sigue al grito de amor una honda queja,
Y al quererla besar bebe su llanto.
Y la nave recoge su velamen...
Parece una mujer que se arrebuja
Trémula, al ver que sufran los que amen
Y el mar no se estremezca, ¡el mar no ruja!
De los ojos de Hannifa cae la venda
Y ante el temor de que su fe refluya,
Se transfigura en la suprema ofrenda:
"¡Por Alah gime mi alma y seré suya!"
Víctima al fin de sus caprichos vanos
Murmura resignada: "Estaba escrito".
Y siente que se templa entre sus manos,
El corazón glacial del Infinito.
Invocación
¡Oh Divino Pastor de las canciones!
Guía serás de mi rebaño lírico.
Confío más en tu saber empírico
Que en el acierto de mis previsiones.
Estoy cansada ya de estas laderas,
Y siento que mi vida se quebranta...
Para mí el manantial ¡gime!... ¡no canta!
Llévanos, ¡oh Pastor!, donde tú quieras.
¡Lejos, lejos!... Allá cerca del cielo
Donde su vuelo audaz el cóndor tiende...
¡Oh! ¡Nada habrá que mi fervor no ofrende
Por el goce instantáneo de mi anhelo!...
¿Riesgos?... ¡Avanza! Mi inquietud flamea,
Y al paso seguirá mi mansedumbre,
Sabiendo que un momento allá en la cumbre,
Ebria de luz retozará la Idea.
Guía serás de mi rebaño lírico.
Confío más en tu saber empírico
Que en el acierto de mis previsiones.
Estoy cansada ya de estas laderas,
Y siento que mi vida se quebranta...
Para mí el manantial ¡gime!... ¡no canta!
Llévanos, ¡oh Pastor!, donde tú quieras.
¡Lejos, lejos!... Allá cerca del cielo
Donde su vuelo audaz el cóndor tiende...
¡Oh! ¡Nada habrá que mi fervor no ofrende
Por el goce instantáneo de mi anhelo!...
¿Riesgos?... ¡Avanza! Mi inquietud flamea,
Y al paso seguirá mi mansedumbre,
Sabiendo que un momento allá en la cumbre,
Ebria de luz retozará la Idea.
Por destronar a Alah, Ibliis despliega
en labios del rumi, frase galana,
y a saborearla, tímida, se entrega
Lalla Hannifa, la virgen musulmana.
El amor la deslumbra. Nueva aurora
le presagia en sus fúlgidos destellos,
y tiende el alma al alma que la implora
en el mirto que adorna sus cabellos.
Se olvida de su fe. Reta al Destino.
Mas huyendo en la noche solitaria,
conjura a los fantasmas del camino
susurrando enigmática plegaria.
Quiere sondear el porvenir, y vuelve
los ojos hacia el golfo que dormita,
y la ciudad en brumas se resuelve
en el albo esplendor de una mezquita.
Ya en el mar, al singlar hacia ese puerto
con que soñó en instantes de extravío,
siente el brusco aletazo de lo incierto
sobre su rostro demudado y frío.
Es la noche beatífica y serena,
y de las olas, rumorosa fluye
esa fuerza invencible que encadena
el sueño en flor con el ensueño que huye...
¡Lalla Hannifa! ¡No más prisión ni reja!
¡No más velo celoso de tu encanto!...
Sigue al grito de amor una honda queja,
y al quererla besar bebe su llanto.
Y la nave recoge su velamen...
Parece una mujer que se arrebuja
trémula, al ver que sufran los que amen
y el mar no se estremezca, ¡el mar no ruja!
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De los ojos de Hannifa cae la venda
y ante el temor de que su fe refluya,
se transfigura en la suprema ofrenda:
"¡Por Alah gime mi alma y seré suya!"
Víctima al fin de sus caprichos vanos
murmura resignada: "Estaba escrito".
Y siente que se templa entre sus manos,
el corazón glacial del Infinito.
en labios del rumi, frase galana,
y a saborearla, tímida, se entrega
Lalla Hannifa, la virgen musulmana.
El amor la deslumbra. Nueva aurora
le presagia en sus fúlgidos destellos,
y tiende el alma al alma que la implora
en el mirto que adorna sus cabellos.
Se olvida de su fe. Reta al Destino.
Mas huyendo en la noche solitaria,
conjura a los fantasmas del camino
susurrando enigmática plegaria.
Quiere sondear el porvenir, y vuelve
los ojos hacia el golfo que dormita,
y la ciudad en brumas se resuelve
en el albo esplendor de una mezquita.
Ya en el mar, al singlar hacia ese puerto
con que soñó en instantes de extravío,
siente el brusco aletazo de lo incierto
sobre su rostro demudado y frío.
Es la noche beatífica y serena,
y de las olas, rumorosa fluye
esa fuerza invencible que encadena
el sueño en flor con el ensueño que huye...
¡Lalla Hannifa! ¡No más prisión ni reja!
¡No más velo celoso de tu encanto!...
Sigue al grito de amor una honda queja,
y al quererla besar bebe su llanto.
Y la nave recoge su velamen...
Parece una mujer que se arrebuja
trémula, al ver que sufran los que amen
y el mar no se estremezca, ¡el mar no ruja!
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De los ojos de Hannifa cae la venda
y ante el temor de que su fe refluya,
se transfigura en la suprema ofrenda:
"¡Por Alah gime mi alma y seré suya!"
Víctima al fin de sus caprichos vanos
murmura resignada: "Estaba escrito".
Y siente que se templa entre sus manos,
el corazón glacial del Infinito.
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